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Ardientes Musas que me inspiran. (Parte 3)

en Confesiones

Si mi hermana y mis sobrinas son un lujo follármelas, y preñarlas, mi Progenitora es la Reina de Corzanes, quien realmente me tines conquistado en cuerpo y alma. Solo para veas cómo puede ser un situación cualquiera actualmente…, sin ir muy lejos antes de tomarse las vacaciones de verano. Como ella no trabaja ahora por las tardes por ser maestra de escuela y no ejercer en la escuela vespertina para adultos, y yo no tenía que ir al curro, se quedó a comer en el piso porque mi padre volvía tarde del trabajo y no saldría del negocio por problemas de inventario…, comimos y se echó a dormir la siesta, se puso sus cremas en plena masturbación cual arrebato de su necesidad, me acerqué en su ayuda… puso mi verga a su cara, sin más explicación me la agarró y me hizo una mamada mientras le comía  el coño para calentar la faena. Después de darle lustre a mi polla, se tumbó en la cama abierta de piernas, yo le metí toda mi polla esquivando sus carnosos labios vaginales, hasta introducirla al completo. Mi madre es silenciosa, es de esa generación que folla sin gemir hasta que prueban una verga como la mía…, ese día grito como una puta… se le notaba lo cachonda que estaba lubricando como una zorra. Luego le di la vuelta y la seguí follando a cuatro patas gozando de las vistas de su culazo, que también está para comérselo, un anal y finalmente me corrí en su útero llenándola, como una bestia parda…Así es como ocurrió.

…Mientras sobaba concienzudamente sus tetas con la crema evanescente, recapituló con amargura estos últimos años sin que su esposo la follara, tras treinta y ocho años de matrimonio en los que ella fuera una verdadera privilegiada por su relación con él, ya que aparte de ser un buen marido y mejor padre, había resultado ser una especie de semental en la cama incansable hasta hace diez años. En los primeros años cuando solo vivían ellos dos en casa y hasta los tres de Fernando, las folladas eran continuas en un frenesí delirante…, tuvo sexo como nunca antes, a pesar de que ella hubiese conocido íntimamente a otros hombres como a su primo, quien la inició en el sexo. Sus técnicas sexuales y lo suficientemente dotado que estaba le habían proporcionado veinticinco años de un disfrute inigualable. En más de una ocasión había pensado en comprarse un consolador con la forma de la polla de su esposo, poseedor de un cipote de unos 16 cm de largo por unos 6 cm de ancho, con un glande orondo en comparación al tronco, uno completamente despojado de su prepucio que marcaba una línea identificativa entre la cabeza y el resto del cipote en una verga en plena erección. Le gustaba mucho pese a no ser un largo falo, porque lo que importa verdaderamente es el grosor para dar placer.  

Su poco atrevimiento de ir sola a uno de los sex-shop que salpican la ciudad, por considerarlo sórdidos para una mujer físicamente sola hacía que no tuviese un dildo para sus masturbaciones. Inconscientemente y merced a esos pensamientos nuevos de ser follada por un semental mejorado… su propio hijo, cuyas imágenes fálicas se sucedían en su mente con viva claridad atorándola en una follada demencial, los dedos ya no se conformaban con estirar la crema sobre la piel sino que se concentraban en rascar las aureolas y restregar entre ellos los largos pezones en la prosecución de un círculo vicioso en el que la mente estimulaba al cuerpo y este la retroalimentaba con la renovación de las caricias. Mordiéndose los labios por el goce y sabiendo que aquello iniciaría una de esas largas sesiones de autosatisfacción en que se estimularía hasta el desenfreno para obtener esos cada vez más violentos y caudalosos orgasmos que la larga abstinencia multiplicaba, dejó que lo otra mano se deslizara hacia la entrepierna para buscar la excrecencia del postergado clítoris.

Con las piernas despatarradas y la boca abierta en un sordo ronquido de angustia, se dejó ir hacia adelante y pronto los dedos retorcían implacables los pezones al tiempo que los otros escarbaban exigentes en la fruncida abundancia de los labios menores del carnoso coño abandonado. Como si fuera autista, comenzó un vaivén adelante y atrás al tiempo que se alentaba sí misma con ahogados gemidos, hasta que la histérica necesidad la llevó a dejarse caer de espaldas sobre el lecho y retrepando por él, se acomodó en el centro. Esa prometía ser una de las tantas tardes de masturbación con que se regalaba, más a menudo a causa de sus necesidades cada vez más imperiosas incentivadas por las folladas de su hijo que más parecían un bis a bis en el que Fernando la llenaba en el más amplio de los sentidos…, se marchaba todos los fines de semana dejándola copada de carne y esperma varonil.

Ya inmersa en la masturbación y con las imágenes de su hijo Fernando atravesándola con su gran rabo, alimentando su incontinencia, se dedicó a sobar con meticulosidad las consistentes tetas, palpando la carne que cedía a sus dedos con gelatinosa morbidez, escarbando en esa arruga que su peso formaba sobre el abdomen y que irritaba el sujetador pero que ante las yemas adquiría calidad de excitante picor. Era increíble como esa molestia que se acentuaba en el verano, se convertía en una zona erógena tan sensible como los pezones o el mismo clítoris. Con la boca abierta en un leve jadeo, se esmeró con los dedos en estimularlas hasta que ya sin poderse controlar, llevó los dedos a apretar entre ellos la granulada superficie de las aureolas…, con las piernas abiertas y los pies asentados firmemente en la cama, alzaba el cuerpo sostenido sólo por sus hombros y cabeza en una instintiva follada, y asiendo entre los dedos uno de los pezones para comenzar a retorcerlo con avieso placer, envió decididamente la otra mano no sólo a restregar las húmedas carnes del conejo hambriento sino que dos de ellos se internaron perentorios en él, provocando el murmullo de su gratificada aquiescencia.

Ya metida de lleno en la masturbación y deseosa de obtener una primera eyaculación para luego dedicarse con moroso placer a un segundo sexo manual que la llevaría al final y espectacular orgasmo como los que conseguía obtener de esa manera desde hacía más de ocho años, combinó los movimientos de ambas manos y en tanto una estimulaba la parte externa del chocho, desde la mismas ingles hasta la comba saliente de la vulva, la otra exploraba en su interior, relevando las fruncidas carnosidades de los labios menores, verificando la sensibilidad del agujerito de la uretra o simplemente escarbando debajo de la capucha dérmica para estimular la puntita del clítoris. Por los tirones que voraces lobos daban a sus músculos como si quisieran separarlos de los huesos para arrastrarlos al caldero hirviente que eran sus entrañas, sabía que si se esmeraba, alcanzaría pronto ese primer alivio y dándose la vuelta para quedar arrodillada boca abajo, aplastó el cuerpo contra las sábanas y sostenida sólo por su cabeza y hombros, con la cara de lado en tanto restregaba fieramente las tetas contra la tela, condujo una mano hacia la entrepierna para buscar la vagina.

Hundiendo en ella tres dedos, se masturbó reciamente… El deseo era acuciante y ya sin control de sí misma, acrecentó el ritmo de la mano en el chumino, para después enviar la otra hacia su espalda y superando las nalgas, buscó en la hendidura con el dedo mayor el agujero anal para ir introduciéndolo lentamente hasta que los nudillos le impidieron ir más allá. Entonces sí, separando cuanto podía las rodillas para alcanzar mejor el culo y coño, meneando locamente la pelvis arriba y abajo, se masturbó largamente, acompañando la revolución que experimentaba en sus entrañas con ayes, gemidos y bramidos de placer y cuando ya experimentaba la aproximación de la marea líquida en que estallaría su vagina colmada, sintió como una mano la aferraban por las caderas y la otra apartaba sus dedos en ruda penetración, percibiendo una verga poderosa suplantándolos…. La sorpresa, el gozo y la certeza de que era su hijo quien la estaba sometiendo, la inmovilizaron como no lo estuviera nunca, se maldijo por su ceguera al no ver que ahora tenía otro macho en su cama, el muchacho que ya a los casi cuarenta años, ya era un hombre hecho y derecho, permitiéndose el desahogo sexual que se procuraba a sí misma con la misma desaprensión que si viviera sola.

Recién caía en la cuenta que desde que su marido la abandonara sexualmente, ella exhibía la contundencia de sus formas en ese cuerpo todavía ágil y delgado como si el hijo fuese el reemplazo natural. Deambulaba de cuarto en cuarto sólo vestida con ropa interior, o utilizando como prácticos camisones a largas camisetas debajo de las cuales solía no usar nada…. Muerta de rabia y vergüenza por haberle pedido que la follara directamente, iba a increpar a Fernando cuando el tránsito de la verga en la vagina le hizo ver que ya era tarde para evitar la penetración y por otra parte, ese viejo y exquisito placer del que no disfrutaba en la comodidad acogedora de casa hacía ya una eternidad, volvía a instalarse en ella con una contundencia que la hacía ignorar quien era el que la sometía…, sollozando en medio de ahogados jadeos, con voz quebrada por la emoción y el deseo, sólo le pidió a su hijo que no la lastimara por lo ceñido que lo solía tener por las escasas incursiones que lo dilataran y el tremendo mostrenco que portaba su retoño, que no lejos de ser similar en grosor al de su progenitor, también era más largo en una versión muy mejorada del padre en el hijo.

Percibía a las claras el mazo transgresor que ajaba su intimidad de dimensiones extraordinarias, no semejantes al ningún amante anterior… solo deseaba que su chico fuera gentil con ella y no la partiera en dos con malas formas atendiendo a la templanza de un adulto. Notó el bálano en las profundidades del útero, allí donde solo ha estado Marcial, haciendo honor de ser hijo de su padre dilatándole la boca de su vagina. No obstante la contracción nerviosa que sumía a su estómago y órganos con aleatorias y espasmódicas convulsiones, sentía que el ciclo orgásmico no se había interrumpido, retornando a los corcovos en que sacudía el cuerpo al completo, tuvo la satisfacción de sentir al falo restregando sin piedad los músculos agarrotados de sus paredes vaginales dándole vida, urgiendo las terminaciones nerviosas… Fernando entraba y salía despacio en su cuerpo, resbalando en la alfombra lubricada tendida para el alivio del útero…, y entre los sonoros chasquidos de los genitales estrellándose uno contra el otro, proclamó a gritos el estallido del orgasmo eyaculando un chorro de fluido licuado nacido del más profundo deleite orgásmico.

Fernando parecía estar contento por la aquiescente actitud de su madre y fascinado por ese cuerpo al que conocía de memoria y deseaba desde que era tan sólo un preadolescente de 12 años o menos, espiándola dentro del bañó por estratégicos agujeritos que practicara en el bisel de los tableros de la puerta o por la noches en que por el ojo de la cerradura era afiebrado testigo de sus frenéticas masturbaciones. Ahora, sentía toda la rígida fortaleza de su verga socavándola y el calor de la tragona vagina lo convencía de la infidelidad de Candela hacia su padre, pero no era momento de pensar en él sino en lo que disfrutarían de ese momento en adelante de permitirle su madre poseerla cómo él quería hacerlo, en sustitución del original, la copia no era nada desdeñable. Entusiasmado por la abundante secreción vaginal que le permitiría aprovechar esos momentos de lasitud tras haber acabado ella. Se inclinó sobre la mujer que se sacudía estremecida…

Y asiendo las poderosas tetas que se columpiaban al compás de sus empujones, fue amainando en estos, a la vez que se regodeaba sobando la exquisita piel de sus tersas mamas, buscando con las yemas las codiciadas aureolas que mamó sin misericordia en medio de jubilosas exclamaciones de los gemidos de Candela. Sin compasión encerró entre sus pulgares e índices los largos pezones para someterlos a inacabables retorcimientos lujuriosos. Eso y el lerdo de su hijo hamacarse sobre ella, hacían recorrer perezosa la gran polla en la vagina de su progenitora, que ahora se adaptaba a la recia forma para regocijarse en ella plenamente. Tras los largos lapsos de tiempo de abstinencia no querida entre polvo y polvo semanal, completaron el período de la eyaculación que generaran sus manos y sintiéndose ir a través de los jugos vaginales. Tuvo una reacción tan espontánea como desesperada, y saliendo forzadamente de entre sus brazos, se dio la vuelta para encarar al absorto muchacho al abalanzarse donde la brillante verga…, se erguía enhiesta y chorreante de sus jugos, para ceñirla con la tenaza de su mano entera. Sin llegar a cubrir la mitad del tronco exacerbado, iba recorriéndola hacia la testa oronda formada por el gordo capullo del chico, al tiempo que iba empujando hacia la punta, la espesa y sabrosa capa de flujo vaginal, mientras rodeaba con toda la boca al glande y degustaba la acumulación de caldos uterinos que se hizo abundante con el arribo de los dedos. Lameteándola furiosamente, lo despojó de cualquier excedente de sus propios jugos ciñendo sus labios sobre el gordo capullo de su hijo.

Ya la pasión contenida por tanto tiempo la excedía y avasallaba en su prurito de contener su semilla despojados de cualquier moral hipócrita, recato y decencia que pudiera provocar la actitud de una madre e hijo fornicando con el único propósito de obtener el placer sexual del otro sin más pretensión, pues lejos se hallaba el propósito de engendrar multiplicando su prole con otro hijo más. Por otra parte ya era tarde para lágrimas toda vez que la verga de su hijo la había penetrado sin compasión alguna como otras tantas veces ya haciéndola suya…, dándole un goce que la hacía dudar si su propio marido lo hubiera conseguido. De cualquier manera, lo hecho, hecho estaba, porque la señora follada ya estaba siendo follada por su maduro y amante hijo. Decidida a seguir adelante con aquello que cualquier mujer hubiera considerado una perversidad, pero que a ella se le antojaba exquisitamente placentera, conscientemente morbosa y altamente gratificante, proclamadas por su curada moral incestuosa desde los 14 años.

Sometiendo a la inflamada testa con un movimiento envolvente de los dedos, fue descendiendo por el tronco entre lengüetazos y chupones… al llegar al arrugado escroto casi desprovisto de vello, lo encontró mojado por el golpeteo anterior contra su inflamado y húmedo chumino…, fue succionándolo con avidez de naufrago. Un nuevo picor que la acuciaba en lo profundo de sus entrañas la hizo mantener un suave movimiento masturbatorio de los dedos pero su boca subió apremiante por sobre los musculosos abdominales del muchacho hasta tropezar con los pectorales donde se ensañó en las tetillas y golosa como una adolescente, sojuzgó la boca de su hijo…, jamás había cruzado por su mente ni la mínima referencia a ese respecto pero la bien delineada boca del hombre de labios gruesos y fuertes la tentaba hasta la locura y dejándose llevar por la semi penumbra del cuarto, le pareció que era el padre a quien besaba.

Hundiendo los dedos bajo la cabellera del muchacho, presionó su cabeza y casi enfurecida, inició una batalla de lengua y labios que Fernando no tardó en aceptar, al tiempo que sentía sus manos aprisionando las tetas para someterlas a agradabilísimos estrujamientos. Condujo con su otra mano la verga que masturbaba a tomar contacto en su feminidad, aplastándose contra el macho, fue descendiendo morosa para ir penetrándose con el falo inhiesto cual cetro benevolente en espera de su madre acogedora…, plenamente consciente de haber cruzado para siempre la línea roja del más infame incesto que dispara la adrenalina cual aventura de rafting…, era glorioso sentirse perforada por esa verga que debía de enorgullecer a su hijo en extremo. Le era enervante y hasta excelso percibir la potencia juvenil del chico con tamaña forma venérea y ciclópeos cojones a juego, que sometía a su madre a un continuo vaivén desde la punta a la raíz en rítmico juego de cadera caribeño, mientras alternaba chupones y lengüeteos con lascivas referencias a si le gustaba follársela tanto como ella a él…

“Dime cabrón ¡¿Te gusta follarte a tu madre…?! ¡Te gustaría preñarla y hacerme una panza enorme! ¡¿Verdad hijo de puta?! ¡¡Qué bien me estás follando… no pares cabrón!! ¡FÓLLATE BIEN A MÁMA!”

Entre tanto estupor fue haciéndole recostar el torso y en esa posición, reacomodó las piernas para quedar acuclillada. Asiéndolo de las manos para conservar el equilibrio y casi con reluctancia, fue levantando el cuerpo hasta que el cipote casi escapó de la succión vaginal fielmente obstruida alrededor del tronco endurecido, para luego ir descendiendo con la misma lentitud exasperante para el ansioso e impetuoso chaval…. Sin embargo la dama dosificaba sus placeres experimentando una sensibilidad que ya creía definitivamente perdida tras su etapa de descubrimiento sexual en chicos mucho más jóvenes que su hijo. El tránsito del gran falo filial se convertía en exquisito y más aun cuando comenzó a menear la pelvis de distintas maneras, adelante y atrás, arriba y abajo, de lado o rotando, para sentirlo rozando en regiones ávidas e ignaras de disfrute alguno. Semejantes esfuerzo terminó por agotarla y mesurando los movimientos, continuó por unos minutos con el acople hasta que finalmente se dejó caer hacia atrás y alzando las piernas encogidas por los muslos con sus manos, le suplicó a Fernando que se lo mamara. Veía como un sueño cumplido con creces, perdido ya el miedo a una negativa de su madre que se le ofrecía sin prejuicios, como si el hecho de mantener una relación edípica con ella, fuera lo habitual y corriente, Fernando decidió llegar hasta dónde Candela se lo permitiera y más aun, si era posible. Acostándose frente al triángulo virtuoso de la entrepierna, aspiró con fruición aquellos aromas y comprobó la peculiar manera en que su madre demostraba la infidelidad al cornudo de su marido, por el cuidado con esmero de un aterciopelado pubis durante estos años, desde la rasuración total hasta las actuales verdaderas formas sexys de triángulo con que el vello se mesaba hasta el la capucha de su clítoris.

Fascinado por el conjunto, su boca degustaba los sabores que semejante mantillo de vello acumulaba pero también la acidez que le proporcionaba el botón oscuramente rosáceo del culo…, posando sus manos en los glúteos que lo asombraban por su firmeza, forzó a la mujer a levantar aun más la grupa y separando con los pulgares los cantos de las nalgas, envió la punta tremolante de la lengua a escarbar sobre el mínimo pulsar del ano. Sabiendo cuanto disfrutaba Candela con esas mínimas sodomías de un solo dedo, saboreó la mezcla de lo que ella misma extrajera de la vagina con restos de jugos uterinos que escurrieran hacia atrás y esta le parecía tan excelsa que puso la lengua a tremolar con exigente urgencia al tiempo que presionaba con la punta sobre el centro de la estrellada depresión. Liberada ya de pudor alguno, su madre llenaba el aire del cuarto con sus eufóricos asentimientos y anticipándose a su deseo, hundió tres dedos en la maraña carnosa de sus labios vaginales al tiempo que se manoseaba el pubis para estimular en morosos círculos al inflamado clítoris.

Su experiencia de años lo había convertido en un experto practicándolo con su esposa y después las muchachas con quienes conseguía acostarse para llevarlas a un nuevo mundo de asombro sexual, tenía a los 38 años, la pericia necesaria como para satisfacer a una hembra adulta de edad indeterminada, y ducha en esos menesteres como lo era su madre…, una vez conseguido su objetivo de penetrar los esfínteres, aventuró la lengua un par de centímetros con lo que Candela envió su dedo mayor a lo largo de los festoneados labios menores hasta casi introducirse en la vagina para luego subir premiosamente hacia el clítoris desde donde, después de excitarlo brevemente, reanudaba el agradabilísimo periplo del dedo. Las soeces frases entrecortadas con las que la mujer lo calificaba, descalificándose a sí misma como madre virtuosa y la insistencia para que la hiciera feliz después de tanta búsqueda infructuosa entre jóvenes jactanciosos que la insatisfacían de continuo, pero con las palabras más groseras que jamás él le escuchara, lo indujeron a poner sus labios como una ventosa sobre todo el culo y chupándolo tan intensamente como cuando provocaba oscuros hematomas a las chicas en íntimas regiones que sólo ellas verían, hizo que Candela incrementara la fortaleza con que se masturbaba y complaciendo la angustia que necesariamente debería sentir, tras degustar el aroma intenso del conejo maternal, fue añadiendo a los labios la presencia de la punta de un pulgar al que fue introduciendo al ano en medio de festivos grititos de su madre.

Cuando todo el gran dedo gordo estuvo dentro, inició una mínima pero intensa sodomía y atento a los histéricos pedidos de la mujer, llevó la lengua a ascender hasta la boca alienígena de la vagina que saturaban fluidos internos a los que enjugó brevemente con la punta y más tarde, gracias a que ella misma mantenía separados los labios mayores con índice y corazón, se permitió acceder al fantástico interior de la vulva donde los labios menores formaban una especie de puntilla fruncida que ocultaba totalmente el hueco del óvalo. Deslumbrado por aquello que entreviera de lejos, no daba crédito a esa profusión y poniendo a trabajar conjuntamente a labios y lengua, fue lamiéndolos y chupando alternativamente a todo lo largo del conejo de su madre en medio de los asentimientos furibundos de ella que le exigía aun más. Candela estaba totalmente desatada, imaginando en su obnubilación que era su marido quien la estaba sometiendo de manera tan entusiasta de igual forma de cuando eran novios, y poniendo sus manos por detrás de las rodillas, encogió las piernas hasta el mismo sufrimiento para entonces hamacarse y ofrecer generosamente a la boca del macho toda su dilatada zona erógena. Sin dilación ni pudor fue apartando con sus dedos la maravilla de los frunces, Fernando recorrió curioso el profundo óvalo para luego de hurgar en el agujero de la uretra que le llevaría al averno del placer, subir a la búsqueda de esa puntita rosada que se proyectaba a través de una membrana traslúcida, excediendo al capuchón que lo protegía.

Desde que practicaba el sexo oral a las mujeres, incluso desde que se lo hizo a su hermana por primera vez, la ilusión de siempre fue que aquellos coñitos pertenecieran a su madre y ahora tenía la recompensa anhelada entre sus labios por tanto deseo acaecido desde lo más hondo de su ser. Después de fustigar reciamente la punta roma como la falange de un dedo meñique y aplastarla contra los dientes provocando en Candela exageradas exclamaciones. Él se sentía contento de su recompensa al trabajo bien hecho…, envolvió al ahora crecido clítoris entre los labios para someterlo a cortos e intensísimos chupones, mientras con dos dedos superaba el vestíbulo de la vagina para encorvarlos y con ellos rastrear la cara anterior a la búsqueda del punto G que en su madre se manifestaba como una abultada media nuez en lo cauto de su coño apretado. Exaltada hasta la desesperación, Candela se mesaba los cabellos con la cabeza echada hacia atrás o martirizaba sus tetas con feroces apretujones al tiempo que entre quejumbrosas palabras de pasión le pedía que la socavara más y más…, sumando los dientes al trabajo de los labios, agregó otro dedo más a la vagina para darle un movimiento semicircular a la muñeca con lo que las uñas raspaban casi todo el canal de parto y movido por el vigor con que la mujer corcoveaba como buscando sentir mejor la bestial masturbación.

Subió con la boca más allá de la sabroso y tupido mantillo de vello, y sin dejar de penetrarla con los dedos, alcanzó la comba pronunciada de las tetas para treparla impetuoso, alojando la boca sobre un pezón al que comenzó a mamar con la misma hambruna de cuando era un bebé. Radiante por el comportamiento de su hijo y en tanto lo alentaba a más, Candela extendió una mano y buscando a tientas la verga palpitante que excedía casi 20 centímetro de entre sus piernas, la apresó entre los dedos para incrementar su incipiente erección hasta posicionarla mirado firme a la señora madre. Fernando se afanaba a la par con la boca en los pezones y los dedos en la vagina materna hasta que, una vez conseguido su propósito de endurecerlo más si era posible, su madre condujo el inhiesto y endurecido pollón filial hacia el dilatado conejo hambriento y desplazando prepotente a los dedos por el simple acto de introducir al glande, proyectó la pelvis hacia su hijo para que el firme gran rabo la penetrara por entero…, todo ello como si obedecieran a un ensayado ballet, él colocó ambas manos sobre la cama a cada lado del cuerpo de la mujer que la parió y esta, una vez que Fernando estiró las piernas para conseguir mejor envión, envolvió los muslos del muchacho con las suyas y haciendo presión con los talones, se impulsó para follárselo o follarse a sí misma con semejante mástil, pues no había diferencia alguna entre ambas acciones.

Sintiendo que verdaderamente la punta de la verga golpeaba el fondo de la vagina y como si estuviera haciendo flexiones, Fernando comenzó un lento hamacarse que complació a su madre tanto, que se abrazó desesperadamente a su cuello mientras arqueaba todo el cuerpo en un primitivo apareamiento animal tan ancestral como la vida misma, que practicaron con tal entusiasmo que a los pocos minutos se detenían jadeantes pero aun tan excitados como si aquello fuera el comienzo del acople perfecto jamás imaginado. Tomando la iniciativa, Candela fue ladeando el cuerpo y encogiendo la pierna izquierda, la separó del cuerpo para pedirle a su muchacho que volviera a invadirla en esa posición y de esta forma percibir por fin todo el falo filial completo dentro de su ansiosa vagina… hasta que las orondas pelotas del chico hiciesen tope en su vulva. El sabía que esa postura marcaría el inicio de algo definitivo, y que su madre seguramente hacía una entrega sin sacrificio, al capitular ante el fastuoso semental de su propio hijo… al ofrecerse tan abiertamente a copular a pelo con él en síntoma de renuncia total y sumisión al nuevo dueño de sus placeres.

Embocando la verga en el coño quedado totalmente desguarnecido, fue invadiéndola hasta que su pelvis se estrelló chasqueante contra las mojadas carnes de su madre, y levantando una pierna para apoyar firmemente el pie sobre la cama, se dio impulso incrementando el vaivén de su cuerpo haciéndolo tremendo, con lo que a cada rempujón, la mujer expresaba su contento con un angustioso sí que el sufrimiento enronquecía…. También Fernando estaba exhausto, pero deseoso de cumplir cabalmente con su papel de semental, le pidió a la mujer que se arrodillara y esta, sabiendo lo que aquello presagiaba, se apresuró a colocarse boca abajo y con las piernas separadas…. Sus extremidades bien contorneadas pese a su edad formaban un triángulo perfecto. Se apoyó en las manos y los brazos flexionados, para esperar anhelante las embestidas de su hijo, que seguro serían tan duras como se percibía su energizado cipote plantado ante ella. Fernando quien, acercando el cuerpo a una distancia que le permitiera moverse cómodamente, mojó el glande en la jugosa boca vaginal de su madre encharcada, para luego apoyarlo sobre la entreabierta raja donde se mostraba la bocana de la gruta al placer divino, y empujar con sus manos hacia ella todo el envío punzante del chaval, la hundió hasta las pelotas y la extrajo…

Y equivocada o no la dirección del estoque cambió a su ceñido ano. Aun antes del matrimonio, Marcial la había sometido a sus primeras folladas en dicha postura no solo acabando en su coño, sino incluidas en estas dándole por el culo, y aunque a lo largo de todos esos años habían practicado con diversa frecuencia e intensidad el sexo vaginal y algo menos el anal…, ella lo rememoraba como culminación a sus masturbaciones. No terminaba de asimilar el sufrimiento inaugural experimentado con la irrupción de un verdadero falo en semejante orificio fruncido como era su ano. El chico se sentía aventurero y animado en su pionera incursión trasera, sin embargo ella deseaba que toda la eyaculación fuera para su coño…. Ya no era su marido quien la sometía a ese martirio divino de follarla e inseminarla en el mismo fondo vaginal, sino aquel hijo que engendrara por el más puro y simple deseo sexual hacia el mejor macho que nunca tuvo entre sus piernas. Con él tuvo lo mejores orgasmos aparte de los primerizos con Diego, pero ahora en la madurez insensata de la necesidad obnubilante, era su prolijo vástago, aquel que portara durante nueve meses en su panza, para después dar a luz a través de esa misma vagina en la que Fernando la satisfacía tanto en esos últimos años. Ya estaba bien asumido lo irónicamente antinatural y perverso del hecho, se estremeció cuando la testa ovalada comenzó a dilatar, los esfínteres y junto al agudo chillido dolorido de su garganta que se convirtió en franco lagrimeo incontenible al ingreso del grueso tronco, sacudió impacientemente la cabeza de lado a lado hasta que, tras el choque violento de sus nalgas contra la pelvis del muchacho, este comenzó a retirar lentamente el pollón, y ese movimiento realizó la magia de convertir lo espantoso en sublime. Notaba cada centímetro al recorrer a través de su apretado ano, le ajaba los esfínteres y le sublimizaba verse sometida por su hijo en tan denostada postura dándole por el culo.

Candela sabía de sus reacciones ante una buena culeada y aquella, a juzgar por el tamaño del cimbel portado por el macho semental de esa ocasión, prometía hacerla perder la cabeza y, efectivamente, cuando Fernando la aferró por las caderas para dar a su cuerpo un arco perfecto que le permitiera la penetración al culo de un solo golpe, ella creyó enloquecer de dicha bramando como una bestia herida, mientras sentía al maravilloso falo socavándola en medio de los húmedos chasquidos de las carnes golpeándose. Flexionó sus brazos para dar al cuerpo el balanceo justo y hacer de cada embate una dichosa tortura, al tiempo que se pronunciaba una mayor anchura de sus caderas abriéndose ambos nalgas en dos montículos imposibles de abarcar con las manos de Fernando, el cual solo con disfrutar de ver su émbolo entrar y salir del ojete fruncido de su madre a través de la inmensa raja formada por esos dos cachetes, era más que alentador para no sentirse frustrado ante tan tremenda jaca inabarcable.

Por otro lado no tenía muy claro si los sollozos y las risas que se alternaban era signo de un trabajo gustoso para su madre y ante la fatua duda de no hacer lo correcto la primera vez, la extrajo del acogimiento anal tras cinco gozados minutos abriendo a su madre en canal al sodomizarla. El alivio vislumbrado en su cara le proporcionó aliento al muchacho metiéndosela por el coño entreabierto bien preparado para tamaña verga. Resultó acertado el cambio, animando a su Candela a participar mucho más activamente enviando su cuño contra el chico con fortaleza buscando algo perdido en él, aquello engrandeció el cipote en un sopor extraño salido de sus testículos y próstata al unísono en reacción al sometimiento maternal para que la hiciera acabar de esa manera. Por ello y sintiendo en sus riñones el reclamo de la eyaculación, aceleró frenético la follada de su vida y cuando ella gritaba su alegría por el advenimiento del orgasmo percibió en la sensibilidad de sus paredes, en cada pliegue frotado por la dureza fálica. Se engulló todo el mazo hasta la raíz y ahí se produjo un rápido vaivén frungiendo sin sacar apenas nada del cetro que la partía en dos, llevándose la mano bruscamente a su clítoris sin más vuelta para masturbándose vehemente con la mano derecha.

Al chico le recorrió todo un sofocón desde la cabeza a sus huevos cual descarga eléctrica cuando ya no pudo aguantar la primera andanada en la boca del conducto uterino de los chorros espasmódicos de esperma espeso fielmente guardado en días para una ocasión tan sorpresiva como deseada. El segundo gran chorro de lefa le abrió el conducto uretral que sintió salir el fastuoso lechazo rellenando el fondo íntimo de su madre…, se siguieron otros tantos aldabonazos de blanca leche hasta copar el receptáculo dispuesto para tal uso. Fernando no cejaba de eyacular y penetrar una y otra vez a su madre vaciando sus testículos, y en tal meneo parte de la esencia masculina se perdía en rezume por los labios vaginales, y de ahí a las sábanas y ciclópeas pelotas del macho semental.

Una vez acabó de inseminar a su madre quedó descansado sobre su espalda intentando recuperar el resuello hiperventilado que resecaba su boca en contraposición a la inundación del acople de sus genitales. Ya más alentado la extrajo, y su madre nada perezosa se dio la vuelta mientras sujetaba por debajo de la cabeza de ese gran bálano que tanto placer le había reportado ante el estupor de su hijo. Con la mano bien asida al tronco trasegó con fruición el delicioso sabor almendrado del semen que aún pringaba el capullo, al tiempo que su mente perversa se regocijaba por los más de diez años en que su marido no la fustigaba con sus folladas….  Otras veces es ella la que se sube sobre su rabo, hasta que no aguanta más tocando y chupando sus tetas y sus increíbles pezones y empieza a eyacular dentro de ella ¡No hay nada como mamar de sus pezones con largas y fuertes succiones al mismo tiempo que le está soltado chorros de leche en lo hondo de su coño! Todas las veces se queda con el regalo dentro, luego una limpieza final con chupada para tragarse el último borbotón de lefa que haya quedado. Madre e hijo tienen tan poco pudor que pide le afeite el coño, sobre todo por detrás que es más difícil, se lo hace con sumo gusto, si además hay final feliz mucho mejor. En cuanto a las fotos, a ella no le importa, siempre y cuando no salga su cara o sea reconocible por si se llega a divulgarlas. Y este es un breve relato de una relación amorosa de un hombre con su amada y querida madre y con su hermana… donde plasma lo que realmente le pone follar y amar a su familia…

¡Ojalá pudiera preñar a mi MADRE como hice con mi hermana y mi sobrina Mónica!

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