Beatriz 08
Salí con Maritza al mercado de compras, iba muy caliente y con una gran vergüenza por ello, y Mari feliz, tarareando cancioncitas tontas de niños. Pero algo no era normal, obviando el hecho de que andaba caliente por culpa de una quinceañera, a la que ya me había cogido sin ser yo lesbiana, o al hecho de que me estaba convirtiendo en una mujer caliente y sexualmente sedienta constantemente. No, lo que pasaba es que todos se me quedaban viendo.
No sabía por qué era esa atención extra que estaba recibiendo en ese momento, pero pronto me di cuenta. Me percaté de que tenía puesto un vestido algo viejo, que con el paso del tiempo se había encogido un poco. La falda me llegaba arriba de la rodilla, solo un poco, por lo que no mostraba mayor cosa. Pero el elástico del escote estaba algo vencido y, debido a que el vestido me quedaba más ajustado, este ya no podía contener a mis incontenibles chiches.
El vestido las comprimía, pero el elástico flojo del escote las dejaba salir, lo que formaba una hermosa visión de 2 preciosas y poderosas ubres de hembra humana. Me dio mucha vergüenza, me puso toda roja y trataba de arreglarlo para taparme. También estaban viendo libidinosamente a Mari, que traía aun su pantalonetita amarilla, que mostraba la perfección de sus torneadas piernas. Además, la blusa que traía era pequeña y corta, por lo que le quedaba apretada y dejaba mostrar su ombligo, y presionaba sus chiches que resaltaban mucho. Las 2 estábamos hechas un espectáculo.
Pero a Mari no la abochornaba todo eso, más bien le gustaba. Se sentía bonita y deseada, le gustaba mucho que la vieran de esa manera. Al principio yo no la comprendía, pero poco a poco lo fui haciendo. El calor de las miradas me empezó a gustar y me fueron calentando más.
Sin darme cuenta, comencé a agacharme un poco más en los puestos de verduras, lo que hacía que mis senos se descubrieran un poquito más cada vez. Y los vendedoras se quedaban con los ojos cuadrados de ver lo que veían: los ciclópeos senos de una mujer cincuentona, aun muy hermosa y muy bien conservada, desnudos hasta casi llegar a los pezones, grandes, duros, blancos y rosados, ¡era todo un espectáculo!
Las miradas me fueron animando a ser más atrevida, pero no sabía como. Era como una niña malcriada que, jugando, quiere hacer una travesura, pero no se anima. Por suerte se me cayeron 2 pepinos, por lo que tuve que agacharme a recogerlos, y por el movimiento, mis esferas de carne prácticamente saltaron fuera del vestido.
Rápidamente me los guardé con todo y brasier, me enderecé y me arreglé, tal vez había sido demasiado. Pero al voltear, me topé con don Jorgito mi vecino, que me miraba embobado, con los ojos abiertos como huevos y de la boca manando babas. Sentí una vergüenza enorme y creo que no me podía poner más roja.
¡Jorgito! dije.
¡Bea! dijo el, y agregó como para quitarse el clavo de encima Llego a la tarde para limpiar su sótano, ¿verdad?
¡Si, si, lo espero! tomé a Mari del brazo y emprendí una apresurada retirada.
¿Señora? protestó ella.
¡Ya terminé! ¡vámonos! le dije.
Regresamos a la casa, Mari no comprendía por qué estaba tan roja. Me ayudó a descargar las cosas del mercado y luego se fue conmigo al cuarto.
¿Doña Bea?
¿Si Mari?
¿Está enojada?
No solo pensativa
¿Le puedo seguir haciendo preguntas?
Si claro Beatriz se enderezó u respiró profundo ¿Qué más querés que te enseñe?
Mari sonrió y se quitó de inmediato la blusa, dejando unas hermosas tetas al aire, firmes y frontales, con los pezones rosados y paraditos. ¡La cabrona no llevaba brasier en la calle! A mi, muy a mi pesar, eso me quitó el aliento.
Yo he visto que los bebés cuando nacen maman de estos botoncitos, ¿cómo se llaman?
Pezones dije casi como un zombi, perdida en esos 2 preciosos péndulos de carne.
¿Pezones? je, je, je yo les decía mamones je, je, je, je pero lo que no entiendo y como sale la leche de las chiches, porque chump, chump cuando me las chupo chump, chump no sale nada vi como la nena se llevaba sus propios senos a la boca y los chupaba y, por supuesto, se me hizo agua la boca.
Es que primero primero tenés que tener un bebé
¿Si?
Si
¡Ah! Yo pensé que salía solo así ¿y eso por qué? ¿Doña, se siente bien? no sé que cara habré tenido, pero definitivamente mi rostro estaba descuadrado, desencajado, era demasiada excitación para una sola mañana, demasiada ¿Se siente bien?
Si bien
¿De veras?
Si bien nena
A bueno ¿Entonces, después de que nacen los bebés, maman en las chiches de una?
Si si
¿Y eso duele?
No, no duele
¿Y por qué mi papá le chupaba las chiches a mama? ¿Era para sacarles leche?
No a los hombres les gusta chuparle las chiches a las mujeres trataba de recuperar el aplomo.
¿A usted se las chupaba su marido?
Si y muchos recuerdos empezaron a pasar por mi afiebrada mente mucho
¿Y le gustaba?
Mucho
¿Me podría enseñar como se lo hacía?
Como una autómata, sin pensar ni cuestionarme siquiera, me bajé el vestido y me quité el brasier, presa de una excitación que sobrepasaba los niveles normales y que, desde se día en adelante, significaría un grave problema para mi. Ya la había sentido antes, esa noche que en que terminé teniendo sexo con Mari.
Los pezones de mis enormes senos ya estaban parados y duros, apuntando al frente, palpitando del calor. Yo respiraba aceleradamente, tratando de no jadear, mi corazón se me quería salir del pecho. Mari me veía atenta, impresionada del tamaño de semejantes tetas.
"Vení" le dije y la quinceañera se me acercó, yo la senté sobre mis piernas, recostándola, acariciando su cabello. La veía con los ojos encendidos de lujuria, con ese hermoso par de ojos verdes esmeralda que la naturaleza me regaló. La veía sonriente, feliz, y muy excitada.
Y cuando Maritza tomó uno de mis pezones con los labios, les juro que sentí la gloria, como si estuviese en otros mundos. La nena lo chupaba suavemente, despacio, sin soltar, y yo cerraba los ojos loca del placer. Podía sentir sus labios carnosos y suaves, su suave lengua jugando con la punta de ese delicado y sensitivo órgano que nosotras las mujeres tenemos, los senos.
La otra manita de Mari se posó sobre mi otra chiche y la empezó a acariciar. Pero entonces levanté la mirada, sentado sobre una silla estaba Fernando mirándome, con la misma expresión inexpresiva de la noche anterior. Sus manos estaban sobre los brazales del mueble, y entre sus piernas se podía apreciar un abultamiento muy visible. Esta vez no me sentí avergonzada, ni un poquito cortada, ¡me calenté más! Empecé a empujar la cabeza de la nena para aprisionarla contra mis pechos. Y esta, también perdiendo el control, se puso a chupar y a succionar con más fuerza, y después a morderme suavemente la piel.
Y Fernando continuaba mirándome, en un momento dado me que él empezaba a esbozar una especie de sonrisa, pero no la pude ver del todo bien. Entonces, la muchacha, sorprendida, me dice:
¡Señora le está saliendo leche! volteé a ver y efectivamente, de mi seno brotaba leche materna, pero en ese momento no le di mayor importancia.
Pues tomá nena, tomá te voy a dar de mamar como a una nena
Maritza se aferró a mis pezones con más ímpetu, y con su manita estrujaba tan duro el otro que largas líneas de leche salían volando por el aire. Mientras, yo no dejaba de ver a mi amado Fer que, en un acto hasta ese día impensable para mi, se sobaba el bulto entre sus piernas sin el menor recato eso si, sin quitar su expresión de inexpresividad.
Mari cambió de chiche, a la que le aplicó el mismo tratamiento y yo me estaba volviendo loca de tanto placer. La quinceañera ya estaba también fuera de si, avanzando frenética, temblorosa, me subió la falda observando mis más que mojadas bragas. Otra vez apareció en el ambiente ese aroma de mujer embramada que nos cautivaba a las 2. Mari me sacó el calzón y se sumergió en esa cálida raja de 50 años, caliente y suave, mojada y elegante. Capturó mi clítoris y se dedicó en cuerpo y alma a chuparlo, a morderlo, a veces me causaba dolor, pero eso solo lograba ponerme más caliente todavía.
¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡¡¡AAAHHH!!! ¡¡¡AAAHHH!!! ¡¡¡AAAHHH!!! ¡¡¡MAAARIIIIII!!! ¡¡¡AAAHHH!!!
Terminé en un frenético y ruidoso orgasmo, sentí que todo mi interior se me salía por las convulsiones tan dulces y poderosas que la lengua de Maritza me hacía sentir. Bañada en sudor, con la mirada perdida en la borrosa figura de mi marido, con el corazón a mil por hora y mi pecho subiendo y bajando como un columpio, perdí el conocimiento
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
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