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Olaf, mi Berserker Vikingo (02)

en Amor filial

Olaf, mi Berserker Vikingo

Capítulo II

Antes de continuar haré una aclaración: he recibido algunos mensajes que critican mi forma de tratar al Maestro, uno incluso me dijo que si él fuese mi amo, habría sido una falta de respeto tan grande que justificaría un severo y hasta brutal castigo. Bueno, pues déjenme decirles que mi amo (yo también) se ríe de esos otros autoproclamados "amos" que deliran con poder de dominar las mentes, así qué fácil sería todo… y qué aburrido. Mi Maestro sostiene (y yo estoy muy de acuerdo) que lo mejor del viaje no es la llegada, pues esta no es otra cosa que el final del camino, lo mejor es el viaje mismo. Reinhold Messner, el celebre alpinista italiano de lengua alemana que escaló las 14 cumbres de más de 8.000 metros del mundo por vez primera, entre otras hazañas, consideraba que lo mejor de haber escalado el Everest sin oxígeno fue el camino, pues la cima no era más que una horrible piedra fría, estéril e inhóspita.

Vorandemur es un depredador que da muchas ventajas a sus presas, le gusta el reto de trabajar con una persona entera y fuerte poco a poco y sin aspavientos ni fanfarronadas de macho, hasta seducirla y someterla, las cosas muy sencillas no despiertan su interés. Es más bien un juego en que el esclavo lo es por voluntad propia, se entrega porque quiere, sabiendo que tiene la libertad de irse cuando lo desee. Él no me violenta ni quebranta, al contrario, me promociona para crecer, ese es el tipo de esclavo que le gusta, no la bestia triste y lastimera de los que siempre leemos en los relatos. Por ello le gusto tanto como esclava, porque soy todo lo que él quiere en una sierva.

Continuemos con la historia… pasé el día con mis quehaceres y pendiente del perrito, preocupada por llevarlo con el veterinario antes que mi hija, Maritza, una hermosa quinceañera, regresara de la escuela, no quería que lo viera. Sin embargo me fallaron los cálculos y ella llegó antes que pudiera salir con el animalito. La vi caminando por la casa con la alegría que siempre la caracterizaba.

– Hola, ¿qué tal te fue…? – no me dejó seguir, pues tras cerciorarse que no hubiera nadie cerca, me saltó encima, se aferró a mi cuello y me besó con pasión… si, somos amantes.

Tuve que apoyarme en la mesa para no perder el equilibrio mientras ella exploraba mi boca con su inquieta lengua y restregaba sus duras y generosas mamas contra las mías. Verán, Me soltó y se me quedó mirando con ojitos brillantes y pícaros, se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección a su cuarto mirándome de reojo. Así era mi niña, Mari, mi nieta adoptiva… mi amante, lo nuestro era algo que no pude parar, y ahora ya no valía la pena tratar de hacerlo. Ella realmente no es mi hija, lo nuestro comenzó cuando su madre, una de mis primeras inquilinas, vino con ella a vivir a mi pensión. Una cosa llevó a la otra y, por culpa del Amo, terminamos como amantes. Y desde que su madre la abandonó a mi total cuidado no había nada que nos detuviera más que la posibilidad de ser pescadas por algún otro inquilino metiche.

Pero de pronto el animalito pegó un fuerte chillido y llamó su atención. La muchachita lo vio y se volvió loca con él, obvio, y se encaprichó, me rogó un gran rato que la dejara quedárselo, que lo iba a cuidar mucho. Y yo no pude decirle no, la tenía muy consentida. Le puso Coky, un nombre que nos pareció muy tierno (déjennos, así somos las mujeres). Pues bien, seguí con mis cosas hasta que el día acabó y llegó la noche. Dirigiéndome a mi habitación estaba cuando apareció uno de mis inquilinos, Olaf, que venía canturreando una conocida canción con su malísimo español.

Señora bonita… su cara es dulzura…

Buenos días Olaf, ¿cómo le va?

Bien, bien… pero ahora que la veo ya se me hizo el día.

Olaf Andersen era un ingeniero sueco que trabajaba para la cooperación sueca con el país, estaba en la ciudad para asesorar a una ONG local sobre métodos de planificación y ejecución de proyector agropecuarios. Llevaba conmigo ya un par de semanas, en las cuales no hubo día en que no me tirara los canes.

¿Y cuándo me va a decir que si señora? – siguió con su malísimo español.

¡Ay Olaf, respete a su mujer, usted es un hombre casado!

Si… pero ella está muy lejos y yo estoy aquí muy solito… pobrecito yo… – me dijo haciendo pucheros y yo no pude evitar esbozar una sonrisa.

¿Qué pensaría ella si supiera que usted tuvo algo con la vieja de su casera?

Primero que nada Beatriz, vieja pero buena – no supe si sentirme halagada y ofendida – y segundo, me preguntaría si por lo menos estaba buena.

¡Olaf!

¿Qué quiere que le diga? "Amor de lejos, felices los 3"… bueno, entonces que sean 4, je, je.

Olaf era un tipo cínico y sinvergüenza, pero agradable y divertido a la vez, era capaz de decirte una patanada y hacer que te destornillaras de la risa. Vivía en mi pensión porque le encantaba el aire y la comida hogareña. Por otro lado tampoco era feo para nada, como buen hombre nórdico era muy alto y robusto, de 1.90, y blanco y sonrojado. Sus ojos eran azules y su cabello rubio, lo llevaba en una sencilla cola de caballo hasta la altura del cuello y ya se le podía apreciar una creciente calva en las sienes. Usaba además bigote y barba de candado. En aquellos días tendría como 35 años.

Se despidió con un ceremonioso beso en mi mano y se retiró. Yo me quedé de pié junto a la puerta de mi cuarto, con un grueso pepino escondido entre una toalla que llevaba enrollada en las manos (me serviría para alimentar al Maestro por la mañana), viéndolo caminar con su paso desgarbado y despreocupado. No pude evitar esbozar una sonrisa traviesa y divertida, el tipo sabía hacerme reír.

Olaf es una persona muy agradable, ¿no le parece Beatriz? – la voz de mi amo retumbó en mi mente, se había dado cuenta de todo.

Mmmm… no es pesado, aunque a veces no sabe cuándo parar…

Pero esa perseverancia puede que lo hagan un hombre más atractivo.

Bueno, depende de quién lo mire…

¿A usted qué le parece?

Pues… ¿y usted por qué quiere saber qué me parece? – reaccioné antes de que me envolviera en su plática.

Por nada Bea, por nada… solo deseaba conocer si opinión.

Usted solo necesita leer mi mente para saber cuál es mi opinión.

Beatriz, aunque no me lo crea, tengo altos estándares éticos. Es cierto, podría leer su mente como un libro abierto, pero a veces me gusta más que usted me diga las cosas.

Pues entonces le digo de una vez NO, NO me voy a revolcar con Olaf.

Pero yo no decía nada de eso Beatriz… aunque una canita al aire con un berserker como ese no le haría ningún daño mi señora….

¡Maestro, ya deje esto en paz, no va a pasar y punto! Además, ¿qué es un berserker?

Los berserker eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos de pieles y en medio de un trance inducido por la ingesta de hongos alucinógenos o de pan o cerveza contaminados por el cornezuelo del centeno. Peleaban como poseídos por un intenso odio y insensibles al dolor, eran realmente temibles. ¿Mi señora, se imagina tener un hombre así metido entre sus piernas?

Ya dije que no va a pasar maestro…

¿Ni aunque la excite?, ¿ni siquiera por la extraña atracción que siempre por su estilo despreocupado y desgarbado? ¿Ni siquiera por ese carácter desvergonzado que tiene?

¿No que tiene altos estándares de ética? ¿Qué hace leyéndome la mente ahora?

Nada Bea, nada… pero haber vivido tantos años entre los seres humanos me ha dado la habilidad de saber qué están pensando sin tener que hurgar mucho.

Mire, mejor hablamos mañana o me voy a levantar cansada, que tenga buenas noches.

Me di la vuelta y entré a mi cuarto cerrando tras de mi, no quería seguir discutiendo con él, ya tenía claras cuáles eran sus intenciones, que me convirtiera en la amante de Olaf y que este fuera una especie de semental para mi y así poder comer mejor, pero no estaba dispuesta a darle el gusto, aun continuaba siendo una mujer decente… bueno, en lo que cabía la definición de ese término, "mujer decente". Acabé de entrar en mi habitación pues mi nena ya me reclamaba desde adentro.

Abuelita, mirá, Coky está llorando mucho… creo que tiene hambre.

¿Y qué le damos? – pregunté – está muy pequeño para comer sólido.

No sé… le quería dar leche con una pacha que compré en la tienda, pero no se lo toma… mirá, no quiere. – Mari le ofrecía el biberón, pero al perrito no abría la boca, parecía que no entendía y seguía llorando suavemente, casi sin fuerzas.

Pobrecito… – dije, tomándolo entre mis brazos.

¡No quiero que Coky se me vaya a morir! – me dijo haciendo pucheros, yo le puse un dedo en su hociquito y él trató de chupar de el.

Tranquila nena, vas a ver que se va a lograr… solo tenemos que hacer que coma.

¿Y qué comerá un perrito de ese tamaño?

Mmmm… pues yo creo que a esta edad los perritos todavía toman leche de la mamá.

Pero no está la mamá…

No, no está… – dije preocupada y pensativa, mientras el animalito continuaba chupando mi dedo… pero en la mente de mi nena preciosa estaba pasando una loca idea.

¡Abuelita, tu estás dando leche!

Inmediatamente me le quedé mirando escandalizada, mi amo hizo que comenzaran a lactar, como cuando nacieron mis hijos, de mis enormes senos manaban verdaderos torrentes de leche cuando alguien me los chupaba o me los apretaban. Y ahora ella, ¿de verdad pretendía que le diera chiche a un perro?… ¡Claro que no iba a permitir que un chucho me los chupara como si fuera un bebito!

¡Maritza, no le voy a dar de mamar al perro!

¡Pero Coky necesita comer!

¡Pero no le voy a dar pecho!

¿Y si se me muere? – comenzó a hacer pucheros.

No… le vamos a dar de comer de otra forma… – más pucheros.

¡¿Pero y si no quiere, y si se me muere?!… ¡buuuuaaaaaaa! – empezó un fingido llanto, en un obvio intento por ablandarme.

¡De ninguna manera le voy a dar de mamar Maritza! – dije con firmeza y determinación… por ello no sé qué hacia dándole pecho al animalito unos minutos después, ¡mierda, la tenía muy consentida y se aprovechaba de ello!

Él cachorro cerote bebía muy a gusto de mi mama, hasta parecía que lo disfrutaba el cabroncito… aunque admito que aquel pequeño peluche me inspiraba una inmensa ternura. Pero bueno, entré a la habitación de mi nena por la puerta que unía ambos cuartos, lo alimenté por 30 minutos hasta que se quedó dormido y lo acosté en una casa de zapatos, bien arropado para que no pasara frío.

Regresé a mi recámara, mi nena ya me esperaba desnuda, con sus hermosas tetas al aire y lista para al amor. Era una preciosa criatura de piel blanca, ojos cafés claros y sedoso pelo castaño y rizado a media espalda. Sus rasgos eran finos y sus ojos un poco rasgados, lo que le confería una sexy mirada gatuna. Su nariz era más pronunciada que la mía, pero delgada y recta y salpicada de pecas. Su cuerpo era atlético muy desarrollado, fuerte y macizo, con un muy buen tono muscular más no masculina, al contrario, la nena exhalaba feminidad por cada poro. Sus senos eran firmes, redondos y grandes sin ser enormes, con pezones puntiagudos entre aureolas pequeñas. Vientre era plano y duro que dibujaba cuadritos cuando lo contraía, su cintura estrecha y sus caderas anchas, coronadas con unos glúteos firmes y bien parados.

Como verán, era una hembra extraordinaria, casi tan caliente como yo con la diferencia que casi no tenía inhibiciones. Me acerqué y nos besamos, nuestras lenguas se entrelazaron. Se colgó de mi cuello, nos pusimos de pié y dimos media vuelta, quedando yo de espaldas a la cama. Me empujó y se me echó encima sin perder tiempo. Por lo general ella siempre llevaba la iniciativa entre las 2, me imaginaba que era por las ansias y la impaciencia propias de los adolescentes.

Nos separamos un breve instante, nos vimos a los ojos y nos acariciamos con romanticismo y ternura. Me bajó los tirantes del camisón y dejó al descubierto los pezones erectos de mis senos enormes listos para la batalla. Me volvió a besar suavemente, despacio bajó por mi cuello hasta llegar a mis pechos, que besó y lamió delicadamente. Subió de nuevo y seguimos besándonos y acariciándonos por un rato hasta que la niña bajo por mi senos otra vez. Me chupó y lamió los pezones y los mordió suavemente, yo estaba extasiada y en las nubes, gozando intensamente.

Entretanto me bajó el camisón hasta las rodillas y yo le quité su calzoncito, le acaricié sus duras, redondas, firmes y muy paradas nalgas. Volvimos a besarnos con pasión, manoseándonos cada vez con más locura. Me separé de su boca y me dirigí a sus senos, se los chupé con fruición y le mordí suavemente los pezones, succionándolos con fuerza. Luego Mari hizo otro poco conmigo.

Me sacó las bragas y, despacio, fue bajando al tiempo que me abría de piernas para que ella me hiciera lo que quisiera. Viéndome con lujuria me las acabó de separar y encajó su sexo en el mío, restregándolo mientras nos acariciábamos enteras. ¡Ah, que pícara e imaginativa era, antes de ella jamás me había imaginado siquiera que tal cosa se pudiera hacer! Aunque también sabía que guardaba muchos secretos en su interior, talvez algún día me los revelara. Aquella posición de pinzas era su favorita, a mi también me encantaba, la sensación de tener esa húmeda y caliente parte de su cuerpo pegada a la mía me volvía loca, en segundos las 2 estuvimos mojadísimas.

Minutos más tarde Mari separó su sexo del mío, hasta frío sentí allí, bajó de la cama y se arrodilló en medio de mis piernas y empezó a lamerle, desde los muslos hasta llegar, despacio, a mi sexo, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. El placer creció a cada segundo comencé a gemir enloquecida, sintiendo mis jugos inundándome toda mientras Mari los lamía con maestría. Parecía mentira toda la habilidad que mi nena había adquirido en cuestión de semanas. Yo gozaba, estaba extasiada, el placer me envolvía despacio naciendo en mi sexo, mientras la fogosa joven introducía su lengua en mi agujero y chupeteaba mi clítoris.

¡¡AH!!,¡¡¡SEGUÍ ASÍIIII!!!, ¡¡¡SIIIII, SEGUÍIIIII!!! – la animaba sintiendo el orgasmo a punto – ¡¡AH!!, ¡¡AH!!… ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡OOHH!!!! ¡¡¡¡¡AAAAUUUUUUGGGGHHHH!!!!! –reventé al fin, ahogando mi grito todo lo que pude para que nadie nos escuchara.

Maritza siguió chupando hasta que el cuerpo de su madura amante cesó de convulsionar, casi me desmayé. Por el Amo, mis orgasmos se volvieron tan intensos que a menudo me dejan sin sentido. Se quedó mirándome un rato antes de seguir con las caricias, luego se sentó en la cabecera sobre una almohada con las piernas abiertas y la vulva al rojo vivo. Yo me aposté entre ellas y empecé a lamerle el sexo, ávida de sus jugos. Primero fueron lamidas largas e intensas, lentas, poco a poco se convirtieron en chupadas y succiones fuertes y rápidas.

¡¡¡OH!!!, ¡¡¡OH!!!, ¡¡¡AH!!!, ¡¡¡AH!!!, ¡¡¡AH!!! – gemía cada vez más fuerte, señal inequívoca de un inminente orgasmo, ella los tenía sin casi esfuerzo (sería la envidia de cualquier mujer).

La nena convulsionaba y se revolvía, deslizándose hacia abajo y bajando yo con ella para poder seguir chupándola. Mi cara casi quedó metida por entero entre su jugosa vulva, que chorreaba y chorreaba néctar. Le acariciaba todo el sexo con la lengua, deteniéndome en su pequeño botón, dándole pequeños golpecitos de lengua, mordiéndolo con ternura, segura de estarla enloqueciendo de placer hasta hacerla reventar su orgasmo entre mis labios, el que me bebí por completo.

¡¡¡¡OOOOOOHHHHHHH TIIIIIIIAAAAAAAAAAGGGGGGHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAHHHHHGGGG!!!!

Tragué una considerable cantidad de fluidos que me supieron a gloria, el Amo me estaba volviendo una perra pervertida. Luego nos detuvimos, nos vimos a los ojos y nos besamos de nuevo, compartiendo los efluvios que aun manteníamos en nuestras bocas.

Buenas noches nena… – le dije – te quiero mucho…

Buenas noches tía Bea… – me respondió – yo también te quiero mucho…

Buenas noches amo… – le dije a Vorandemur en mi mente – y buen provecho…

Buenas noches Beatriz, que descanse… – me respondió y dormimos abrazadas como unas santas, con ella descansando la cabeza sobre una de mis enormes tetas.

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

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De esposa ejemplar a ramera empedernida (10)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (09)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (08)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (07)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (06)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (05)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (04)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (03)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (02)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (01)

Amor de Hermanas (03)

Amor de Hermanas (02)

Amor de Hermanas (01)

Toda una Valkiria

Revolcado entre el Bosque

El Amigo de mi Esposo

Noche de Bar

Las Playas de Monterrico (02)

Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)