Milagro de mi lengua en ti
Hoy no quiero disfrutarte con la vista. Besarte, sí. Hoy no quiero emborracharme con tu aroma. Chuparte, sí. Hoy no quiero tocarte con las manos, ni escuchar como me hablas dulcecito. Solo quiero lamerte. Mi boca ha de ser hoy cuna y amante, mano, boca y mirada, sexo incluso. Mi boca seré yo. Solo con ella he de adorarte, amor, llevarte al cielo y enseñarte las puertas del infierno. Sexo oral, sexo lengua que tantea tu carne y tu caliente geografía. Caminar, pies de lengua, por tu cuerpo, marcando con saliva los caminos. Comerte, labios, dientes, y medirte vaguadas y colinas y junturas
Tanteo con la punta de la lengua la dureza del hueso de tu frente. Cosquilleo el contorno de tus cejas, los rubios abanicos de tus párpados, tu nariz tobogán de mi saliva. Mi boca, hierro dulce, busca y busca tu boca, piedra imán, que la captura. Nos anudan las cuerdas del deseo. Nuestros dientes son blancos pedernales que chispean cristal estremecido. Toda tú eres tu boca, cielo mío. Tú. Tu cabello rubio. Tus ojos verdiazules. Las pecas que salpican tus mejillas y cada peca un beso-. Tus labios ofrecidos. Tu graciosa barbilla. Tu cuello suave y blanco. La curva distendida de tus hombros. Tus amorosos brazos. Los pechos tan redondos de pezones-arruga sonrosada. Tu flexible cintura. El vértigo carnoso de tu espalda. Tu vientre recogido. Tu ombligo, herida breve. Tu cálida entrepierna. Tus caderas. Tus glúteos mármol vivo. Los peces, frío y lumbre, de tus muslos, de tus piernas-delicia. Tus manos y tus pies. Toda tú, entera, resumida en tu boca.
Nos besamos. Cada gramo de piel y cada célula nos tiemblan en el beso. Dulzura y humedades entrecruzan sabor a ser querido. No abandono tu boca. La convierto en hogar y en refugio. No abandono tu boca. Volveré. La dejo, de momento, para andar con mis labios por tu mundo.
Si tuviera dos bocas, te besaría al tiempo los dos pechos. Mamaría con gula tus pezones. Los sentiría crecer y enderezarse, florecer y sentirme, en encuentro de amor placer eléctrico- que te afloja humedad en la entrepierna, a mordisqueos íntimos y breves.
Solo tengo una boca que va y viene, de pezón a pezón, de pecho a pecho. Ninguno de los dos esté celoso. Atenderé a los dos con igual mimo. He de chuparte luego cada dedo tanteando tus huellas dactilares, esas que te hacen única en el mundo. Disfrutaré tus dedos en la caliente almohada de mi lengua: el pulgar, el meñique, el anular, el índice y el medio. Cada dedo una fuente de caricias.
Mi lengua es caracol hacia tu ombligo. Deja en tu vientre un rastro de saliva. Saborea tu gusto. Sabes a miel, a sol y a primavera. Abres los muslos. Sabes adonde voy. Abres los muslos. Me invitas a tu sexo. Acomodo mi cuerpo entre las sábanas para llegarte fácil. Mi lengua es el estoque con que busco el vibrante morrillo de tu sexo, el botoncillo breve y sonrosado, las paredes de carne y laberinto de tus labios mayores y menores, la roja sajadura en que la lengua encuentra la textura de otra boca distinta, pero boca, hambrienta de caricias y de boca. Te estremeces, mujer, cuando mi lengua bate amor en el cuenco de tu sexo y ensaliva el arabesco de tus pliegues. Te estremeces, amor, cuando te lamo, sabor a mar, a espuma y a gaviotas, a almejas y a defines. Sabor de mar primero, de caldo de cultivo de la vida, de mar madre que idea galaxias y luceros. Sabor a ti. Estaría así toda la vida, buceando en tu centro, despertando placer y sensaciones en todos los rincones de tu cuerpo. Siempre estaría así. Lamo y exploro tus recovecos íntimos. Busco encender tus fibras más secretas. Te hablo en silencio.
Con la boca en tu sexo te murmuro mil palabras de amor que se hacen roce de calor y saliva en tu entrepierna. Nunca me cansaré de acariciarte. Gimes y tus gemidos son la mejor respuesta a mis caricias. Te he de subir muy alto. Tanto como me subes. Te he de llevar a cielo donde nacen palomas y arcos iris. Abres las piernas más. Me das entrada. Yo te lleno los huecos. Mi lengua es hoy tan sabia que ya lo sabe todo. Sabe ser mano abierta, roce de piel hambrienta de otras pieles. Que sabe serlo todo cuando sabe tus jugos. "Me gusta cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos y mi voz no te toca". Y sí. Pareces ausente porque estás concentrada en el placer, encerrada en él, y callas porque no quieres que nada te distraiga de ese goce, y mi voz no te toca, pero mi lengua sí. Aunque tocarte es poco. Te contornea, te gusta, te dibuja, te sabe, te disfruta, te llena, te ensaliva, te adora, te resume, te quiere, te entroniza. Cógete de la mano de mi lengua. Ha de enseñarte el mejor de los caminos para llegar a la cueva fabulosa donde se encierra el tesoro del orgasmo.
Hoy olvidé tu espalda. Otro día será. Cuando la mordisqueo, los brazos se te erizan y cada vello juega a ser frío y cosquilla. Luego te doy bocados en los glúteos y busco, en la tibia hendidura que separa tus nalgas, tu entrada más secreta para dejar en ella perlas de mi saliva. Hoy fui por otras sendas. Hoy olvidé tu espalda y el hondo precipicio. Hoy se afana la cálida caricia de mi lengua en tu vulva y tu clítoris. Hoy me engolfo en un tenso subirte hasta las nubes. Mi caricia es profunda. Ahondo en tus entrañas. Me abro paso entre fondos y corrientes marinas. Ven. Acompáñame. Falta muy poco ahora. Te subiré en mi lengua a la cima más alta. Y luego, cuando llegue el tiempo del orgasmo, mi lengua será amiga, cuna donde mecerte, palabra dicha tiempo, beso sobre los párpados.
Y el estuche que guarda millones de te quieros.