De esposa ejemplar a ramera empedernida II
Consuelo 03
No sé cuanto tiempo pasé conmocionada, oculta dentro del armario de mi hijo, pero en cuanto logré recuperar el sentido salí corriendo a la ferretería, a buscar a mi marido Carlos para contarle todo lo que vi. No lo podía creer, mi hijo era prostituto, que se vestía de mujer para coger con los hombres que le mandaba un tal Trozo. ¡¿Cómo ocurrió esto, cuándo fue, desde cuándo, dónde?! eran muchas preguntas, y a todas llegaba a la conclusión de que era mi culpa.
Bañada en lágrimas corrí hasta la ferretería, nuestro negocio familiar que atendía Carlos. Entré por la puerta trasera sin encontrarme a nadie y me dirigí al segundo piso, en donde el tenía su oficina, pero al llegar allí, ¡oh, sorpresa!, Juan Carlos y la que seguramente era su amante. Ella tenía una falda corta, varias pulgadas por encima de la rodilla, ajustada y de color negro. Por arriba una blusa de botones, rosa y ajustada, ya abierta por las ávidas manos de mi esposo que la manoseaban toda. Sus tetas medianas aun estaban metidas dentro de un brasier blanco, y eran estrujadas y apretadas por sus manos. Me sentí morir, jamás me imaginé aquello, era como si mi mundo entero se me cayera a pedazos, había pescado a mi hijo cogiendo con un hombre y a mi esposo en flagrante infidelidad el mismo día, era demasiado.
Mmmm ¿qué estás haciendo, papi? le preguntó esa puta como si no lo tuviera claro.
Nada solo te estoy haciendo cariñitos.
¿Y te gusta hacerme cariñitos papi?
Si, mucho
Ay, ¿qué va a pensar tu mujer de esto?
Nada, no tiene porqué saberlo además, no me hablés de ella, que se fue a cuidar a su madre. Quiero pasar toda la noche contigo mi amor, toda la noche
No te voy a dejar dormir nadita mi vida, nada, nada, nada
Qué mal me sentía, mi esposo, mi amado esposo al que le entregaba toda mi vida en cuerpo y en alma me estaba engañando con otra mujer, a la que trataba de amor, cuando a mi solo me decía mujer. Qué humillada y estúpida me sentía acuclillada frente a la puerta, mirándolo todo a través de la cerradura, observando sin perder detalle de como le besaba el cuello y de cómo le agarraba las tetas por encima del sujetador.
Continuó besándole y lamiéndole el cuello, cada vez con más fuerza y pasión, Carlos estaba totalmente descontrolado, ardiendo, y ella ya estaba gimiendo y disfrutando como loca. Le bajó el brasier por completo y sus tetas se le salieron saltando, debo admitir que eran bonitas, redondas y firmes, medianas, estaban tiesas y con los pezones apuntando al cielo, no como las mías, enormes y aguadas, me sentí menos. La seguía besando y apretándole las tetas, las sobaba y la puta asquerosa esa gozaba como una loca.
Las manos de Carlos recorrieron todo el cuerpo de la mujer, delgado y bien formado. Era bonita, la verdad, algo bajita pero con una carita morena clara muy linda y cabello rizado castaño. El llegó hasta su falda ajustada y la empezó a subir, inmediatamente la agarró de las nalgas, azotándolas mientras la besaba como a mi jamás lo había hecho. Desde mi posición los veía de frente, el estaba parado detrás de ella.
Entonces Carlos hizo algo que no me esperaba y que nunca me imaginé que haría. Luego de verle por un buen rato el culo, que debía estar muy bueno por la cara que ponía, se agachó y se lo comenzó a besar y lamer como lo hicieron con el de nuestro hijo, ¡puta, que asco! Se lo besaba haciéndola gemir como a una loca, mientras le pasaba las manos sobre el sexo, al que previamente ya había despojado de su pequeña y breve braga.
Supe que estaba mojada, vi las ligas que quedaban en las manos de mi esposo cuando las separó de ese caliente sitio, totalmente depilado, mostrando un par de labios cerraditos como si la perra esa fuera virgen. Jamás había visto una pusa depilada, pensaba que eso no se hacía simplemente porque no. Y nuevamente Carlos volvió a sorprenderme, la tiró sobre el escritorio, subió su pierna izquierda sobre sus hombros y comenzó a chupársela.
¡Sentí asco, nauseas, repulsión! ¿Cómo podía lamerle el sexo a una mujerzuela como esa? Yo, en mi restringida y conservadora educación, había aprendido que el sexo de una mujer era algo sucio que jamás debía ser tocado más que por los dedos de su esposo, e incluso aquello no era correcto. Carlos jamás me la tocaba y yo nunca me cuestioné el porqué pero a esta hasta se la mamaba.
Mi clítoris mamame el botoncito papi si, así ¡oh, qué rico, que rica tu lengua! ¡Aaaahhhh! Carlos le chupaba el clítoris y pronto le regaló su primer orgasmo ¡¡¡AAAAHHHHH, AAGHH, AAGGHH!!!
Yo no sabía lo que le estaba pasando a esa mujer, jamás en mi vida había tenido un orgasmo pensaba que una mujer decente no debía gozar de el sexo tan abiertamente. Que te guste que tu marido te toque pasa, que te guste sentir su pene adentro también, y que sientas un orgasmo igual, siempre y cuando no fuera muy fuerte, qué pensaría tu esposo si empezás a gemir como una ramera cualquiera ¡maldita sea!
Esa puta estaba perdida en las manos de mi esposo, que la hacía gemir y retorcerse del placer como un gusano. Luego el sacó la cara en medio de sus piernas, trenzándose los 2 en un beso lleno de pasión, me imaginaba sus lenguas recorriendo sus bocas, saboreándose mutuamente.
Sin perder más tiempo, la puta lo denudó, que sorpresa nos llevamos cuando apareció su trozo de carne parado, tan grande y grueso. Otra vez me sentí humillada, que mierda, conmigo nunca se le paraba así, aunque, de hecho, nunca se lo había visto parado, siempre que lo hacíamos era de noche y con la luz apagada. Para todo eso, yo ya estaba caliente, no quería aceptarlo, me esforzaba por no creerlo, pero era cierto, verlo junto a esa mujerzuela me había vuelto a excitar, recuerden que venía caliente de mi casa, luego de ver como se cogían a mi hijo. Aquello fue la primera manifestación de mi carácter innatamente caliente, morboso y pervertido.
La mujer hizo que Carlos se sentara en su silla y, de un solo, se metió toda la verga dentro de su boca, apenas si le cabía, aquel trozo debía tener por lo menos unos 20 cm. y no era nada delgado. Lo comenzó a chupar, a recorrerlo con la lengua y labios, apretándolo fuerte de la base para que se le dibujasen las venas moradas que lo surcaban, besándole el glande, lamiéndole las bolas. Y yo, cuando me di cuenta, una de mis manos ya estaba metida en medio de mis piernas y por mi mente, además de lo que veían, pasaban las imágenes de Juanca y su cliente. La quité de inmediato muy avergonzada y empecé a llorar.
La puta chupaba como loca y se acariciaba el sexo, la veía cada vez más enrojecida y caliente hasta que no pudo más, se sacó el aparato de mi esposo, ese pedazo de carne parada, tiesa, gruesa, y lo besó apasionadamente mientras se acomodaba para sentarse sobre sus piernas. Contemplé su trasero, era redondo, duro, paradito, firme y grande, pensé que era infinitamente mejor que el mío, redondo, grande y aguado, ¡Dios, qué mal me sentía, pero qué caliente estaba!
Despacio, la mujerzuela se lo fue ensartando dentro de su sexo chorreante mientras el le chupaba las chiches. Terminó de autopenetrarse e inició la montada, subiendo y bajado sobre el, primero suave y despacio, para al cabo de un ratito con movimientos descontrolados, subiendo y bajando violentamente, clavándose duro. Sus senos se estremecían al ritmo de la cogida, subiendo y bajando con ímpetu. Carlos también se movía, apoyando los pies en el suelo, elevaba las caderas cada vez que ella se dejaba caer, haciendo que la penetración fuera completa, profunda.
¡¡¡¡AAAHHHH, AAAHHHH, AAAHHHH, AAAHHHH!!!! gemía ella desesperadamente.
¡¡SI, DALE ASÍ DAISY, DALE ASÍ, DURO, QUIERO SENTIRTE HASTA ADENTRO!!
¡¡¡¡ AAAHHHH, AAAHHHH, AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡MÁS, DAME MÁS PAPITO, MÁS DUROOOOO, AAHH, AAHH!!!!
Carlos la detuvo y la volvió a besar, pero esta vez con brusquedad más que con pasión, parecía querer arrancarle los labios. Se puso de pié y la colocó de espaldas, inclinada sobre la cama, con las piernas separadas y sacando bien el culo. Se puso detrás de ella y le volvió a lamer el culo, no sé si desde su vagina hasta el ano, no podía verlo.
Sentía mi vagina palpitar, caliente, hinchada, nunca me había sentido así en mi vida. comencé a sentir calor de repente, y a la par de mis lágrimas, gotas de sudor comenzaban a brotar, era como si sentirme tan mal, tan humillada, tan usada, fuera alguna especie de estímulo para mi.
Mi marido terminó de lamerle lo que fuera que le lamía, dobló un poco las rodillas, mostrándome su trasero peludo, redondo y bien formado, con un oscuro agujero en el centro, y la clavó de una sola estocada, comenzando con una cogida bestial. Ella gritaba, ya no podía ni decir palabras entendibles, berreaba, era como un trapo en manos del salvaje de mi esposo. El la penetraba fuerte, con dureza, a toda velocidad, agarrándola de las tetas, sujetándola del pelo, nalgueándola con saña, haciendo el ruido como de un aplauso.
¡¡¡¡CARLOOOOOOSSSSSSSSGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡PAPITOOOOORICOOOOOOGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡DAMEEEEEMAAAAAAAASSSSSS!!!! ¡¡¡¡OOHH, OOHH, OOHH, OOHH!!!! la mujer cada vez gemía con más fuerza al tiempo que mi marido le hacía caso, cada vez la cogía con más ferocidad.
La mujer tuvo un nuevo y muy fuerte orgasmo, tan intenso y tan rico que pude ver desde mi posición como la vagina le chorreaba entre las piernas. Mi marido acabó al poco tiempo también, berreando y mugiendo, inundando el sexo de esa puta en lo que fue visiblemente un delicioso y muy intenso orgasmo.
Ya no soporté más, me tapé la cara y me alejé de allí corriendo, pero haciendo el menor ruido posible, no quería que me fuera a pescar espiándolo. Me fui a mi casa, encerrándome en mi cuarto a llorar a mares, sola, completamente sola. Luego me paré y fui directo al baño y me desnudé. Contemplé mi cuerpo de madre, grueso, redondo, con sobre peso. Mis senos parecían ubres de vaca, mis muslos jamones, y mi trasero no sé qué parecía esa masa aguada y grandísima. Y si bien no estaba bofa ni tenía llantas, me sentía un cerdo, una puerca al lado de esa putita que no tendría más de 15 o 14 años, me sentía muy vieja y acabada frente a ella.
Claro, ahora que lo pienso estaba muy bien, pasada de peso pero muy buena, pero en aquella tarde me sentía la más deforme vaca de este mundo. Lloré desconsoladamente, luego me fui a dormir, apenas cerré un ojo en toda la noche, la excitación que sentía no me dejaba relajarme. Y mi marido, no regresó sino hasta bien tarde, seguro había pasado toda la tarde con esa mujer.
Continuará
Garganta de Cuero.