Beatriz 13
Me puse de pié despacio, el shock todavía no me pasaba. No me di cuenta de cuando Raúl se había ido, ni de cuando dejé de ver la imagen Vorandemur masturbándose frente a mí. Pasé mis manos sobre mi sexo, aun estaba mojado y adolorido, además de inundado de semen. No me podía creer lo que acababa de pasar, era inconcebible para mí haberme entregado de esa manera al hombre que, minutos antes, me quiso violar.
Me senté a orillas de la cama y me tomé la cara con las manos, quería llorar, quería vomitar, no sabía que hacer o a donde ir o a quien recurrir. Me sentí más sucia y sola que nunca. ¿Y mi ropa? ¿Dónde estaba mi ropa? ¡El hijo de puta de Raúl se la había llevado! ¡Desgraciado!, me dije, no le bastó con usarme como a un animal, sino que encima me robaba la ropa.
Me puse de pié y abrí la puerta, saqué la cara para ver si había alguien caminando por el pasillo a la izquierda, nada a la derecha ¡zap!
¡Te agarré perra!
¡Don Andrés!
¡Metete allí desgraciada! el viejo me metió a la fuerza de regreso a la habitación ¡Mirate, estás desnuda y sudada en el cuarto de otro hombre! ¡Maldita! ¡zap!, ¡zap!, me volvió a abofetear y yo caí sobre la cama, con el cabello y las manos cubriéndome el rostro Que te quede claro perra, si no sos mía, no vas a ser de nadie más ¿oíste?
-
¡¿Oíste?!
-
¡¿Beatriz?!
Como siempre me pasaba, había quedado ausente. Cuando vi al viejo infeliz ese me asusté mucho, y cuando me pegó, casi entré en pánico casi. Por alguna extraña razón, sus bofetadas y sus insultos despertaron en mi algo más que miedo, me calentaron. Si, así como lo oyen (o mejor dicho, leen), esas bofetadas despertaron en mi excitación sexual.
Pero no fueron solo las bofetadas, también, al caer sobre la cama con la cara tapada, vi por entre mis dedos a mi amado Fer al fondo, recostado contra la pared, con su inmenso miembro entre sus manos, masturbándose, sonriéndome, suficiente para que yo perdiera todo el miedo. ¡Qué mierda con Vorandemur, me conocía muy bien, demasiado!
Pero esta vez no estaba tan fuera de mi, ni ajena a lo que pasaba afuera. Continuaba conciente de que don Andrés me estaba gritando y golpeando, y que seguramente me violaría otra vez. También lo estaba de que la imagen que veía de su difunto ex marido no era real, que el no podía estar allí si no fuera por que Vorandemur se había convertido en el. Por alguna razón esa vez no perdí completamente el control.
¡¡¡BEATRIZ POR LA GRAN PUITA!!!
¡Mire viejo estúpido! ¡Si me vino a violar, vióleme, que todavía ando caliente! le grité a quemarropa, dejando al anciano callado.
¿Qué? ¡¿Qué?! ¡Cómo te atrevés a hablarme de esa manera!
¡Ah, cállese! ¡Mejor véngaseme encima de una vez o váyase en lo que yo consigo un hombre de verdad!
¡Pe pe pe pero! el viejo se quedó sin saber qué decir, nunca se imaginó eso de mi, jamás.
Mire, soy viuda, mi marido muerto se me aparece a cada rato cuando alguien me va a hacer algo, un súcubo o íncubo quiere lo que alimente con mi lujuria y cuando me lo hacen, termino gozando como una puta aunque me estén violando no puedo controlarme cuando me caliento y todo eso no me gusta porque siempre fui una mujer decente ¡usted es el menor de todos mis problemas, así que, o me viola o se va!
El anciano galeno se quedó pasmado ante mi actitud, pero es que ya estaba fastidiada, el sexo me chorreaba y me picaba constantemente, y mi mente se alborotaba mucho más de lo que quería, ya estaba bueno de violadores y niñas calenturientas.
Beatriz te volviste una puta
Si si y lo peor de todo, ¿sabe qué es don Andrés?
No ¿qué?
Que me gusta me gusta ser una puta
Andrés se me quedó viendo sorprendidísimo, casi asqueado. Me volteó la cara de una fuertísima manada y me agarró del pelo. Podía ver rabia en su mirada, también lágrimas, era como si el corazón se le hubiera roto.
¡¡PERRAAAAAAA, SOS UNA PERRAAAAAA!! me dijo, luego me escupió en la cara y me agarró a cachetadas.
Me tiró sobre la cama y me obligó a ponerme de espaldas. Sujetándome con fuerza del cabello lo sentí sacarse la verga, ese grandísimo trozo de carne de 18 cm. que ya conocía bien, muy dura y palpitante. La colocó en la entrada de mi sexo, por debajo de mis 2 carnosas nalgas y me penetró con fuerza, esta entró como cuchillo caliente entre la mantequilla, aun tenía el semen de Raúl alojado dentro de mi sexo.
Me comenzó a dar duro, con furia, más rabioso que nunca. Su pelvis chocaba violentamente contra mis ingles, mis senos se estremecían con violencia, sintiendo su largo mástil barrenarme sin piedad. Y a mi lado, nuevamente Fer se masturbaba, ya hasta se me estaba olvidando que era en realidad Vorandemur.
¡¡¡AAGGHH, AAGGHH, AAGGHH!!! gemía el viejo asqueroso, babeándose sobre mi espalda, mojándome con su sudor.
¡¡¡¡SSSSSIIIIIIIIIIGGGGGHHHHH!!!! gemía yo, enloquecida de placer - ¡¡¡MAAASS!!! ¡¡¡DEME MAAAAASSSSSGGGGHHHHH!!!
No duró mucho tiempo, sentí como en poco tiempo estallaba en largos y fuerte torrentes de semen dentro de mi sexo. Yo acabé casi al mismo tiempo, creo que hasta me oriné, solo recuerdo tratar de estirar mi mano para alcanzar a mi amado Fernando, que veía sonriente como violaban a su mujer.
Sentía que me quemaba por dentro, que me deshacía hasta que dejé de sentir por completo. Agotada volteé mi empapada cabeza hacia atrás, vi a como don Andrés se agarró el pecho, luego como salía de la habitación, caminando rápidamente hacia su pick up. Se iba subiendo el pantalón en el camino, respiraba aceleradamente y no se veía bien y yo me quedé sola otra vez. A mi lado, Fer continuaba sonriéndome, recordé entonces quien era realmente.
Salí del cuarto, Fernando todavía se quedó allí parado masturbándose. Me fui corriendo a mi cuarto, así desnuda, tomé el primer vestido que encontré y me lo puse y luego salí al corredor. ¿Qué hacer?, ¿qué hacer?, no sabía qué hacer ni a donde irse, estaba desesperada. Por fin resolví salir a la calle, a caminar sin rumbo, solo a vagar.
Al salir, don Jorge me vio, el estaba pintando la puerta de su casa. Me saludó tímidamente poniéndose colorado, mirándome de pies a cabeza. Sentí como si me estuviera desnudando, así que me fui. Pero eso no me molestó, sino el hecho de que me gustó. "¡Soy una puta! ¡Soy una puta! ¡Soy una puta!" me decía sin parar.
Camine y caminé mucho, quería respirar, sentir el frío y la frescura del aire de Cobán. Quería un minuto de paz y serenidad para poder pensar con claridad, para tener un momento de lucidez. No tenía el menor deseo de regresar a mi casa, trataba de hacer el mayor tiempo posible afuera. Estaba muy confundida, no sabía bien qué hacer o a dónde ir, me sentía sucia y traicionera, sentía que perdía el control de mi vida y que me estaba volviendo loca. Si Fernando viviera, se avergonzaría de mi, pensaba, se avergonzaría de mi.
De vez en cuando me encontraba con algún conocido y le sacaba la excusa de que solamente andaba por allí, haciendo mandados, pero la cara de tristeza que tenía nadie me la podía quitar. Entonces me percaté que, por mi desesperación y prisa por salir huyendo, olvidé ponerme ropa interior, lo noté por un furtivo chorro de aire frío que se coló por debajo de mi falda, acariciando la ternura de mis carnes más pudorosas. Y como agarré el primer vestido que encontré, me puse uno viejo y raído que me quedaba muy apretado. Estaba tan gastado que mis pezones se transparentaban perfectamente, sin mencionar que el exagerado volumen de mis senos forzaban al máximo los botones que tenía al frente. El vestido parecía a punto de reventar cada vez que daba un paso.
Mi dio una gran vergüenza y pensé que lo mejor era regresar. Entonces caí en la cuenta de en dónde estaba, entré a la zona roja de Cobán sin percatarme durante mi vagabundeo. Estaba en dónde se ponían las putas por las noches, esperando que alguien las pasara llevando. También era el sitio en donde se encontraban los bares y cantinas más cutres, además de los prostíbulos. Nunca había estado en ese lugar antes, nunca había llegado allí sola antes, nunca. De hecho, ni con Fer había visitado esas calles.
Me di la vuelta y, caminando rápidamente, decidí irme de allí. Pero al doblar la esquina me topé con alguien conocido ¡Otilia! La mujer se encontraba hablando con un hombre que parecía increparle cosas, hablándole con violencia y de forma amenazante. Estaban parados frente a un tugurio, conocido por tener peleas de borrachos cada noche y en donde se puyaba con tortilla tiesa o sea que era de lo peor. Oti se percató de mi presencia y puso una horrible cara de espanto y bajó la mirada, para, acto seguido, esconderse dentro de la cantina. El hombre la siguió extrañado.
¡Así que Otilia era prostituta! Pobre mujer, pensé, pobre mujer, lo que se tiene que hacer para sobrevivir.
Regresé a mi casa apresuradamente, entré hasta el fondo y me senté en mi cama. Empecé a llorar, me sentía sucia y sola, ya lo he dicho hasta el cansancio, maldecía mi mala suerte, aunque en el fondo todo aquello me gustaba. Pero, así no era yo.
Decidí tratar de dormir un rato y olvidarme de todo, así que me fui a la cama y me acosté. Y a pesar de que sentía el corazón latir tan fuerte que casi se me salía de adentro, caí rendida al instante y empecé a soñar cosas muy extrañas.
"Allí estábamos las 3 acostadas en la cama, Maritza, Gisel y esta, su servidora; desnudas sudorosas, especialmente yo. Cada una de "mis niñas" tenía una de mis prominentes mamas en sus manos, lamiéndome el pezón y acariciándolas. Las 2 sorbían la leche que salía de ellas como si fuese un néctar divino.
Se veían preciosas en el traje que las trajo al mundo, tan bellas las 2, pero tan diferentes al mismo tiempo. Maritza, de piel morena clara, alta y esbelta, con un par de senos ya muy desarrollados para su edad, con pezones puntiagudos y apetitosos. Su rostro hermoso siempre traía dibujada una sonrisa, sus largos cabellos negros y ondulados se enredaban sobre su frente. Su hermosa boca de labios carnosos se hallaba apoyada sobre mi seno derecho, mientras lo lamía y besaba acariciándome el pezón con sus dedos.
Del otro lado estaba Gisel, con su piel blanca, ojos celestes y cabellos dorados todos despeinados, ella sujetaba mi teta izquierda y la succionaba, al mismo tiempo que frotaba mi pezón con el suyo. Sus senos eran más pequeños que los de Mari, pero no por ello chiquitos, eran 2 hermosas esferas de carne blanca, firmes, frontales, rebosantes de una leche materna precoz que no sabía de donde venía. Mide como 1.65, es delgada y delicada, con un rostro precioso.
Habíamos hecho el amor a la hora de acostarnos, y por la madrugada fui despertada por las ávidas lenguas de ambas jovencitas que luchaban por entrar entre los pliegues de mi intimidad. Fue un sobresaltó abrir los ojos sintiendo esa suave y caliente, humedad pasando de un lado a otro sobre mi sexo. La oscuridad de la habitación no me permitía apreciar toda su desnudez, pero si distinguía la silueta de sus cuerpos, especialmente sus redondas nalgas, bien duras y paraditas siempre.
¡Ah, qué delicia cuando se les ocurre despertarme así, ¿me preguntó si hay alguien en el mundo a quien no le guste despertar de esta forma?!
Copulamos nuevamente y quedamos luego descansando en la forma en que ya describí, aunque debo agregar que ella trataban de ponerme caliente de nuevo. Pero justo en ese momento levanto la cabeza y lo veo de pié junto a la puerta bueno, la veo, porque ha tomado mi imagen otra vez. Es Vorandemur con mi forma, se mira como un reflejo de mi persona frente a un espejo, pero desnuda, ataviada tan solo por un finísimo collar de plata y perlas que colgaba de su cuello. Sus monumentales tetas colgaban con gracia, con los pezones atravesados por anillas de plata. Su vientre plano se adornaba por un arete colgando de su ombligo, y de su sexo completamente depilado se veían piedras metálicas incrustadas en su vulva.
Pero de repente la puerta se abre y aparece en el lindero un hombre alto, robusto, imponente cuya cara no logre identificar. Las 3 nos sobresaltamos y asustamos, y mis niñas pegaron un grito, pero tan rápido como apareció, el hombre se fue, no sin antes decirme: el maestro la necesita en sus aposentos ¡es urgente, por su bien no lo haga esperar!
¡¿Quién era ese?! preguntó Mari llorando.
¡Tranquilas nenas, tranquilas, yo me encargo! me levanté y cubrí mi desnudez con una bata blanca Ya regreso, cierren la puerta con llave y vístanse. les dije y salí, haciendo caso omiso a sus ruegos de que no las dejara solas."
Desperté en ese momento, estaba sudando, muy asustada, con el corazón en la boca y el cuerpo casi flácido. Trabajosamente me puse de pié y salí, estaba temblando, n sabía qué pasaba, pero si que era ago muy malo
¡Doña Bea, doña Bea! gritaba Mari, llamándome mientras salía corriendo de su cuarto.
Me asustó, yo aun estaba profundamente dormida, desnuda sobre mi cama. Volteé por todos lados, la imagen de mi amado esposo ya no estaba pero bueno, no era más que Vorandemur en realidad. Sentí una enorme rabia, quería gritar y llorar maldiciendo, aunque en el fondo le estaba muy agradecida por haberme dado una última noche de amor al lado de mi marido aunque este ya estuviera muerto.
Me vestí con una bata y salía a ver por qué Mari gritaba tanto.
¿Si nena, qué pasa?
¡Mi mami me abandonó buaaaaa! me dijo, dándome en la mano una carta.
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.