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El hombre de la casa

en Amor filial

Al abrir la puerta de la casa, escuché el soniquete de quienes están en pleno acto amatorio, el sonido del mullido colchón continuó con la misma cadencia, lo que demostraba que no se dieron cuenta de mi llegada. Me acerqué al cuarto de mi hija, origen de tal martillero fornicador, yo no hice ningún ruido sólo me limité a observarlos y la verdad fue impactante… ¡Al extremo maravilloso! Nacho se follaba a su hermana sobre ella completamente despatarrada en la posición del misionero, desde atrás se veía entrar su polla sin contemplaciones en el coñito mi hija. Entraba y salía con regularidad, por un instante toda aquella verga tan rica se hallaba fuera de la raja y un segundo más tarde desaparecía en el coño de Sandra…. Me asombró el tallo de mi hijo, era una tranca bien grande, pero además muy gorda al igual que su padre lo tenía de gruesa…, me atrevería a decir que se me antojaba incluso más carnoso, la vista era maravillosa. Si no fuera porque mis dos hijos eran los protagonistas de esa gran follada, contradiciendo cuanto percibía en mi excitado cuerpo, hubiese sido una visión sublime para mis instintos. No podía ver la cara de Nacho apretando con fortaleza en cada empuje…tensando sus glúteos cada vez que ahondaba en el útero de Sandra, enterrando todo el cipote hasta los mismos huevos una y otra vez, unas pelotas comparables a las de un toro bravo, aseguraría que él estaba gozando. De pronto me sentí mal al estar espiándolos, pero no podía dejar de admirar la belleza de dos amantes acoplados. Mi hija lo abrazó por la cintura con sus piernas, elevando un poco más el coño…entonces la clavada de su hermano se produjo más profunda y accesible sin cabe. Sus gemidos me hacían excitar más y pronto me empecé a calentar tremendamente, mis pezones saltaron duros y mis bragas se humedecieron sin poder pararlo.

Fue en ese momento donde recordé todas mis locuras de juventud…la cantidad de chicos que pasaron por mi chumino hasta que me preñaron de Sandra, con mi bebé en mis brazos maduré de golpe, pero eso no me quitó la calentura de coño que tenía, la misma que percibía en esos instantes oyéndolos gemir… deseé tanto tener ese hermoso mástil entre mis piernas, quería gozarlo y que me volvieran hacer mujer, pero era mi hijo y sólo podía ser una fantasía para mi cuerpo. En ese lapso de tiempo caprichoso oí un ronco gruñido de mi Nacho, vi como la hincaba al fondo del coño de su hermana soltando chorros y chorros de semen, los cuales no paraban de salir. Pese a lo perverso del acto, no obstante era maravilloso ver a mis queridos hijos gozar de esa manera. Cómo deseé haber sido yo la que con mi conejo hambriento hiciese gozar a mi hijo, rápidamente me retiré con cuidado de la puerta y regresé a la de entrada. Unos minutos después fingí regresar a casa, abrí y cerré con fuerza la puerta anunciando mi llegada, mi hijo contestó desde su cuarto, por un momento quise llegar a aquella habitación del concubinato, seguro la encontraría muy excitada y preocupada de encontrarla en ese estado de atolondramiento orgásmico, opté por ir directamente a mi habitación. Desde allí grité que me ducharía, entonces él contestó que saldría a la calle. Entré a mi habitación me desnudé lentamente frente al espejo, mi corazón latía sin parar… pude ver lo duro de mis pezones.  En muchos años no estuve así de estimulada, y mis bragas de algodón blanco qué decir lo mojadas que estaban. Sólo pensé en su cipote dentro de mí, así que me empecé a acariciar todo mi cuerpo, mis tetas, mi culo, mi coño…en segundos ya tenía dos dedos metidos en la raja de mi vagina encharcada, me acariciaba frotándome duro la pepita imaginando que era la verga de mi Nacho perforándome. Tomé mi consolador, me acosté y gocé metiéndomelo hasta que gemí del gusto de mi corrida. Entré a la ducha y ahí tuve otro orgasmo haciendo resbalar el agua tibia por mi cuerpo.

Perdidamente enamorado de Sandra, tengo que admitir que esa semana fue una locura total, se había producido el choque de dos tres que circulaban por la misma vía con sentidos opuestos a todo vapor…, apenas podíamos controlar nuestros impulsos y cada día provocábamos situaciones que nos llevaban al límite del morbo efervescente. Uno de esos días, mi hermana preparaba su desayuno en la cocina haciendo. Llevaba una de sus camisetas anchas que le llegaban justo por debajo de sus nalgas, disponiendo sus maravillosos muslos al aire, y su culo al menor descuido que utilizaba para dormir. Los días que mi hermana decía de preparar el desayuno, mi madre se despreocupaba de todo, quedándose en su despacho organizando papeles de última hora dejando que ella preparase todo. Pero al entrar en la cocina no lo pude evitar… cogí por la cintura desde atrás a Sandra, frotando mi abultado sexo sin avivar contra su trasero. ¿Qué haces? ¿Estás loco? Susurró echando la cabeza hacia atrás. – Si te callas no nos oirá, contesté besándole el lóbulo de su oreja izquierda mientras me masturbaba. Sabía perfectamente que ese era su punto débil y soltando un leve suspiro se rindió. La incliné sobre la encimera de la cocina levantándole la camiseta para dejar su culo al aire, como si ya no nos importara que nos pillaran, bajé sus braguitas hasta la mitad de sus muslos. Guiando mi cipote con pericia la penetré muy suave aferrado a sus caderas. El rígido ariete se deslizó como por un tobogán de agua en la gruta apretada de mi amada hermana. Llevábamos al menos dos días sin tocarnos… por diferentes causas no coincidimos. Debido a esa ansiedad estuvimos follando durante solo unos minutos que se hicieron un flash, muy afín a la manera que un semental monta a la yegua, pero no tan rápido. El caso es que no duramos nada, llegando ambos casi a la vez a un tremendo orgasmo. Mi hermana siempre había sido una chica maravillosa y ahora la percibía como inconmensurable deliciosa, capaz de controlar los espacios y los tiempos para mostrar la más absoluta normalidad después de haber echado el mayor de los polvazos. Hasta el momento no habíamos utilizado condones y ya le había llenado el útero varias veces de mi fecundo esperma. Inconscientemente presentíamos que no quedaría nunca preñada… De poco nos servía la experiencia de mamá al quedarse preñada de Sandra. Nacho, no es que sea mi hermano pero es el chico más guapo de entre todos mis amigos y los suyos. Todo empezó cuando ambos rompimos con nuestras parejas, ese motivo nos unió más como amigos que como hermanos y sin saber cómo surgió que necesitábamos gozar de nuestros cuerpos, y en especial a él de mis tetas. Le encanta besármelas y chuparme los pezones. A mí que lo haga con esa pasión. Ese día coincidimos en la cocina como era costumbre y mi madre despreocupada en su despacho con su trabajo. Antes que me diera cuenta comenzó a tocarme y chuparme las tetas… me había bajado las braguitas a medio muslo para pajearme el clítoris. Yo ya le había sacado la verga del pantalón y se la masajeaba a modo de masturbación desliando arriba y abajo su prepucio, como ya muchas veces lo habíamos hecho. Me incliné para chupárselo mientras él me follaba con los dedos por entre las nalgas, casi siempre así se lo hacía hasta que eyaculaba en mi boca una buena ración de lefa mañanera, pero esta vez me interrumpió haciendo que me incorporara y procedió a sacarme completamente las bragas. Luego hizo que levantara una de mis piernas tirándome sobre la encimera, y llevó su pollón erecto a mis labios vaginales colocándolo entre ellos en actitud de metérmelo, yo le decía sin convicción que no lo hiciera pero tampoco hacía nada por evitarlo, la extrema excitación que en esos momentos tenía me inducía a dejarme follar a primera hora del día… sentir dentro de mí aquel hermoso instrumento de placer me alegraba el resto del día.

Estaba poseída por la lujuria y solo me importaba en esos momentos disfrutar de mi sexualidad, no interesaba si mamá llegaba de improviso pillándonos follando o los riesgos que me follara sin protección alguna preñándome…, solo quería sentir el placer de ser poseída por un hombre, mi vagina estaba derramando su jugo debido a la intensa cachondez en que me encontraba. Nacho empujó un poco su verga hacia adentro de mi coño, logró penetrar la cabeza de su aparatoso falo, por la buena lubricación que daban mis fluidos vaginales, su verga se incrustaba con suma facilidad cada vez más hondo, incluso yo misma empujaba mi cadera para ayudar a la penetración de la riquísima verga de mi hermano. En un momento dado su ariete encontró a su paso una dureza, algo similar a un obstáculo que le impedía penetrar más, creí que ya me lo habría metido por completo pero al comprobarlo con mi mano, aun le quedaba por entrar poco más de la mitad de su verga, sin meditar lo que estaba sucediendo le animé diciéndole… - ¡Fóllame, métemela toda!, Nacho empujó con vigor y yo hice lo mismo con mi cadera, sentí un poco de dolor al que no le di importancia y entonces la verga de mi semental continuo su camino a mis entrañas.

Con extremada delicia sentía como cada centímetro de su sabroso falo iba entrando en mi útero…, nuevamente el avance se detuvo, pero esta vez ya solo sus huevos estaban fuera de mi candente hendidura vaginal, sentí la gloria al tener aquel suculento cuerpo extraño invadiéndome dentro de mi ser. Los movimientos de vaivén se generalizaron por parte de él y yo movía la cadera en círculos como lo había visto en las películas porno que en ocasiones acostumbraba mirar cuando me masturbaba. Esas folladas de… “Aquí te pillo aquí te mato”, era lo más bueno que me solía pasar antes de salir camino de la Universidad. Solo con Nacho me ocurría, satisfaciéndome el instinto animal… ¡Tener un orgasmo provocado por la penetración del miembro viril de un hombre!, Nacho no aguantó mucho y cuando se iba a "correr" la clavó en mis entrañas abriéndome la vagina  en lo más profundo para derramar su esperma sobre mi útero. Entonces volvimos a la realidad de donde estábamos y presurosos nos arreglamos la ropa, yo me puse las bragas sin limpiarme la leche que rezumaba de mi raja y me coloqué el camisón bien estrado. Él se metió la verga flácida al pantalón y nos pusimos a acabar de preparar todo para desayunar como cada mañana, un poco temerosos que mamá nos hubiese oído.

– Anda, tonto Ahora pon la mesa antes de que mamá sospeche algo, le soltó en voz tenue subiéndome las braguitas y colocándose la camiseta enrollada en su cintura. – Te quiero, hermanita. – Y yo a ti nene, eres fabuloso e irracional. Ningún tío ha sido capaz de darme tanto como tú. Me besó en los labios para volver a estar pendiente de la tostadora donde estaban metidas las rebanadas de pan. Cuando llegó mamá todavía no se me había normalizado el pulso, pero pronto acabé y me marché. En pocos minutos la casa se quedó desierta. A la vuelta era distinto, cada tarde que mi madre salía a dar algún una vuelta con Raúl, su actual novio, aprovechábamos para hacer el amor en cualquier rincón de la casa, desde la cocina hasta el salón. Los días que coincidíamos con ella en casa, nos las ingeniábamos para pasar la noche juntos, alternando las habitaciones o para ducharnos follando bajo el agua tibia de la ducha. Así, estuvimos hasta el fin de semana haciendo una media de dos polvos al día… estábamos desatados…, unas simples caricias nos encendían como cerillas, hasta el punto de acabar revolcándonos y comiéndonos cada vez con más desinhibida despreocupación de ser pillados por mamá.

Una ex gran amiga. Aquel sábado, Sandra había salido para ir a ver a Lucía, supongo que para quedar en salir por la noche. Este era un problema que aún no habíamos afrontado… salir en pandilla con nuestros amigos sin que se notara nada. No sabía si sería capaz de estar toda una noche al lado de mi hermana sin poder besarla, ni acariciarla, pero teníamos claro que una cosa era la intimidad de las cuatro paredes de nuestra casa y, otra muy distinta, una discoteca abarrotada de gente. Estaba pensando en estas cosas cuando sonó el timbre, cosa que me extrañó porque tanto Sandra como mi madre tenían llaves de casa. Abrí la puerta, esperando que fuera el cartero o quizás alguien pidiendo limosna, y me encontré de bruces con Carmen, sonriendo ante la entrada de mi casa. – Hola guapo, ¿me echabas de menos? Dijo con una radiante sonrisa. Estaba preciosa como siempre, con un pantalón vaquero ajustado muy bajo de caderas y un una rebeca cruzada por el frío de la mañana. – ¡Carmen! ¿Qué haces aquí? Dije algo nervioso por la situación. Allí estaba la chica que había hecho posible todos mis sueños, pero con la que también tenía una relación, que no sabía muy bien como catalogar. – Pues que como llevas una semana desconectado y no sé nada de ti he decidido venir para pasar el fin de semana contigo, me dijo entrando en mi casa y rodeando mi cuello con sus brazos. – Lo siento mucho, Carmen Yo no… decía tratando de separarme de ella a fin de evitar cualquier excitación inapropiada, pues uno puede ser fiel pero sigue teniendo sangre en las venas.

Pronto se percató de mi sutil rechazo… – No seas tonto, Nacho tu hermanita me lo ha contado todo ¡relájate, ¿vale?! Me dijo riendo y cogiéndome de la mano para llevarme al sofá del salón. Yo la seguía como un zombi, sin saber muy bien que le habría contado mi hermana…, me sorprendí a mí mismo, mirándole el culo como hacía antes... es que tiene un jodido culo que es la muerte. Nos sentamos en el sofá y, sin soltar las manos, me preguntó… – Bueno, cuéntamelo todo Quiero saber cómo estás. – ¿Qué te ha contado mi hermana exactamente? – Lo suficiente como para que me resulte raro que a estas alturas la sigas llamando hermana. Me hizo el símbolo de la unión matrimonial entrelazando los dedos pulgar e índice de ambas manos… Pues sí, lo siento estoy con ella, queremos intentarlo aunque sea difícil… mirando al vacio sin querer afrontar su mirada. – Oye nene, que no tienes nada que lamentar, ¿vale? cogiéndome la barbilla para fijar nuestras miradas. – Tengo que admitir que me gustas mucho, pero los dos sabíamos lo que buscabas. No estoy enfadada.  – ¿De verdad? No me creo, las mujeres sois muy rencorosas…

– De verdad. Nada que no te pueda perdonar a cambio de esto… Soltó echando mano a mi entrepierna, provocando que yo diera un salto del sofá. – ¡Que es broma hombre!  Mofándose soltó una carcajada traviesa. – Quiero que sepas que tú también me gustas mucho y que, quizás, fuera mucho más fácil que siguiera enamorado de ti en lugar de mi… corté la frase al darme cuenta de lo que iba a decir… – Que de Sandra, me completó la frase. – Si eso, pero no lo he podido evitar. – No me digas esas cosas, que nada más con tus disculpas ya me estás diciendo cosas más bonitas de las que ningún hombre me ha dicho nunca. Respondió haciendo un gesto de abanicarse ante el calentón que le provocaban mis palabras. – Aunque no te lo creas, no sabes lo que me alegro por vosotros. Estoy lo bastante buena como para encontrar a alguien que me quiera y me ame como tú a Sandra… – Lucho, por ejemplo  – ¿Luisito? preguntó con los ojos como platos. – ¡No me jodas que ahora me vas a hacer tú de celestino! – No mujer, pero es un buen tío y me dijo que follabas como una leona. – ¿Eso te dijo?  Viendo por primera vez algún gesto de vergüenza en la descarada amiga de mí hermana. – No sé, creo que pegáis un montón, él tan cortado y tú tan lanzada. Además ya lo conoces en la cama, solo te falta conocerlo como persona. – No, si no digo que no, el chico se mueve bien, pero… – No dice la tía, reí con ganas de lo receptiva que era Carmen para cualquier cosa. – ¿Por qué te ríes de mí? Además no estábamos hablando de mí ¿Me vas a contar como ha ido todo? – Mejor me cuentas tú, lo que mi hermana te ha contado a ti. – Bueno, pues me ha dicho que os habíais acostado y… – ¿Por ahí ha empezado? pregunté un poco decepcionado… – ¿Me vas a dejar acabar de hablar?  – Sí, sí Perdón. – Pues eso, que no pudo evitar acostarse contigo…, que tenía miedo a lo que podía pasar, pero que la tentación era demasiado grande… ¡Al final has conseguido lo que querías! – No sé, esperaba que ella sintiera otra cosa, no parece que esté enamorada de mí. – ¿Pero qué dices, nene? ¡Está colgada por ti! Por supuesto que tiene dudas, pero nunca me había hablado así de ningún tío. Además, por lo visto, piensa igual que yo. – ¿Qué? – ¡¡Que follas de puta madre!! Claro que con esa polla es fácil darle gusto a la chica….

En ese momento, no pude evitar reír a carcajadas al imaginarme esa frase saliendo de mi hermana… Carmen se contagió de mi risa y me miraba con gesto tierno. La verdad es que era una tía increíble y su reacción ante la relación entre mi hermana y yo era digna de estudio. Dejamos de reír para mirarnos el uno al otro. Por un momento, temí que intentara besarme porque, en verdad, no sabía cómo podía reaccionar ante algo así. – Te echaré mucho de menos, dijo con los ojos vidriosos y alguna lágrima. – Carmen, no iré a ningún lado, siempre me tendrás…, te has ganado nuestro agradecimiento de por vida. Traté de calmarla, limpiando su mejilla con el dorso de mi mano. – Ya lo sé Nacho, si aunque no lo parezca ahora mismo, estoy muy feliz por vosotros. Cuando yo llegué al barrio, la primera amiga que tuve fue tu hermana, para mí es como si fuera mi propia hermana. Y tú, bueno, ya sabes… Sonreí con gesto de expectación ante lo que iba a decir de mí…, ella se dio cuenta de mi gesto y acarició mi cara con sus manos. – Tú eres como el hermano pequeño que siempre daba el coñazo, pero de repente te convertiste en cisne. El día que me constaté lo que te pasaba con tu hermana, me pasé toda la noche dándole vueltas sin saber que hacer…, si llamar a tu hermana, o pasar del tema, pero entendí lo mucho que habías confiado en mí y tenía que ayudarte, aparte de que estás buenísimo y eso también ayuda. Volvió a bromear rompiendo lo sentimental del momento. – Muchas gracias Por lo de cisne, no por lo de buenísimo. – Ya en serio; quería venir a verte antes de esta noche, tu hermana no sabía que iba a venir este fin de semana. Yo quería aclarar las cosas contigo. – Lo entiendo, Carmen. – Esperaré a tu hermana para darle una sorpresa y está noche nos iremos a celebrar lo vuestro. – Bueno, eso es lo malo de esta situación, que no podemos celebrarlo ni hacerlo público... – ¡Nacho! No te estoy hablando de hacer una presentación oficial de la pareja, si no de tomarnos unos chupitos los tres, para celebrar que nuestro plan salió a la perfección. – No le he contado nada de nuestro plan. – ¿Ah no? Pues creo que deberías.  – ¿Y si se enfada? Pregunté un poco inseguro. – Mira, tu hermana es un poco menos lanzada que yo…, pero el hecho que esté follando con su hermano, si me permites la expresión, creo que demuestra que está preparada para escuchar cualquier cosa…explicó Carmen tratando de tranquilizarme. – Quizás, pero por ahora prefiero no arriesgarme a enfadarla ¡Por favor, prométeme de no se lo contarás!  – Vaaaaale, pero a cambio de una cosa. – ¿Qué cosa? La miré un poco preocupado por su intercambio. – Quiero un último beso tuyo. Quedé un poco cortado, porque no sabía que decir…, no sabía si bromeaba o no, pero por mi cabeza pasaba la idea de que no estaba bien besar a otra chica ahora que Sandra formaba parte de mi vida amorosa.

Carmen me demostró que no bromeaba al acercarse a mí, arrinconándome en mi lado del sofá y besando, primero muy suave, mis labios, para después darme un pequeño bocado en el inferior. Mi boca se abrió tímidamente para recibir su lengua. Con diferencia, el beso más tierno que me había dado Carmen desde que la conozco. Se separó de mí, poco a poco, mientras yo la miraba con los ojos como platos y la verga se me había puesto durísima. Me faltaba el aliento y, aunque pensaba en mi hermana, por un momento pensé cuando me abalanzaba sobre ella de novios. No podía hacerlo y eso me demostró que estaba más colgado de mi hermana que nunca. – Que facilón eres, Nacho…te has puesto cachondo, rió Carmen dándome otro besito en los labios… – ¿Ya estás besando a otra mujer?Creo que al ver mi cara avergonzada por pensar que había traicionado a mi hermana, Carmen reaccionó dándome un sonoro bofetón que me puso la cara roja. – Es broma, Nacho, dijo cogiéndome de nuevo de las manos. – Me halaga que aún te levante pasión, pero despreocúpate, no pienso decir nada de esto… sé lo colgada de tu hermana por ti. Manteniendo la distancia… – Yo sólo quería besarte por última vez pero nunca, y escucha bien esto, nunca pondría en peligro vuestra relación. Te vuelvo a repetir que os quiero más que a mi vida. Ante esta declaración tan sincera e impactante, no pude evitar dejarme abrazar a ella. Sentir su pecho pegado al mío y su cabeza echada en mi hombro, sin ninguna connotación sexual por primera vez, me hizo feliz. Éramos dos amigos abrazándose, diciendo con un gesto que siempre nos tendríamos el uno al otro. – Anda, vete a la ducha qué es tarde y hueles a tigre,dijo tapándose la nariz y alejándose de mí. – ¡Qué tonta eres! Dándole un pellizco en el muslo y levantándome del sofá para dirigirme a las escaleras… – ¿Te vas a quedar aquí a esperar a mi hermana? – Hombre, si quieres invitarme a la ducha contigo, bromeó como siempre… – ¡Carmen! Protesté… – ¿Qué quieres? Una no puede cambiar de la noche a la mañana, ¿no?  Además, que no pueda probar, no quiere decir que no pueda mirar y tocar, ¿verdad? – Eres una chiquilla incorregible, le dije mientras subía las escaleras escuchándola reír y como ponía el televisor, como si estuviera en su casa. Llegué a mi habitación y cogí ropa interior limpia para irme a la ducha…, la verdad que era bastante temprano aún para prepararse para la noche, así que escogí ropa deportiva para estar en casa después de la ducha.

El secreto de una amiga. Abrí la puerta de mi casa tras venir de casa de Lucía… había quedado con ella para pasar la tarde y planear la noche. Pero no me entretuve mucho, porque sabía que mi madre había salido con Raúl y no quería desaprovechar la ocasión de pasar la tarde con Nacho en casa. Al entrar escuché el televisor puesto, lo que me extrañó porque Nacho, si estaba solo en casa, siempre veía la tele en su habitación. Pero pensé que quizás se había quedado en el salón para esperar a que yo llegase. Entré con una sonrisa y me quedé de piedra al ver sentada en mi salón a mi amiga Carmen. – Vaya cara que has puesto cariño… dijo riéndose de mí. – ¿Esperabas a otra persona? – CARMEN, grité para echarme encima de ella para caernos al suelo desde el sofá. – Tía, que me vas a romper la espalda – ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me has avisado de que venías? La martilleaba a preguntas mientras no dejaba de darle besos por toda la cara y cuello. – Para, para, paaara… reía ella escandalosamente tratando de quitarme de encima de ella. Me senté en el suelo, dejando que se incorporará con dificultad…, no podía dejar de mirarla con una sonrisa en los labios... – que paliza me has dado. – Lo siento, me disculpé dándole otro beso en la mejilla… – ¿Y cómo has entrado en casa? – Me ha abierto Nacho. Por un instante una sombra de oscuros celos se cruzó en mi mente…, escuchar de boca de Carmen que había estado a solas con mi hermano, después de los encuentros sexuales de los había llegado a ser testigo, me hizo sentirme incomoda. – ¿Y esa cara? ¿No me digas que estás celosa de mí? – Ya sé que es una tontería, lo siento.  – Nena, tienes un novio que es un sol, pero es tu sol.

Menudo subidón escuchar la palabra novio relacionándolo con mi hermano…, no había pensado nunca en eso, el hecho de que él fuera mi novio. Me entró vértigo de solo pensarlo, poco a poco pensé, cada cosa a su momento. Que conste que me he insinuado y me ha rechazado.¿Qué te has insinuado? Pregunté nerviosa. – Serás...Que no mujer, sólo he venido para hablar con él. Creo que merecíamos tener una charla, ¿no?¿Y te rechazó? Seguí preguntando, interesada solo en la parte de la conversación que me convenía. – Escuchas lo que quieres, ¿eh? Mira, no debes temer por Nacho, está loco por ti, en serio, hemos hablado porque quería saber cómo estaba él, porque aunque no te lo creas, hemos llegado a ser muy amigos – ¿Y dónde está ahora? – En la ducha. Juro que no he subido a mirar… dijo poniendo torpemente el gesto de Star Trek que usábamos mi hermano y yo. Cogí su mano, y le separé los dedos para ayudarla a que el gesto fuera perfecto, ella me miró sonriendo como agradeciendo el gesto. – Ahora si me perdonas, creo que alguien me espera en la ducha, le dije con cara de niña mala. – ¡Vaya con la mosquita muerta! Rió dándome un cachete en el culo al levantarme. – Espera que suba contigo y me quedo en tu habitación que aquí me aburro.

Subimos las dos bromeando, pero mi mente ya estaba puesta en meterme en la ducha con Nacho, porque estaba realmente excitada de imaginármelo desnudo bajo el agua. Entré en la habitación con ella y empecé a quitarme la ropa, hasta quedar totalmente desnuda. – Bueno, ahora vengo, dije dirigiéndome hacia la puerta. – Podrías dejarme la puerta entreabierta…Me debes una. – Serás... le grité tirándole un cojín antes de salir del cuarto, mientras ella lo esquivaba entre carcajadas. Abrí la puerta del cuarto de baño y mi hermano dentro de la ducha se asustó al verme… tras pensarlo un momento, dejé la puerta entreabierta ¿Por qué no hacerlo? – ¿Te has asustado o esperabas a otra persona? Bromeé mientras me acercaba a la ducha sensual…

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