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Devoradora (09: Prostituida y Enviciada)

en Grandes Series

Tercera Parte

Capítulo IX

Prostituida Y Enviciada

Acostada boca arriba en la cama revuelta de ese motel, tenía la cara llena de semen resbalándose por mis mejillas, con mi lengua buscaba reunir lo más posible para poder saborearlo. Tenía la vagina abierta como un sifón al igual que mi ano, ambos parecían un tubos de PVC. Por lo general así quedaba siempre después de cada encuentro con Mario, luego de ser barrenada con furia por su rabiosa verga, larga, gruesa y venosa. Siempre me pasaba por encima usándome como un objeto, saciándose a toda costa con mi cuerpo mojado por el sudor, y yo jadeante, famélica, feliz, excitada, caliente, dispuesta a más.

Así era como quedaba luego de cada cogida que me metía, ya no me mortificaba tanto el hecho de engañar a mi esposo, como el hecho de gozarlo con tanta fuerza, eso me hacía sentir sucia, traicionera, una mierda en resumen. Y ya no solo era el hecho de revolcarme con Mario, no, ahora ya gozaba con el dolor, la humillación y la vejación. Ahora cuando me tenía sometida mi sexo se encharcaba palpitando y estremeciéndome ante el más mínimo roce. Él ya ni necesitaba hacer siquiera esfuerzo para que mi voluntad desapareciera.

Levanté un poco la cabeza y vi mis ingles, mi vulva, otrora cubierta por un espeso pelambre, lucía ahora totalmente depilada, tal y como él quería que la tuviera. Mis 2 rendijas ya la tenía habitualmente muy abiertas y casi permanentemente distendidas. A veces, cuando hacía el amor con mi esposo, tenía que apretar mis músculos vaginales para que no sintiera nada raro y quedara bailando adentro de mi, a pesar que él está bien dotado también.

Luego lo miré a él vistiéndose, pensando en sus asuntos, metido en sus negocios como si nada hubiese pasado en ese cuarto, como si yo no estuviera allí. Nunca dejaba de admirar su físico, alto y corpulento, de espaldas anchas, con músculos muy bien marcados pero sin llegar a ser de un culturista. Sus abdominales formaban un perfecto six pack, sus piernas parecían 2 troncos gruesos y fuertes, sus nalgas redondas, grandes y duras, muy carnosas. Y de cara tampoco desentonaba, era guapo, apuesto, hermoso, con un par de ojos miel que sobre su piel morena se hacían notar más.

Pasado mañana te ponés el conjunto negro que te compré…

¿No nos vamos a ver mañana? – le pregunté con la vocecita de una novia mimada.

No… tengo cosas qué hacer.

¿Qué cosas?

Cosas… – nunca me contaba lo que hacía cuando no estaba conmigo – bueno, te miro pasado mañana, adiós. – me dio un beso en la frente y se fue dejándome desnuda y desmadejada sobre la cama… sola.

Me puse de pié trabajosamente, me dolía horriblemente el culo, la vagina y el cuerpo, de verdad que me daba muy duro. Me vestí sin prisa, con la ropa que llevaba guardada entre mi carro, después de varias citas decidí que lo mejor era llevar ropa para vestirme al finalizar, como siempre le gustaba vestirme de puta no quería regresar a mi casa vestida igual. Hasta nombre de "guerra" me había puesto: "La Devoradora"… idiota.

Llevábamos ya como un mes de amantes y ya tenía una extensa colección de ropa sensual que usaba para el. Tangas, brasieres pequeños, corsés, etc., todo tipo de lencería sexy que me hiciera ver vulgar y corriente. Me arreglé y subí a mi carro y emprendí el viaje de regreso, siempre ponía el radio para distraerme, aunque no servía, pues ni bien salía del motel esa fea desazón se apoderaba de mi corazón. La cruda moral caía sobre mi y me comenzaba a ahogar y se extendía hasta que llegaba a hogar, en donde, invariablemente, me sentaba en la sala y me quedaba mirando el retrato de mi familia. Todos salíamos allí, sonriéndole a la cámara como una familia feliz. Pero eso era antes que perdiera mi dignidad y honestidad, convirtiéndome en la sucia puta que ahora soy.

Ya nada era igual, todo a mi alrededor me parecía irreal, no me parecía que fuera verdad. Y es que no alcanzaba comprender cómo fue que Mario logró hacerme caer de nuevo. 13 años atrás fue por mi inexperiencia, pero ahora, cuando más segura estaba de mi misma, aparece y apenas con un guiño es capaz de dejarme sin razón. Y en mi casa las cosas no iban mejor, ya no podía ver a mi esposo a los ojos, ni a mis hijos, ni yo misma, eso nos afectaba a todos.

¿Cuántas cosas no había hecho ya con en esas cortas 3 semanas de amantes? ¿Cuántas cosas no había aceptado dejarme hacer solo para verlo feliz? ¿Cuántas aberraciones no había hecho ya conmigo? Solo fueron 3 semanas, pero a mi me parecía toda una vida.

Por ejemplo, un día me llamó a mi celular, uno nuevo pues, como recordarán, había perdido el anterior el día que todo esto comenzó. Era un viernes por la tarde, mi esposo se acababa de ir a hacer unas diligencias y mis hijos al colegio, momento que él siempre aprovechaba para llamarme. "Ring, ring, ring" sonó mi celular y mi corazón se aceleró. Vi el número, me lo sabía de memoria para no tenerlo que apuntar con nombre, era él.

Aló… – respondí.

Aló, hola Debi, ¿cómo estás?

Bien… – mis respuestas siempre eran monosilábicas, quizás como un último esfuerzo por defenderme, cuando la realidad era que desde ya me tenía ardiendo.

Que bien… lista para hoy… – mi tenso silencio le decía todo – hoy quiero que te vistas como siempre, como una gran puta y que vayás a centro comercial Megacentro.

Bueno… ¿qué querés que me ponga?

Mmmm… lo que querrás, tu decidilo. Te espero allí en una hora.

Vaya, una hora…

Colgamos, me quedé sentada en el sillón hundiendo la cara entre mis piernas, mi mente era un hervidero de pensamientos, "Hoy no, hoy no vayás, dejalo plantado, ya no lo mirés". Pero era en vano, ese día (como todos los días anteriores desde la llegada de ese hombre a mi vida) me desperté con ganas de una nueva aventura, me urgía ser ensartada por una rica barra de carne dura, jugosa, caliente.

Cerré los ojos y me rendí de nuevo, me puse de pié y fui a ducharme, luego a mi armario y busqué entre la ropa que Mario me había regalado y que ocultaba a mi esposo a toda costa, si la encontrara sabría de inmediato que no era para ser usada con él. Saqué un vestidito verde menta muy ajustado, que se pegaba a mi cuerpo como guante. Me llegaba a medio muslo y tenía un pronunciado escote redondo, además de llevar la espalda destapada por lo que no lo usaba con sostén. Por tal razón mis pezones quedaban perfectamente marcados a través de la suave tela. Me coloqué una tanguita de hilo dental celeste, zapatos altos.

Salí enfundada en una gabardina y con una maletita en donde llevaba más ropa, pero esta era normal. Me metí a mi carro y salí, llegue puntual, este ya me estaba esperando en su lujoso carro.

¡Muy bien perrita, te ves deliciosa! – exclamó al verme, luego me besó y me manoseó.

¿A dónde me vas a llevar ahora?

Mmmm… por allí… por la carretera interamericana…

¿Vamos a salir de la ciudad?

Si, a una casa que un amigo me prestó… – no objeté nada, mientras el manejaba yo terminaba de preparar mi look de puta, pintándome de una forma vulgar, llegamos como en 45 minutos. – Vamos abajo puta y traeme las cosas que tengo en la cajuela. – eran un montón de cajas y bolsos.

La casa era bonita, pequeña pero con un hermoso jardín. Adentro apenas si habían muebles, no más que un juego de sala y una mullida alfombra en el centro, solo eso. Me quedé sentada y en silencio, viendo como Mario sacaba despacio y colocaba un equipo de video y fotografía. Temblaba de pensar que me querría fotografiar.

No me vas a tomar fotos… – le dije.

¿Por qué no?, estás buenísima, serías un magnífica modelo…

¡Pero yo no quiero, no sea que alguien las vaya a ver y…! – "flash", disparó la cámara y me tomó justo en medio de mi alegato.

¡Hasta peleando te mirás buena!

¡Mario no! – me paré y traté de quitarle la cámara, pero el me detuvo en seco sujetándome de la muñeca con fuerza.

Vas a hacer lo que yo te ordene, pensé que ya te había quedado claro desde antes. – me clavó sus fríos ojos de miel y me paralizó, no sé si era miedo, excitación o algo más.

Me soltó y me empujó sobre la alfombra con la cámara en la mano, me sentía muy humillada pero a la vez excitada de ser tan sumisa y sometida.

Bueno, ahora vas a posar como yo te diga perra, o te vas a arrepentir de ser tan puta. Dale, pues, ¡posá como una verdadera prostituta, como una actriz porno! – me ordenó y yo lo obedecí intimidada, comencé moverme, tratando de imitar los movimientos que veía en los programas de modelaje que a veces pasaban en el cable – Bien, bien, soltate un poco más, quiero ver más carne – me dijo sin dejar de fotografiarme, era curioso, pero a cada minuto me sentía más segura, empezaba a moverme con más libertad – Bien, bien, me gusta que te relajés, ahora subite la falda, enseñame la tanga, pero despacio, lentamente… – lo hice como me dijo, muy despacio me fui subiendo la falda mientras movía las caderas en círculos, descubriendo mi hermosos trasero en cámara lenta – Bien, bien, seguí así, así… ahora hacé lo mismo con la parte de arriba, andá bajándote despacio los tirantes, sacate las chiches poco a poco… – dejé la falda enrollada en mi estrecha cintura y comencé a jugar con los tirantes, estirándolos al mismo tiempo que el movimientos de mis brazos hacían subir y bajar mis inmensos senos – así, muy bien, podrías ser toda una conejita de PlayBoy. Ahora, antes de enseñarme las tetas, jugá con ellas un momento, restregátelas… si así, movételas para todos lados… si, si, muy bien…

A esas alturas ya estaba ardiendo, mi vulva palpitaba caliente y mojada, mis pezones tiesos, mi respiración agitada y mi corazón latiendo fuerte y acelerado. Realmente me sentía una puta, una actriz porno, un objeto de deseo y todo eso me daba mucho morbo y excitación. Así seguí posando, una vez que descubrí mis grandes chichotas para la cámara las fotos pasaron a ser muy fuertes. Acercamientos a mis genitales mientras los abría con los dedos, me tomó lamiéndome y chupándome los senos, metiéndome dedos entre la vagina y luego llevándomelos a la boca, me tomó desnuda y colocada en las poses más obscenas y con la cara de puta más grande. Ya estaba ardiendo, entonces se detuvo.

Muy bien hecho Debi, de verdad que sos una auténtica perra. Ahora vas a venir frente a mí de rodillas, me la vas a chupar hasta tragarte toda mi leche. – liberó su enorme verga y yo me acerqué como me ordenó, me la metí a la boca y empecé a mamar como una verdadera perdida – Te gusta… ¿no puta?

Si… chump, chump, chump… me encanta…

La sujetaba con fuerza de la base, metiéndomela hasta la coronilla, chupando y succionando, me la sacaba solo para ver sus gruesas venas violáceas marcadas por todo lo largo de ese asombroso falo. Eso me gusta mucho, me encantan las vergas muy tiesas y llenas de venas. Luego me la volvía a meter, con mi lengua acariciaba en círculos su glande, entreteniéndome en el frenillo. Le cubría la verga de saliva, me erotizaba mucho verla babosa y brillante.

¡¡¡AAAAAHHHHHH, DEBIIIIII!!! ¡¡¡AHHH, AAHHHH!!! ¡¡¡¡AAAARRRRGGGGHHHHH!!!! – Mario rugió y yo sentí como su semen me inundaba la boca y se me salía por entre los labios por más que trataba de tragármela, pero no podía, era demasiada leche.

Se la seguí chupando hasta dejársela completamente limpia, por mi parte quedé con semen desde la boca hasta los pechos, no me limpié, a él le gustaba verme sucia. A continuación me levantó y comenzó a acariciarme las chiches y las nalgas, amasándolas, apretándolas. Yo estaba que me quemaba sola, temblaba de la calentura, totalmente fuera de control. Me empujó con violencia y me hizo caer de espaldas, inmediatamente me abrí de piernas para mostrarle mi sexo depilado y mojado y se me tiró encima, clavándome de un sólo golpe.

¡¡¡AAAAAAAHHHHH!!! – grité, pues la brusca penetración me dolió tanto como me gustó.

¡Tranquila perra que a voz te encanta que te de verga duro!

¡Qué sensación! Sus embestidas eran tan fuertes que iba arrastrando la alfombra por el salón, sentía cada centímetro de su fuerte ariete dentro de mi sexo, horadándome, distendiéndome hasta el extremo. Cada entrada y salida le pagaba fuertes y deliciosos jalones a mi clítoris, que no paraba de enviarme intensas corrientadas de placer por todo el cuerpo hasta hacerme estallar en un potente orgasmo.

¡¡¡MARIO, MARIOOOOOOOUUUGGGGHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAARRRGGGGHHHHHH!!!! – grité y me revolví bajo su cuerpo, orinándome y aun recibiendo sus fuertes arremetidas.

Terminé rendida en el piso, inmóvil y casi inerte. Me levantó de las axilas como si fuese un costal y me colocó sobre una mesa que había allí. Me tomó de la cintura, levantó mis piernas sobre sus hombros y sentí que me metía los dedos entre el ano, untándome un líquido aceitoso allí dentro, sabía lo que se proponía. Sentí la punta de su garrote sobre mi indefenso culito y empujó, poco a poco empecé a ser llenada por ese trozo de carne que me causaba dolor que poco a poco se convertía en placer. Ya me había acostumbrado, ya le había tomado el gusto, me encantaba que me rompiera el culo.

¿Te gusta perra?

¡¡Si Mario, me gusta, me fascina!!

¿Qué sos, decime qué sos?

¡¡Soy tu puta Mario, AAAHHH!! ¡¡¡SOY TU PERRA, TU RAMERAAAAAGGGHHH!!! – ya no pude hablar, me comenzó a perforar con saña y violencia.

Me dio duro como por 15 minutos, me cambiaba de pose por lo que mi ano quedó más estira que un elástico viejo. De hecho, a veces me daba la sensación de que el popó se me podría salir de adentro. No tenía piedad de mi, bien pudiera desgarrarme de gravedad sin que le importase… ni que me importase a mi. Al cabo de ese tiempo sentí como eran llenados de semen mis intestinos.

Mario dio por terminado nuestro encuentro de ese día, lo recogió todo mientras yo permanecía en el suelo, en una esquina, con la vagina abierta y el culo dilatadísimo, con un montón de semen manando de el. Mi rostro también estaba manchado de su leche. Luego me medio vestí con la ropa extra que llevaba y me fue a dejar a Megacentro en donde estaba mi carro. Desde allí conduje hasta mi casa, como lo estoy haciendo ahora, recordando lo que acababa de hacerme y sintiéndome como la más corriente y sucia de las putas… además de ir muy caliente todavía.

Si, mi vida había cambiado demasiado y sabía bien que nunca podría volver a ser lo que era antes. Pero por lo menos lo lograba mantener oculto, conseguía que mi familia no supiera nunca lo perra que me había vuelto. Pensaba, muy ingenuamente, que no podría caer más bajo, que Mario se conformaría únicamente con lo que le había dado hasta ahora… nada más lejos de la realidad.

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

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