Siboney
No nos iban bien las cosas y no había forma de ahuyentar la tristeza.
"No importa. suspiró mi amigo- Mañana quizá cambie la suerte".
Se puso a canturrear por lo bajo. Lo hacía muy mal y lo sabía. Me quedé mirándole. El me miró también en tanto seguía con su tarareo.
"Qué canción es esa? pregunté-.
"Siboney".
A pesar a la mala racha, a pesar de que no teníamos donde dormir y no sabíamos cuando comeríamos de caliente, no pude reprimir la risa.
"¿Siboney?" repetí una y otra vez entre carcajadas.
"Sí. Siboney"-rió también él-.
Si se ríe, todo es diferente. Cada golpe de risa es una afirmación de nosotros mismos. Nuestra risa nos limpiaba por dentro. Nos hacía mejores y más fuertes. Nos repetía que el sol sale cada mañana y que eso es lo importante.
A partir de aquel día nos ocurrieron muchas cosas y solo algunas fueron buenas. De vez en vez mi amigo sonreía:
"¿Quieres que cante Siboney?".
Si lo decía, era porque hacia falta decirlo.
A poco nos perdimos de vista. Son cosas que pasan. Que si en Barcelona hay trabajo, que si yo prefiero quedarme en Gijón. Nos separamos. Mi situación fue arreglándose, pero ya nada sería lo mismo. Me faltan aquellos años jóvenes. También el hambre. Y, sobre todo, me falta reír más a menudo oyendo Siboney.