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El emprendedor. (Parte 4)

en Hetero: General

Un pequeño viaje de negocios me hace regresar a mi a ciudad natal. Las mismas pequeñas calles, la misma alameda donde mi madre nos llevaba a caminar con mi hermano en otoño. Cuantos recuerdos. Ya había terminado mi día laboral, y tenía que permanecer un día más. Sin saber qué hacer, comencé a recorrer la pequeña ciudad y nada mejor que ir a visitar la que había sido mi hogar en la niñez. No me costó mucho dar con la casa donde 15 años antes había aprendido rodar en bicicleta. La misma plazoleta, la pequeña fuente de entonces era ahora un macetero gigante, lleno de plantas y flores. Me quedé admirando mi casa, la que parecía deshabitada. Me acerque a ella y veo, con sorpresa a la abuela de un amigo de la infancia que aún vivía en ese lugar. Abuelita Tita recordé que le llamaba mi amigo. La señora me quedó mirando unos segundos, y me dijo que las personas que habitaban ahí, llegaban más tarde… trabajaban en el campo todo el día. Me acerqué a su puerta y la saludé. En un principio, ella quedó muy extrañada que un hombre joven trajeado informal con chaqueta, polo y vaquero ajustado la llamara por el apodo con la que la llamaban sus nietos. Cuando le mencione que había sido su vecino hace 15 años atrás, me saludó muy amablemente y pronto me recordó y a mi tristemente familia. Muy amablemente abrió la puerta de su casa e invitándome a pasar. A pesar que habían transcurrido tantos años desde nuestra partida, se acordaba muy bien de mi madre, que la había visto embarazada, según ella, había sido muy joven cuando me tubo y que ella misma incluso hasta me había cambiado pañales en alguna oportunidad. Recordamos cuando yo jugaba con su nieto, que ya tampoco vivía en la ciudad, recordaba que le hacíamos tiras las plantas, cuando con su nieto jugábamos a los soldados escarbando la tierra y dejándole todo sucio.

La señora vivía sola…, su marido militar, había fallecido hace unos 2 años y vivía de la pensión que el gobierno le entregaba. Fue una conversación muy agradable y amena de media hora. El sol se estaba colocando cerca de las cinco de la tarde, era una primavera con temperaturas suaves. Le dije que la dejaría para que hiciera sus cosas y ella no me dejo ir, sin que antes la acompañara a tomar té. Como no tenía nada que hacer, me quedé con ella a acompañarla. Desde que me saludo, mis ojos se fijaron inmediatamente en las tremendas tetas de la veterana. Es cierto que por un lado estuvo mi afán de recordar viejos tiempos de infancia, pero al cabo del rato que conversábamos, me imaginaba estando solo, en una ciudad donde nadie me conocía ya y una semana fuera de casa sin haber descargado dentro de una mujer. Esa madura mujer rondaría los 70 años con unas tetas impresionantes, podría ser mi solución para todo. Era del tipo de mujeres que me gustaban, se encontraba sola y aún no era tan vieja como para haber olvidado que su coño necesitaba un repaso fálico de vez en cuando… ¡Una buena cepillada! Por un instante me recriminé al pensar todo eso sobre la señora Catalina, la mente de un hombre tan caliente como yo solo pensaba en follar… pero es que  además de paso me ahorraba el hospedaje si me quedaba en su cama…

Usando mi gran simpatía y labia que me caracteriza, le caí muy en gracia a la veterana, tocando diversos temas como de su perro regalón, las características de esa raza, de las muchas plantas que ella tenía, de su nieto, mi amigo y de la interminables tardes jugando en aquel patio después de salir de la escuela, siempre dando miradas picarescas a sus tetas que colgaban bajo una gran bata de casa de una sola pieza, de tela algo fina por el uso. Haciéndome el humilde, siempre en el afán de recordar viejos tiempos, le hice que me mostrara el patio de su casa, donde jugaba con su nieto. La veterana me llevó muy contenta a mostrarme otra gran variedad de plantas, a veces tomándose de mi brazo a la vez que intencionadamente rozaba conmigo sus tetas. Nos tomamos el té y la conversación no tenía fin, la pobre mujer sin compañía vio un filón en mi interesante presencia. Cerca de las nueve de la noche, le dije que le agradecía mucho que me recibiera en su casa, pero que lamentablemente, aunque no lo quería, debía marcharme a buscar un hotel donde pasar la noche. Ella también le dio pena que tuviese que hacerlo, ya que había disfrutado mucho de mi visita y mientras le preguntaba dónde podía alojarme, tratando de llevar la conversación para que ella me ofreciera su casa, como suele hacer la gente de estas pequeñas ciudades, fuimos caminando hasta la puerta de calle. En tono simpático, le dije que había sido muy agradable la visita a su casa… Me han revivido muchos buenos e impagables recuerdos. No sé cómo agradecerle su hospitalidad… me tengo que ir en busca de un hotel. La mujer me dijo si quería probar un ponche que hacía ella y viendo la oportunidad para continuar con mi estrategia se lo acepté encantado… nos lo tomamos en el jardín.

En la puerta que daba al patio interior de su casa, sentado en un escaño del jardín la vieja trajo dos vasos que bebimos admirando las estrellas, hablando de mi trabajo y comentando lo calurosa que estaba la noche. Alabando su ponche. Cuando no me quedaba casi nada en el vaso, ella muy amablemente me dijo si me servía otro. Le dije bromeando si me quería emborrachar para abusar de mí, lo que le causo mucha risa y volvió con otro vaso. Nuevamente toque el tema del hotel y al fin, salió la pregunta que hace rato esperaba… "¿Sabes…? Tengo un cuarto que ocupa mi hijo cuando viene de visita… viene muy poco pero siempre lo tengo listo, si quieres te puedes quedar" "¡Como se le ocurre! , no quiero molestarla, ya bastante gentil ha sido para seguir incomodándola". "No es ninguna molestia". "Pero como me voy a quedar aquí, soy un completo desconocido". "Pero como dices eso, si eres el hijo de la Carmencita. Es como alojar a mi nieto". "De verdad no quiero causarle ninguna incomodidad". "No niño, como se te ocurre, de ninguna manera..." "¿De verdad no le incomoda?" "No, para nada, aparte que es tarde para que andes por ahí buscando donde quedarte. ¿De verdad? Lo mismo no encuentras nada y qué harás…" Serví dos vasos y nos sentamos nuevamente en su jardín, admirando la noche. Fumando me dijo que eso era un vicio que debía dejarme, su marido murió joven por un cáncer de pulmón por fumar tanto…. Le dije que sí, pero solo lo hacía muy de vez en cuando, este no era el vicio más grande que tenía… "Aparte de este tengo otro mucho más difícil de quitar…". Lo dije sin pensar, me salió espontáneamente como si de una amiga íntima o mi propia abuela fuera Catalina. Ella sin perder el tiempo  preguntó cuál. Me quedé parado en un callejón sin salida, pero para qué no decirlo, todo me estaba saliendo a huevo… "¡Me encantan las mujeres mayores!! Tenéis muchas cosas que las jóvenes deben aprender de vosotras…. Ella se rio. Por ejemplo esa risa espontánea, lo buena anfitriona que está siendo conmigo y lo buena conversadora que eres Catalina…" "Para, para adulador… no recuerdo que nadie mi hiciese tantos halagos. Hacía tiempo que no recibía un solo de ellos". Pero hasta ahí no notaba nada de parte de ella, ni luces de poder avanzar. La charla continua, a veces, sentado a su lado, le ponía la mano en la pierna, pero ella lo tomaba de lo más normal. Me paré a servirle otro trago que no quería tomarse, pero luego de insistirle, logré que lo hiciera y después un tercer vaso. El alcohol hizo el efecto esperado y las risas de ella fueron cada vez más en aumento. Me dijo que nos entráramos y al tratar de pararse notó su estado de embriaguez. Muerta de la risa, se tomo de mi brazo quejándose que se le habían pasado la mano con el trago y que estaba completamente mareada.

Aprovechándome de la situación, la tome de la cintura y la recosté. Tomada de mi brazo, para afirmarse, me dijo que de tanta risa, le habían dado ganas de ir al baño una meada. Con tono galán y picaresco, le dije que yo la llevaría y la acompañaría para que no se fuera a caer. Ella riéndose… "Eres muy picaron", espetó continuando  con mis alabanzas, le dije que era su compañía lo que me ponía así, abrazándola más fuerte. Deje a la abuela en el baño, la esperé en la puerta oyendo el chorro caer con fortaleza, tuve un poco de flaqueza tocándome la tremenda verga que se me había puesto imaginándome follándola. Salió del baño y nos fuimos agarrados de la cintura y afirmándose de la pared hasta que llegamos al jardín y allí se echó sobre su cómodo sillón… se dejó caer literalmente. Yo con mucha confianza en mí mismo seguí molestándola… "Esta noche lo estamos pasando de miedo los dos", ella se reía a cada ocurrencia que le soltaba, pensando que eran bromas, hasta que me dijo que si seguía así, se la terminaría creyendo. En tono de broma peo con firmeza en mis palabras… "¡Catalina es usted una mujer muy hermosa, y le estoy diciendo la verdad… desde hace rato sus pechos me tienen como loco". Ella se reía… ¡Huy nene, te estás pasando con esa mano…! Sin embargo no hacía amago en molestarse por el hecho que lo hiciese, cuando sintió mis dedos apretar una de sus tetas, contrariamente a lo que yo pensaba, en vez de quejarse o rechazarme, la veterana fue aplacando su risa y dejó que la tocara. Alabando el tamaño y hermosura de sus ubres, continué apretándoselas, besándoselas suavemente sobre la bata raída, sintiendo que la risa se había acabado por completo y en cambio pequeños suspiros saliendo de su boca. Suavemente sin asustarla continué mi trabajo, tomándola de su cintura apegándola a mí. Estuve un buen rato en esto, mientras la abuela no podía creer lo que estaba sucediendo. Se dejó llevar por su suerte respirando fuertemente. Sin dilación fui desabrochando uno a uno los botones de su bata para llegar más allá, todo pausado, relajado y sin estridencias. Al fin la tuve con sus tetas casi al aire, con un sostén gigante que trataba de contener esas tremendas masas de carne que me pensaba hartar de ellas sin miramientos. Con mis dos manos, logré al fin liberar una de sus hermosas tetas, la que de inmediato fue succionada por mi boca, sacando un…. "¡¡OH mi niño, qué bueno!!".

Como un bebé continué chupando esos hinchados y enormes pezones, acordes al tamaño de sus tetas, haciendo que se endurecieran y cambiaran notablemente de tamaño. La abuelita Tita echada en el sillón del porche, entregada completamente con sus tetas al aire y sus piernas abiertas, se dejaba tocar por ese joven casi desconocido, que comenzaba a introducir una de sus manos bajo la bata de casa, acariciando su pierna y llevándola hacia su intimidad. Mi mano fue avanzando hasta topar con sus bragas, acariciándola suavemente, sintiendo a través de la tela, una frondosa vagina un poco húmeda. La abuela recibió con un fuerte gemido el contacto de mi mano en tamaña vulva, y en una reacción sincopada juntó las piernas dejando atrapada mi mano. Levando mi otra mano en auxilio, logré que la veterana separara las piernas, metió la mano bajo las bragas y en nada conseguí a través de su vello púbico encontrar el capuchón donde alojaba el tremendo clítoris enervado… y comencé a masturbarla suavemente, viendo como con sus ojos cerrados y su cabeza echada hacia atrás recibía con placer mis caricias hurgando bajo los pliegues que cubrían su pepita, sintiendo a su vez como su prenda se mojaba al contacto de mis dedos. La abuela no hacía nada, solo se dejaba tocar. Le tomé una de sus manos y la coloqué sobre mi pantalón. Fuertemente comenzó a rozarme mi nabo, yo no había liberado todavía mi verga de su prisión, colocando nuevamente la mano de mi compañera sobre esta, la cual al sentirla exclamó algo en un quejido que no alcance a comprender. Su mano apenas me apretaba, pero me masturbaba lentamente sobre el pantalón. Estuvimos un buen rato masturbándonos.

Le dije que nos pusiésemos sobre la alfombra… le ayudé a levantarse para tenderla suavemente, la luz se estaba yendo y nos daba mayor intimidad. Parado detrás de ella, comencé a tocarle las tetas por detrás, mientras ella echaba su gran culo hacia atrás buscándome a tiempo que se dejaba acariciar las ubres y besar el cuello. Olía a hembra veterana avivando mis instintos a punto de hacerme doler los huevos de ganas de follarla. Le termine por desabrochar el resto de botones de la baja, que cayó hasta sus pies. Con sus tetas al aire, le terminé de sacar el sostén dejándole de pie, casi completamente desnuda, con solo las bragas que tapaba su desnudo cuerpo. La señora Catalina, Tita para los íntimos, estaba excitada, pero temerosa. Hace muchos años que alguien no la veía desnuda y menos aún un joven, sin embargo seguía todas las instrucciones dejándose guiar. Me quité toda la ropa, quedando solo en slips, haciéndola que se sentara en la alfombra, acerque mi polla a su cara pidiéndome que me los bajara. Lentamente tomó mi prenda de vestir metiendo sus dedos en el elástico, y en un segundo para decidirse, me los baja saliendo de este mi cipote, duro y venoso, quedando a escasos centímetros de su cara. Comenzó a masturbarme muy lentamente, mirando cada detalle de mi verga, acariciándola de arriba abajo muy suavemente… "¡Es una buena pieza la que tienes cariño! ¡Menudo pollón te gastas! Me vas a hacer disfrutar mucho si me metes todo este rabo en mi coño…". Ella ya estaba convencida de lo que iba a pasar esa noche… para empezar se la metió en su boca, comenzó a restregarla con su lengua siempre masturbándome lentamente con sus ojos cerrados y respirando por la nariz al mismo compás de engullirse una y otra vez todo el cipote a media calada. Era muy excitante ver a la veterana mamarme la verga, iba muy lenta pero no quería forzarla a nada, por el momento. La saqué de su húmeda lascivia y le tomé las tetas… metí la verga entre ellas, apretándoselas fuertemente. Era increíble el tamaño de las mamas de esta mujer. Después ella misma se las tomaba una en cada mano y me aprisionaba la verga contra ellas, escupí en su canalillo para facilitar el deslizamiento y continué con la cubana un par de minutos más, después la tendí y le saqué su última prenda de vestir.

Con los ojos cerrados, se dejo desvestir mostrando su cuerpo desnudo a la mirada de un hombre después de tanto tiempo. Me abalancé sobre ella y me puse a chupar desesperadamente sus grandes tetas, a mamar y succionar sus pezones como un bebé famélico, metiendo mi cabeza entre ellas, chupando esos oscuros y grandes pezones con fuerza, metiéndolos por completo a mi boca, causándole grandes placeres a la veterana, mientras mi verga rozaba la vulva de su abultada vagina que comenzaba a manar fluidos lubricante natural. La tetas de la abuelita Tita me tenían loco, la apretaba con fuerzas, se las chupaba fuertemente hasta que me puse sobre ella, sin apoyar todo el peso de mi cuerpo, para nuevamente meter mi daga árabe, curvada y tiesa a más no poder entre estas fabulosas masas de carne, y comenzar a moverme masturbándome con ellas. Tita con los ojos cerrados no ponía ninguna objeción a mis deseos, tendida de espaldas sumisa a mis embates con este joven sobre ella…respiraba agitadamente con su boca abierta. Comencé a mamar nuevamente sus ubres de madona para esta vez continuar hacia abajo. Ella trataba de impedir que bajara, pero no fue capaz de detenerme. Cerró sus piernas para evitar que mi cabeza se metiera entre ellas, pero sus esfuerzos fueron infructuosos, ya que con solo un poco de fuerza, logré que sus piernas se separaran dejando ante mis ojos un coño de labios abultados, coronada por vello suave y mojado.

Mi lengua no tardo mucho en meterse en esa húmeda cavidad… se dejó llevar, aunque no muy convencida. A ratos trataba de sacarme de ahí, pero mi lengua no paraba de incrustar esa parte de su cuerpo, haciendo que esta se mojara cada vez más.  Ya estaba lista para ser penetrada. Me volví a poner sobre ella, y esta vez con mis manos acariciando su gran culo, fui acomodando mi verga hasta que sentí la humedad de su vagina en la punta, iba por buen camino, pues la dama se despatarró un poco más dejándome mejor acceso. Así que ejerciendo un poco de presión mí verga entró en su cuerpo causándole algo de dolor placentero, quizás por los muchos años que no usaba el coño para tales menesteres, había provocado que se cerrara como el de una adolescente…, pero al cabo de unos pocos intentos, siempre con suavidad para no causarle daño, de repente sus paredes vaginales se abren por completo acomodándose fácilmente a mi badajo con sus grandes labios vaginales arropando el tallo al entrar en tan mojada cavidad… poco a poco voy hundiéndola hasta que llego al  fondo de su cueva inundada.

Comencé a follarla lentamente viendo su rostro, aceptando mi cipote dentro de su cuerpo. Solo con sus piernas abiertas y sus grandes teta caídas hacia los lados, la veterana se dejaba follar sin poner nada de su parte… sumisa y receptora, tal como le habían educado, como una hembra donde su vagina es cubiculo natural para recepcionar todo el esperma que eyacule el semental que la debía de preñar… y todo ello sin participar en el coito. Sus brazos a los lados y feliz dejaba que toda mi polla en su largura entrara una y otra vez haciendo tope en los mis mismos huevos sin remisión. Sabía que lo notaba, pues en cada intromisión a fondo salía de su boca un gemido, entre tanto le preguntaba si lo disfrutaba y solo me decía que si moviendo si cara, como concentrada en lo que estaba pasando dentro de su útero. Me puse de espaldas y la tomé para que se pusiera sobre mí. Siempre con sus ojos cerrados, la veterana siguió mis instrucciones acomodándose sobre mi polla, lentamente comenzó a bajar. Al parecer de esta forma le entró más aún, ya que se quejó de un pequeño dolor, pero valientemente aguantó hasta que su vieja vagina se acomodó perfectamente al tamaño de mi cipote. En esta posición, sus grandes tetas chocaban contra mi cara en cada embestida que yo le daba, mientras mis manos le agarraban el culo, apretándoselo y moviéndola a mi ritmo. Ella me miraba con su boca abierta gemía suavemente de placer. Nuestros movimientos no eran bruscos, siempre suaves pero a un ritmo constante follándomela a pico y pala. Sus labios vaginales sobrados de pliegues envolvían mi polla como si de una medusa se tratase.

De lejos eran las tetas más grandes que había tocado en mi vida y no pare ni un segundo en chupárselas y mamar de ellas clavando me verga con determinación en su útero. Pero la abuelita no aguantó mucho rato en esa posición, acusando un leve dolor en sus caderas, por lo que cambiando de posición la coloqué de boca a cuatro patas… me quedé unos segundos admirando el tamaño de su culo. Mis manos lo tocaban descaradamente, separándole las grandes nalgas mientras ella escondía su rostro en el cojín del sillón que bajé para acomodar sus riñones y elevar el culo en la atacada frontal, la almohadilla era mordida por la señora al sentir tan invadida su intimidad. Nuevamente mi boca llegó a lugares donde a ella la escandalizaron, pero no le quedó más remedio que aceptar mis caricias bucales. Esto fue mucho ya para un cuerpo con tan poco recorrido…, sintiendo mi lengua entrar y salir de su zona genital, sus quejidos aumentaron considerablemente y sin poder aguantar más, su orgasmo llegó largo y tendido, gimiendo y contrayendo su pelvis, casi haciéndola llorar. Yo aún sin acabar, me monté sobre ella y la penetré en esta posición de un solo envión sin compasión, logrando que su placer no acabara. Ya su cuerpo no daba más de recibir placer y me pidió que me detuviera. Yo no podía parar y sin el menor miramiento aceleré la follada, la follé como una perra hasta que me dio un subidón de adrenalina desde mi cabeza a mi polla y le descargué un primer chorro de lefa espesa en lo más profundo de su vagina generosa… resultó al final un coño muy tragón con el segundo y tercer chorretazo de esperma recién ordeñado de mis huevos y así hasta los seis o siete aldabonazos que me dejé descargar en su misma cérvix…, me quedé agotado con la piernas temblando del formidable orgasmo que la señora me concedió. Allí sobre ella esperé a normalizar el ritmo de mi corazón terminando de verter toda la leche y dejarla en su fondo vaginal acumulada. No le quedó más remedio que recibirla en su intimidad…, la saqué al término de unos minutos, y me la meneé soltando un par de chorros sobre su coño de vello húmedo y ahora inseminado por completo de mi engrudo, pronto comenzó a rezumar esperma espeso de su coño entre las alas de sus pliegues vaginales.

Acostándome a su lado, quedo unos minutos recuperando el aire. Se acostó a mi lado, sonriente, dichosa y satisfecha. Con su rostro apegado a mi pecho y su mano lentamente acariciando mi falo en actitud de agradecimiento por tan formidable coito, pero esas caricias también trataba de poner mi polla de nuevo en su dureza óptima. Su cabeza bajó hasta mi mástil dándole un tímido beso en la punta del glande, separándose inmediatamente. Un segundo y un tercer beso fueron a parar en el mismo lugar y ya con el cuarto sentí como mi verga encontraba en su boca un húmedo refugio. Su boca comenzó a chupar lentamente mi verga, no muy convencida aún de lo que estaba haciendo, hasta que tras un rato, se acostumbro a la idea y comenzó a gozar sintiendo ese duro rabo dentro de su boca. Sentía su lengua recorrer mi polla de principio a fin, rozarlo con sus mejilla, para luego volver a introducirlo en su boca, sintiendo a cada rato su lengua. La mamada al principio muy mala, poco a poco fue tornándose en una chupada espectacular, donde siguiendo mis instrucciones, me apretaba las bolas sin dejar de chuparla. Por más que disfrutaba y me concentraba en acabar, eran muy suaves los movimientos de su boca, por lo que le pedí que me prestara sus hermosas tetas. Colocándose de lado acomodamos mi verga en su boca, follando a modo de coño con la cabeza de mi veterana amante en mi estómago… estaba disparado y con una excitación fuera de lo común, así que en unos cinco minutos comencé a eyacular abundantemente, gimiendo fuertemente para motivarla. Ella recibió mi descarga apretándose más contra mí. Mi polla desapareció llegando a rozar los huevos con sus labios…y  le vacié lo que me había quedando en los huevos tragándose de nuevo el semen, se relamió… "¡Nunca había probado la leche de un hombre! Gracias por regalármela". Me dijo rendido por el placer recostado sobre mi espalda, mientras la Sra. Tita, continuaba acariciándome con ternura mi cipote, ya blando y completamente mojado, jugando con la gotita de engrudo sobre el glande.

Dormimos juntos en la misma cama… a la mañana siguiente me preparó un buen desayuno, la observaba moverse de un lado a otro pensando morbosamente que dentro de su coño aun llevaría buena parte de mi esperma… nos comportamos como dos amigos o más bien como una abuela preparado un tentempié para pasar el día sin sospechas que la noche anterior la había llenado de lefa a rebosar. Nunca más volví a ver a la Sra. Tita, aunque volví unos meses después no pude pasar a saludarla. Dos años pasaron cuando llegué a su portal…, me comunicaron que ya no vivía allí, se marchó con su hijo mayor. Tal vez aquella ocasión fue la última vez que disfrutó del sexo y la primera que consiguió que un hombre se corriera dentro de su coño y de su boca saboreando por primera y última el semen de un macho... en tan solo una hora fueron tres veces las que me hizo eyacular la abuela. No puede dejar de pensar durante varios días en sus enormes tetas y su vagina tragona follándomela, reviviendo el instante de corriéndome en el fondo de sus entrañas haciéndola feliz en su senectud... esos momentos de solidaridad dando alegría a otras personas no tienen precio y vale al pena correr el riesgo de que te llamen depravado, cuando solo haces una labor social y de paso alivias tus necesidades fisiológicas instintivas.

Continúa...

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