Beatriz II 11
Desperté más que satisfecha, ¿cómo no estarlo con una amante como mi nieta? Hice el desayuno, la mandé al colegio y posteriormente alimenté al Amo. Luego de lavarme bien, pasé haciendo oficio el resto de la mañana, aun pensando en todos los extraños sucesos que estaba aconteciendo en mi vida, como Gisel y Robert.
Después del medio día estaba lavando los del almuerzo, y al terminar me dispuse a salir a la calle a realizar algunas compras. Fui al supermercado y luego a un almacén de ropa para ver cosas. Ya bien entrada la tarde tomé mi camino de regreso, pero como no estaba muy lejos decidí no tomar un taxi, preferí irme caminando con todos mis paquetes en la mano y ahorrarme el dinero. Iba tranquila y animada, la verdad tenia muy buen humor. Pero no me duró mucho, pues de pronto sentí que unas fuertes manos me tomaban de la cintura y me jalaban. Dejé caer lo que compré y fui introducida dentro de un carro, uno grande, me imaginé que una camionetilla por lo espaciosa que era por dentro. Me dejaron tirada sobre una mullida alfombra, yo casi no pude reaccionar.
¡Perra, te dije que no sería la última vez que nos veríamos, ramera! Hoy te voy a dar tu segunda ración de sexo, te vas enterar de lo que les hacemos a las perras, puta de mierda
Yo apenas trataba de ponerme en pié, pero el tambalear del carro y mi estado de confusión general no me dejaban. Traté de enfocar mejor y logré distinguir más del interior del vehículo, efectivamente era una camionetilla, probablemente una mini van o una panel. 2 hombres iban adelante, el piloto y el copiloto, no sabía cual de los 2 me hablaba. Atrás no habían asientos, tan solo esa alfombra peluda.
Sentí de pronto un par de manos, grandes y fuertes, que me tocaban. Traté de quitármelas, pero no podía coordinar bien mis movimientos, quise gritar, pero de mi garganta solo salían sonidos guturales, me habían drogado. Aquellas manos recorrían todo mi cuerpo, de lado a lado, de arriba abajo, y yo no podía hacer nada para evitarlo, estaba sumida entre un gran miedo y una insoportable impotencia. Antes de darme cuenta ya me estaba desabotonando la camisa y me metía mano sobre mis grandes, redondas y firmes tetas, meneándolas, estrujándolas, jugando con mis pezones, jaloneándolos, pellizcándolos. Supongo que la droga que de alguna forma me metieron, tenía un efecto amplificador de sensaciones, pues esas manos me arrancaban conmociones increíbles, impresionantes.
De un fuerte jalón me dio vuelta y caí boca arriba, las 2 fuertes manos me sujetaron de las muñecas mientras sentía que 2 labios mojados me chupaban los pezones, pasándome su áspera y caliente lengua sobre ellos y recorriéndolos por completo, dibujando el contorno de mis estrechas aureolas. De pronto siento un par de dedos que volvían a ellos para retorcerlos, pellizcarlos, acariciarlos, pero eran de otra mano, pues mis muñecas seguían inmovilizadas. Caí en la cuenta que había un tercero dentro del carro, que no había visto, probablemente detrás de mi, y que era este el que me lamía y chupaba las chiches, mientras el copiloto me mantenía firmemente sujeta.
Traté de elevar la cabeza para ver algo, pero tan solo me topé con el mismo gorro pasamontañas negro cubriéndolo. Vi como me agarra los senos de los pezones, con sus manos cubiertas con guantes de cuero, y los estiraba, elevándolos al mismo tiempo. Inmediatamente el tipo se ponía a lamérmelos, comenzando desde las partes más posteriores, muy cerca de mis axilas, y llegando, despacio, hasta mis pezones mismos, divirtiéndose con las gotas de leche que lograba sacarme de ellos.
Esos manoseos sucios comenzaron a excitarme, el cosquilleo en todo mi cuerpo empezaba a centrarse únicamente en mis genitales y en mi "torturado" busto. Aquello era una locura, no podía creer que en tan poco tiempo y estando a punto de ser violada, me hubiera puesto tan caliente, ya era la segunda vez que me ocurría, y no la primera que sentiría esa embriagante mezcla de vergüenza y placer, de si y no, de querer y no querer, de miedo y de calentura.
El tipo que me lamía y chupaba bajó una de sus manos por mi vientre hasta llegar a mi culo, el cual apretó y acarició. Al tipo le gustó lo que sintió, pues riendo como un enfermo me subió la falda hasta la altura de mi cintura y volvió a meterme mano, estrujándome los glúteos y nalgueándome con fuerza.
¡Esta es la puta más buena que hemos pescado muchá! les dijo a los de adelante ¡Nos vamos a divertir muco con ella!
¡No, por favor, ya déjenme! ¡Se los suplico, por favor! por fin logré articular bien mis palabras, y mientras les suplicaba me puse a llorar y a sollozar, pero eso solo iba a calentar más a mi atacante.
¡Si, perra, llorá y suplicame, si, dale, como la puta que sos!
Termine de desnudarla jefe dijo uno de los de adelante.
Ese día vestía con una sencilla falda roja hasta las rodillas y una blusa amarilla con líneas verdes y azules, con botones. Zapatos bajos y cómodos, nada del otro mundo. De hecho, estaba muy lejos de verme sensual.
Cuando me bajó el calzón supe que ya no había macha atrás, que me violaría otra vez como se le diera la gana y probablemente los 2 tipos de adelante también. Empecé a grita, como el último recurso que m quedaba y el último intento desesperado por evitar lo inevitable. Pero mi atacante, lejos de incomodarse, se empezó a reía al tiempo que me agarraba a bofetadas y me golpeaba en el estómago, sacándome el aire y causándome un gran dolor.
¡Ja, ja, ja, ja, ja, miren a esta estúpida como lucha, ja, ja, ja, ja! me encantan las mujeres bravas perra me susurró al oído.
Me volteó la cara con un último sopapo y se metió entre mis piernas, apretándome fuerte del cuello y cortándome la respiración. Con su mano libre comenzó a estrujarme el culo con fuerza, recorriéndolo todo, rozando y acariciando mi ano. Me provocaba sensaciones indescriptibles, sentía que mi sexo se encharcaba cada vez más y mi resistencia menguaba a cada segundo que pasaba. No dejaba de exclamar que estaba bien rica, que se iba a dar un banquetazo conmigo. Y, modestia aparte, no estaba equivocado, ustedes ya me conocen, tengo un muy buen cuerpo, con un par de chiches enormes y firmes, una cintura estrecha y un culo grande, redondo y bien parado. Todo eso en un cuerpo de 1.70, firmemente construido y de piel blanca, con una carita de nena preciosa y ojos verdes esmeralda.
Él continuó manoseándome, me soltaba el cuello solo para que pudiera tomar algo de aire antes de volver a apretármelo con fuerza. Subió un poco su mano y comenzó a acariciarme entre las piernas, palpando mi carnosa y jugosa vulva palpitante, al rojo vivo. El violador sabía perfectamente lo que hacía, recorría mis depilados labios mayores despacio, con desesperante parsimonia, una y otra vez. Podía ver sus dientes perfectos sonreírme bajo el pasamontañas. Tan solo sus ojos podía verle, unos ojos cafés, fríos, distantes, intimidantes.
Si te metiera la mano entre la pusa, ¿la encontraría mojada perra? me preguntó, sabiendo perfectamente que con su mano ahogándome no iba a poderle contestar ¿no decís nada? bueno, miremos metió uno de sus dedos asquerosos dentro de mis labios, colándolo hasta tocas mi vagina, luego los sacó, brillantes de fluidos, me sonrió y se los llevó a la boca ¡Estás empapadísima perra, más que mojada! ¡Mírenla como esta de caliente! les dijo a los otros, que se pusieron a silbar y a celebrar con groserías e improperios Estás gozando cabrona ¿no que tan decente, no que no querías? todas son iguales, al final todas son unas perras
El hijo de puta continuó hurgándome el sexo con el mismo ritmo insoportable, tomándose su tiempo entre las idas y venidas de sus dedos sobre mi vulva, poniéndome al borde del orgasmo. Su mano sobre mi cuello seguía asfixiándome, tenía la cara totalmente enrojecida y de mis ojos caían gruesos goterones. Pero aquello ya no me interesaba, ya no me importaba más, ya solo existía el placer, esa necesidad enferma de ser saciada y ese gozo perverso de sentirme obligada, ultrajada, torturada y degradada.
El tipo se reía como un tonto, con una risa estúpida y un, seguramente, enorme gesto de malévolo orgullo, feliz y satisfecho de haberme convertido en su juguete. Podía escuchar sus jadeos y su agitación, estaba calentísimo, podía sentir el aroma de su aguardentoso aliento, que en ese momento me parecía casi como una loción. Supe que ya no había razón para oponerme, por lo que terminé por relajar mis piernas y abrirlas más para él.
¡Je, je, ya no aguantás más, ¿verdad perra?! ¡Ya no soportás más sin que te coja duro, ¿verdad puta?! ¡Ja, ja, ja nos topamos con una verdadera perra muchachos!
De un solo me metió hasta 3 dedos dentro de mi sexo y empezó a cogerme con fuerza con ellos, metiéndolos y sacándolos sin tregua, estremeciendo todo mi cuerpo. Me soltó el cuello y yo comencé a gemir y a berrear sin control.
¡¡¡AAAAGGGHHHHH!!! ¡¡¡OOOOUUUHHHHHH!!! ¡¡¡AAAAAARRRRRGGGGHHHH!!! poco me importó que me estuviera violando solo existía ese enorme placer y esa terrible necesidad de ser aplacada.
Se quitó de encima mío, yo ya no hice nada por cerrar las piernas, es más, se las abría lo más que podía para no dejar de sentir sus dedos entrando y saliendo de mi interior a toda velocidad. Se arrodilló a mi lado sin dejar de violarme con los dedos ni in segundo, se bajó la bragueta de sus pantalones de lona celestes y se sacó la verga ¡Dios mío, qué miembro tenía ese desgraciado, ahora si logré verlo con total claridad! ¡Aquello era imposible, esa talega le debía medir por lo menos unos 25 cm y varios de ancho! ¡Era del grueso de mi antebrazo y estaba rígida como un hierro!
¡Chupámela perra y más te vale que no la mordás o te vas a arrepentir toda tu vida!
A pesar del miedo que me daba esa monstruosidad me sentí muy excitada mirándola,
y, como una autómata, abrí la boca y dejé que me la metiera. Como pude empecé a
besársela, a lamérsela, llenándome la boca de su asquerosa masculinidad,
fuertemente sujeta de las manos por un tercero, con la blusa abierta y el
brasier abajo, enseñando mis gigantescas chiches blancas con sus excitados
pezones erectos; y con la falda en la cintura y 3 de sus dedos ensartándome para
mi terrible placer y deleite.
Empecé a lamérsela desde la punta hasta la base, pasando por todo el tronco y alternando la mamada con unos largos lametones. Me hizo acariciarle las bolas y chupárselas también, para luego retomar la felación e intentar metérmela. Lo hacía todo por instinto, pues no pensaba en nada, tan solo sentía. Lo peor de todo es que aquello me excitaba, a pesar de la humillación y del miedo o más bien, gracias a la humillación y el miedo.
Sentía su paloma caliente y palpitante entre mis labios, con tantas venas moradas surcándola. Me agarro del pelo y me la ensartó hasta donde esta topo, volviendo a cortarme la respiración pues me la trabó hasta la garganta. Poco a poco inició un leve movimiento de cadera, adelante y atrás, cogiéndome la boca con todo el placer y tranquilidad del mundo. Supongo que empezó despacio solo para asegurarse que no se la iba a morder, pues pronto ese ritmo fue aumentando en velocidad y potencia. En menos de un suspiro me estaba cogiendo la garganta como un loco, sin dejar de traspasarme sus dedos entre mi sexo, también como un loco. Estaba alucinando, enloquecida de placer, y apenas sin poder gemir, más que guturalmente, estallé en uno de los orgasmos más fuertes que tuve hasta ese momento. Mi violador tampoco aguantó por mucho más tiempo y, sin dejar los movimientos de émbolo, acabó a chorros dentro de mi boca en medio de fuertes gritos de placer.
¡¡¡AAAAGGGHHH!!! ¡¡¡AAAAGGGHHH!!! ¡¡¡AAAAOOOOUUUUUUUGGGHHH!!! rugió, metiéndome más todavía su largo y poderoso miembro viril, inundando de leche mi boca - ¡¡¡¡UUUUUUUUOOOOOGGGGGGGHHHHHH!!!!
Como no dejaba de taladrarme casi todo su semen se me escapó por los labios, esparciéndose en mi cara y cuello. Yo tenía los ojos cerrados y apretados, lagrimeando constantemente por la falta de aire y por la sensación de tener esa cosa tan adentro. Les juro que no podía respirar, que me dolían las muñecas y me ardía la vagina (no era nada delicado con sus dedos), pero lo estaba gozando como una verdadera cerda.
El hombre se detuvo jadeando, casi temblando. Me sacó la verga y yo empecé a toser, escupiendo gran cantidad de semen que fue a dar a mis pechos y al suelo. Me dejó, alejándose un poco y el otro tipo me soltó las muñecas. Se me quedó viendo, orgulloso de verme allí, semidesnuda, tirada en la alfombra, sudada y con la cara llena de semen rendida, sometida y con el sexo empapado y aun necesitado de atenciones.
Je, je, je, sos una perra genial pero ni creás que ya acabe contigo, apenas estoy empezando me dijo.
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.