De esposa ejemplar a ramera empedernida II
Consuelo 01
Buenas tardes tengan todos ustedes, he vuelto con una nueva serie, pero no sobre mi vida sexual, pues esta vez se trata de mi madre. Si leyeron los relatos de Tito, específicamente "Consuelo, mi Consuegra" y "Coni, mi Perrita, mi Esclava y mi Mujer" sabrán ya que mi mamá resultó ser tan puta como yo. De tal palo, tal astilla, pues no solo de ella heredé mi voraz apetito sexual, sino también mi belleza, pues a sus 50 años era aun una mujer sumamente hermosa.
Decidí titular así su serie pues de esto se trata, de cómo una mujer madura que había llevado una vida marital como la casi perfecta esposa había pasado a llevar una doble vida desde la muerte de su marido, mi padre, y había sabido ocultárnosla a todos tan bien que hasta me cuesta creerlo, incluso se había hecho amante de mi suegro Tito en mis propias narices y yo ni en cuenta. Pero bueno, creo que lo mejor es dejarlos solos con ella para que mi mami, mi hermosa, caliente y puta mami, los haga disfrutar de su historia. Besos y abrazos.
Garganta de Cuero.
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El frío aire de la mañana me pega en la cara, me encuentro frente a la ventana, vestida solamente con una breve bata de seda, mi curvilíneo cuerpo apenas es cubierto por la delgada tela. Detrás de mi aun dormían plácidamente Tito, mi marido, mi amigo, mi amo, y Silvi, su otra mujer. Si, ya saben de quienes estoy hablando, es Tito, el padre de Kike, mi yerno, y, Silvia, la madre de Alberto, el mejor amigo de mi hija Lalita y uno de sus maridos.
Desnudos, envueltos entre las sábanas, Tito y Silvia aun dormían profundamente. Me da ternura verlos, el tan fuerte, tan varonil, al lado de ella, tan linda y delicada, con su piel blanca y cabello rubio descansando sobre su hombro, la sábana corrida dejando casi expuestas sus 2 impresionantes mamas de mujer madura (51 años) y una de sus pálidas nalguitas asomándose traviesa hacia el frío aire exterior, ¡qué linda! Ella es ahora mi mejor amiga y mi amante, puedo decir que estoy enamorada de los 2.
Aun tiene restos de semen en sus labios de fresa y sobre su rostro de muñeca de porcelana, pruebas de la larga noche de pasión que nuestro amo y señor nos regaló, como siempre. ¡Ah, cómo me gusta ese pene, largo, de 30 cm., gordo como un antebrazo (6 cm. de diámetro)! ¡Cómo me gusta ser penetrada no, barrenada por ese hermosos pedazo de carne, que estremezca cada pedazo de mi piel con cada embestida!
Le mamamos la verga por un buen rato entre las 2, luego, me colocó boca arriba sobre la cama y me penetró, haciéndome sentir como si me partieran por la mitad. Silvi se sentó sobre mi rostro, restregando su caliente y mojada vulva sobre este, sintiendo como mi ávida lengua recorría cada recoveco de su sexo, sorbiendo sus jugos como si se tratara de un néctar divino, mientras ella, estirándose mucho, lograba sodomizar a nuestro marido con un vibrador, metiéndoselo a través de su ano. Acabé a gritos con la fuerza y violencia que caracterizan a mis orgasmos, quedando semi inconsciente, incluso llegué a orinarme.
Luego Tito dio cuenta de Silvita, la arrinconó contra la pared, la cargó y se puso sus piernas sobre los hombros y así la penetró como un loco violento, comprimiéndola contra el frío muro, sintiendo como los gigantescos senos rubios de su otra mujer empujaban contra su pecho peludo y nervudo. Cuando me recuperé me arrodillé detrás de nuestro semental, separaba sus carnosas nalgas con las manos y me dedicaba en cuerpo y alma a lamerle y chuparle el ano, sabiendo cuanto le gusta esto a el. Silvi también acaba con violencia, y el entrar y salir de ese soberbio ariete provocó que alcanzara el clímax a gritos también y quedara suspendida en brazos de nuestro amado como una muñeca de trapo.
Para cuando le llegó de nuevo mi turno, yo me encontraba recuperada por completo. Tito me puso en 4 sobre la cama, sujetándome del cabello y dejándome ir con fuerza su tremendo palo. Mi piel morena enrojeció enseguida y mis ojitos le pedían más, abiertos como platos. Silvi se acostó boca arriba, con la cara bajo los 2 sexos y se dediqué a lamérnoslos y chupárnoslos, hasta que se bebió el fortísimo orgasmo que volví a tener.
Tito no cogió y nos hizo lo que se le dio la gana, nos regaló a cada una 2 orgasmos antes de decidir acabar, nos colocamos de rodillas en el suelo mientras el se metía el vibrador entre el culo y se pajeaba con fuerza, nos regó las caras con su abundante dotación de esperma, para luego fundirnos las 2 en un largo, húmedo y caliente beso que buscaba limpiarnos los rostros de la esperma y compartirla entre nosotras. Luego, los 3 caímos en el dulce sueño post coital sobre la cómoda cama king size que el compró.
Qué diferente es mi vida ahora, pareciera que todo lo que viví al lado de mi marido hubiese sido una mentira, un sueño, que a veces se convertía en pesadilla. Me parece que fue ayer cuando el llegaba borracho a la casa luego de irse de fiesta con sus amigos, más o menos 2 o 3 sábados de cada mes. Tambaleándose avanzaba buscándome a mi, y aunque apenas podía caminar recto, perseguirme y someterme si lo podía hacer sin mucho esfuerzo. Y yo, para evitar que mis hijos pudieran verme golpeada, humillada y vejada, siempre terminaba encerrándome con el en la habitación, siempre, cada noche. Allí ya sabía qué hacer.
¡Perrhha, perrsha zucia! me decía ¡Shosh una perrzha zucia!
No sé qué le daba por insultarme cuando estaba borracho, pero siempre era lo mismo, me cruzaba la cara de una fuerte bofetada, luego otra y otra, yo apretaba los dientes y cerraba con fuerza los labios para no gritar, luchando por aguantar el miedo que ese hombre bolo me daba.
Te voa enseñash pa´qué zhirven lash mujeresh me decía, pronto me aprendí de memoria las divagaciones de borracho que precedían al acto de tomarme por la fuerza shirven para cogerhh, para mamash verga y pa´que se les verguee y tal y como decía, hacía.
Se quitaba el cinturón, era ya casi como una ceremonia, lo hacía despacio como queriendo que lo viera todo como en cámara lenta. Luego me empezaba a azotar, yo le suplicaba en voz baja que parara, que por favor me perdonara por esa noche, que ya no podía más, pero jamás recibía piedad.
Orha vení y mamámela perrha shushia, yo zé que te usta, puta assquerhoza
En minutos ya me encontraba de rodillas, frente a mi marido, que de pié, con la camisa abierta y el pantalón y el calzoncillo en sus tobillos, me daba su miembro en la boca para que se lo chupara. Su cuerpo rollizo y corpulento se veía desde mi posición no sé, imponente y amenazante, pero también repelente. Yo siempre terminaba así, de rodillas frente a el y con mi vestido desgarrado, la cara enrojecida camino a llenarse de moretes, la nariz sangrante y largas marcas rojas en la espalda y pechos, producto de los azotes.
Me sujetaba de los cabellos mientras metía violentamente su falo entre mi boca, ensartándomelo hasta la garganta. Literalmente me cogía por la boca mientras trataba de empujarlo tímidamente, como una última manifestación de defensa y para poder tomar un poco de aire. Pero el no se detenía nunca, el alcohol lo ponía como loco, totalmente fuera de si. Sus ojos desorbitados brillaban por la fuerza de la lujuria enferma que cargaba, a cada golpe de sus caderas, mi rostro se deformaba un poco más, hasta quedar convertido en una mueca histriónica de una verdadera cara humana. El a veces terminaba en ese punto, lo oía rugir, bufar y reír, mientras descargaba uno a uno los chorros de esperma dentro de la garganta de su maltratada esposa. Y yo, pobre mujer estúpida, me afanaba, con lágrimas escurriendo por mis mejillas, en tomar un poco de aire y no ahogarme, conteniendo mi llanto y mis gritos de dolor.
Entonces me soltaba por fin, y mientras se derrumbaba pesadamente sobre la cama me quedaba tosiendo en el suelo, escupiendo cada gota de esperma que me había depositado. Tosía y lloraba, preguntándome en voz baja "¿por qué?, ¿por qué?", mientras Carlos ya estaba roncando. Pero a veces no era suficiente, a veces Carlos quería más
¡¡OOOOHHHHH!! ¡¡OOOOHHHHH!! ¡¡JUAN!! ¡¡MMMMMM!! ¡¡JUAN!! gemía desesperada.
¡Abrite perra!
¡¡JUAN, YA NO AGUANTOOOOO!! ¡¡¡POR FAVOOORRRRJJJUUUUAAAANNNNNNN!!!
¡Abrite perra! ¡Yo sé que a las perra como vos les usta que les den así! ¡¡ABRITE Y CALLATE!!
¡¡JUAN!! ¡¡JUAN!! ¡¡POR FAVOR AMOOOORRRR!! ¡¡TE LO SUPLICOOOOOOO!!
¡¡A CALLAR!! ¡zap, zap, zap!, me golpeaba con fuerza cuando trataba de protestar, cuando no hacía lo que el quería, sin importarle que llorara a mares por el terrible dolor que provocaba ¡¡QUÉ RICA ESTÁS MUJER!! ¡¡OOOHHHH, QUÉ RICO!!
Mi marido, montado sobre mi y metido entre mis piernas abiertas, me enterraba como un loco salvaje y desesperado toda la verga. El rictus de mi rostro hablaba de un intensísimo dolor, mis grandes senos se mecían a pesar de estar aplastados por el pesado cuerpo de mi esposo. Y yo seguía gimiendo, sintiendo como el duro, largo y pesado ariete de mi amo y señor atravesaba sin piedad ni consideración las suaves y delicadas carnes de mi sexo.
¡¡¡OOOOHHHHHMMMM!!! ¡¡¡OOOOHHHHHMMMM!!! ¡¡¡YA JUAN, YA-YAAA!!!
¡¡¡CALLATE VIEJA PERRA!!! ¡¡¡OOOOHHHHH!!!
¡¡¡YA NO AGUANTO JUAN, YA NO AGUANTO DE VERDAD!!! ¡¡¡ME HACÉS DAÑO AMOR, ME HACÉS DAÑO!!!
¡¡AGUANTÁ VIEJA PERRHHA!! ¡¡A VOS TE USTA QUE TE DE ASÍ!! ¡¡A VOS TE GUSTA QUE TE TRRATEN COMO UNA PUTA!! ¡¡¿CON CUÁNTOS HAS ESTADO MALDITA?!! ¡¡¿CON CUAAAAAANNNNTOOOOOSSS?!! a cada grito era un nuevo y brutal golpe contra la ya hinchada y enrojecida cara de mi madre ¡¡¡SUCIAAAAA¡¡¡ ¡¡¡ASQUEROOOOSAAAAAAA¡¡¡ ¡¡¡PEEERRRRAAAA¡¡¡
¡¡¡OOOOUUUUGGGGHHHHHMMMM!!! ¡¡¡DIOOOOOOOOOOSSSSSMIIIIIOOOOOO!!!
¡¡¡TE VOY A ROMPEEEERRRR ESA PUSA DE PUTA ANTES QUE LA SIGÁS REGALANDO EN LA CAAAAALLEEEEEE¡¡¡ ¡¡¡PEEEEERRRRRAAAAAAA¡¡¡
¡¡¡MMMMMM!!! ¡¡¡MMMMMM!!! ¡¡¡¡¡AAAAAAYYYYYY!!!! ¡¡¡¡¡AAAAAAYYYYYY!!!! ¡¡¡¡¡JUAAAAANNNNN!!!!! ¡¡¡¡¡JUAAAAANNNNN ME LASTIMÁS!!!!! ¡¡¡¡¡ME VAS A ROMPEEEERRRR!!!!! ¡¡¡¡¡MMMGGGHHHMMM!!!!! ¡¡¡¡¡YA NOOO!!!!! ¡¡¡¡¡YA NO AGUANTOOO!!!!!
De nada servían mis súplicas, solo lo incitaban a seguir montándome como un animal. Me agarraba de las piernas y se las ponía sobre los hombros, volviendo a caerme encima, aplastándome con su peso, barrenándome con todas sus fuerzas, golpeándome con sus caderas a toda velocidad, arrancándome gemidos de dolor mientras me sujetaba de las muñecas para que no me pudiera mover.
Carlos me la metía siempre tan violentamente que toda yo me estremecía. Mis enormes senos se movían de un lado a otro, a veces me los asía con tanta fuerza que casi sentía que me enterraba los dedos y las uñas, como tratando de arrancármelos con saña. Y al final, terminaba gritando y sollozando, incapaz de ocultar por más tiempo aquel sufrimiento ¿o talvez sería celebrando el placer? La verdad no lo sabía, llegué a un punto en donde el dolor y el placer parecían ser lo mismo.
¡¡¡¡¡YA CASI!!!!! ¡¡¡¡¡YA CASI!!!!! ¡¡¡¡¡YA CASI!!!!!
¡¡¡¡OOOOHHHHHUUUUUGHHHHHHHAAAAAAA!!!!
¡¡¡¡¡SIIII!!!!! ¡¡¡¡¡SIIII!!!!! ¡¡¡¡¡AAAAOOOOOUUUUUUGGHHHHH!!!!!
¡¡¡¡¡POR FAVOOOORRR YA BASTAAAAA!!!!!
¡¡¡¡¡AAAAAAAGGGGGGHHHHHH!!!!! ¡¡¡¡¡PERRRRRRRAAAAAAAA!!!!! mi esposo me sacó su gordo y palpitante pene y eyaculó en medio de gritos sobre mi enrojecido y maltratado cuerpo.
A veces terminaba así, bañando mi cuerpo, ya de por si estaba bañado en sudor, con su espeso semen, embarrándomelo después con los dedos, diciéndome que así quedaban las putas después de ser cogidas por sus clientes. Y en cuanto hubo saciado sus deseos carnales a mi costa, siempre se acostaba a mi lado, mirándome lascivamente como me había dejado tirada en la cama, con las piernas abiertas, la boca abierta y los ojos cerrados, en un gesto de agotamiento, llorando y lamentándome en vos baja pero suma y enfermizamente, satisfecha.
Para bien o para mal, lo amé, para bien o para mal, Carlos me amó. No todo fue malo a su lado, tras años de abusos me acostumbré, incluso llegué al colmo de necesitarlo a veces. A pesar del miedo, de la desesperación, de la humillación y del dolor, siempre acababa con mi sexo mojado, caliente, palpitándome, pidiéndome ser llenado. ¡Qué avergonzada me sentía, cómo yo, una mujer casada, madre de familia y entregada totalmente a ella, podía calentarse frente a las asquerosidades que mi esposo me hacía! Je, je, es que hasta sentía vergüenza al calentarme mientras hacíamos el amor normalmente. Por otro lado, cuando estaba en sus cabales, me respetaba y me trataba como una señora, tal y como su código moral de macho conservador le mandaba. Porque el, mi amado esposo Juan Carlos, era un hijo de su tiempo.
Continúo mirando hacia afuera, la mañana está muy fría, el denso bosque al fondo, que mi Tito cuida con tanto esmero parece saludarme mientras el gélido viento los mueve de un lado a otro. Todavía puedo saborearme los últimos restos de semen que quedaron entre mis labios. Entonces unas manos grandes me devuelven a la realidad, colándose por debajo de la bata, me agarra y estruja mis grandes senos, enredando entre sus dedos mis sensibles pezones. La otra se va directo a mi entrepierna, prendiéndose de mi clítoris que rápidamente reacciona, mandándome deliciosas sensaciones al cerebro.
No es por nada, pero aun soy sumamente hermosa. A mis 51 años mi rostro moreno claro no pierde las facciones finas y graciosas que me hacen ver como una niña grande. Mis ojos cafés siguen teniendo la chispa de la vida y la felicidad, mi cabello negro y lacio aun no se llena de canas. Mi complexión era gruesa pero no gorda, aun tengo 2 enormes tetas sobre el pecho, un abdomen plano y un trasero bastante grande, redondo y bien paradito, tal y como las de mis hijas. Mido 1.62 mt. Y soy la más bajita de los 3.
Sentí su lengua caliente y húmeda sobre una de mis turgentes y abundantes nalgas, besándomela despacio, dibujando figuritas con la lengua sobre esta. Me encanta, me fascina esa sensación, pero sé que el tiene que hacer en la mañana y no puede hacérsele tarde. Muy a mi pesar detengo sus juegos lúdicos.
Tito, mirá la hora que es, vas a llegar tarde
¡Cierto, qué mala suerte!
No cielo, de todas maneras sabés bien que más tarde nos vas a tener para lo que querrás, a las 2.
Si, pero qué joder con las obligaciones dijo, besándome suavemente en los labios y levantándose con un infantil gesto de fastidio se dirigió al baño.
Las 2 admiramos su esbelto y perfecto cuerpo masculino mientras desaparecía dentro de la pequeña habitación de aseo. Tito es una máquina de sexo perfecta, de piel blanca. Cabello castaño claro y canoso, muy ancho de hombros y estrecho de caderas, con un par de nalgas redondas, grandes y duras cubriendo un goloso y muy flexible ano. Poderosamente musculado, es como un titán de 57 años, con pectorales amplios y abdominales dibujando un perfecto six pack, brazos gruesos y piernas robustas. Y al frente, ese monumento de hombre estaba coronado con una hercúleo pene de 30 x 6 cm.
Sin decir nada, tan solo viéndome con picardía, Silvi se puso de pié y se dirigió detrás de nuestro amo y señor, meneando sus amplias caderas y ese hermosísimo par de nalgas blancas y redondas, toda ella parecía una delicada muñequita de porcelana, su piel tan blanca, sus rasgos tan finitos. Si, me dio mucha envidia, pero las 2 teníamos cosas que hacer, el arreglarse para salir a hacer unas diligencias y yo hacerles el desayuno y otras cosas luego.
Bajé por las gradas hacia el primer piso, la habitación de Mané aun tiene la puerta cerrada, seguramente aun duerme, me imagino la noche que habrá tenido con su pequeño bebé que se despierta a todas horas. Entré en la cocina y preparé el desayuno, al poco tiempo Mané bajó con su bebé en brazos, su hijito estaba creciendo y sería un problema cuando se diera cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor. Luego pasó Tito corriendo, apenas si comió algo antes de salir.
Como aun estaba frío y yo seguía cansada, decidí subir de nuevo a la habitación, en donde me topé con una escena que ya me era familiar, pero no por ello me dejaba de calentar. Silvita estaba sentada en el suelo, recostada en la cama. piernas abiertas y dobladas, apoyando los pies a ambos lados de sus caderas, su sexo estaba enrojecido y muy abierto, de el manaba una abundante cantidad de fluidos lubricantes. Su pecho, junto a sus 2 enormes globos de carne roja, se inflaba cada vez que respiraba agitada. Su cabello rubio desarreglado y su boca abierta repleta de esperma. Tito definitivamente decidió tener un "rapidín" antes de irse.
Silvi jugaba con el semen, con su lengua hacía bombitas y me invitaba a probarlo. No lo pensé 2 veces, dejé caer mi bata al suelo y me uní con ella en un largo y delicioso beso, saboreando y bebiéndome esa deliciosa leche de macho de la que me he vuelto adicta.
Si, tengo muchas cosas que contarles, así que empezaré desde el principio. Pero no será hoy, luego les mando esos acontecimientos que precipitaron esta vida que estoy llevado hoy. Hasta entonces
Continuará
Garganta de Cuero.