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El Cadejo (02)

en Grandes Series

Capítulo II

Rodeó a mi mujer de la cintura y salió de la habitación con ella, dejándome solo y sumido en la desesperación, gritando, seguro que acabábamos de cometer el error más grande de nuestras vidas. Lo único que le escuché decir a mi amada esposa fue "Fernando, te amo… siempre te amaré y serás el único en mi corazón… acordate, es por nuestro hijo…" y luego cruzó la puerta al lado de ese negro maldito del Sr. Davidson, seguidos por sus 2 secretarias. Marvin se quedó conmigo, acompañado por 2 enormes, pero de verdad enormes, guardaespaldas, viéndome sin gesto alguno en sus labios.

Bueno señor Lozano, lo conduciremos a su domicilio tal y como le indicó el Sr. Davidson, por las buenas o por las malas… usted decide…

¿Qué le va a hacer a mi mujer? – cerró los ojos con un leve gesto de fastidio y me contestó sin muchos ánimos.

Lo que a él se le de la gana, por favor, comprenda eso…

¡Pero quiero saber…!

…usted sabrá solo lo que su Amo le quiera decir. – la palabra Amo me pegó en los ánimos como un sólido y pesado bloque de hielo, Marvin se dio cuenta de mi perplejidad y me habló cambiando el tono – Mire, sé que es difícil aceptarlo ahora… probablemente también lo será después, pero lo debe comprender y asumir, al hacer ese negocio con el Sr. Davidson salvaron la vida de su hijo, pues él, NUESTRO AMO, nunca deja una promesa sin cumplir, pero tampoco deja ninguna deuda sin cobrar. Mientras más se oponga usted, mientras más luche, será más duro y eso no le conviene. – casi podía percibir un dejo de compasión en sus palabras – Solo le diré que no creo que le haga nada malo a su mujer, él cuida bien de sus bienes el tiempo que permanecen con él… espero que termine por entenderlo de una vez por todas, por ahora no hablaré más y lo conduciremos a su casa, de usted depende como lo hagamos…

Le hizo una señal a uno de los guardaespaldas con la cabeza y se me acercó, era un tipo moreno, de labios gruesos y ojos pequeños, mulato, que me liberó de las cadenas. Pensé en correr, pero no me serviría de nada, aun tenían a mi mujer, y peleando solo me conseguiría una gran paliza, así que dejé que me condujeran sin resistencia a un vehículo, que minutos más tarde me estaba dejando en la puerta de mi casa.

Entré como un zombi, caminando sin rumbo y confundido, de alguna forma acabé en mi pieza. Me tiré sobre la cama, enterré la cara entre la almohada y empecé a llorar de nuevo, no había dicho ni una sola palabra desde que me quitaron las cadenas. Por mi mente comenzaron a pasa una procesión de recuerdos felices al lado de mi Pamela, recuerdos a los que me tendría que aferrar para poder soportar todo lo que se nos viniera encima.

No me di cuenta de cuándo fue que caí profundamente dormido, soñé con el día de mi boda como si hubiese sido ayer. Pamela, mi mujer, entonces solo mi novia, caminó hacia el altar vestida de un blanco impecable como su virginidad, escoltada por su padre que no cabía en si de felicidad y orgullo, era hija mayor y me la entregaba para siempre. La recepción en un hotel fue excelente, los invitados se divirtieron de lo lindo al igual que nosotros. Y luego, para cerrar con broche de oro, abordamos el avión que nos llevaría a Belice donde tendríamos nuestra luna de miel, había tirado la casa por la ventana.

Yo estaba más caliente que una estufa, no lo podía ocultar y ella lo sabía, sabía lo mucho que me costó aguantarme mientras anduvimos de novios, ella quería llegar virgen al altar y yo, que la amaba a más no poder (siempre la amé así), con los ojos cerrados y sin pensarlo acepté.

¿Estás segura que eso es lo querés?… digo, hacer el amor es de lo más rico.

Si, eso es lo que quiero Fer… es que es muy importante para mi, de verdad, que tu seas el primero. ¿No te gustaría amor?… claro, si tu no estás de acuerdo pues… bueno…

Si, por supuesto… mirá, si es tan importante para ti lo es para mi también… ¿querés llegar virgen al matrimonio?, pues yo te ayudo mi amor. – definitivamente fue una de las respuestas más atinadas que he dado en mi vida.

¡Fernando, te amo mi vida!

Yo también…

Me preocupaba que no fueras a querer, esta relación no es solo mía y yo te amo. Si me hubieses dicho que no creo que tarde o temprano te habría aceptado en la intimidad. – no pude evitar exclamar "¡mierda!" en mi interior – Me has hecho la mujer más feliz del mundo, te juro que va a valer la pena… te lo juro…

Pame me vio a los ojos profundamente conmovida, con los suyos mojados y sin pensar se me lanzó encima dándome un beso delicioso, susurrándome al oído lo mucho que me amaba. Y luego, ese día glorioso, en nuestra habitación de ese lujoso hotel de Belice City, ella me pidió que me pusiera cómodo en la cama mientras ella se preparaba en el baño. Salió de allí completamente desnuda, moviendo sensualmente las caderas a un ritmo cadencioso, excitante, mirándome con ojos enamorados y mirada encendida. Esa mirada ya la conocía, era la misma que ponía cuando nos besábamos y se calentaba mucho, pero ahora traía un matiz diferente, profundo, definitivo.

Tenía 20 años y era una mujer bellísima, morena, ojos oscuros, nariz fina y boca delicada, una carita de ángel. Era muy delgada, escuálida decía mi abuela pero no, era bajita y de complexión delicada. Sus senos eran magníficos, morenos, pequeños y firmes, colgaban grácilmente como 2 bellísimos conos de carne de un tórax delgado, sostenido por una cintura de avispa que parecería incapaz de hacerlo. Sus caderas eran estrechas pero coronadas con unos glúteos redondos, duros y respingones. Y todas esas maravillas estaban contenidas en un cuerpo de no más de 1.59 mt.

Desde mi cómoda posición sobre el colchón la veía con incrédulo gesto de idiota, impresionado. Estaba más que caliente y veía con un optimismo a prueba de balas mi futuro en cuanto a mi vida sexual como hombre casado. Yo creí que aquel acto inesperado de mi amada era una sorpresa espectacular, un juego hermoso y espontáneo, preludio de lo que sería mi futuro a su lado. Tan solo un juego lúdico y excitante. Con la voz más sexy que había escuchado en mi vida y su cara más pícara, me dijo:

Aquí me tiene, amo, a sus pies para que disponga de mi como guste.

¡Pamela, Pamela, sos increíble! ¡No puedo creer que me haya casado con una mujer como tu!… ¡De verdad que tengo suerte, muchísima suerte!

Es lo menos que tu te merecés amor…

Aquello era mucho más de lo que esperaba, más de lo que me imaginaba para mi noche de bodas, creía que por su inexperiencia se portaría tímida e insegura, ya me había preparado con toda la paciencia y compresión del mundo. De manera que podrán comprender mi gran sorpresa cuando, sin que yo hiciera nada, se trepó a la cama y me sacó la verga del pantalón de mis piyamas y lo comenzó a acariciar.

La verdad creí que se lo metería a la boca y me sentí un poco desilusionado que no lo hiciera, pero no hizo falta, sus caricias me estaban gustando mucho a pesar de los frotes demasiado fuertes y unos que otros rasguños y raspones de sus uñas. Le estaba poniendo todo su empeño, tanto que la tuve que separar de mi miembro pues ya estaba a punto de terminar y yo no quería que fuera tan rápido.

¿Qué pasó? ¿No te gustó? – me preguntó haciendo ojitos tristes.

¡Me encantó!, pero es que ya me vas a hacer terminar y, pues… quiero que dure más…

Tomé entonces la iniciativa, la afiancé suavemente de los brazos y la acosté boca arriba sobre la cama, ella solo me veía con ojos llenos de amor y confianza dejándose hacer. Me puse de costado a su lado y, con las mano derecha, me puse a acariciarla despacio, suavemente. Recorría con las yemas de mis afortunados dedos su vientre plano, dibujé despacio el contorno de sus senos, unas esferas que parecían hechas de la seda más suave y fina de este mundo, con 2 pezones oscuros, gruesos y erguidos como 2 guindas preciosas que me quería comer.

Tomé valor y seguí adelante, bajé los dedos hasta enredarlos con su oscura pelambrera y vi como ella cerraba los ojos en medio de una largo y profundo suspiro, acompañado de una especie de espasmo o escalofrío que me dieron la confianza de saber que mi caricia era bienvenida… muy bienvenida. Mi mano continuó su camino, se coló por en medio de ese tupido matorral y logré tocar sus labios vaginales, los que me puse a acariciar con suavidad, esperando su reacción. Esta fue abrirse de piernas y recoger las rodillas hacia los lados, una invitación a continuar.

Seguí acariciándola así por un buen rato, noté que su respiración se aceleraba poco a poco y la mía también. Entonces encontré un tesoro que nos daría a ambos interminables noches de placer en el futuro: su clítoris. Con muchísimo cuidado tomé ese botoncito con los dedos índice y pulgar, para ese momento su rostro estaba enrojecido y en su frente empezaban a aparecer pequeñas gotitas de sudor. Y en cuanto lo tomé Pame se empezó a revolver como una serpiente entre mis brazos, cerrando y apretando los ojos, echando la cabeza atrás y gimiendo quedamente. Quedé hipnotizado como viendo sus senos se meciéndose de un sitio a otro según sus movimientos.

Alentado me puse a frotar tiernamente y con ambos dedos ese botoncito, ella parecía enloquecer más y más cada vez, estaba perdida, solo gemía y no podía ni hablar y yo me deleitaba mirando como alucinaba del placer. Entonces estiró sus brazos y se me colgó de mi cuello como si fuese a caer a un precipicio mientras yo aceleraba los estímulos. La humedad de su intimidad aumentaba cada vez, la verdad me parecía que era exagerada, su flujo no se detenía y caía como un chorrito desde las profundidades de su sexo. Mi mano estaba empapada, así como su vulva y clítoris.

¡¡¡FER!!! ¡¡¡FERNANDO!!! ¡¡¡FERNANDO!!!… ¡¡¡¡MMMMMMMMMM!!!!… ¡¡¡¡AAAAGGGGHHH!!!! – gritó cuando el orgasmo la atacó, el primero de su vida y el primero que yo le provocaba.

Pamela… – le dije sin obtener respuesta

¡¡¡¡EMMMMRRAAOOOMMM!!!! – gritaba frases inconexas y sin sentido y palabras ininteligibles.

Pamela… ¿Pamela, estás bien? – le pregunté, pues sus gritos eran ahora alaridos.

¡¡¡¡TEMMMM… AAAAAGGGG… AMOOOOO!!!! – y siguió explotando yo llamándola, pero ella no hacía más que gritar.

Sus ojos estaban en blanco, trabados de el tremendo placer que le estaba dando. Su corazón parecía querer salírsele, sus pulmones no lograban inhalar todo el aire que necesitaba. Mis manos quedaron empapadas en sus flujos, su vagina era un charco… simplemente no lo creía posible, mi amada y dulce Pamela berreando como solo había visto en las pornos.

La comencé a besar, ella me correspondió, nuestras lenguas se unieron en un abrazo conyugal profundo, una comunión de 2 almas que se amaban con locura y destinadas a unir sus vidas para siempre. Rodamos, ella gemía, me besaba como queriendo tragarme, por fin quedé sobre ella, con mi tridente apuntándole a su indefenso sexo. Cuando coloqué el glande sobre su vulva pegó un fuerte resoplido y rodeó mi cintura con sus piernas, me tomó más fuerte del cuello y, entre jadeos, me susurró casi sin fuerzas al oído "entrá ya en mi"… no necesitaba más, ella me lo pedía y sus deseos eran órdenes para mi, siempre la tuve muy consentida.

Avisame si te duele amor. – le dije pero ella no me contestó.

Como les dije, aun era virgen, y no es que me la esté llevando de experimentado, pero es fácil saber que la primera penetración de una mujer debe ser llevada a cabo con mucho cuidado y ternura. Por ningún motivo la quería lastimar, solo enloquecerla de placer, así que empujé mi ariete con suavidad y este empezó a separar los inmaculados y delicados pliegues de su sexo. Ella pegó un respingo abriendo la boca para jadear, yo la veía a la cara, pendiente de cualquier gesto de dolor. Y mientras tanto no dejaba en entrar en su interior, milímetro a milímetro.

Los ojos de Pamela estaban en blanco, su mirada perdida y extraviada, su cabeza se movía de un lado a otro y su cara gesticulando de forma extraña, no podía adivinar si era de placer o de dolor. Concluí que era placer pues me habría parado de haberle dolido. Así que continué entrando, era una sensación increíble, sentía como que una funda caliente y apretada de carne, muy mojada, iba devorando poco a poco mi pene parado y duro. Y ella, lejos de quejarse, gemía con fuerza y me sujetada con sus piernas, rodeándome por la cintura y empujándome hacia su cuerpo con más fuerza. Me abrazaba de la nuca y hundía mi cabeza en un costado de su cuello, podía escuchar y sentir su aliento caliente en mi oído, su respiración agitada y su voz entrecortada diciendo cosas en susurros que no podía comprender.

Me extrañaba que no sintiera dolor, sentía que mi miembro llegaba al final del camino, pues topó y ya no avanzó más y ella parecía quererme dejar sordo con sus largos gemidos, que más parecían alaridos. Decidí empezar con los movimientos de émbolo, sacando solo un poco, y volviendo a metérsela hasta que volviera a topar, eso pareció volverla loca.

¡¡¡¡AAAUUUGGGHHHH!!!!… ¡¡¡¡AAAUUIRERIRIIRRRRRR!!!! – no podía no pronunciar palabras claras y coherentes, ni siquiera entendibles – ¡¡¡¡UUURRRGGASSSUIUUUMM!!!!

Poco a poco mis embates se iban haciendo más rápidos según la calentura me embargaba. Me impresionó muchísimo la abundante cantidad de lubricación que producía, a cada arremetida sentía como caía a borbotones sobre las sábanas y podía escuchar el sonido del chapoteo. Así estuvimos como 30 minutos, 30 minutos de coger, de meterle la paloma sin parar. Y ella gritó, berreó y sudó a chorros. Y yo, no podía parar, ella no me dejaba pues me tenía aprisionado a su cuerpo con fuerza… claro, ni por mula me iba a quitar de allí.

Pues bien, tras ese tiempo no pude más y lancé mis desesperados chorros de esperma en el interior de su delicado y deliciosísimo sexo. Fueron lechadas y lechadas, largas y abundantes, bastante de mi semen se rebalsó de su vagina ya inundada, y ella gritaba y gritaba. Luego nos quedamos quietos, yo encima de ella y así nos dormimos. Fue maravilloso, fenomenal, nada del otro mundo podrán decir, pero para mi había sido la mejor de mi vida.

Desperté al otro día a su lado, su cuerpo estaba desnudo, las sábanas se habían caído de la cama. Ese hermoso par de senos moreno, pequeños, firmes y turgente me invitaban a acariciarlos… y obvio, lo hice. Ella abrió los ojos entonces y me vio con amor, cariño, complicidad, intimidad.

Buenos días, tentón. – me dijo.

Buenos días amor… ¿dormiste bien?

¡Muy bien! Y tu parece que te despertaste muy ocupado, ¿verdad?

Anoche me dijiste que eran mías… – dije con cara de niño malo.

Y lo son mi amor… perdón… mi amo y señor… – me lo dijo con una gran sonrisa en los labios y yo bajé con mi mano hacia su sexo y lo toqué, ella cerró los ojos y me sonrió – ¿Otra ronda? – le propuse, pero entonces ella abrió los ojos e hizo un gesto de dolor.

¡Cuidado allá abajo Fernando, me arde mucho!

¿Qué te pasó? – que pregunta tan estúpida.

No sé, dejame verme…

Se levanté un poco y vi una gran mancha de sangre en las sábanas, mezclada con semen y sus jugos resecos. Ella se asustó, y hasta ese momento reparó en que le dolía mucho y que la había lastimado. Y yo me sentía como una cucaracha. Fue al baño a limpiarse, tardó como 15 minutos, luego salió con su carita triste.

¡Tengo muy irritado allí adentro! Y creo que te llevaste un buen trozo de piel.

¡Perdón mi amor! ¡No sé que me pasó! ¡Mierda, debí parar a tiempo!

Nos sentamos sobre la cama, no sabía donde meter la cabeza. Entonces recordé su rostro al hacer el amor, recordé el cuidado que tenía para darme cuenta si sentía dolor y no, no encontré ningún indicio, eso me extrañó, pues debió haberle dolido bastante.

Pamela, eso te debió doler anoche… ¿por qué no me paraste? – ella solo se encogió de hombros – Habíamos quedado en que si sentías alguna molestia tan solo me tenías que decir.

Es que… no sé, no sé… te juro que… no sé…

¿Cómo así?

No sé… ni yo misma lo entiendo… si sentía dolor, lo recuerdo bien. Pero no me importó… lo estaba gozando tanto…

La abracé y la besé, luego nos echamos de nuevo a la cama y dormitamos un rato abrazados. Si, era un recuerdo hermoso, pero me hacía doler el alma horriblemente, pues no sabía si regresaría esa felicidad algún día…

Desperté sobresaltado, sudoroso, ese sueño tan hermoso me parecía una horrible pesadilla en ese momento. Levanté la vista y la vi, allí estaba ella, vestida con su traje, agazapada sobre un viejo sillón y sollozando en silencio. Me puse de pié como un rayó y me le acerqué rápidamente, pero descubrí que no me atrevía a tocarla, no me sentía digno. Y ella tampoco me volteaba a ver, no se atrevía a darme la cara.

Pame… Pamela… amor… – le escuché un sollozo casi imperceptible - ¿Qué… qué te hicieron mi vida? – ella negó con la cabeza pero sin poder articular palabra, yo insistí.

Nada… no me hizo nada más…

Pero… ¿entonces?

Me paseó por la ciudad… me… me dijo un montón de cosas…

¿Qué cosas?

Que… que me convertiría en una perra viciosa y adicta a él… – entonces rompió en un llanto incontrolable y lleno de dolor y de vergüenza.

¡Nunca debimos hacer esto, jamás debimos entregarnos a ese degenerado de mierda!

No, era inevitable, – me respondió casi sin voz y me sorprendió – solo así podíamos salvar a mi Fernandito… si tengo que degradarme hasta los extremos por él, lo haré con gusto… – me vio a la cara, bañada en llanto pero con una firme resolución en los ojos.

Ojalá hubiese tenido palabras para decir en ese momento, ojalá hubiese tenido una forma de salir de ese destino. Pero no, todo se conjugaba para que quedáramos atrapados sin remedio en las manos de ese maldito de Davidson.

Fer, quiero pedirte algo… 2 cosas…

¿Cuáles amor, lo que querrás?

Recordá que siempre, no importa lo que pase, te amaré como una loca…

Yo también mi vida… te amaré hasta después de muerto… ¿y la otra cosa? – cerró los ojos e hizo una pausa como para tomar fuerzas.

Fernando, por favor… nunca me vayás a preguntar sobre las cosas que me haga… sea lo que sea, no quiero que lo sepás…

¡¿Cómo?, pero me lo tenés que contar, para eso soy tu esposo! ¡"En las buenas y en las malas", ¿todavía te acordás de eso?!

¡No tenés que ser hiriente! – me dijo llorando y haciendo pucheros – No se me ha olvidado, pero no es tan fácil… no tenés idea de la terrible vergüenza que siento ahora. – respiré profundo y me calmé, tenía razón, ya era suficientemente difícil para ella sin que yo lo hiciera peor con palabras ofensivas.

Es que necesito saberlo amo…

¡¿Y para qué, qué va a cambiar?! ¡Eso no hará las cosas más fáciles ni las arreglará!

¡Pero yo lo necesito saber!

¡Y yo necesito que no lo sepás! ¡No quiero que lo sepás, no soportaría la vergüenza!

¿Fue acaso algo tan sucio y asqueroso?

Dejarme tocar y poseer por un desgraciado que no es mi esposo es suficientemente sucio y asqueroso para mi… – se dio la vuelta y salió furiosa y envuelta en llanto, traté de detenerla pero no pude. Me quedé sentado en la cama, furioso, sus respuestas me dejaron peor.

Continuará…

Garganta de Cuero

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El Semental de las Mayén (05)

El Semental de las Mayén (04)

El Semental de las Mayén (03)

El Semental de las Mayén (02)

El Semental de las Mayén (01)

Alberto, el Semental que me hizo su Yegua (04)

Alberto, el Semental que me hizo su Yegua (05)

Alberto, el Semental que me hizo su Yegua (03)

Alberto, el Semental que me hizo su Yegua (02)

Alberto, el Semental que me hizo su Yegua (01)

Ceviche de Sexo

Orgía Familiar II (03)

Orgía Familiar II (02)

Orgía Familiar II (01)

Esclavo de la Carne (06)

Esclavo de la Carne (05)

Esclavo de la Carne (04)

Esclavo de la Carne (03)

Esclavo de la Carne (02)

Esclavo de la Carne (01)

Orgía Familiar (03)

Orgía Familiar (02)

Orgía Familiar (01)

Fin es comenzar otra vez (09)

Fin es comenzar otra vez (08)

Fin es comenzar otra vez (07)

Fin es comenzar otra vez (06)

Fin es comenzar otra vez (05)

Fin es comenzar otra vez (04)

Fin es comenzar otra vez (03)

Fin es comenzar otra vez (02)

Fin es comenzar otra vez (01)

Todo por Puta

Javier (02)

Javier (01)

Kika

El Nacimiento de Kika

Perro de Alquiler (18: Final)

Perro de Alquiler (17)

Perro de Alquiler (16)

Perro de Alquiler (15)

Perro de Alquiler (14)

Perro de Alquiler (13)

Perro de Alquiler (12)

Perro de Alquiler (11)

Perro de Alquiler (10)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (19 Final)

Perro de Alquiler (09)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (18)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (17)

Perro de Alquiler (08)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (16)

Perro de Alquiler (07)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (15)

Perro de Alquiler (06)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (14)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (13)

Perro de Alquiler (05)

Perro de Alquiler (04)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (12)

Perro de Alquiler (03)

Perro de Alquiler (02)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (11)

Perro de Alquiler (01)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (10)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (09)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (08)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (07)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (06)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (05)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (04)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (03)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (02)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (01)

Amor de Hermanas (03)

Amor de Hermanas (02)

Amor de Hermanas (01)

Toda una Valkiria

Revolcado entre el Bosque

El Amigo de mi Esposo

Noche de Bar

Las Playas de Monterrico (02)

Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)