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Mi hermana Teresa.

en Amor filial

Desde muy pequeño siempre había mirado con cierta lascivia a mi hermana Teresa, seis años mayor que yo. Supongo que hacía lo mismo que otros chavales, espiarla cuando se cambiaba de ropa, cuando se duchaba intentando siempre ver algo de su cuerpo. Coger la ropa que dejaba para lavar, olerla y masturbarme con ella. A lo largo de varios años le había visto su culo con el tanga y los pechos haciendo topless en la playa, me ponía frenético. Con 24 años se casó con Alberto un ejecutivo quince años mayor que ella y se fue a vivir a una ciudad de la costa brava. Varias veces fui con mis padres a visitarla, nos llevábamos de maravilla con una confianza que excedía muchas veces de lo normal. Unos años más tarde quiso la casualidad conseguir una beca para hacer un máster con prácticas en una empresa cerca de donde vivía ella. Así que hablé con mi hermana para ver si podía quedarme en su casa. El curso duraría dieciocho meses pero en principio solo me quedaría hasta encontrar un piso de alquiler. Teresa me dijo “que no había problema,” acomodó una habitación para mí.

Mi hermana tenía un hijo de casi dos años y la mayoría del tiempo lo pasaba sola debido al trabajo de su marido para una multinacional. Sin embargo cuando Alberto estaba en casa aprovechaban muy bien el tiempo. La habitación hacía forma de ele con la suya y tenían una terraza común. Una noche calurosa de verano, me levanté de la cama, pues no podía dormir y me acerqué a la terraza, sin encender la luz. Me disponía a salir para tomar el fresco cuando oí unos leves quejidos. Con cuidado sin hacer ruido me fui acercando hacia esos gemidos para descubrir que provenían de la habitación de matrimonio, donde mi hermana estaba siendo follada por su marido. Rápidamente di una ojeada a la terraza y busqué el mejor sitio de observación sin ser visto. Me pillaba un poco lejos pero aquellos días pude ver y observar en cada ocasión el cuerpo de mi hermana. Alguna que otra vez me masturbé allí mismo viendo como gozaban, deseando ser yo quién la penetrase. Un pensamiento que me llenaba cada día más el deseo de hacerlo.

Llegó agosto, y se marcharon diez días de vacaciones… París, Viena y Praga. Desde Berlín mi hermana vino hasta Barcelona y su marido se marchó a Japón. Las vacaciones de ella eran de dos quincenas distintas y de la primera aún le quedaron dos días en casa. Por el contrario mi curso no paraba ni en verano por lo que me quedé al cuidado de la casa ese tiempo. Me avisó de que volvía a casa saliendo de una juerga y tuve que darme la paliza limpiando todo de arriba abajo. Terminé casi de madrugada y me acosté. Me levanté al día siguiente, a eso de las tres de la tarde. Por el calor dormía desnudo, y así me fui al cuarto de baño a orinar, con los ojos medio cerrados todavía. Terminé y tiré de la cadena. En ese momento me sentí observado, me giré y allí estaba mi hermana mirándome. Había llegado a media mañana en avión, cogió un taxi y vino directa a casa. Viendo que yo estaba durmiendo, había preparado la comida y se había dado una ducha. Cuando entré al baño, ella estaba allí, con las puertas de la ducha corridas, escurriéndose el pelo, pero yo, medio cegato que iba, no le había visto y ella tampoco me dijo nada. En ese momento me di cuenta de un pequeño detalle. El día anterior había echado a lavar las toallas y los albornoces… ¡no los había repuesto!

Yo me quedé mirando a mi hermana, primero a la cara y le dije un -“¡Hola! ¡Ya estás aquí! ¿Qué tal el viaje?”

Pero después bajé la mirada para observar sus tetas y su entrepierna. Tengo dos hermanas mayores que yo, pero siempre había tenido pensamientos lascivos hacia Teresa en particular. Mi hermana es muy guapa, con labios gruesos muy sensuales, tiene los pechos grandes, talla 100 más o menos, grandes aureolas y grandes pezones. Es ancha de caderas, pero nada gorda, se puede decir que es una mujer maciza. Tenía las piernas entreabiertas, así que se podían ver claramente sus labios vaginales y una marcada raja que me puso cachondo. Su monte de Venus lo tenía recortado. Y así estaba yo, recreándome con el cuerpo de mi hermana sin darme cuenta que la erección matutina de mi pene iba en aumento y que mi hermana estaba frente a mí, mirándome también.

-"¿Oye, se puede saber que estás mirando tan fijamente?", me dijo mi hermana esbozando una sonrisa…

-"Pues tu cuerpo, Teresa, es que hacía mucho que no te veía desnuda"

-"¿Y cuándo me has visto tú desnuda, si se puede saber?, anda, tráeme mi albornoz que no está aquí colgado".

-"Es que lo eché a lavar junto con las toallas, espera que ahora lo traigo"

Me fui al tendedero, recogí el albornoz y un par de toallas y volví al cuarto de baño. Yo seguía desnudo y ya me iba bajando la erección, pero fue solo un instante porque al entrar vi que mi hermana había salido de la ducha y estaba recogiendo la ropa de haberse desnudado allí. De espaldas a la puerta agachada dejando el culo en pompa. Mi nueva erección fue inmediata. ¡Ay que culo estaba viendo! Me acerqué a ella, sin hacer ruido, lo máximo que pude y le dije -"toma el albornoz" y pasó lo que yo había pensado, ella se irguió y al hacerlo, pasó sus nalgas por mi polla, momento que aproveché para restregármelo suavemente por su culo, mientras le ayudaba a ponerse el albornoz.

Mi hermana se dio cuenta de mi intención pero no me hizo nada para evitarlo…, no cabía la menor duda que no le fue nada desagradable. Se dio la vuelta tapándose el cuerpo y me dijo que me vistiera que íbamos a comer. Aquello me lo largó con toda la naturalidad del mundo. Me vestí con un pantalón corto y una camiseta y fuimos a comer. Pasamos la tarde cada uno por su lado haciendo sus cosas, cenamos y ella se fue a su cama y puso un rato la tele. Al rato entré yo en la habitación y me dispuse para meterme en su cama.

-"¿Qué haces?" me dijo.

-"Mira, Teresa, he dormido aquí todas estas noches estando solo y me he dado cuenta que es la habitación más fresca y además puedes ver un rato la tele antes de dormirte".

-"Vale, pero después te vas a tu cama".

Asentí con la cabeza, aunque no tenía intención de hacerlo…, me metí en la cama en calzoncillos bajo la sábana. Me acomodé en la almohada e hice estar interesado en lo que estaban poniendo en la tv, pero en realidad estaba dándole vueltas a la cabeza, pensando en cómo podría hacer para darme, al menos, un revolcón con Teresa. Y quiso la casualidad que fuera ella quién diera el primer paso.

-"Oye Fernando, en la ducha dijiste que hacía mucho tiempo que no me habías visto desnuda. “¿Me podrías aclarar y explicar eso?".

-"Pues mira Tere, te he visto muchas veces desnuda y no me refiero a aquellas veces en que te he visto en casa de nuestro padres, saliendo del baño, medio vestida o que te espiaba por la rendija de la puerta cuando te cambiabas o ibas a mear…".

-"¿Tú hacías eso?".

-“... me refiero a todas las veces que te he visto follando con tu marido durante el mes pasado. He podido ver tus tetas, tu chocho, tu culo. He visto como le chupabas la polla y como te relamías cuando se corría en tu boca, he visto como te la metía por el culo y gritabas como una loca, mientras él te apretaba los pezones...".

-"¿Estas borracho o qué? Si realmente nos has visto sabrías que...". Le había puesto un poco de imaginación para indignar a mi hermana cosa que conseguí.

-"He visto que Alberto se monta encima de ti en la posición del misionero, te la mete, se corre y se da la vuelta para empezar a roncar. Eso es lo que he visto"

-"¿Y, entonces, todas esas tonterías que me has dicho?".

-"Pues esas tonterías son las que te haría si fuese tu marido, porque creo que tú mereces que te amen y hagan el amor como es debido con más fogosidad”

-“Eso sin contar lo que tú necesitas también…”.

-"Pues la verdad que sí”.

-“Esta mañana, en la ducha, cuando te he visto desnudo y empalmado, por cierto vaya polla que gastas, y cuando has pegado tu polla contra mi culo ya estabas pensando en esto, ¿no?”.

-"Te aseguro que me he masturbado muchas veces pensando en ti..., eso es lo me ha llevado esta mañana a no escóndeme empalmado y restregarla contra tu culo, cuando te he visto desnuda. Estas maciza, me gustas mucho, me pones a mil  desde siempre y me gustaría hacerte todo lo que te contado".

-"¿Estás tonto o qué? Somos hermanos, estoy casada y no debemos hacer eso…"

Mientras mi hermana hablaba yo me había acercado a ella, estaba sudorosa y no precisamente por el calor que hacía, me senté a horcajadas encima de ella, medio tumbándome y le metí las manos por debajo de su camiseta, subiéndolas hasta llegar a sus tetas. Empecé a acariciarlas, mientras mi verga crecía velozmente rozándole su vientre. Le dije que se quitara la camiseta y sin poner impedimento alguno, así lo hizo… todo marchaba bien.

Tenía en mis manos dos espléndidas tetas con unos pezones que me pedían a gritos que los succionara, y así lo hice. Me recosté encima de mi hermana y le estuve sobando y chupando las tetas. Acaricié todo su cuerpo, besándola en la boca, en el cuello, le mordisqueé los glóbulos de las orejas, olí todo su cuerpo. Ella se dejaba hacer mientras bajaba a su entrepierna, le aparte las bragas y olí su coño pasando la lengua por su raja y comprobando que estaba ligeramente húmeda, quizás fruto del relato de mis intenciones para con ella o quizás de mis caricias. Le pasé la mano por la raja del culo y luego tumbé de lado a Teresa, pasando la lengua por sus nalgas y por su ano y, por fin, abrí bien sus piernas y me dispuse a darme un gran banquete. Tenía delante de mí el coño más perfecto que había visto nunca y me lo iba a comer enterito…, porque su dueña tenía muchas ganas que yo de que así lo hiciera. Abrí con mi boca sus labios vaginales en busca de su clítoris y cuando lo encontré lo chupe hasta tenerlo atrapado; en ese mismo instante lo mordí, lo que hizo que se estremeciera y levantara su culo, retirando su vulva de mi rostro, pero pronto cedió.  

Le restregué la lengua por todos sus rincones, le ensalivé toda la hermosa raja, llegando hasta su ano. Mientras succionaba despacito su clítoris, le manoseaba los muslos, el culo, la cintura y su barriga. Mi hermana estaba muy húmeda y dilatada, así que le introduje un dedo en la vagina y empecé a moverlo por su interior. Cuando se acostumbró a él, le introduje un segundo dedo y empecé un mete y saca, simulando que la follaba; esto le gustaba. Dejé el clítoris y me concentré en la masturbación. Dejé caer mi saliva y le metí el dedo meñique por su ano. Al principio le costó entrar murmurando -"¡¡eso NO!!", pero al fin pudo entrar. Eché más saliva y empezó a dilatar. Cuando ya entraba y salía sin dificultad, lo saqué e introduje otro dedo más grueso y busqué la pared vaginal del ano. Ella empezó a retorcerse de gusto con la masturbación, por su rajita y su ano, tres dedos que le entraban hasta el fondo. Movía su culo, con movimientos circulares. Dobló su pierna apoyándola en la cama y así empujar más hacia mí, quería que entraran más, pero eso era ya casi imposible. Ella bajó sus manos, con una me cogió la cabeza y con la otra me arañaba el brazo. Yo subí mi brazo libre y le agarré una teta, apretándole el pezón. En ese momento, mi hermana empezó a balbucear y a gemir explotando en un tremendo orgasmo continuo. Saqué el dedo del ano, pero seguí masturbándola despacito. Cerró sus piernas sobre mi brazo y se ladeó, consiguiendo así una "penetración" más real. Nos mantuvimos en esa postura un rato, hasta que ella dejó de hacer presión con las piernas. Saqué mis dedos llenos de sus flujos y me incorporé, poniéndome a su altura y besándola. Chupé mis dedos y le volví a besar, mientras le acariciaba todo su cuerpo.

Así estuvimos hasta que me incorporé… -"¿A dónde vas?" inquirió.

No le contesté y me puse encima de ella, me senté en su vientre y coloqué mi polla entre sus dos tetas, cogiéndolas con mis manos y juntándolas lo más que pude. Empecé a masturbarme lentamente.

-"Cógelas tú" le dije.

Así me quedaba yo con las manos libres para cogerle las nalgas y apretárselas. Con esa postura hacía yo más fuerza en la masturbación.

-"Me pesas bastante", me dijo "¿Podrías cambiar de posición?".

Me arrodillé en la cama, ladeó su cuerpo, apoyó su cabeza en la almohada y buscó mi húmedo glande, lamiendo esas primeras gotas blanquecinas antes de engullirlo todo en su boca. Llenó su boca de saliva, deslizando sus labios por mi miembro, aprisionándolo de abajo a arriba. En el movimiento hilos y más hilos de saliva caían mojando nuestros cuerpos. Cogí la cabeza de mi hermana con ambas manos y empecé a moverla mientras le clavaba mi nabo. Ya no era ella quién me lo estaba chupando, era yo quien me estaba follando la boca de Teresa. Los movimientos eran frenéticos y pronto supe que me iba a correr. Agarré fuertemente su pelo, marcando los pasos. Los dedos de las manos de mi hermana se apretaban contra mi culo, clavándose en él y descargué toda mi leche en su garganta. Mi hermana empezó a tragársela pero me empujó violentamente, se estaba ahogando y necesitaba respirar. Solté su pelo y le acaricié la nuca, me enseño mi esperma en su lengua y se lo tragó, disfrutando con mi mirada. Ella volvió a meterse mi polla en la boca, chupándola suavemente, sacó la lengua y lamió los restos de semen que había en su mano, me lamió los huevos y me lamió el glande. Mi placer en esos momentos era inmenso. Me tumbé a su lado, besándola y metiéndole la lengua hasta la campanilla. Con mis manos le acariciaba las tetas y en una de ellas descubrí restos de semen, lo tomé en mi boca y lo deposité en la suya con un apasionado beso. Así estuvimos largo rato, acariciándonos y besándonos hasta quedarnos dormidos.

Al día siguiente, mi hermana se fue a trabajar y yo me levanté tarde. Me di una reconfortante ducha. Bajé a la calle a por el pan y pasé por la farmacia, allí compré un lubrificante. Recogí la casa e hice la comida y cuando ella volvió se encontró la mesa puesta. Después de comer, recogimos todo entre los dos. Hasta ese momento no habíamos hecho ningún comentario sobre lo sucedido el día anterior, necesitaba que todo estuviese en normal.

-"Voy a echarme un rato, más tarde me ducharé ahora solo me apetece descansar en mi cama, ¡estoy reventada!" me dijo.

-"¿Así que vas a tirarte todo la tarde durmiendo?"

-"No sé si dormiré, pero por lo menos, descansaré", me contestó.

Se fue a su cuarto, bajó la persiana, puso la tele y se tumbó. A media tarde se levantó y fue al cuarto de baño. Oí como abría la ducha. Entré, a mi vez, en el baño, me desnudé y me senté en la taza del inodoro y mientras esperaba a que terminara, veía su silueta a través de la mampara. Cuando vi que terminaba de enjuagarse el pelo, cogí su albornoz y esperé a que saliera.

-"¡¡joder, que susto!! ¿Qué haces aquí?".

-"Te esperaba para darte tu albornoz".

-"Ah, muchas gracias nene… ¿y para eso te has desnudado?". Antes de que se abrochara el albornoz, me acerqué a ella, rodeándola con mis brazos y apretándola contra mí.

-"Me he desnudado para poder sentir mejor tu propia desnudez".

-"No seas tonto, suéltame, vístete y espérame en el salón, tenemos que hablar".

Fui a su habitación a esperarla, pero no me vestí. Entró, me miró y no me dijo nada por no hacerle caso. Se quitó el albornoz sin la menor preocupación y cuando se agachaba a coger unas bragas del cajón de su cómoda, le volví a rodear con mis brazos, acercando mi polla a la raja de su culo.

-"Estate quieto por favor, que parece que te hayan dado cuerda".

-"La cuerda me la estás dando tú, Tere. No te quiero soltar porque ayer nos quedamos a la mitad, hoy tenemos que acabarlo".Hubiera estado bien allí mismo me hiciese una mamada, pero no pareció estar muy de acuerdo con mi desnudez.

-"Ayer NO PASÓ NADA, métetelo en la cabeza y hoy no va a pasar nada tampoco", me contestó.

Le acariciaba las tetas mientras le susurraba al oído… -"Como ayer no pasó nada, durante tus tres horas de siesta no ha pasado nada y ahora, tampoco va a pasar nada, relájate y déjate hacer".

Su mirada picara me lo decía todo y acto seguido la llevé hacia la cama, le invité a inclinarse, haciendo que su pecho se apoyara en la cama, me agaché y le pasé la lengua por la raja de su culo. Ella se revolvió queriendo sin desearlo con ganas zafarse de mí, pero la sujeté suavemente del brazo y la tumbé boca abajo en la cama.

-"Teresa, si te dejas hacer, lo haremos y gozaremos los dos. Si no te dejas, lo terminaremos por hacer porque lo deseas tanto como yo…” no tardó un instante en comprenderlo y aceptarlo.

-"Fernando, no está bien lo que hicimos ni lo que quieres hacer, estoy cansada y además, nunca me la han metido por el culo".

-"Relájate Tere, túmbate de lado y arquea ésta pierna".

Mi intención, claro está, era la penetración anal. Para que fuera relajándose, empecé a chuparle sus labios vaginales, mientras le acariciaba con mi mano sus nalgas. Ella se metió la polla en la boca y lamió el glande dándome golpecitos con la punta de la lengua. Cuando la humedad de su chocho ya empezaba a ser patente, eché un chorrito del gel lubrificante que había comprado en la farmacia, en su ano y empecé a pasarle la lengua por la raja del culo. Después le di suaves masajes con el gel, pero sin introducirle, todavía, nada. Volví a echar otro chorrito de gel y friccionaba en los bordes del ano, ahora parecía que empezaba a dilatarse un poquito, así que introduje, como el día anterior el dedo meñique primero. Cuando ya entraba y salía sin dificultad, lo saqué e introduje otro dedo más grueso. Y volví a repetir la operación, eché más gel e introduje dos dedos a la vez. Mi hermana, a veces se removía, incómoda, pero se dejaba hacer sin protestar. Intenté introducir, un poquito, un tercer dedo y mientras lo hacía, le chupaba el clítoris. Me pareció que no le hacía daño, así que pensé que ya podía encularla. La besé en la boca y le dije…

-"Date la vuelta, ponte de rodillas en la cama, pero agachando todo tu cuerpo, hasta que tus tetas se apoyen en el colchón y acércate todo lo que puedas al borde".

Cuando estuvo puesta, le besé y le chupé todo el culo, estando yo de pie en el suelo, me acerqué a ella, puse otra vez gel en su ano y yo me friccioné con él mi polla, le agarré de las caderas y le pasé la punta por la raja del culo, de arriba abajo y de abajo arriba, haciendo una leve presión cada vez que pasaba por la abertura de su ano y cada vez que presionaba, ella se encogía. Y una de esas veces, sin previo aviso introduje mi glande en su orificio. No fue hasta que empujé un poco más que ella se dio cuenta de que ya la estaba penetrando, por lo tanto deduje que no le hacía daño. Se la metía y sacaba despacito, sin llegar hasta el fondo. Saqué mi verga observando su ano dilatado, así que volví a meterlo y empujé hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas. Aquí sí que oí un leve quejido. Empecé a bombear mi polla en su culo, sentía como sus paredes se abrían a mi paso y luego volvían a cerrarse, sentía ese pequeño ruido que hacían mis huevos al chocar con sus carnes turgentes. Ella también empezaba a notar gusto, ya que movía su culo como buscando la postura más placentera.

-"¡Ay Fernando, me estas partiendo en dos el culo!", me dijo.

Eché saliva en los dedos de mi mano e intenté llegar con ellos a su chocho, luego intenté llegar a una de sus tetas, pero todo me pillaba un poco lejos y me desconcentré en mi frenético ritmo, así que desistí y volví a coger sus caderas con ambas manos. En poco tiempo yo iba a correrme, así que detuve mis movimientos para metérsela despacio y disfrutar del momento…, oí a Teresa que me murmuraba…

-"Sigue hermanito, sigue, no te pares coño, no te pares, sigue follándome".

Seguí, pero despacio y haciendo grandes esfuerzos para metérsela lo más adentro que podía, hasta que mi cuerpo se electrizó y mi leche salió vigorosamente depositándose dentro de su cuerpo, rezumando por los laterales de mi miembro y cayendo por su vulva. Me mantuve así un rato y cuando mi verga empezó a aflojarse, se lo saqué. Fui al baño, cuando volví al dormitorio, ella se había tumbado, estaba en posición fetal y me miraba satisfecha de haber sido desvirgada analmente. Me tumbé a su lado, acariciando su cuerpo y besándola. Ni siquiera teníamos ganas de cenar. Dormimos hasta el día siguiente, que tuvimos una rutina parecida, ella se levantó y se fue a trabajar, pero a la hora en que yo la esperaba para comer, llamó por teléfono diciendo que tenía mucho trabajo y que se iba a quedar a hacer unas horas extras. Cuidé del niño todo el día hasta que ella llegó a casa a la hora de la cena, se duchó y nos metimos en la cama.

-"Fernando, esto no puede seguir así, no es correcto lo que estamos haciendo. Yo estoy disfrutando mucho y he hecho contigo cosas que nunca me hubiera imaginado, pero somos hermanos y no podemos seguir fornicando como lo estamos haciendo". Lo decía en tono serio, noté que si cedía la iba a perder, así que me aventuré y le dije…

-"Mira Teresa, sé que nuestra actitud es para muchos inmoral y que nuestra propia familia nos lo echaría en cara, pero somos adultos y queremos que suceda llegando hasta el final.  Hasta ahora, solo hemos jugado con nuestros cuerpos, pero ésta noche vamos a follar de verdad. Mañana es sábado y no tienes que madrugar. Dormirás todo lo que tu cuerpo te reclame y si cuando despiertes, no quieres que volvamos a hacerlo, no lo haremos más".

Me pareció que mi hermana no se quedaba muy convencida, así que sin darle tiempo para pensárselo, empecé a mover mis manos de pulpo por su cuerpo. Mis caricias fueron mano de santo para la fiera de mi niña, su necesidad y la mía se complementaba pasando por encima del incesto inmoral. Forcé con mi lengua su boca para encontrar su propia lengua, metí mi pierna entre sus piernas, empujando sus nalgas con mi mano para acercarme lo máximo a ella y restregando mi dura polla contra su cuerpo. Saqué la lengua de la boca de mi hermana, le empezaba a gustar el intercambio de fluidos. Jugaba con el lóbulo de una de sus orejas mientras le apretaba uno de sus pechos. Después, mi boca empezó a recorrer su cuerpo, sus pechos, besé sus pezones, los lamí, los retuve en mis labios, rozándolos con los dientes, mis manos recorrían su cuerpo, sus brazos, su cadera, sus nalgas. Mi hermana empezó a suspirar levemente. Mis labios bajaron por su estómago hasta que llegaron a su monte de Venus y con mis dedos empecé a acariciar su vagina mientras besaba su ya húmedo coñito. Primero con la lengua y luego con los dedos, me abrí paso por sus labios vaginales, pasándole la lengua arriba y abajo. Cogí su clítoris con mi boca y empecé a succionarlo mientras mis dedos no dejaban de acariciar su coño. Seguí chupando hasta que se corrió. Mi hermana suspiró. Su cuerpo estaba empapado de sudor y su coño lleno de deliciosos jugos que lentamente fui saboreando. Me tumbó en la cama y sin dilación se apoderó de mi cipote con su boca dándome la gran mamada. Me succionaba queriéndome extraer todo el sabor del que disponía. A cada acometida se la introducía más adentro hasta que mi glande le obturaba la garganta, de seguir así me correría.        

La puse sobre la cama y levanté las piernas de mi hermana, apoyando sus rodillas contra sus pechos y le dije que apoyara sus piernas en mis hombros. Cogí mi rabo con la mano y lo restregué por su ano y por la vagina procurando rozar su parte superior con el prepucio cuando la penetré lentamente. Primero fue solo el glande, luego lo saqué y lo volví a introducir todo intentando friccionar lo máximo posible sus labios vaginales. Era una sensación increíble, toda mi polla metida en el coño de mi hermana, aprisionado por aquella vagina caliente. Empecé a moverme, los pelos de mi pubis rozaban con los finos vellos que se había dibujado y mis pelotas como mazas golpeaban su culo en un rico chapoteo. Me movía en círculos, con penetradas hacia adelante y atrás. De repente mi hermana me presionó la cabeza con sus piernas y cogiéndome por las nalgas implementó el ritmo, pidiéndome más fuerza. Yo intentaba sobarle las tetas por debajo de sus rodillas,  -"¡¡Más deprisa!!" le oí susurrar. Aumenté el ritmo, mi hermana entornó los ojos, se aferró todavía más a mi culo y empezó a jadear mientras llegaba a su segundo orgasmo.

Me recosté sobre mi espalda con las rodillas flexionadas y le dije a Teresa que se sentara a horcajadas encima de mí, con una pierna a cada lado, mirando hacia mis pies e inclinándose hacia delante sobre los muslos. Luego bajó lentamente su cuerpo y se introdujo mi polla en su vagina…, observé como mi capullo le abría su raja enrojecida y húmeda, tan caliente como mi polla. Empezó a moverse, arriba y abajo, agarrándose a mis piernas, mientras yo le acariciaba sus nalgas e intentaba meterle, bien ensalivado, el dedo gordo de mi mano por su ano. Sin previo aviso, mi hermana tensó con fuerza todos los músculos de su coño. Dejé de moverme, ya que si lo hacía, con lo excitado que estaba, me correría sin remedio en un suspiro. Esperé a que se cansara y relajara los músculos, pero mi hermana jugó muy bien sus cartas. Destensó ligeramente los músculos, movió un poco las caderas y apretó de nuevo. Siguió durante un rato actuando de esa manera, se relajaba, se movía y volvía a apretar. Mis sensaciones se multiplicaban y mis gemidos también. No pude contenerme durante mucho más tiempo y llegué a mi propio orgasmo. La eyaculación fue tremenda, con un primer chorro de leche que cubrió la entrada de la matriz de Teresa, y seguidos varios más que producían el vaciado de mis huevos de una manera tan placentera como nunca sentí. La mantuve cogida de la cintura y no le dejé que se levantara. Sujeta de las caderas siguió moviéndose, hasta que mi polla acabó de inseminar la vagina de mi hermana. Al cabo de unos minutos se levantó y mi polla llena de fluidos vaginales mezclados con semen salió de la gruta del amor.

El resto de los días estuvimos follando por todo los rincones de la casa. Incluso un día nos fuimos a bañar a una cala escondida que ella conocía y lo hicimos a pie de playa, con las olas azotando nuestros culos. Hubo sexo oral, vaginal y anal. En casa íbamos desnudos y, a veces, lo hacíamos en la mesa de la cocina. Nos sobábamos a cada instante. Esa semana fue una auténtica orgía sexual. Ella tenía 30 años, en uno de los momentos más espléndidos de la vida de una mujer, yo tenía 23 años, era joven y fogoso. Cuando retomamos la vida normal nos planteamos dar a nuestra relación un nuevo enfoque. Ella no iba renunciar a su vida con su marido e hijo, pero tampoco deseaba apartarme de su vida, es más me necesitaban en casa, por diferentes razones y yo me sentía a gusto con ellos. Uno de esos días que mi cuñado estaba en casa, me llevaron a comer y a enseñarme los alrededores hasta ese momento todo normal. Mi cuñado se volvía a marchar y en la comida me dijeron…

-"Fernando estoy muy contento con que estés en casa, sé que estás buscando un apartamento, pero tu hermana y yo hemos pensado que no te hace falta. Contigo en casa me siento más tranquilo al saber que hay un hombre capaz de hacer frente a cualquier contratiempo y tú hermana no creo que quiera que te vayas y la dejes sola con el niño, te necesita. Además eres buen jardinero y cuidas de todo mejor de lo que lo haría yo".

Me convenció para quedarme, aunque prácticamente no hubiera hecho falta, ver desnuda a Teresa era un pensamiento indeleble con más poder de convicción que cualquier palabra de Alberto. Volvió a marcharse por motivos de trabajo, estaría fuera como de costumbre toda la semana y le encargó a mi hermana me llevara a conocer todo aquello. Salimos a comer y por tarde nos volvimos a casa con en el niño cansado, le dimos de cenar y lo acostamos. Cuando volví de acostarlo, Teresa había puesto música y comencé a bailar en un principio separado de ella, pero más tarde me fui acercando. Mi hermana bailaba conmigo tratando de seducirme con su contorneo, como ella sabe bailar, así empezamos a darle alegría al cuerpo. Llevaba un vestido estampado muy vaporoso que le resaltaba el culo haciéndole un estructurado y seductor trasero. Nos acoplamos muy bien, tanto tallar nuestra entrepierna no pude evitar empalmarme. Ella la sintió y continuamos pegados sin decir nada, solo parábamos a descansar y tomábamos unos tragos, para seguir con el “Dirty dancing”. Estábamos demasiado excitados los dos, nuestro lenguaje corporal hablaba por nosotros. En esos momentos se me olvidaba que era mi hermana, en ella solo veía a una mujer tremenda que se acoplaba a mí perfectamente. Comencé a besar su cuello mientras seguíamos bailando pegados como dos amantes que se desean ansiosamente. La agarré el trasero y la pegué más mí. Me correspondía con su sus movimientos sensuales al ritmo de la música, a la vez que entallaba su sexo al mío. Sentía mi polla en su vientre y cómo ella se entrelazaba con sus piernas en las mías, le dije…

-“¿Nos vamos a la habitación ahora que el niño duerme…?”

Ella accedió con un gesto, me indicó el camino y se fue dirección a su cuarto, me sentí un macho… provocado. Me metí en la ducha mientras ella me esperó sobre la cama, salí con la verga erecta bajo mi bóxer y me recosté.

-“Me ha gustado mucho el baile y sentir tu polla dura en mi cuerpo” se sonrió y continuó diciendo. “¿Te ha gustado?”

-“Demasiado, ¿no ves cómo estoy?” Me miró el bulto de la polla y se rió.

-“Anda nene enséñame lo que guardas ahí dentro”. Me bajó los calzoncillos y salto la verga al aire como un muelle. Se sorprendió de lo grande que estaba “Cariño tienes una polla enorme, mucho más grande que mi marido. Me encanta sentirla y como sabe ¡Su olor a macho me pone muy puta! ¡¿Lo sabías?!”

Estaba a mil, mucho más al oír a mi hermana decirme lo que le gustaba mi rabo. En verdad no lo decía en vano porque se recostó a mi lado y comenzó a mamármela, saboreando cada centímetro de mi cipote. Intenté desnudarla pero ante tal mamada me dejé hacer. La sacó un instante y fue ella la que se quitó de un solo gesto el vestido que llevaba, quedándose completamente desnuda. Prosiguió con la felación llenando su boca de polla. Aguantó más de diez minutos arrodillada, lamiendo el glande y el escroto… se metía cada huevo en la boca como si fueran caramelos, chasqueando al soltarlos. Ensalivaba la polla recorriéndola hasta la punta y se la volvía engullir a un ritmo demoledor. Cambió de postura y se subió encima de mí confesándome lo que “le gustaba sentir mis huevos golpeando en su culo”, acomodó su coñito a mi bálano y se dejó caer haciéndome sentir como se abrían sus labios vaginales al paso de mi ariete entre ellos, al tiempo que me susurraba lo puta que le ponía que la follase, poniéndome cada vez más caliente, creía que mi polla iba a estallar de lo dura que empezaba a estar.

La besé metiendo la lengua hasta el paladar, nos chupábamos los labios, dientes y me mamaba la lengua frenéticamente como unos minutos antes lo hacía con mi gordo glande. Nos comimos la boca largamente con mi verga presionando su vagina a fondo ya… mamaba sus pechos deliciosos. Ella se retorcía y gemía una y otra vez hasta que decidí penetrarla sin avisar. Me miró a los ojos adivinando mis intenciones, el lenguaje corporal lo decía todo…, se abrió las piernas y vi cómo me recibía con su coñito entreabierto. Antes de penetrarla me besó en la boca, y mientras la besaba acomodé mi polla en su ranura húmeda y caliente…, la raja se expandió al paso de mi glande y entré en ella de un solo golpe a más de la mitad de mi tallo expandiendo sus paredes y notando como se abrían las carnes del coñito de Teresa. Ella tomo la iniciativa y se fue clavando con pequeños vaivenes hasta llegar casi al fondo de su vagina ceñida, demasiado ceñida para una mujer casada que ya había parido. Estaba muy mojada y la verga se deslizó como un torpedo submarino hasta lo profundo de su acogedora vagina. Me comí su grito y su lengua a la vez… fue maravillosa en ese momento. Empecé a darle una y otra vez en un mete saca contagioso, consiguiendo en cada clavada un gemido de ella cada vez más fuerte. Se amarraba a mis hombros y pecho al tiempo que yo la tomaba y acariciaba sus hermosas nalgas ayudando a clavarla.

La giré y levanté sus pies hacia mi pecho consiguiendo que la penetración fuera más profunda. Ella gemía agradecida con finos gritos de vez en cuando. Se agarraba a las sábanas con ambas manos mientras yo observaba la penetración de su coño apretado por sus muslos y mi polla impregnada de jugos blanquecinos que expelía su vagina sobreexcitada. La follaba con tantas ganas que parecía que deseara reventarla durante esos diez minutos. Después la volví a girar y la puse a cuatro patas, se recargo en su pecho y cuello la almohada levantando su trasero lo más que pudo. Agudicé los sentidos ante ese enorme culo, un culo hermoso y perfecto; enfilé mi tranca y entré en ella a saca de nuevo. Empezó a moverse rítmicamente a la par que gemía y gritaba ahogando el sonido en la almohada mientras yo le ensalivaba los pezones y le penetraba mi dedo en su ano. Noté que le gustaba, confiado metí el dedo hasta el fondo y ella agudizó los gemidos casi gritos de placer. ¡¡Era demasiado para mí ver a esa tremenda hembra despojarse de todo pudor y entregarse al macho!! La saqué y le restregué la polla por la raja del culo provocando su avidez de placer, entonces la enfilé de nuevo a su coño entrando hasta los huevos ¡¡Zas!! El sonido del golpeteo de mis pelotas en su vulva nos ponía frenéticos. Ella me sujetaba la pierna cuando aflojaba la metía más hasta que entraba completamente. Mi hermana fuera de sí, me agarró en un gran apretón como el mordisco del cocodrilo y empezó a hiperventilar…, me di cuenta que tenía un enorme orgasmo espectacular por como gemía. No me resistí más y comencé el ataque final con un ritmo enloquecedor dejándome todas mis fuerzas en cada penetración. Totalmente empalada se dejaba hacer cogida del culo y las caderas, no aguanté más descargando toda mi leche en la vagina profunda de Teresa. ¡¡Me fue imposible salir de su coño!! Depositando todo el semen en su interior. A la vista de lo sucedido, la apretujé de sus caderas hacia a mí, no le di oportunidad de que se saliera. Para mi asombro, tampoco lo intentó ella, es más se pegó a mí todo lo que pudo y terminó dejándose caer. Le seguí en su caída quedando encima de mí en tanto mis andanas de lefa atoraban su cérvix con los últimos chorros de mi semilla espesa y fértil.

Cuando recuperamos la respiración nos miramos levemente, y cerramos los ojos descansando del tremendo esfuerzo, no le saqué el cipote de su acogedora vagina hasta que como un pececito salió flácida y agotada. La habitación olía demasiado a sexo, está demás decir lo que pasó después de descansar… sexo y más sexo hasta que no pude más y caí rendido, exhausto. No conocía a la hembra insaciable de Teresa… dormimos juntos esa noche. 

Continúa...

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