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Como un domingo cualquiera con papá. (Parte 3)

en Amor filial

El agua de la ducha caía sin compasión, salpicando los azulejos de las paredes, y la sombra atlética de mi padre se dibujaba a través del cristal de las portezuelas… bendita el agua que besaba su desnudez, bendita su desnudez que despertaba mi lujuria. El momento mágico de mis encuentros sexuales con papá no había aplacado mi curiosidad, sentía unas ganas enormes de descubrir más. Mis pensamientos se distraían continuamente, recordando aquel tremendo falo penetrándome, me causaba tanto placer como vivirlo realmente. La imagen de sus huevos chocando en mi coño, se repetía hasta en mis sueños, haciéndome despertar con inquietud entre mis piernas y con las bragas húmedas perdidas entre las sábanas. Aquella tarde, me escabullí al interior del cuarto de baño, envalentonada por una curiosidad mal sana de espiarle, de recorrer nuevamente con mis ojos ese cuerpo que hace tan poco me había hecho mujer. Sus cuarenta y dos años apenas se apreciaban en un cuerpo tan bien cuidado, hasta el punto que en alguna ocasión nos habían confundido como pareja ¡Me encantaba que nos confundieran como novios!

Sin duda mi padre es hermoso, tiene la espalda ancha, los brazos fibrosos, las manos grandes que me hacían recordar como mis tetas se guarecieron en ellas. Los muslos fuertes como columnas macizas, un vientre firme lleno de suave vello y las caderas ágiles, muy ágiles para dar batalla…. Instintivamente mis ojos bajaron en el  instante en que deslizaba la espuma a su pelvis. Acariciaba su cipote, lo tomaba en su mano retirando el prepucio que cubre su glande y se lo enjabonaba, hizo un par de movimientos de subida y bajada, y automáticamente comenzó a endurecerse. Se templaba tomando forma de una arma que  apunta hacia el frente. Lo admiraba boquiabierta y se me antojaba ser herida, apuñaleada repetidas veces hasta matar mis bajos deseos de hembra complaciente.

Luego frotó con su otra mano sus potentes pelotas, dejando que  el agua tibia caliente sus ganas  y sé, que mientras se la halaba… pensaba en mí. No pude evitar que un estremecimiento en medio de mis muslos me traicionara, tampoco pude impedir que el tanga  se me mojara. Estaba allí, absorta, gozando en silencio, mirando como su virilidad masculina crecía hasta marcar sus venas y tomar el tono rojizo de un miembro que goza de una buena manoseada. Su verga había alcanzado el tamaño en donde yo con ambas manos no podía cubrirla. Ensimismado no se percató de mi presencia, levanté la pierna sobre el inodoro, haciendo a un lado el tanguita deslicé mis dedos por mis pliegues, imaginando que en lugar de  su mano fuera mi boca la que se acoplara a su sexo, sé que podía entrar y darle al menos una mamada, pero me sentía pegada al piso… ¡¡cómo me incendiaba viéndole masturbarse!! Colgado de la tapa del cajón de ropa usada, su bóxer se bandereaba. Fetichista acerqué mi rostro y percibí una vez más su aroma, como si llenándome por dentro de ese olor a macho pudiera aplacar mis enormes ganas de ser follada…

Soñaba con que me reclinara contra la pared, abrir mis piernas y a medida que el agua cayera sobre mis caderas, se insertara su pollón en mi coño… Apurada levante mi camisetilla, mis manos corrieron a masajear mis ubres, mis pezones dando muestras de alegría se tensaron y mis dedos se extendieron  hacia ellos para intentar calmarlos. Sentía mi sexo húmedo, los labios hinchados y el clítoris se levantaba exigiendo caricias. ¿Quién era yo para negarle a mi cuerpo el placer que necesitaba? ¿Cómo podía impedir que mis dedos bajaran a descubrir los caminos que me llevan a una buena corrida?, sin embargo pese a mis crecientes ganas, estaba embebecida, la espuma caía por la espalda de papá, perdiéndose en su trasero, mientras una ligero chorro de agua tibia bañaba su rostro deslizándose hacia el pubis, su mano continuaba aprisionando su falo mientras con la otra se apretaba los testículos, de rato en rato las intercambiaba acompañado de un suave gemido que se confundía con el ruido de la ducha. No pude aguantar un segundo más y no deseaba desperdiciar la oportunidad, cuando de pronto mis pensamientos se confundieron con los suyos y la  cortinilla se abrió y heme ahí con la cara de salida….

…las manos entre mi sexo y el cuerpo tenso en espera de un desenlace… -“¡¡Qué pasa nena…!! ¡No te apetece entrar a ducharte conmigo!” dijo mientras maliciosamente sonreía.

Sentí arder mis mejillas, avergonzada y excitada por su sonrisa, pero llenándome de altivez me dirigí hacia él diciendo…

-“¡¡No puedes salir de la ducha… mientras no me hayas enseñado a masturbarte!!”.Sus ojos se abrieron sorprendidos y su pollón volvió a tensarse….

-“Puedes hacerlo a la misma vez que me chupas la punta de la polla”.

Me arrodillé a la altura de su estoque haciendo lo que me dijo, con una mano le pajeaba la zona más oscura y la rosada se encargaba mi boca de darle placer. Cogí el ritmo de tragar y meneársela con giros de rosca hasta golpear su escroto relleno de sus dos macizos huevazos. La saliva convertida en baba se escurría por mis comisuras sobre mi chaqueta y faldita azul a juego. Unos tres o cuatro minutos después me elevó, dejando tan excitante tarea y…. Dulcemente me besó los labios, la frente, los ojos, el cuello. Juntos, él desnudo y yo con mi ropita de calle, salimos a la habitación, me acosté sobre la cama y le seguí realizando mi magistral felación. Le daba mil lengüetazos en el duro glande y me zampaba de nuevo su verga, para lamer desde los huevos hasta la punta sin dejar de pajearle su polla de hinchadas y marcadas venas. Al rato se puso en cuclillas mientras me ayudaba a recostarme sobre la cama dejándome despatarrada.

-“Ahora te toca a ti, verás lo fácil que es comerle el chochito a mi niña… Debes jugar con tus tetitas también…”.

Con sus manos abrazó mis senos dándoles suaves giros, primero hacia la izquierda, luego  a la derecha como si los enroscara, se sentía una tibieza especial, con sus dedos acariciaba hacia los costados, desplazándolos en forma diagonal desde las costillas hacia el centro, yo gemía entre cada apretón mientras él continuaba paulatinamente hacia los pezones rozándolos sutilmente y de cuando en cuando estirándolos sorpresivamente. Con dos dedos como si fueran una tijereta  sostenía una teta mientras su otra mano  atornillaba deliciosamente el pezón, luego intercalaba… su lengua se paseaba por la aureola abriendo la boca totalmente y succionando desde la base hasta terminar halando los pezones con sus dientes, los chupaba incansable haciendo que yo expulsara el tórax hacia adelante en busca de más succiones, ¡¡Moría de felicidad…!! Tomó mi mano e hizo que levantara mi seno a la boca, desde jovencita mis pechos pequeños pero de pezón empitonado, así que doblándose, con su lengua alcanzaba a rozar  mis pezones… ¡¡Qué  sensación más deliciosa!! Sus propios labios jugueteando en mis tetitas. Su mirada me animaba a continuar enardecida y cachonda. A la par él se agachó entre mis muslos, ensalivando mi coñito, su boca quedó presionada en mi pubis imprimiendo vaivenes arriba y abajo, que me hacían abrirme más.

Jugueteó en mis labios menores frotándoles con pequeños golpecitos de lengua, la fricción  aumentaba sobre el punta de mi clítoris. Frotaba la base en forma circular mientras su mano tiraba de mis labios manteniendo una suave tensión a la a vez que un par dedos se introducían  en mi vagina, dándome la  sensación de querer correrme. A medida que aumentaba la presión y el ritmo, mis piernas se abrían y cerraban buscando alargar las contracciones, y justo en ese instante se zambulló en mi vagina  atrapando los pliegues e introduciendo su lengua… no pude más, me tensé y exploté en un intenso orgasmo, que me dejó temblando. Entre jadeo y jadeo miré hacia abajo, su verga estaba endurecida. Se incorporó y sujetándome de la mano me llevó a la posición ideal...

-“¡¡Ven cariño… que ahora me toca a mí!!”

Sin decir más me tomó de las caderas obligándome a doblar mi cuerpo hacia adelante con mis manos contra la cama, la rajita de mi conejito hambriento quedó expuesta a sus intenciones, y agarrándome de la cintura, empezó un rápido de mete-saca, sus caderas golpeaban duro contra mi coño y a medida que aumentaba el ritmo de sus embestidas el calor de sus palabras se hacía más notorio.

-“¿Te gusta mi niña curiosa? ¿Te gusta cómo te la clava papá?”

-“Sí, papá dame… dame más fuerte, me gusta  mucho…”

-“¿Así está bien mi pequeña? o quieres más duro…”

-“Más duro papi…, más duro… ¡¡quiero correrme otra vez sintiendo tu polla partiéndome el coño!! ¡¡No tengas compasión y lléname la barriga de leche con tu gran polla!!”

Sus manos aprisionaron mis pechos, mientas su enorme tranca me llenaba de dura y caliente carne…el chorro de flujo vaginal caía en mis labios, perineo y mojaba mi ano… y el choque de su polla contra mi vagina, producía un chapoteo, chasqueando por fuera y por dentro de mí. ¡Qué bien me la clavaba! Entraba y salía sin piedad, follándome sin miedo de hacerme daño. Mi vagina se había acostumbrado a semejante torpedo y por alguna ley de la naturaleza mi útero estaba hecho a la medida del pollón de su progenitor…, solo por esa razón se podría dar cobijo a algo tan soberbio en cavidad tan pequeña.

Por momentos sus embestidas eran crueles, sin embargo mi cuerpo se acomodaba a sus desafíos… Se sentó y caí sobre él con las piernas separadas, le cabalgaba con furia, mis piernas son fuertes y no perdía el ritmo, ni tampoco  me perdía el placer de su rostro desencajado en un rictus de placer. Mi procedencia asturiana de raíces combativas se imponía, despertando a una guerrera hambrienta por dar la batalla…. Mis tetas se balanceaban y por momentos me tiraba hacia él suplicando ser besadas y chupadas, para luego ofrecerle mi lengua sin dejar de cabalgar. Me sujetaba de las caderas dirigiendo el compás e impidiendo que me detuviera. Estiró su mano a mi culo y me introdujo su dedo anular, con el que se perpetúan los esposos, en mi cerrado ano, haciéndome dar un respingo con un grito que intensificaba el placer que me estaba gestionando en mi conejito hambriento.

Noté como se dilataba, y facilitaba la introducción de su dedo en mi esfínter, enloquecida y a punto de explotar de nuevo dejaba que me follara salvajemente. Aceleré el movimiento disfrutando de deliciosas contracciones que invadían mi vulva. En un movimiento magistral mi padre me envolvió con sus brazos y me elevó sobre la cama como una pluma de igual manera que cuando era niña y me dejó acostada sobre las sábanas de espaldas y frente a mi macho. No dudé ni un solo instante en lo que era su intención y me despatarragó todo lo que pudo elevando ligeramente mi culo con la almohada, lo que obligó a mi chocho a quedarse entreabierto y a la altura perfecta para recibir al invasor. De nuevo se zambulló dentro de mí, a un ritmo frenético de bombeo, gemía tan fuerte que creía faltarme la respiración, secándoseme la boca por la hiperventilación. Nunca hasta ese día mi padre me había penetrado con tanta fuerza enterrando toda su verga en mi vagina como queriendo acabar con mi vida matándome a pollazos…, sin embargo aguantaba estoicamente cada acometida disfrutándola. Notando que me corría, apuntó un dedo contra mi clítoris alargando de manera gloriosa las pulsaciones y regalándome la mejor de  mis corridas.

Mientras me corría cerré los ojos y en poco me estaba besando, comiéndome los labios. En respuesta a su tierno gesto, le mamé la lengua igual que hacía con su magnífica polla. En esto él no dejaba de follarme y yo jadeaba emocionada, sintiendo aún como sus gordas pelotas golpeaban contra mi vulva hinchada y bastante irritada de cómo me ardía. Unas cuantas arremetidas más y el potente gemido de mi padre, tras la quietud convulsionada de su cuerpo me indicaron que también se estaba corriendo….

En ese instante percibí su chorro de leche invadir mi gruta más íntima, dejando mi ego por todo lo alto. La gran cantidad de esperma copó mi pequeña vagina, como tantas veces había hecho, perfilando un rezume de semen y flujo vaginal entre mis labios vaginales. Me quedé sobre la cama abrazando su pecho y mi cabeza acomodada en  su hombro, con mi útero repleto de semen y mi vulva también. En solo dos días, sus huevos acumulaban una cantidad desmedida de esperma para mí, que gustosamente recibía y esperaba.

Esa noche dormí deliciosamente, con el recuerdo de sus besos, llena de su néctar y su olor a macho que me embriagaba. Ni siquiera la primera vez utilizamos condón…, y el resto de las veces desafiamos a la naturaleza. Su esperma no tardaría en fecundarme si seguía inseminándome a este ritmo que iba creciendo día a día. ¡Si preñó a mi madre de mí a los dieciocho años, por qué no preñar a su niña a los veinte! Con él nunca me faltaría de nada y mi subconsciente lo sabía…, por eso me dejaba follar sin látex, permitiendo llenar una y otra vez mi chocho de esperma ansioso de conquistar mi útero. Deseaba preñarme de mi padre lo deseaba, quería darle un hijo sin lugar a dudas, pero también necesitaba terminar mis estudios.

El mes y medio pasó rápido y con él las vacaciones. Milagrosamente me vino la regla estando en Finlandia y eso me animó a seguir practicando sexo sin mesura ni protección. Mi padre estaba convencido de mi responsabilidad, creyendo que tomaba la pastilla anticonceptiva. Me marché entre lagrimones en un abrazo eterno en aquel pasillo desolado del aeropuerto. En casa me recibieron muy bien, especialmente la alegría de mis hermanastros a los que quiero mucho, los adoro como hijos míos. No obstante, la siguiente menstruación se retrasó y definitivamente no vino… Realicé el test de embarazo dando positivo. Sólo había tenido relaciones con papá y cuando lo conté en casa dije que deseaba dar a luz a mi bebé y que el padre no me interesaba que supiera nada, les mentí. Cuando hablé del tema con mi padre, vino a España de inmediato presentándose el sábado de esa misma semana para convencer a mi madre que la mejor opción era criar al bebé en Finlandia, con él. Mi madre en el fondo estaba encantada de deshacerme de una boca más que alimentar, y la otra de camino porque ella no pasaría la pensión alimenticia como hacía mi padre religiosamente y sobradamente. De vuelta en Finlandia se presentaba todo “Como un domingo cualquiera con papá…”

Nuestras ansias por tenernos eran incorregibles, nos amábamos y deseábamos con locura irracional, tanto era así que apenas me hallaba instalada papá me atrapó entre sus fuertes brazos y no fundimos en un beso húmedo que derretía los polos. El arrebato de despojarnos de la ropa hacían torpes nuestros movimientos tirando de la ropa haciéndola jiras para tenernos como Dios nos trajo al mundo… Me follaba como una perrita sumisa a cuatro patas, que es como más me gusta recibir a mi macho, me estaba dando con todo su badajo aliviando toda tensión jactanciosa que nuestros rebeldes cuerpos poseían. Percibía su verga ahondar en mis entrañas una y otra vez hasta que comencé a notar el acrecentamiento de las embestidas, los jadeos más continuados de papá y los pollazos más contundentes y…

-“¡Qué buen culo tienes para recibir mi verga! ¡Me vuelves loco nena! ¡¡Estás tan buena, que con mucho gusto te daré mi leche…! ¿Dónde la quieres, cariño…?”

No alcancé a responder, porque un orgasmo, me hizo gritar dejándome desmadejada. Pero él sin detener los embates continuó agitando su pelvis, hundiéndose en mi laguna con chapoteos en mi mar de jugos…me tenía el coño encharcado. Sus movimientos se hicieron más intensos, más rápidos, más profundos… como si a base de metidas me arrancara la vida y me partiera en dos con aquella animalada de verga dentro de mi estrecho conejito. Aun sintiendo una fuerte carga de sensaciones, le expuse mi trasero hacia atrás, facilitando la follada dispuesta como una putita sumisa que solo oye la voz del placer. En ese punto de la fornicación se perdía el respeto padre-hija, pasando a ser dos animales sedientos de sexo, un macho y una hembra.Empujó una vez más, profundo e intenso, noté la presión de sus brazos y la tensión de sus piernas junto con el dolor placentero que me producían sus dedos engarfiados en mis nalgas. La clavó de una sola vez en lo más hondo de mí y con un gemido potente descargó toda su semilla en mi interior. La tibieza de su leche estallando en mis profundidades en varios chorros convulsionados con resoplidos, me enorgullecía como hembra que satisface las necesidades de su hombre. Un semental al que quiere y del desea tener su más preciado sabor, el néctar producido en sus huevos exclusivamente para mí. Se dejó caer sobre su espalda, y yo me desplomé rendida sobre el pecho de mi padre. Nuestra respiración se iba calmando y el huracán volvió a ser brisa… Allí estaba mi amante todavía empalando mi coño bajo mi cuerpecito preñado de él, presionándole con mis tetas sudorosas…

Así comenzó nuestra historia de amor INCESTUOSO que continua hoy día. Para mí no habrá otro hombre más en mi vida que papá, que me desfloró maravillosamente sin sangrado, y si bien en sus repetidas incursiones durante el primer mes no me preñó, disfrutando de una relación gozosamente abierta, sí lo logró en un momento final y ese era el motivo por el cual ahora vivíamos como esposos lejos de las miradas de los demás y como padre e hija fuera de casa. Por mi parte, me alegro de haber guardado mi castidad para papá, quien hizo sentirme más mujer y fomentó la seguridad en mí misma. 

Continúa...

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