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El gran verano con mamá...

en Amor filial

Mi chaval es un adolescente de 18 años y yo una madurita de 38, en ese momento de la vida de no retorno antes de pasarse el arroz. Así es como se dice cuando una hembra ronda la edad en la que más pronto que tarde entrará en la menopausia y nunca más se podrá quedar preñada. Sé que lo que voy a contar a mucha gente le parece mal, e incluso yo misma dudo si está bien… pero las cosas a veces ocurren de una cierta manera en el transcurrir de la vida, y nadie puede cambiarlas. Javier no es un buen estudiante con cierta falta de concentración en los estudios, pero ahora está cursando un Ciclo de Formación Profesional de Robótica en el instituto y por lo visto las buenas notas le han dado una nueva perspectiva de futuro, realzado en su vida social y sobre todo anímica elevándole su ego. Al finalizar el curso las notas no han podido ser más favorables con notables y sobresalientes, premiando el esfuerzo realizado durante el curso, así que reforzando su estímulo le hemos regalado una moto en mi contra y con el beneplácito de su padre…, pero lo el mejor regalo fue lo que ocurrió ese verano que pasamos al completo en la playa.

Cuando el chico comenzó sus vacaciones, nos trasladamos al Guardamar donde teníamos alquilado el piso junto a la playa de la babilonia, allí habíamos pensando pasar los meses de Julio y Agosto… él y yo solos prácticamente porque mi marido que no tiene vacaciones, irá y vendrá los fines de semana a descansar con nosotros del trabajo. En esos momentos nadie sospechaba que durante el veraneo iba a suceder algo que hizo que hizo cambiar diametralmente nuestra relación de madre-hijo. Mi marido, desde que Javier era muy pequeño, siempre que se marchaba le decía que cuidase de su madre, dejándole el mando varonil de la casa y mi crío tomándoselo muy en serio, no se separaba de mi ni un momento. Incluso por las noches, cuando mi marido no estaba, dormía conmigo compartiendo mi cama con mi retoño, a decir verdad me gustaba mucho sentir el calor de otra persona a mi lado, y cuando no lo hacía le echaba de menos. Lo teníamos como una costumbre asumida por tantos años, pero este verano fue diferente. Él ya era un adolescente con todas las hormonas a flor de piel, un poco tímido con las chicas pero muy abierto socialmente. Es un muchacho grande y bien formado, yo diría que es corpulento para su edad sin estar nada gordo…, es fuerte y robusto. Los parecidos con su padre llegan a ser tan escasos que a veces hasta dudo de su paternidad, dado que mi vida antes de casarme era disoluta y el chico ya tenía tres años cuando su padre y yo formalizamos el matrimonio.

Yo a su lado podría pasar por su novia con mi cuerpo y cara aniñada, con 1’65 de altura frente a sus 1’68 metros de mi niño, me podía manejar con facilidad, por eso me sentía protegida en los brazos de mi muchacho. Como era costumbre en él, ese verano durante los dos meses de vacaciones, no me dejó abandonada en la cama marital. Ya la primera noche que pasamos solos, algo me despertó. Mi hijo estaba completamente pegado a mí y con su mano sujetaba mi cadera. Noté el bulto de su polla…, estaba erecta, tiesa y dura como un garrote, y la rozaba contra mis nalgas insistentemente. Me puse muy nerviosa y no supe que hacer, era la primera vez que tenía un comportamiento tan lujurioso conmigo en la cama, sin duda las hormonas se despertaron al olor de las feromonas de una hembra en celo, con mucha falta de rabo. Todas las veces se acostaba a mi lado, se quedaba quieto junto a mí en la cama, y era yo quien se posaba a su lado un rato para sentir el olor a hombre que tanto necesito para conciliar el sueño. Así que en esta ocasión fue al contrario, me quedé inmóvil cediendo haciéndome la dormida. Cada vez lo rozaba con más fuerza hasta que oí como se escaba un gemido de su boca e inmediatamente eyaculó sobre mi culo, mojándome todas la bragas de lefa. Al cabo de un minuto se levantó y fue al baño a lavarse. Yo sin darme la vuelta palpé con mi mano el reguero dejado sobre mis nalgas para comprobar que era cierto lo que había sucedido, porque todavía no era capaz de creérmelo… me hallaba completamente embarrada de semen. Efectivamente toqué con mis dedos la humedad de su eyaculación sobre mis bragas y me llevé su esperma a mi nariz y boca lamiendo mis dedos impregnados. Cuando oí que volvía a la habitación, me coloqué como estaba y seguí haciéndome la dormida.

El chico me limpio los reguerones de lefa con un pañuelo de papel y se volvió a tender en la cama para dormir junto a mi lado, del mismo modo que siempre lo había hecho. Estuve toda la noche dándole vuelta a lo que había pasado, no sabía qué hacer, mi hijo se estaba convirtiendo en un hombre sin darme cuenta, tenía sus necesidades fisiológicas como macho que es… Yo como madre le había instruido en los mecanismos del sexo, lo que las chicas quieren, como funciona una buena relación, sistemas anticonceptivos y prevenciones ante ETS, su padre pasó del tema en cada etapa de la vida de mi hijo. Toda la teoría estaba dada por mí y las clases del instituto, solo me quedaba por pensar que el período de empezar a aparearse se había iniciado para un tiempo tan largo como el resto de su vida. No me atrevía a decirle nada sobre el asunto, porque mi hijo es un niño retraído y temía que un comentario sobre el acto incestuoso haría que se encerrase en sí mismo, perdiendo todo lo ganado en su ego en los últimos meses. Estaba muy orgullosa de sus avances, quizás por ello pensé que lo ocurrido estaba incentivado por un impulso irracional puramente de instinto básico que todos los machos tienen como animales procreadores, el instinto de supervivencia esparciendo su semilla o un simple sueño erótico despertado en ese estado febril, y en donde aprovechó la cercanía de la única hembra disponible, convirtiéndome en una víctima ocasional. Tal vez le estaba dando más importancia de la que en realidad tenía, es un adolescente de 18 años, con las hormonas repletas de testosterona, donde hacerse pajas de continuo es el deporte diario. A la mañana siguiente, decidí comportarme con total normalidad.

Al principio, mi hijo no se atrevía a mirarme de frente, me esquivaba la mirada, pero al seguir comportándome con naturalidad, según fue transcurriendo el día, él recobro la regularidad de sus actos cotidianos también. Al llegar la noche, me acosté pronto porque la noche anterior prácticamente no había pegado ojo y estaba realmente cansada. Mi hijo se quedó viendo la tele hasta tarde, (lo que somos las madres) en cuanto entró en la habitación me desperté al sonido del crujido de la manilla. Me quedé inmóvil haciéndome la dormida para ver lo que sucedía, me hallaba en vilo ante su postura frente a su madre. Se tumbó en la cama, un poco incorporado, y noté como una de sus manos tocaba mis muslos. Los rozaba suavemente para no despertarme, mientras con la otra tocaba su verga pajeándose, me sentía usada y excitada… Poco a poco su mano fue subiendo hasta llegar a mis nalgas, metió sus dedos por debajo de la goma de mis braguitas y las retiro un poco. Me acariciaba suavemente temeroso de desvelarme. Sus dedos fueron bajando hasta llegar a la entrada de mi vagina, introdujo dos dedos entre los labios húmedos untándolo de mi flujo…, los mojó en ella y se los llevó para olerlos y chuparlos degustando el sabor de mi intimidad. La mano que asía con firmeza su cipote cada vez se agitaba más deprisa, se notaba que estaba enormemente excitado al punto del colapso, demostrando que lo de la noche anterior no había sido una casualidad, sino una realidad a la que me tenía que enfrentar.

Al cabo de un rato de acariciar mi vagina, se pegó a mí, con su mazo buscó la entrada de mi coño entre la vulva hinchada de su madre y una vez descubierta introdujo el glande dentro de ella, dejando el reto del rabo fuera que continuaba masajeando con su mano. Noté sus jadeos más intensos, como se tensaba todo su cuerpo y de pronto percibí el calentón de su tibia leche entrando ardiente dentro de la boca de mi vagina. Mi sorpresa, estupefacción y sobreexcitación era tremebunda, al sentir la situación más rara de mi vida…, un macho me estaba inseminando sin haberme follado siquiera. No obstante no convenía que me moviese, pues lo alertaría creando una frustración de medidas inconcebibles al verse descubierto… Continué fingiendo dormir. Al cabo de unos segundos Javier se levantó, se fue al baño a lavarse y regresó al dormitorio con una toalla húmeda con la que me limpio con mucho cuidado el chochito recién inseminado por mi retoño.

Estaba muy confusa, por un lado pensaba que eso no estaba bien…, era su madre y no podía dejar que eso ocurriera por diferentes razones, y por otro lado estaba teniendo la experiencia más bonita, tierna y excitante de mi vida. Mi hijo, mi dulce niño, estaba descubriendo el sexo conmigo, pese a no haber tomado las precauciones anticonceptivas por su parte y no saber si yo las tomaba…, me sentía orgullosa de que hubiese tenido la iniciativa instintiva de “follarme”, o más bien inseminarme. Ser su objeto sexual, su modelo o simplemente la mujer quien lo iniciara en el aspecto práctico genital me reconfortaba como hembra, menos como madre, dándome alas para dejarme seducir por mi niño, en cuando a la concepción, yo ya tomaba las precauciones que ni su padre ni él tomaban follándome a pelo cada vez que tenían ocasión, en eso sí se parecía mucho a mi esposo. Recordaba cuando era pequeño, cuando tenía tan solo un par de años, esa edad en la que descubren todo… como cogía mis pechos en cualquier sitio para jugar con ellos, haciéndome pasar a veces verdadera vergüenza.

Por otra parte pensaba en lo agradable de su acto impúdico con el cual demostraba tener carácter de macho, a una edad razonable para que empezar a posicionarse dentro de los deseos sexuales, era lo normal en un hombre con espíritu de semental, otra cosa me hubiera preocupado más ¡Ahora sabía que es heterosexual, está ya en edad de practicar sexo y le gusta copular con su propia madre! Su problema de Edipo, si es que realmente existía, confiaba en su desaparición cuando fuese más mayor y tuviese una relación estable con su futura novia…, todo eso pasaría y quedaría olvidado en los anales de nuestra historia familiar. Así que por qué no dejar que siguiese aprendiendo a la par que disfrutando de su madre, y esta mujer demandada de su niño hecho hombre también gozase de tener a un hombre dentro. A la noche siguiente, antes de irme a dormir le dije…

-“Mira cariño, esta mañana estuve en el medico porque llevo, unos días que me encuentro algo cansada y con dolor de cabeza, y me dijo que posiblemente era porque no estoy descansando bien por el calor, así que me ha dado unas pastillas para dormir. Si ves que me llamas para algo y no me despierto no te asustes, porque con estas pastillas voy a dormir muy profundamente”.

Al decirle esto, noté el resplandor de sus ojos iluminados. Era perfecto, había inventado una excusa para que el pudiera disfrutar libremente de mi cuerpo sin ningún reparo…, si durmiendo normalmente logró calarme la punta de su polla y desovar su leche en la entrada de mi conejito hambriento, qué no podría hacer si me encontraba grogui con unas pastillas… Me acosté y al cabo de una hora entró mi hijo en al cuarto. Me llamó varias veces y me movió para asegurarse de que estaba profundamente dormida. Permanecí totalmente inmóvil, se desnudó por completo y me giró para que quedase boca arriba sobre la cama. Se puso de rodillas sobre el colchón para desnudarme. Acariciaba mis mamas con las dos manos como si estuviera tocando algo prohibido, amasándolas y sobando los pezones…, se entretuvo un buen rato en las tetas que le dieron su primer alimento. Notaba su verga erecta sobre mis muslos, y sus huevos colganderos posados en mi pierna rozándome la piel, me deleitaba al no tener un solo pelo, eran mis primeros testículos donde podría tocar directamente la piel suave de sus gónadas teniéndome que tragar los jadeos que me impulsaba a tener.

Advertí su frotamiento cuando me bajó las bragas hasta sacarlas por los tobillos delicadamente, y como su mano rozaba suavemente mi vello púbico, rasurado con una maquinilla eléctrica hasta dejarlos aterciopelados sin llegar a rasurarlos. Comentar que solo tengo vello en la parte superior del chumino, en el pubis, por lo que mi coño se aprecia atractivo al estar totalmente pelado en los sus alrededores, en especial en la zona del perineo y ano… Días después descubrí que toda esa zona es el lugar favorito también de mi hijo, pero ahora separó un poco mis piernas para dejar mi oscuro coño a la vista y comenzó a acariciarlo con sus dedos inhábiles…, lo miraba, lo tocaba, abría mis labios y pasaba sus dedos entre ellos y por el clítoris. Yo permanecía quieta y me concentraba para que no se escapase de mi boca ningún gemido, en un estado casi incontrolable, tremendamente estimulada. Introdujo uno de sus dedos en mi vagina y comenzó a moverlo en círculos, luego introdujo otro arreciando sus metidas. De pronto percibí como acercaba su boca al coño de su progenitora y como su lengua salía de su boca para ir recorriéndolo. Su lengua se introducía en mi vagina, sus labios presionaban mi clítoris y su estoque largo, delgado y cada vez más erecto y duro rozaba mis piernas mojándolas con el rezume de su eyaculación pre seminal que se escapaba de él. No pude aguantar más, me sentía raramente sobrellevada a un estado desconocido en mi larga vida sexual al verme usada como objeto de deseo…, noté como una extraña y fuerte convulsión semejante a un orgasmo se apoderaba de mi cuerpo convulsionándolo entre esténtores sublimes. La contención y los manejos de mi chico me llevaron a una fase desconocida hasta esos momentos.

Mi hijo ante esto se excito todavía más y abrió un poco más mis piernas despatarrándome hasta dejarle un acceso a mi entrepierna donde pudiera albergase todo su cuerpo, tenía intención de ponerse entre ellas y así lo hizo. Una vez encima de mí, sin posarse en mi cuerpo para no molestarme apoyándose sobre los codos y rodillas con sus brazos alrededor de mi cabeza…, fue metiendo su polla en mi coño suavemente sin necesidad de guiarla con la mano de lo rígida que la tenía el muy cabrón. Enfiló con su cadera e introdujo la maza cual cuchillo en mantequilla hasta que llegó al fondo pegando sus huevos en mi hinchada vulva. No le había dado tiempo todavía a joderme más de tres minutos con lentos mete saca, cuando su orgasmo le apremió dejándose ir con unos cuantos chorros de leche de urgencia…, ¡Joder con el chiquillo! Comenzó a eyacular lefa sin parar entre jadeos y convulsiones de mi niño inundándome por completo el lugar que le vio nacer unos 18 años atrás. Debía de ser su primera experiencia dentro de una mujer, fue tan rápido que al pobre no le dio tiempo a disfrutar de las bondades que mi vagina le puede aportar a su preciosa verga.

Su boca estaba sobre una de mis tetas, se agarraba con fuerza chupando y succionando mi pezón mientras sentía la locura de la polla clavada en lo más íntimo de mi coño dejándose vaciar su lefa. Tras el orgasmo prematuro e incontrolado de mi imberbe amante, permaneció quieto dentro de mí…, sentí las contracciones de su polla excitada derramando semen y las pulsaciones de su corazón a través de ese vástago endurecido que no bajaba en nada la tensión adquirida pese a haberse deslechado. Se entretenía con mis tetas sumergido hasta los huevos y al cabo de unos minutos su libido resurgió de las cenizas como Ícaro…, volvió sin haber dejado de estar duro y tenso todo el tiempo. Mi hijo como ningún otro antes me estaba volviendo a echar otro polvo sin haberla sacado siguiera de mi chocho…, comenzó a bombearme, primero despacio y luego cada vez con más intensidad, sus manos me acariciaba el pelo, sus labios mamaban de mis pechos como un náufrago hambriento de sexo, mi niño me atenazaba envolviéndome con todo su cuerpo como si fuera su salvavidas. Cuando dejaba de mordisquear los pezones, su boca se fue a buscar la mía…, su lengua se introdujo a saco dentro de mi boca buscando mi aliento y encontrando mi ansiosa lengua. En lucha por contenerme me disipé dejándome llevar para participar en la locura de aquel acto impúdico. No pude más, no podía permanecer por más tiempo inmóvil esperando que él lo hiciera todo, estaba sintiendo como ardía todo mi cuerpo así que abrí los ojos, correspondí a mi hijo en sus besos comiéndome su boca y me abracé a él con brazos y piernas elevando mi culo sobre el colchón para mover mis caderas al ritmo que marcaban sus embestidas, de esta manera conseguimos una mayor profundidad de las incursiones del su falo inexperto, novato por poco tiempo, dado que lo que estaba ocurriendo me agradaba, teniendo un mes y medio por delante para desarrollarlo.

Sujetaba sus nalgas con mis manos para apretarlo fuertemente contra mí y se introdujera hasta las mismas pelotas, quería sentir sus huevos golpeando mi coño, a la par que mis paredes vaginales arropaban la traca que me invadía apretándola y succionándola. Le estaba dando una lección de cómo follarse a una mujer veterana, y lo que ésta sabe hacer con su coño experto para darle placer al macho que se la está tirando. Tan lubricada por mis flujos y el semen derramada en su precoz corrida, la polla entraba y salía a toda máquina en un chaqueo de nuestros sexos, ¡Pura lujuria para mis oídos!, con todo sentía que el rabo de mi hijo sobrepasaba las medidas de la polla de su padre, me notaba más dilatada interiormente, percibiendo su masculinidad en profundidades inéditas hasta ahora. Mi muchacho parecía como loco, entrando y saliendo de mi cuerpo y gimiendo como un animal, gozando como nunca se imaginó se podría follar a una mujer, mucho menos a su propia madre, la cual se dejó vencer a los designios del más puro incesto terapéutico. Notaba como me llegaba el orgasmo, mi cuerpo vibraba, necesitaba que el semental me siguiese penetrando con el mismo entusiasmo sin bajar la guardia, entre gemidos de placer le dije…

-“¡Sigue mi niño, lo estás haciendo muy bien! ¡Por favor, no pares! No dejes a tu madre a medias”.

Mi hijo entendió mi urgencia y se centró en follarme con largas y fuertes metidas mirándome a los ojos, a mis gestos, ha como lo estaba recibiendo para descubrir cómo era el orgasmo de una mujer, su hembra, su progenitora y su puta… sí me sentía como todas ellas en una sola mujer. A esas alturas de la follada había perdido la vergüenza y en nada me importaba que me observara en ese estado tan reservado, cuando de pronto se me pusieron los ojos en blanco al sentir un temblor recorriendo todo mi cuerpo en unas convulsiones estentóreas que produjeron la salida de un poco de mi flujo con la verga de mi hijo clavada en mi ajado coñito, pese a estar sellado entorno a su tronco vigorosamente. Instintivo fue su extracción de rabo de mi conejo, dejando salir un buen chorro de mi fluido… Desahogada mi vagina la volvió a insertar de una sola vez en una envión, gracias a que los huevos lo pararon, sino me la hubiese metido hasta el estómago. No fueron muchos los empujones a que fui sometida tras correrme, y aún con mi atolondramiento por sobredosis de dopamina en mi cerebro comencé a notar a mi hijo corriéndose dentro de mí como un toro… Completamente desfallecida iba percibiendo cada chorro de leche disparada contra la pared de mi vagina, inundaba sin cesar la entrada de mi cuello uterino…, los al menos de 18 cm de polla de mi retoño enterrada hasta la raíz, iba estremeciéndose a cada lechazo que le propinaba a su querida madre. Sé que en esos menesteres un semental no atiende a parentescos, el instinto animal supera al raciocinio de ahí que a mi hijo poco le importase a quien estuviera inseminando, a quien le estaba llenando de leche fértil el útero.

Sentía como me llenaba de un caudaloso esperma repleto de un mogollón de bichitos prestos a asaltar el útero materno…, rápidos, vivaces, potentes y con muchas ganas de preñar a la sumisa progenitora que se había dejado follar confiando en la eficacia de un diú a punto de caducar y que en esos meses tenía cita para renovarlo o extraerlo para quedarme preñada de nuevo. Lo hablamos mi marido y yo, pero él no estaba nada convencido de querer volver a ser padre, sin embargo para mí era una cuestión apremiante y vital en esos momentos… ¡Ahora o nunca más! Sin pensar mucho en ello, estuvimos parte de la noche follando auspiciados por el “anonimato” bajo las sombras del aquel cuarto…, un par de polvos más aún aguantó mi pertinaz amante en su desvirgue. Sin duda la cosa prometí en esa primera vez follando como locos aprovechando la ausencia de su padre, mi permisividad por mi preservativo interno y lo desinhibidos que nos volvemos en los días de playa, sol, chiringuitos y carne trémula a gogó ¡¡Sería nuestro gran secreto desde entonces!! Sobre las tres de la mañana se dispuso a montarme de nuevo, el chico era insaciable, parece que hubiese descubierto una mina de oro y deseaba apurar toda la veta en esa misma noche. Le espeté a que no fuera tan efusivo sin esperar atendiese a mis súplicas… entonces me uní a él y extraje mi pequeño “Prety love Lust” rosa del cajón y me lo apliqué en mi coño y ano a la vez demostrando a Javier el grado de lujuria. Le hice una exhibición poniéndolo caliente por enésima vez esa noche… al cabo de unos minutos no aguantó extrayéndolo del coño y…

…Con una fuerza bestial me metió su pollón en el generoso coño de mamá, mientras todavía tenía la otra parte del vibrador en mi culo, casi me parte en dos el hijo de Puta. La tiene enorme y muy dura… ya me dolía el coño un montón, pero el placer que sentía era fabuloso al tener ese pedazo de carne dentro de mí, me hacía estar en el éxtasis ¡Jamás me habían follado así! Me bombeaba sin parar mientras yo no podía evitar gemir de placer, como una perra en celo me había olvidado que era mi propio hijo el que me estaba follando de continuo.

Nuestra relación filial se quedó atrás el mismo instante que mi hijo me folló por cuarta vez en la misma noche, siempre pensé que eso era un mito que algunos chicos difundían para hacer valer su hombría ante las mujeres, pero con Javier se hizo realidad una fantasía erótica de la que me parecía una utopía. Esa mañana siguiente a nuestro primer afer nos fuimos a la playa a tomar el sol, bañarnos y disfrutar de la agradable brisa antes de volver a comer y refugiarnos de las horas más nocivas para la piel. Ya al llegar a casa le pedí explicaciones de su comportamiento, pero lo único que hizo fue sacar su portátil y mostrarme un álbum de fotos y enseñármelo, no podía creer lo que estaba viendo eran fotos de chicas desnudas, mi hijo las fotografiaba espiándolas con el telescopio de casa. Por un momento pensé que mi hijo era un pervertido, ¡En que podía haber fallado en mi educación! Siempre intenté educarlo lo mejor posible en el respeto a la intimidad de las mujeres, mi marido no se prodigaba en esos aspectos dejándomelo todo a mí y como pude comprobar no lo hice del todo bien… De hombre a hombre era mucho más fácil ya que a una madre sola le cuesta más poder estar todo el tiempo educando a su hijo…, también me enseñó alguna foto mía desnuda, me escandalicé, le dije que no podía hacer tal cosa que estaba mal y que debía destruirlas de inmediato. Javier ni me hizo caso, desesperadamente le supliqué que si la veía su padre lo pasaríamos mal todos, y probablemente terminaríamos quedándonos solos él porque su padre nos dejaría. Le decía que le quería, que eso no podía hacerlo, pero era imposible convencerle, menos ahora sin autoridad moral para hacerlo. Desesperada de ver cómo podía perder a mi único hijo le dije sin pensar que podía conservar mis fotos y poder hacerme más a mí si quería si no transcendían de nuestra intimidad, así intentaba evitar perder a Javier y ganar tiempo para pensar. Cuando le dije que podía hacerme fotos Javier se hizo el sorprendido (Era lo que quería el muy malvado, según me confesó tiempo después), enseguida aceptó mis condiciones. Comentamos la sesión de sexo de la noche anterior, de lo bueno que se iniciara con alguien de confianza que le enseñara…

…Le había gustando mucho lo bien que me había comportado. De una manera responsable con mi hijo, le fui comentando los beneficios de un buen inicio en el esa nueva etapa de descubrimiento, se dije más bien en mi defensa queriendo justificar lo injustificable de mi necesidad perentoria. Preguntó si volveríamos a hacerlo y si podía verme desnuda por completo, no cabía duda que la educación sexual de Javier debía continuar a la luz del día…, desvergonzada me quité el apareo para que mi hijo pudiera ver mi culo, le permití que me tocara… todavía llevaba puesta la braguita del bikini, era blanca con bordados alrededor nada provocativas, me consideraba una mujer decente aunque guardaba un secreto que nunca le había contado a nadie. Desde jovencita me encantaba masturbarme el ano, era mi vicio oculto, cuando me casé me costó mucho pedirle a mi esposo la penetración anal en la intimidad de nuestra alcoba… Mi marido se opuso por completo, en nada le agradaba meter su polla en mi culo. Durante todos estos años en secreto cuando estaba sola me masturbaba el ano, y desde hace un par de años aprovecho mi vibrador para satisfacerme con él. Ahora que tenía las manos de mi propio hijo sobre mi culo temía que mi vicio oculto lo descubriese y pudiese aprovecharse de mi autentica debilidad.

Soy una mujer atractiva con una medidas de 100-60-92, rubia con media melena, siempre tuve muchos pretendientes tanto de soltera como de casada, pero siempre fui fiel a mi ocupado marido y fue el único hombre en mi vida, aunque reconozco que en muchas ocasiones ya no sólo por mi secretito, nunca me sentí satisfecha sexualmente al 100%, pero aunque me sentía frustrada aparqué mi intransigencia sexual para cuidar a mi hijo y a mi esposo ¡Ahora todo iba a cambiar! Javier me tocó el ano con su dedo de la misma forma que la noche anterior me lo lamió… suave y contundente. De inmediato le dije que parase, no obstante con la excusa de lo ya sucedido con su lengua y tanto me gustó, metió su dedo índice dentro de él sin recato. Yo estaba a cuatro patas con mis manos sobre el sofá del comedor y conmi culo hacia arriba mientras mi hijo con su dedo me masturba metiendo y sacándolo en mi ceñido ojal. Le pedía una y otra vez que parase, pero él no atendía a mis súplicas de agasajarme dentro de mí. Aunque intentaba evitar excitarme me era imposible, Javier  movía su dedo con una maestría increíble, no podía evitar soltar algún gemido de placer, durante cinco minutos me estuvo masturbando sin parar con su dedo y después con el “Prety love Lust” y aunque intenté resistirme no pude impedir correrme.

En ese momento Javier se bajó los pantalones y por primera vez pude ver la verga que me metió cuatro polvazos la noche anterior… “¡Ohh, Madre mía hijo… que buena talla gastas!” Exclamé para mis adentros, se sacó su polla totalmente tiesa y la puso sobre mi culo, era enorme, no podía creer lo que veía, lo que mi coño percibió era completamente erróneo. Vista la verga de mi marido de unos 15 cm, no se podía comparar a la que mi hijo tenía… cubría unos 18 cm con tan solo 18 años, no era gorda con unos tres centímetros de diámetro, pero hasta los 22 años tenía tiempo suficiente para engordar y portar un trabuco bien recio… lo que si era destacable en ella eran sus venas, se marcaban grandiosas y el glande con todo el prepucio remangado era cabezón de un rojo intenso. Me quedé impresionada, pero era mi hijo no podía pensar en cosas tan lascivas, y temiendo lo peor… quedar preñada, le dije…

-“¡Mi vida, somos madre e hijo…! ¡Tenemos que ser comedidos! ¡Es demasiado follar cada día sin parar! Ya es anormal hacerlo… imagínate follar como dos animales apareándose sin parar…”

Pero él me dijo que sólo quería que le masturbara…, no tenía más remedio que acceder si quería aplacar su instinto animal con esas subidas de testosterona, porque sé que un macho cada vez que  percibe el olor de una hembra en celo como era mi caso, tiene un incremento en la producción de testosterona. La producción de testosterona va acompañada también de un incremento de otras hormonas ligadas al estrés. Lo anterior ocasiona que el macho esté más irritable si NO puede llegar a cubrir a la hembra en celo incrementa su nivel de frustración. Esos cambios hormonales constantes en un macho tan joven y eufórico, son uno de los principales factores que provocan que un semental viva en estrés crónico, de ahí algunos problemas de la adolescencia mal llevada que puede derivar en enfermedades y padecimientos serios, así como mermar la calidad de vida. ¡Y eso no lo deseaba para mi hijo! Por eso agarré su pollón con mis dos manos, no lo cubría en su totalidad… ¡Madre mía era dura como una estaca, no podía creer que tuviese la polla así de rígida!

Comencé a mover mis manos arriba y abajo, mientras mi hijo me metía sus dedos en mi coño humedecido y me preguntaba si me gustaba su verga. Yo le decía que era una polla preciosa, perfecta, increíble…, mi cuerpo estaba exasperado y mis ojos no podían apartar la mirada de su inmenso mástil mientras le masturbaba, sus huevos le iban a la zaga metidos en una bolsa escrotal que el cuenco de mi mano apenas podía envolver, estos Sí eran gordos. Tardó más de quince minutos en correrse…, ya tenía las manos cansadas con los dedos entumecidos de apretar su duro mástil…, fue una corrida increíble me echó una cantidad enorme de leche caliente y espesa que fue a parar en parte a mi cara y manos…, jamás había sentido algo así, también es verdad que nunca había masturbado a mi marido hasta expeler su leche, solo para calentarlo antes de follarme, y mucho menos que alguna vez me echase su lefa en mi cara ni por error… solo alguno de mis novios de turno, que nunca expelían ni la mitad que Javier.

Creí que mi hijo ya estaba satisfecho tras haberse corrido cinco veces en menos de 12 horas, pero entonces sacó de mi mesilla el vibrador que suelo utilizar para suplir la carencia de mi esposo. Sugirió masturbarme el ano delante de él otra vez… le había gustado ver a su madre como una zorra, estaba tan excitada que ya no razonaba. Lo agarré entre titubeos, sin embargo la mirada lasciva de Javier no albergaba dudas…, quería ver a su madre como las putas de sus fotos. Lo introduje con cuidado y en unos segundos ya estaba fuera de mí como una loca masturbarme el ano…, mi ojete a pesar de ser virgen lo tenía dado de sí, tratado en mi soledad lo masturbo con diferentes tipos de objetos y en especial con el corsario negro que ahora traspasaba mi culo. Mientras me miraba como me masturbaba mi hijo me dijo que sabía mi secreto desde hacía tiempo, ya que me había visto muchas veces masturbarme en mi habitación, de ahí las fotos. Debería estar humillada, pero la excitación del momento no me permitía hacerlo… de pronto Javier metió su pollón en mi boca, tan a fondo que casi me ahogo… Jamás había tenido una polla en la boca tan poco comedida, ni siquiera la de mi esposo (mis relaciones sexuales con mi marido eran muy parcas y monótonas, siempre lo hacíamos en la misma postura con la luz apagada las más de las veces bajo las sábanas)…

Ahora tenía la polla de mi propio hijo clavada hasta el galillo saboreando su aroma a macho ¡¡Y qué polla!! Le chupé la verga como una loca, mi mente me decía que tenía que parar pero era imposible, estaba ardiendo con ese cipote duro al que realizaba una felatio demencial. Le agarraba de los huevos, se los apretaba a la vez que él movía su cadera en una follada oral espectacular. Mi retoño se manifestaba excesivamente vigoroso, a su edad todo era nuevo y excitante, nada que ver con la pornografía de internet, aquello era en vivo sintiendo el calor y el olor de una hembra en celo, SU PROPIA MADRE. En busca de la belleza palpitante de su verga, saqué mi lengua y se la pasé a lo largo del troco, un estremeciendo lo hizo mover ligeramente la cadera como pretendiendo llenarme la boca de su carne, seguí dándole lengüetazos hasta llegar a su glande, chupé suave ese cabezón colmándole de saliva, lamiendo por el frenillo, y desesperándolo en sus ansias de comérmela completa… la punta de mi lengua horadaba su agujerito uretral haciéndole ver las estrellas. De nuevo mis labios llegaban hasta el frenillo, subían  y bajaban varias veces, y de pronto cuando menos lo esperaba ¡¡Zás!! Me  la introduje de golpe, hasta el fondo, haciéndole gemir bajito…, luego con movimientos suaves la sacaba y la volvía meter. Provocadoramente paré de estimularle y él sujetándome por la cabeza me empujaba sobre ella una y otra vez.  Allí condenados al silencio se la mamaba hasta sentir, que de tanto chupar su rabo, se me cansaban los maxilares y se lastimaba mi garganta, pero seguía porque me gustaba mamársela… me vuelve loca notar cómo le crece y endurece dentro de mi boca. Lo hacía con fuerza y luego bajaba la marcha, incrementaba el ritmo y lo  ralentizaba a mi antojo…. Por momentos intercalaba mis manos, agarrándole de la base y subiendo hasta la punta en un ir y venir consiguiendo que se destile un poquito de su pre seminal, el cual secaba con mis labios, para no desperdiciar ni una sola gota de su miel. 

Procurando devolverme placer, zafó las braguitas, y metió su mano por mi pubis entreteniéndose en enervar mi clítoris, rodeaba su capuchón y lo agitaba de un lado al otro haciéndome estremecer vez tras vez en tanto él me follaba la boca hasta que se corrió dentro…, no aguantó más de cinco minutos follándome oralmente, la hincó a fondo y con un bufido de toro se deslechó en largos chorros de lefa…, me hizo tragarme su engrudo ¡Qué barbaridad! pensé, fue increíble la cantidad de esperma que salía de su polla. Estaba extenuada, pero a mi hijo para nada se le bajó la fortaleza de su verga. ¡¡No era posible!! Pensé si ya se acaba de correr el muy cabrón, no era normal que hombre tuviese tanta potencia retenida en sus genitales. Entonces me agarró y me abrió las piernas, le rogué que no me la metiese con toda la fuerza…, se  le veía perdido en la lujuria…

-“¡Cariño por favor soy tu madre! Trátame bien te lo ruego”. Tenía el coño algo irritado.

Poco le importo, en verdad ya habíamos cruzado muchos límites, así que con una fuerza feroz me metió su vergazo en mi coño mientras todavía tenía el vibrador incrustado en el culo, casi me parte en dos, me pareció a la vista de la luz del día mucho más enorme, me dolía el coño un montón tras la sesión de polvos nocturna, pero el placer que sentía era fabuloso al tener ese pedazo de carne dentro de mí otra vez, me hacía estar en éxtasis y ser mujer. Cómo se movía Javier el canalla, era bestial jamás me habían follado así, me bombeaba sin parar mientras yo no podía evitar gemir de placer como una perra en celo ¡Bendita juventud! Su ímpetu me hacía olvidar que era mi propio hijo el que me estaba follando a saco completamente despatarrada ofreciendo mi coño sin pudor para saciar su lujuria dentro de mí… estaba gozando tanto que me daba igual verme abierta con el conejo aterciopelado partido en dos, alimentado por un nabo espléndido…, mi coño ardía mientras mi hijo la metía y sacaba sin parar a un ritmo frenético como a una vulgar PUTA…

Era increíble sentir una maza así, entrar y salir con esa ligereza de una vagina que solo era usada por un hombre que apenas la aprecia. Percibía su glande rozar cada terminación nerviosa de mis paredes, cada pliegue de mi vagina era estimulado por el tronco venoso filial. Pero mi locura total vino cuando después de haberse corrido dos veces volvió a hacerlo en mi coño…, me la metió de un solo envión a fondo, parecía que me iba a matar, me supo a gozada ya que el mostrenco de Javier me llenaba a una cota donde nadie había llegado produciendo dolor placentero, pero a él le importaba muy poco lo que sufría desgañitándome a grito pelado de lujuria, molestia y gozo…, me agarró entre sus brazos y poniéndome encima de él, me folló el coño sin descanso desde abajo, mientras me mamaba los pezones de mis arbitrarias tetas, una y otra vez con largos y fuertes chupones…. Como loca le ordenaba que me follase sin parar, que vaciase su rica leche contenida en sus los huevos, la quería toda para mí, al tiempo que me dejaba caer en fuertes sentones tragándose toda la polla mi hambriento chumino hendido…, más se parecía a la boca de un pez, por lo mojado y dilatado que se hallaba que a una vagina de una señora digna. Nunca tuve el coño tanto tiempo expandido e irritado, me ardía con toda esa manguera presta a regarme por dentro otra vez…

Su olor a sudor y a la testosterona que emanaba de sus genitales me embriagaba, le acariciaba su espalda, sus brazos, su culo y su pecho… todo en él me estimulaba, con su cuerpo lampiño y fibroso que se tensaba en cada empujón enterrando el cipote hasta los huevos una y otra vez sobre mí, gozaba como una perra. El morbo nos tenía viciados, sobre todo a él que llevaba empalmado 18 horas y con más de veinte minutos apareándonos como animales en aquel último polvo. Acoplados en una follada interminable, mi chico empezó a dar signos de su orgasmo, mientras su madre ya había perdido la cuenta de los momentos de clímax obtenidos, el chico arreció sus embestidas a un ritmo inhumano en lo que percibía sus huevos subir y bajar golpeándome el coño con un picoteo incesante. De pronto se paró, emitió un gemido grave de verraco soltando todo el aire de sus pulmones y lo que le restaba de sus cojones, en un interminable chorro de lefa que me desfondó el útero. Nos quedamos desvanecidos, exhaustos y abatidos. Caí sobre su pecho quedándome tendida y empalada unos minutos recuperando la normalidad de mi pulso. Sudábamos a goterones por el ímprobo esfuerzo de copular con una energía desconocida y una potencia inusitada. Tras descansar adormilados unos minutos, nos refrescamos en la ducha y nos pusimos a comer una improvisación de comida…

Comimos una ensalada de patatas con tomate y atún fresco, jamón y un poco de verduras, todo regado con zumo de frutas recién exprimidas. Después descansamos durante dos horas y media entre la comida y recoger toda la cocina. Nos echamos la siesta y en unos minutos ya lo tenía encima de mí follándome como una locomotora a toda máquina. Mi chico era insaciable, y su verga no se baja de dureza. Temí como madre por su erección continuada durante las siguientes horas que me folló sin descanso una y otra vez por el coño, la boca y una vez por el ano, su potencia sexual era increíble y su experiencia follando para ser un muchacho de 18 era formidable, aumentando hora a hora. Así es como me convertí en la subyugada amante sexual de mi hijo. Los primeros días intenté dosificarlo evitándolo en la medida de lo posible, pero me convirtió en su PUTA…en una mujer lasciva deseosa de su juventud, de su virilidad, de su pasión como jamás observé en ningún amante que tuve, algo tan contrapuesto a mi marido que durante el fin de semana a penas me tocaba, un polvo si acaso sin percibir lo abierto de mi coño, iba a lo suyo, se corría dentro de mí y se daba media vuelta para dormir, menos mal que para entonces ya me encontraba sometida a las delicias de Javier.

Mi hijo no me abandonaba dándome mi ración de rabo diario incluso con su padre en el pequeño piso de playa, se buscaba las mañas para joderme en el aseo o a media noche…. Al cabo de dos semanas yo misma le requería, era quien le pedía y suplicaba me follase, observamos posturas nuevas en películas porno, de manera que no parábamos de aprender cosas que jamás creía poder disfrutar con el sexo. Javier día a día dejaba de ser un adolescente inocente para pasar a ser un adulto sexual, habiendo descubierto un filón en la perentoria necesidad de su madre. Cada día al llegar de tomar el sol en la playa, nos desnudábamos quedando completamente en pelotas para ir por casa, otras veces sólo con una tanga y él con el bañador slip que poco le duraba cuando se empalmaba, le dolía tener una bestia de tamaño grotesco en tan estrecha prisión, así muchas veces se despelotaba posando sus flamantes genitales. Esa semana casi no salíamos, solo a tomar alguna cerveza al bar de abajo, el motivo es el sustancial ahorro de hacerlo en casa y sus ganas de follarme continuamente… Javier me folló durante todo el día y todos los esos primeros días…, sólo parábamos para comer y ducharnos. Después dejamos de hacerlo uno de cada tres, ese momento de descanso lo aprovechamos para tomar la brisa del mar en la terraza del bar, bebernos unos gin tonic por mi parte y un refresco isotónico para él. A veces se toma una cerveza con alcohol en casa…, ya no tengo tanta influencia sobre él, debo reconocer que mi autoridad se difuminó desde que soy su perra y le obedezco en todo. Cuando salgo del piso de la playa y no está mi marido, aunque solo sea comprar en el súper, me gusta vestirme con ropa ajustada provocativa, he dejado de pasar vergüenza por una ropa ceñida que me sienta y siempre me sentó tan bien, poco me importa que la gente me mire, sé que soy la mujer de mi esposo pero sobre todo la PUTA de mi hijo, el que me llena en todos los sentidos… físico y anímico. En los paseos por el malecón suelo salir con una minifalda airosa y una camiseta de tirantes ceñida a mi cuerpo que casi ni me tapa las tetas o un bodi, que con su desenganche rápido.

En más de una ocasión se ha aprovechado el canalla de mi hijo para follarme sin apenas esfuerzo de quitar nada… un tirón al corchete y todo para dentro del coño de mamá. ¡Está hecho un auténtico hijo de puta…UN CABRÓN! Con él estoy viviendo una segunda juventud, nos apetece salir juntos a todos lados…, en una ocasión se nos hizo cerca de las dos de la mañana en un lugar poco transitado abrigados por la oscuridad a la orilla de la playa junto al agua me folló sin contemplaciones, iba con una falda a medio muslo después de cenar nos dimos un paseo y en un momento nos abrazamos, me puse encima de él y me empalé sin mediar palabra…, extraje su néctar libado por mi coño siempre dispuesto para él, otras veces me follaba en el parque o en los baños de los grandes almacenes a los que solíamos ir con frecuencia. Javier no tiene límites conmigo, me hace cunnilingus interminables de donde extrae la zorra que hay en su madre… me graba con la cámara de su móvil para luego poner la película mientras follamos o cuando le apetece calentarme. Yo me he vuelto una pervertida ya no puedo pasar sin su pollón y sin el sexo bestial que me proporciona mi hijo. Pero todo llega a su fin y aquel viernes de final de agosto se encontraba un poco triste, y yo también, recogíamos todo para marcharnos a casa, dando por terminada la aventura veraniega. Que hubiesen acabado las vacaciones de verano, no implicaba que mi relación sexual con mi retoño terminase, también le dije dándole a entender que deseaba continuar con él…

-“Solo debemos planificarlo bien de otra manera”, le expliqué.

En las últimas dos semanas se encontraba más sereno, menos impulsivo y más reflexivo, al tiempo que era un poco más receptivo a mis precisiones como mujer…, calmado y más maduro que al inicio de las vacaciones, mi hijo se había pasado de ser un pajero pervertido a un semental razonable para darme muchas alegrías. De vuelta a casa, en el camino con la música puesta me dio por pensar en cada momento que había pasado con Javier, su entrega en cada acto apasionado, la complicidad y desinhibición alcanzada. En esto momentos de mi vida me daba menos vergüenza mostrarme en pelotas ante mi hijo que ante mi marido, Javier conocía lugares y detalles de mi cuerpo que su padre ni sospechaba cómo me excitaba su mimo, en especial mi debilidad por el agasajo anal, en la modalidad que fuese…, beso negro, masturbatorio o penetración con una regada de semen interna o externa. Pensaba en la cantidad de esperma fértil y potente que mi coño se había tragado en todo ese tiempo amparado solo por mi diú…

Le daba gracias a él por permitirme follar a pelo los no menos de 35 días que fui sometida a las corridas del formidable badajo de mi vástago. Recordé mi cita a principios de septiembre para revisar o quitarlo… Y llegado el momento, en plena revisión el ginecólogo me comentó que debería comprobar mi estado de concepción, pues el diú no se encontraba en las mejores condiciones anticonceptivas posibles, y si en las últimas semanas había tenido relaciones completas, era posible un embarazo. Le pedí que me hiciera la prueba…para sorpresa del doctor y sobre todo la mía el test dio positivo, confirmándose la sospecha del ginecólogo, estaba preñada ¡¿De quién?! No quería ni pensarlo, me auto convencí que solo podía ser de mi esposo, aunque en mis adentros no cabía la menor duda que mi hijo me había preñado… ¡Tendría un hijo de mi propio hijo!

Cuando lo comenté en casa, mis dos hombres se quedaron estupefactos, en especial mi marido que no deseaba ni pensaba tener más hijos conmigo. Mi hijo blandió una media sonrisa al descubrir mi complicidad con el cruce de nuestras miradas… A la postre con mi pancita rellena continuaríamos follando clandestinamente hasta tres semanas antes del parto de mi niña, Ángela. Y pasada la cuarentena pertinente nos dejamos llevar por la lujuria de nuevo para volver a follar al menos dos o tres veces a la semana. Las tardes eran completamente nuestras cuando llegaba del instituto y me ayudaba con su hija, y mientras la niña dormía, mi hijo y yo follábamos como cosacos a pelo, sin restricciones llenándome día sí otro también, hasta que decidí no tomar las pastillas y me volvió a preñar haciéndome madre de nuevo. A los 40 años soy muy feliz de llevar la gran panza que mi retoño produjo con su rica leche cargada de espermatozoides más rápidos y potentes que los de su decadente padre.

Lo mejor de todo es que mi esposo está convencido que es el padre de mis dos hijos, y del que estoy gestando… que llamaremos Jonás. En este estado no se atreve a follarme por miedo a dañar al bebé, sin embargo Javier se sacia dentro de mí casi a diario vaciándose en el coño de su preñada madre. ¡Mi esposo es un cornudo estupendo! Le amo de corazón, con la misma intensidad que deseo a mi primogénito. Con uno tengo asegurado el mantenimiento de mi familia y con el otro cubierta la carestía de hembra. No descarto, me vuelva a preñar Javier de mi cuarto hijo, porque nunca dejaré que me desampare el coño con su viva y descomunal verga de implacable… Mientras él quiera tendrá a su madre dispuesta a ser follada con el amor de un hijo a su madre.

FIN

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