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La prima de riesgo. (Parte 4)

en Amor filial

Desde aquellos días mi madre y yo nos hicimos amigas inseparables, era extraño pero me hacía sentirme bien..., tanto era así que planeamos las vacaciones al mar donde tanto me gustaba a mí y lo hicimos junto a Pascual. Durante el día íbamos a la playa o nos quedábamos en mi casa, tomando el sol en la terraza y bañándonos en la zona rocosa que había a escasos metros de ella. Estábamos encantados de conocernos; tanto fue así, que mi madre, al ver que yo no tenía reparos en pasearme casi desnuda delante de él, con un top escaso que tapaba lo justo o menos y una braguita biquini tanga perfilando la vagina. No tardó más de dos días en tomar la suficiente confianza como para imitarme. En otro contexto todo ello sería una provocación, pero en la playa y con el calor sofocante, un desnudo no suponía más que aliviar las inclemencias del sol de nuestros cuerpos sudorosos. Una noche de sábado regresamos a las cuatro de la madrugada un poco contentas la dos y Pascual un poco menos. El estado de nuestros cuerpos era más que lamentable y nos fuimos a dormir a casa. Al ser de matrimonio la cama de mamá, era suficientemente grande como para que las dos pudiéramos dormir cómodamente. Si a eso le añadimos que la noche era un poco calurosa y abundante la cantidad de alcohol que habíamos ingerido; ambos factores fueron determinantes para que la temperatura de nuestros cuerpos aumentase hasta tal punto que sudábamos como pollos en un asador. Una cosa llevó a la otra y terminamos durmiendo tal y como vinimos al mundo.

Por la mañana me desperté y noté que mi madre no estaba a mi lado, en la cama. Por un momento pensé que se había ido a la otra cama; me dispuse a buscarla. Eran las once de la mañana, pensé que posiblemente estaría en la cocina tomando café o cualquier otra cosa. Allí no la encontré, pasé por la habitación de Pascual y lo vi completamente desnudo, tenía la verga colgando, morcilla y flácida. A pesar de haberla visto infinidad de veces desde que follábamos, me pareció descomunal aún en ese estado..., pensé que era la más grande que mis ojos habían contemplado jamás. Fue entonces cuando escuché un ruido sospechoso que procedía del aseo. Me dirigí hacia allí y al entrar pude ver la cabeza de mi madre sobresalir por encima de la cristalera. Me metí a ducharme con ella nos frotamos y nos aseamos entre caricias y juegos. Mi madre metió la mano en mi entrepierna y comenzó a frotarme la vagina y a masturbarme el clítoris... me dejé hacer porque no me desagradaba en absoluto esas manifesaciones lésbicas con mi progenitora. Tomé la misma iniciativa y le comí el coño a mi madre, nunca había probado los jugos de una mujer y tampoco me desagradaba su sabor ni la intención última... el orgasmo. al cabo de un buen rato consiguió su clímax... Cariño ¡aayy mee corro yaa! me dijo retorciéndome de placer. Lamí todos sus jugos con gusto sin decir nada. Me quedé callada unos minutos mientras ella recobraba el aliento, solo me miraba con ternura y después me preguntó… ¿te ha gustado mi amor?  Claro que sí mamá, ha sido diferente cualquier otra relación, pero me ha gustado....

Ante tanto gemido se despertó Pascual y se acercó medio dormido, a ver lo que pasaba sin darse cuenta que él estaba completamente desnudo. Nos encontró en pelotas  dándonos placer, lo que seguramente lo terminó de despertar; mi madre y yo estábamos muy excitadas, muy necesitadas de un macho que nos complaciera y allí estaba nuestro amante totalmente desnudo. Resultó una situación espontánea, una muestra muy natural de darnos a conocer.... Quedé muda ante la escena que mis ojos contemplaban. Mi madre ni tonta ni perezosa se acercó a él y lo unió a nuestra fiesta mañanera; se bajó al pilón y le comenzó hacer una mamada sin cortarse un pelo ante mí, su propia hija. Le agarró de los huevazos y se comenzó a tragar rabo como una fiera voraz... mucha más cantidad de la que yo podía engullirme. Después me dejó que la siguiese yo, nos sentíamos muy zorras haciendo algo que practicamos por separado con nuestro macho personal. En esos momentos supe que ella tenía muy claro que yo también me follaba a Pascual, y con ese gesto me indicaba que lo aprobaba en toda su extensión, con el ánimo de compartirlo la dos. Con desesperación, mientras observaba a mi progenitora como me mamaba aquella hermosa tranca, me metía la mano entre las piernas, masturbándome. ¡Vaya con Pascual! pensé tras comprobar que medía bastante más de un palmo de su mano. Mi madre pensaría que era una pena que algo tan generoso no pudiera ser disfrutado por ninguna mujer y en vez de desperdiciar el tiempo en hipocresías, decidió impartir la justicia de Salomón, compartiendo al hombre de nuestra vida. Mi madre ya sabría que follábamos, sino aquella escena no tendría mucho sentido. Como era de esperar, aquello consiguió que el falo alcanzase el mayor tamaño posible. Pude darme cuenta que ella lo escupía en el glande antes de engullirlo de nuevo, tal vez por eso se lo calaba tan profundo sin hacer amago de arcada.

Sin tiempo que perder nuestro semental se recostó en el suelo y me madre abrió las piernas y se la metió sin miramientos. La penetraba ese pedazo de torpedo y yo la besaba y masturbaba. <>, debió de pensar el pobre Pascual. Mi madre se había colocado a horcajadas, postura que le permitió follarlo salvajemente durante un buen rato con fuertes sentones que le aplastaban las pelotas una y otra vez. Cuando se vio algo cansada se recostó ella en el suelo y Pascual le enfiló su enorme polla en la entrada de la vagina de mi progenitora, previa mamada que le di sin esperar consentimiento de nadie. Necesitaba un poco de polla yo también, mi madre se estaba llevando lo mejor de aquel macho. No consiguió correrse dentro de mi madre. Era todo un espectáculo ver como abría en dos el coño que me vio nacer, con aquel cipote que entraba y salía con tanta facilidad. Pasaron al menos diez minutos follándose a mamá y fue mi momento de gloria se volvió a recostar el hombre sobre el suelo y lo monté. Me pidió que me diese la vuelta para sodomizarme con la misma violencia que había exhibido hasta ese momento. Yo estaba feliz porque tenía la certeza de que mi madre nos estaba viendo con buenos ojos. No es nada normal que una madre comparta a su hombre con su hija y además formen un trío. Podía presentir su erección en la raja de mis nalgas; animada por ese pensamiento, me coloqué a cuatro patas con intención de proporcionar un espectáculo que no pudiesen olvidar fácilmente y demostrar que la niña no era tan niña sino toda una hembra. Para conseguir mi propósito, dije a Pascual..., ¡Quiero que me folles como si te fuese la vida en ello. Quiero que me hagas gritar hasta que se me salten las lágrimas. Es más, quiero que hagas conmigo lo que quieras. No importa lo que sea si con ello consigues que me sienta toda una mujer!.

Él no dijo nada. Seguramente mis labios habían pronunciado lo que todo hombre querría escuchar en una situación como aquella. Tenía carta blanca para disponer de mí a su antojo con el consentimiento materno; no lo vi con intención de desperdiciar semejante regalo. La primera embestida fue tan brusca y dolorosa, que estuve a punto acordarme de toda su familia en lugar de gritar como una loca. Pero no podía quejarme, él tan solo hacía lo que le pedía el cuerpo y contaba con el consentimiento que yo le había otorgado alegremente. Me penetraba sin preservativo y debido a ello el placer experimentado es más intenso. No me importó lo más mínimo, porque esa circunstancia suponía un aliciente extra para motivar aun más mi ego, sabiendo que mi madre era partícipe de la tremenda follada que me estaba realizando alguien al que ambos queríamos y deseábamos, como persona y como macho-semental. Lo pude aguatar misteriosamente, ese primer embate, pero el caso es que lo hice complacida, a pesar de las lágrimas que manaron de mis ojos tras el duro castigo a que fui sometida por aquella bestia con un cipote de caballo, hizo conmigo lo que quiso. ¡¡Eres un auténtico animal!!, le dijo mi madre. Solo te pido que no te corras dentro de la niña, le dijo cuando presintió que ya no podía aguantarse más. Quiero que lo hagas sobre sus las nalgas. Me puse a cuatro patas para retrasar su eyaculación y poder disfrutar un poco más de él. Me folló como una perra. Mamá tengo el diu se puede correr dentro de mi vagina tranquilamente... ¡Quiero que disfrute como lo hemos disfrutado nosotras!.

Pude ver el gran miembro erecto de mi amante justo en el momento que iba a darme placer... Me acerqué a él con el culo hasta llegar a esa gruesa pija y comenzó a meterla con ganas; como podía en mi estrecha vagina, ¡Pascual gemía como loco! Entre jadeos me decía... ¡Qué apretadito lo tienes, pero no te pienso hacer daño…! No le conteste nada solo sonreí y seguí con mi posición entregándome de culo con mi coño entreabierto, una flor de primavera para que lo follara a placer. Me folló unos cuantos minutos más hasta que comencé a sentir como aumentaba sus gemidos, sabía que estaba por acabar, así que me la clavaba más rápido y él encantado... Aumentó el ritmo de las penetraciones y con un par de bufidos expelió su esperma en el fondo de mi intimidad... ¡Toma toda mi leche cariño! Y mientras terminaba de decir eso me llenó la vagina con su tibia con sus ya acostumbrados lechazos gruesos y largos de rico esperma recién ordeñado de sus huevos.... Me la llenó entera por supuesto. Mi madre quedó un poco asombrada de la compenetración que Pascual y yo teníamos en semejante situación, nos conocíamos bastante bien, sabía lo que le gustaba y se lo daba sin remilgos. Me encantaba follar con tan tremendo macho haciendo lo que le esperaba de mí, eso es todo.

Por eso como premio le recompensó mi madre con una buena mamada que terminó de limpiar aquella verga que tanto placer nos había proporcionado; ella también lo conocía. Lógicamente, y durante la doble sesión, nuestros gritos y jadeos debieron oírse fuera del apartamentoa. Trataba de imaginar lo que pasaba por la mente de mamá y me moría por saberlo. Tuvo que echarle cojones suficientes para tratar el asunto tal y como yo esperaba. Tan solo era cuestión de esperar a estar más calmados y hablar sobre el asunto. Finalmente después de afrontar la situación, mi madre creyó conveniente que todo siguiera como estaba, en la cena sobre la terraza se atrevió a hablar del asunto que no debía ni podía ser obviado, finalmente dijo mi madre... Sé que de vez en cuando tenéis relaciones y Pascual hasta ahora nos ha compensado a ambas sin problemas, si nos comprometemos a ser fieles a esta relación en un círculo cerrado no hay porque cambiar nada. Pascual también estuvo de acuerdo en el pacto de fidelidad en familia, y por mi parte dije que..., Yo estoy de acuerdo, no tengo intención de tener relaciones sexuales fuera de nuestro círculo, así lo sentía. Seríamos una familia atípica pero bien avenida. Él como hombre se sentía pleno en su vida sexual con dos amantes, envidia de cualquiera sobre la tierra. Dos mujeres hermosas, bellas y apasionadas. Una joven y otra madura, dos generaciones que cubren las expectativas, capaces de darte lo mejor de ellas exigiendo su recompensa de satisfacción como mujeres libres, sabedoras que tanto el macho como la hembra se necesitan en igual medida y exigen la misma complacencia sexual por naturaleza. Compartir a un amante conlleva organización y mi madre y yo éramos muy eficaces en tal logística, nos lo alternábamos, cedíamos o simplemente él elegía el coño en el cual entrar... nosostras complacidas de tenerle a nuestro pleno uso, nos relajamos y misterios de la vida resultó que las ligaduras de trompas no eran los suficientemente eficaces con al abotonamiento de esperma que Pascual eyaculaba dentro de la vagina de mamá. Un día nos dio la noticia que tras encontrarse mal y no entender el motivo fue a la consulta médica y le dianosticaron preñez a sus cuarenta y tantos años..., no podíamos creerlo, pero era cierto, Pascual consiguió preñar a mi madre con la trompas ligadas.

El tiempo pasó y la panza de mi madre iba creciendo más y más, se veía hermosa y feliz...mucho más cuando llegó al mundo una niña preciosa. La casa se lleno de una extreña alegría, algo que interioricé de tal modo no racionalizado, porque la ansiedad de verme como mi madre se fue haciendo cada vez más con mi estado de ánimo... "Mi subconsciente me pedía tener un bebé como mi hermanita", estaba claro quién sería el padre. Durante el cambio de diu, le pedí al doctor que necesitaba descansar y que comenzaría con anticonceptivos, unas pastillas que no pensaba tomar. Mis relaciones coitales con Pascual se intensificaron en el momento de máxima ovulación y con casi 18 años me quedé preñada de mi primer hijo. Mi madre lo aceptó un poco indignada por las manera unilatera de tomar una decisión tan importante en la vida de una mujer, sin embargo después de aquel leve altercado mi madre y nuestro esposo se congratularon de mi nuevo estado de preñez. Esta solo fue la primera vez que me PREÑÓ Pascual, con el tiempo lo haría un par de veces más...

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