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La prima de riesgo. (Parte 3)

en Amor filial

Por otro lado mi reciprocidad con Asumpta se fijo en una relación de folla amigos. Compró una equipación parecida a la mía para salir a pasear con las bicis; nos distraíamos mucho con piques en pequeñas carreras. Hacíamos ejercicio, tomábamos aire libre y compartíamos unos momentos divertidos. En un lugar apartado a la sombra descansamos antes de volver a casa. El mallot te sienta fenomenal, te hace un culo precioso. Me gusta que te fijes en mí, se colgó de mi cuello abrazándolo y me dio un beso sin lengua con su boca de piñón, siguió diciendo, muchas veces me pongo guapa solo para ti. ¡Eres un encanto de mujer! Sentada sobre mis muslos charlamos un buen rato. No la dejaba escapar... me extasiaba su olor a hembra que emanaba de su sudorosa piel. Cogimos las bicis y tomamos el camino de regreso a casa. Algo cansada y muy sudada, no estaba acostumbrada a ese tipo de ejercicio, se metió la primera a la ducha. Se quitó el mallot revelando su tanga minúsculo en mi presencia, lejos de incomodarme nos miramos por la puerta entreabierta. Sin duda era una invitación para compartir con ella aquel baño... sin prejucios entré y le ayudé a desvestirse, y como no ella a mí. No necesitamos hablar para comunicarnos en el lenguaje universal que tenemos los hombres y las mujeres en este tipo de situaciones. Ambos sabíamos lo que deseaba el otro...nos frotamos con gel todo el cuerpo. Notaba sus pechos puntiagudos cuando sus brazos me rodeaban por la espalda, me besaba y acariciaba, después se dedicó a asearme el cipote bajando el prepucio, por entonces inhiesto cual mástil de velero. Finalmente le froté con gel todo su cuerpo con mis manos, esmerándome en su zona íntima; nos enjuagamos la espuma con agua tibia y nos secamos. Solíamos jugar con nuestra sexualidad constantemente, algunas de la veces acababa mamándole la vulva para obtener su orgasmo saboreando su clítoris, otras veces se quedaba en un tocamiento o flirteo solamente. Mi calentón siempre lo acababa pagando su madre, el motivo era que me gustaba correrme dentro de la vagina de la mujer que follaba, y el riesgo de preñar a Asumpta era grande. Se marchó desnuda contorneándose sabiendo que la seguía con la mirada. Se vistió con una camiseta azul a rayas y un faldita rosa. Al pasar por el aseo donde se retocaba, me llamó la atención su culo respingón al pintase los labios. Me miró por el espejo, y lo dijimos todo. Fuimos a la habitación que tiene asignada en casa tomando ella la iniciativa...

...Pascual me agarro por la cintura y me elevó en el aire, sin esfuerzo aparente, hasta sentarme sobre el sofá-cama, mi corazón latía con tal violencia, que pensé que me iba a dar un infarto. Estaba inquieta, expectante. Entonces Pascual tomó la iniciativa, bajó la faldita y levantó mi camiseta por encima de mis tetas. Al quedar mis mamas libres de la presión ejercida por la prenda, percibí como los pezones se erizaban debido al roce con la tela. Las grandes manos de Pascual no tardaron en agarrarlas desde mi espalda. Comenzamos a besarnos al tiempo que me magreaba las tetas como si estuviese amasando pan. Era una delicia sentir aquellas manos que las abarcaban por completo. Pero lo que realmente me volvía loca era pensar que pronto lo tendría dentro de mí y me resarciría de los días de abstinencia forzosa. Era un macho al que era imposible resistirsele... sus ojos azules, el mentón cuadrado que le hacía tan varonil con barba de tres días, sus labios carnosos, sus pectorales marcados sin llegar a ser fibrosos y aquella pancita casi de tableta... era un hombre bien proporcionado, de brazos fuertes y muñecas anchas, sus manos huesudas como tenazas me desarmaban y lo más impresionante de su anatomía... sus genitales. Pocos hombres conocía que pudieran albergar semejante pollón entre sus piernas y unos testículos a juego con las dimensiones del rabo, este apenas lo cubría con mis dos manos, dejando al descubierto el fabuloso glande en forma de caso alemán, un capullo que invitaba a comérselo a bocados.... No me lo pensé dos veces y bajé mis manos impacientes hasta su bragueta. Todo mi cuerpo temblaba y no era capaz de desabrochar el botón que me impedían llegar a la verga que tanto ansiaba. «Concéntrate, Asumpta - me dije, lo has hecho cientos de veces y nunca te ha supuesto mayor problema». El botón de su pantalón vaquero tenía un ojal muy estrecho, pensé como mi vaginita pudo hacer frente al tamaño del bergantín que carga mi amante, me hubiera sentido algo ridícula si no hubiera conseguido tragárselo mi coñito.

Aquellas palabras de aliento, que me dediqué a mí misma, surtieron el efecto deseado y mis manos recobraron su maestría habitual. En ese momento logré agarrar el miembro viril de Pascual y lo saqué de su prisión. «Esto está mejor», me dije, ilusionada por lo que prometía ser algo digno de una tarde memorable. ¡Joder, Pascual! ¡Menuda tranca tienes ya! exclamé, al tener su verga entre mis manos. No era la primera vez, pero siempre me sorprendía ¿Prefieres por delante o por detrás princesa? Preguntó. Sus palabras no tardaron en encontrar respuesta por mi parte. Por delante. Prefiero por delante, por favor, no seas malo conmigo, susurré, mirándole fijamente a los ojos al tiempo que con las manos conseguía una erección máxima..., sin apartar la mirada de los ojos de mí semental, tiró de mí hasta que mi culo quedó en el borde del sofá-cama. Levanté las piernas sin pensarlo, las abrí cuanto pude ¡Por fin ha llegado mi momento! me dije al ver como Pascual situaba su gordo glande en la entrada de mi vagina. Espero que tantos días en dique seco pasen a ser una simple anécdota. ¡Empuja, cariño!, le supliqué. No te cortes un pelo, porque estoy tan mojada que entrará sin problemas. Sin apartar mis ojos de los suyos, fue penetrándome con delicadeza hasta que la verga quedó enterrada por completo en mi interior, dejando que mi vagina se fuera acomodando al grosor del invasor endurecido. Un grito furtivo escapó de mis labios y acto seguido una súplica, ¡Fóllame, cariño! No dejes de hacerlo hasta que te hartes. Hace tantos días que no tengo sexo contigo que quiero resarcirme. Te voy a colmar como deseas, princesa... mira lo que tengo solo para ti...

Comenzó a entrar y salir de mi coño con tal violencia y habilidad, que no fui capaz de recordar cuánto tiempo hacía que no me follaba, pero jamás de ese modo, los chicos con los que salía, o más bien entraba, no alcanzaban a las tres cuartas partes de la embergadura de Pascual. Completamente abandonada a mi suerte, me abracé al cuello del semental que me penetraba y mis tetas quedaron aplastados contra su pecho. Rodeando su cintura con las piernas, apoyé la cabeza sobre su hombro y gemí, una y otra vez, al tiempo que miraba como movía su culo a través del espejo del armario, un culo firme y musculado que se apretaba en cada incusión a los fondos de mi útero. Aquella escena me motivó tanto, que no pude reprimirme, ¡Dios mío cariño que gusto! dije con la voz quebrada, mientras el interior del coño se encharcaba con mis propios fluidos y mi cuerpo quedaba sin fuerzas... ¡Hazme gritar como una gata en celo, métemela a fondo, quiero sentir tus pelotas martilleándome! Pascual frenó su ritmo trepidante para deleitarme con una serie de embestidas, fuertes y profundas, que terminaron por conseguir lo que yo le había reclamado: hacerme chillar como si me estuviese arrebatando la vida con cada una de ellas. Yo no terminaba de creer que estuviese sucediendo y quería más, ¡mucho más! Una vez que el orgasmo había llegado a su fin, Pascual retomó el ritmo frenético que había impuesto hasta el momento de correrme. Fue entonces cuando me puse de pie girándome para posicionarme como una perrita dejando el trasero bien accesible para mi amante. Por un momento pensé que descansara mientras buscaba una postura cómoda y sugerente. Fui consciente de lo equivocada que estaba cuando me cogió con firmeza de la cintura y la verga la dirigió hacia la entrada de mi raja entreabierta umbral de mi estrecha vagina. Al principio me dolerá un poco, pero…, una vez esté dentro, puedes acelerar todo lo que quieras, dije. Entonces ya sin problema alguno. No perdí detalle desde el momento en que me penetró su robusta cabeza. Ese fue el único instante de dolor el resto fue, como suele decirse, meter y follar. Me embestía con fuerza chocando sus huevos en mi vulva y al cabo de varias clavadas un nuevo orgasmo me recorrió todo el cuerpo. Me sentí plenamente saciada y ya no me importó nada más, mis ambiciones se habían visto satisfechas. Tan solo me quedaba esperar a que Pascual se corriera y disfrutar del placer que pudiese proporcionarme hasta conseguirlo.

Me puse encima y le cabalgué de espaldas a él abierta como si fuera un Cristo crucificado; completamente franca y clavada por su enorme pollón, me sentía una hembra consumada. Noté que pasados unos minutos me cansaba, por lo que me atreví a decirle..., No tardes demasiado cariño, estoy deseando tener tu leche sobre mí, échamelo encima del coño si quieres. Me cogió de los muslos y con la fuerza de sus brazos me manejaba como una muñeca de trapo, observaba como su polla era tragada hasta sus duras pelotas cargadas de rica leche, mientras me dejaba llevar, masajeaba sus huevos y mi clítoris alternativamente. Cansado de soportar con mi peso me desincrustó el cipote y me posicionó mirándolo, le puse las tetas para que me las comiera y comenzó a mamarme los pezones erectos. En esa posición mis caderas trabajaban mejor el mete saca. Quiero que me folles como si te fuese la vida en ello. Quiero que me hagas gritar hasta que se me salten las lágrimas. Él no dijo nada. Seguramente mis labios habían pronunciado lo que todo hombre querría escuchar de una mujer en una situación como aquella. Tenía carta blanca para disponer de mí a su antojo. Enfiló su verga en mi rajita y la primera embestida fue un poco dolorosa haciéndome gritar como una loca. Pero no podía quejarme, él tan solo hacía lo que le pedía el cuerpo y contaba con el consentimiento que yo le había otorgado alegremente. Al penetrarme a pelo el placer experimentado era más intenso que con condón por eso me gustaba Pascual... ¡Su grueso cipote y sus venas hinchadas me llevan al éxtasis del placer!

¿Cómo pude aguantar aquella situación durante casi veinte minutos más? ¡No lo sé! ¡Es todo un misterio! Pero el caso es que lo hice complacida, a pesar de las lágrimas que emanaron de mis ojos tras el duro castigo a que fui sometida por mi bestia del amor, que hizo conmigo lo que quiso. Tras todo ese tiempo, treinta y cinco minutos en total, llegó su momento, noté cómo salía su verga de mi interior, se puso de pie ante mí y le facilité una felación mamando su glande con fuertes chupones y succiones, lamía el aguejero de su uretra y me volvía a comer el gordo capullo mamanándolo como una puta que cobra por ello. En todo momento, no dejé pajear con una mano el resto de tallo venoso libre y con la otra sobar y apretar sus frondosos cojones repletos de leche tibia. Unos segundos más y rápidamente percibí como vaciaba sus huevos de lefa espesa, llenando mi boca; le seguí pajeando su tranca y conseguir un poco más, duchando mi cara de su abundante eyaculación, durante la cual no aparté la mirada de su rostro que denotaba satisfacción y placer. Le escurrí bien el badajo, y después de tragarme el engrudo colmado de testosterona, le relamí toda la verga dejándosela impoluta.... Esa tarde fuimos testigos y protagonistas de cómo dimos rienda suelta a nuestros instintos más primitivos, los cuales no me importa manifestar ante él, porque lo amo y lo deseo. Follar a pelo es la mejor forma de entregarte a tu amante si tienes la total confianza en él, tanta como yo tengo en Pascual, porque él nunca me eyaculará donde yo no desee.

Continúa...

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