Cuarta Parte
Capítulo XIII
Una Sombra Oscura
¡¡¡OOOHHH!!! ¡¡¡OOOHHH!!! ¡¡¡¡OH DIOS MÍO, DIOS MIIIIOOOOOAAAAAGGGHHH!!!!
Gimiendo como la puta más desesperada, aquel hombre se revolvía como un loco sobre la cama. Era un macho maduro de poderoso cuerpo, peludo y canoso, con una imponente y poderosa musculatura empapada de sudor, lo que le daba un excitante brillo a su piel morena clara. Veía pasmada su enorme pene hinchado alcanzar los 30 cm. de largo por 6 de diámetro y zarandearse apuntando al techo, al compás de las acometidas que, con toda mis fuerzas, daba a su dilatado y goloso ano. Veía también su rostro apuesto y barbado enterrado bajo los pliegues depilados de la vulva de Hilda, una poderosa e intimidante valkiria.
Aquella escena debía ser dantesca, pues sobre esa cama se encontraban 3 personas muy dispares entre si. Él, macho cincuentón peludo, grande y musculoso, tirado boca arriba sobre la cama tomándose los talones en el aire para mantener las piernas abiertas y el ano entregado a mi persona, que lo sujetaba con fuerza de las caderas para tomar impulso y sodomizarlo con potencia. Arriba, sobre su rostro barbado, una imponente físico culturista restregaba su sexo sobre su cara, llenándosela de sus flujos y gimiendo por el placer que la lengua del maduro le prodigaba.
Su nombre era Hilda Spiegler, el de él no importaba. Ella era la guardaespaldas personal de Rolo, una alemana que vivía en Guatemala desde hacía tiempo al lado de su inseparable amante y esclava Sonia, de nacionalidad guatemalteca. Hilda era imponente, perfecta para su trabajo, con sus 180 cm de un firme y fuerte cuerpo, corpulento y robusto, con un par de senos casi tan grandes como los míos y unas poderosas y robustas piernas. Piel intensamente blanca se veía casi pálida por el contraste que su cabello intensamente negro y sus fríos ojos eran azules le daban. Sus pezones estaba anillados, al igual que su ombligo y su sexo y en la espalda tenía una enorme valkiria vikinga tatuada, medio desnuda, y blandiendo una espada en una pose muy sugestiva.
Aquella mañana llevaba yo una tanga arnés negra amarrada a mi cintura y una pequeña tirita de cuero metida en lo más profundo de mi trasero, con un enorme consolador adherido en el frente, erguido como un muy viril pene que se enterraba sin compasión dentro del ano de ese macho maduro con todo y sus 5 cm. de diámetro, haciéndolo gemir como una perra pediéndome más.
¡¡¡AAAAHHHHH!!! ¡¡¡OOOOHHHH!!! ¡¡¡¡UUUUUAAAAAGGGHHHH!!!! ¡¡¡AAHHH!!! ¡¡¡AAHHH!!! ¡¡¡¡AAAAARRRRRGGGHHHH!!!! gemía con los ojos desorbitados por el tremendo placer que sentía ¡¡¡MAS!!! ¡¡¡MAS!!! ¡¡¡¡DEME MAS!!!!
¡Rompele el culo a esta perra, Devoradora! me ordenaba Hilda con su fuerte acento alemán mientras gemía por la lengua del hombre entre su vulva ¡¡¡OOHH DIOS MÍO, QUÉ LENGUA TIENE ESTA PUTA!!
¡¡¡¡SSIIIIIIGGGGGHHHHHH!!!! ¡¡¡RÓMPANME, REVIÉNTENME EL CULO!!! ¡¡¡¡OHH, OHH OOOOOOOUUURRRRRRGGGGGGGMMMMMM!!!!
Esas sesiones de sexo salvaje eran ya normales dentro de mi vida, tanto Mario como Rolando son un par de degenerados, siempre en busca de nuevas aberraciones. Desde que me reencontré con Mario había ido cayendo más y más bajo cada vez y sin poderlo evitar ni controlar, me había terminado de convertir en la puta sumisa de esos 2 tipos, a la que le encantaba ser tomada y sometida ferocidad, saña y sin piedad Ahora más que nunca estaba segura de un poder oculto y sobrenatural que nublaba mi sentido común cuando alguno de esos 2 hijos de puta aparecía.
Aquella mañana estaba en la mansión de los Zamora, de donde había sido llamada para atender "a un cliente muy importante de la compañía de Rolando Zamora (así se apellidaba)". Si, ya hasta me había convertido en su puta y objeto de cambio. Y mientras continuaba dándole duro por el culo, veía a la intimidante alemana saltar y restregarse contra la cara del hombre, moviendo las caderas en círculos para sentir su barba y bigote, para sentir sus labios rozar su vulva. Sus manos aprisionaban con fuerza las muñecas de su sumiso amante inmovilizándolo, su cuerpo enrojecido y poderosamente musculado se estremecía a medida que el orgasmo se le acercaba gracias a la lengua del maduro que hurgaba entre los pliegues de su vagina, buscando sin cesar el contacto con ese clítoris grade y grueso, perforado con un piercing de plata. Al final, Hilda casi cae de la cama por el violento clímax que alcanzó.
¡¡¡¡OOOOOGGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOOGGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOOGGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡¡¡PUUUUUTAAAAAAAAGGGGGHHHHHH!!!!!! gritó cuando las primeras contracciones de placer aparecían en su vientre ¡¡¡¡AAAGGGHHH, DEVORADORA!!!! ¡¡¡¡DEVORADORA!!!! ¡¡¡¡¡¡DEVORADORAAAARRRRRRGGGGGGHHHHHH!!!!!! gritó y se revolvió frenéticamente sobre el cuerpo inerte del viejo, que se afanaba en beberse todos sus jugos.
Hilda perdió el equilibrio y cayó con un profundo gesto de satisfacción y placer. Las 2 estábamos empapadas de sudor, con nuestros cuerpos brillantes, de nuestros sexos caían gruesas gotas de fluidos lubricantes. Me encontraba ardiendo, terriblemente excitada y ya no lo aguantaba, necesitaba ser penetrada ya. Así que me detuve, jadeante, tratando de recuperar el aliento, con la mirada clavada en el inmenso falo del hombre que me hacía agua la boca. Despacio le saqué la verga del culo y bajé la cabeza, llevé mi boca hasta ese impresionante ariete de carne y me puse a lamerlo y a chuparlo, acariciándole las bolas y mordisqueándole suavemente el glande.
¡Quero que me coja duro, ya, quiero que me parta en 2! le dije, no se si como súplica o como orden, tirándome sobre la cama con las piernas abiertas luego de quitarme el arnés.
Se puso trabajosamente de pié y se colocó encima mío, guió su gran palo a la entrada de mi feminidad y yo lo rodeé con las piernas, jalándolo hacia mi y ensartándome en esa verga. Comenzó a cabalgarme, sentía como su gran ariete me abría los pliegues de la vagina al máximo, abriéndose paso dentro de mi ser, ya estaba acostumbrada a ese tipo de vergas se convirtieron en mi delirio. Pronto me estaba cogiendo duro y a un ritmo constante, aprovechando lo anegada que estaba para perforarme con fuerza y sin piedad, mientras yo gemía y gritaba como una demente, como una perra apaleada que era precisamente lo que era en ese momento.
¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOOUUUGGGHHHH!!!! gritaba ¡¡¡¡OOOOOGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡DEME DURO, CÓJAME DUROOOGGGGHHHHH!!!
Vi entonces a Hilda de pié detrás del viejo, apuntando a su ano con el tremendo falo que yo tenía puesto y ensartándoselo hasta el fondo. El hombre pegó un grito desgarrador tensionando todo su cuerpo, pero sin parar de penetrarme como un salvaje. Los 2 nos acercábamos a toda marcha al orgasmo.
¡¡¡¡AAAAAGGGHHHH, AAAAGGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡YA NO AGUANTO, NO PUEDO MÁASS!!! ¡¡¡¡UUUGGGHHH!!!! ¡¡¡¡UUUGGGHHH!!!! ¡¡¡¡UUUGGGHHH!!!! ¡¡¡¡UUUGGGHHH!!!! ¡¡¡¡YA NO AGUANTOOOOUUUGGHHHH!!!! gritaba él.
¡¡¡¡AAAAYYY!!!! ¡¡¡¡AAAAYYY!!!! ¡¡¡¡AAAAYYY!!!! ¡¡¡¡AAAAYYY!!!! gritaba yo desesperada, aplastada bajo su cuerpo.
En menos de 30 segundos los 2 rompimos en gritos y rugidos, en medio de un clímax que nos envolvía de locura y de gozo. El hombre regó con fuerza mi interior, rebalsándome de semen mientras Hilda no dejaba de violarlo desde atrás. Quedé empapada en sudor y con la vagina llena de semen, ese hombre parecía fuente. Jadeaba como perra cansada bajo la atenta, y ahora más relajada, mirada de Hilda, de hecho su rostro se había suavizado mucho, ya no parecía la dura y atemorizante guardia.
Me quedé tirada sobre la cama unos minutos, ni siquiera sentí cuando Hilda salía de la habitación con nuestro amante sumiso. Me levanté poco después, para reunirme con Rolando, el cual me obligó a hacerle una mamada antes de enviarme de regreso a mi casa en mi propio carro. En el camino iba reflexionando acerca de todas esas cosas sucias que había visto hasta entonces, rompiéndome la cabeza pensando en dónde podría encontrar las respuestas que me hacían falta para poder armar ese rompecabezas en que se había convertido mi vida.
Y así continuó la marcha de mi vida, había pasado de ser la perra de un solo hombre a ser compartida por 2, y ahora, lo era también de sus respectivas esposas y hasta de la empresa de Rolando Zamora. En mi interior sabía que aquello solo haría aumentar y continuar, que no tendría límites en mi degradación y eso me excitaba tanto como me mortificaba.
Lo único bueno que me quedaba en la vida era mi familia, por lo que decidí entregarme en cuerpo y alma a ellos. En especial a Leonardo, con quien nunca tuve una relación estrecha, como ya dije anteriormente, yo solo era su esposa florero. Por desgracia casi siempre estaba de viaje, situación que ese par de degenerados aprovechaban para usarme a su sabor y antojo a veces hasta días enteros. Pero cuando regresaba, me refugiaba en él, me dedicaba en cuerpo y alma a él y a nuestros hijos.
Leonardo lo veía con cierta extrañeza, pues tras el nacimiento de nuestro segundo bebé dejé de tratar de acercármele, de llamar su atención. Si sus fincas son más importantes que él, es su problema, me decía yo misma. Incluso llegue a pensar en divorciarme. Y como mi cambio para con él se dio casi de la noche a la mañana, creo que hasta algo malo sospechaba.
Pero igual seguí yéndose de viaje y de parranda cada poco. Y mientras tanto, cada día yo bajaba un peldaño más abajo en mi camino de emputecimiento total, continuando sirviéndoles a Mario y a Rolando como su esclava sexual personal, su objeto de cambio, haciéndome partícipe en toda clase de aberraciones.
Sin embargo, hasta esa felicidad me sería quitada, todo empezó una mañana en que me hallaba sola en la casa, acompañada tan solo de las muchachas del servicio. Llegó a mis manos misteriosamente un DVD, me lo trajo un servicio de mensajería, traía una tarjeta que decía, "miralo Devoradora"
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
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