Beatriz II 12
Je, je, je, sos una perra genial pero ni creás que ya acabe contigo, apenas estoy empezando me dijo el tipo que me estaba violando.
Volvió a meter su mano entre mis piernas, ni pensé en cerrarlas, tan sometida me tenía. Con sus dedos pulgar e índice tomó mi clítoris y lo empezó a frotar, primero con suavidad pero pronto con fuerza, mientras que su otra mano llegó a mis tetas para volver a tocármelas y ponerme los pezones duros otra vez. Mi cuerpo no tardó en convulsionarse ante el implacable frote que me estaba prodigando. Y por si fuera poco me puse a gemir sin control como una perra. No podía caer más bajo, pensé, no podía volverme más sucia, más degenerada que esto. Y más cuando volví a estallar en un orgasmo.
¡¡¡AAAAHHH, AAAHHH, NOOOOOHHH!!! ¡¡¡¡NOOOOOOUUUUUUGGGHHHHH!!!!
Me revolví como un gusano, desesperada por tanto placer enfermo recibido. Sus dedos cansados de arrancarme espasmos violentos se separaron de mi, llevándomelos a la boca, en donde los chupé como si la vida se me fuera en ello, recogiendo todos mis jugos que me supieron a gloria.
Me jaló con mucha brusquedad del pelo y me atrajo hacia el, me besó con furia, con ira, casi con salvajismo, y luego me empujó, tirándome de nuevo al piso. Tomó mi falda y me la sacó, luego hizo lo mismo con la blusa y con mi brasier, dejándome completamente desnuda. No traté ni de taparme, estaba sumida en una especie de profundo trance, completamente ida y extraviada, no tenía ni la menor idea de lo que me pasaba, pero si sentía una urgencia anormal y enferma de que continuara ultrajándome.
Ponte lista perra, que ahora te voy a partir por la mitad me dijo, blandiendo su largo y gordo pene entre sos manos.
Aquello realmente me asustó y excitó a la vez. No podía concebir que aquella paloma ya me hubiese penetrado en aquel primer ataque, era demasiado grande, demasiado gruesa, me iba a hacer mucho daño. Pero tampoco puedo negar que me imaginaba completamente ensartada en esa estaca, atravesándome y desgarrándome mientras yo gritaba de placer.
¡Ponte en 4 perra! me ordenó.
No puse objeción alguna y le obedecí de inmediato. Me di la vuelta y me coloqué en medio del carro, con las piernas separadas. Frente a mi veía al tipo que me sujetaba de las muñecas, este no traía pasamontañas, era un tipo flaco y de cara alargada, grandes ojos y sonrisa enferma que le daban un aire de loco desagradable. Tenía vistosas cicatrices por todo el rostro. Se reía de mi a carcajadas, sin poder creer lo bajo que caí y lo rápido que lo hice. El jefe del grupo me pegó una fuerte nalgada y luego noté un dedo recorriéndome la raja. Entonces sentí algo grande y duro tocándome la vulva, giré un poco y pude ver aquella bárbara macana preparándose para entrar, me asusté mucho, pero ni tiempo de decir pío tuve, pues me la metió hasta el fondo en una sola y rápida estocada.
¡¡¡AAAAAAAGGGGGGHHHHHHH!!! lancé un largo grito de dolor causado por la brutalidad de la empalada y el tamaño de aparato.
¡Te gustó perra, no lo trates de negar que lo estaba esperando!
¡¡¡ME VA A DESGARRRRAAAARRRRR!!! ¡¡¡SÁQUEEEEMEEELAAAAAGGGHHHH!!!
Me sentí empalada hasta el estómago, aquel pene era demasiado grande y yo tenía que hacer un esfuerzo terrible por tenerlo dentro. Las lágrimas se me salían a borbotones y resbalaban por mis mejillas, el dolor y la vergüenza se entremezclaban con el morbo y la excitación en un cóctel altamente explosivo.
El cerdo ese me sujetó bien duro de mis tetas, apretándolas y estrujándolas como si me las quisiera arrancar, y se me lanzó con todo encima para cogerme. Empecé entonces a pegar verdaderos berridos de desesperación, todo mi cuerpo se estremecía y sacudía cada vez que me metía y sacaba ese terrible instrumento, a base de estocadas secas y brutas. Y mientras me violaba de esa forma me daba largos y babosos besos en el cuello, lamiéndomelo y mordiéndome a espalda.
Soltó uno de mis senos y llevó su mano a mi sexo perforado, volvió a atrapar mi clítoris y reinició un vigoroso frote sobre el. Su otra mano se bastaba para poderme tomar las tetas, pellizcándolas y estrujándolas. Al mismo tiempo, el copiloto que no había dejado de mirar y reír, me agarró fuertemente del pelo y puso su rostro tan cerca del mío que podía sentir su asqueroso aliento a licor barato.
¡Dele, dele duro a esta perra jefe! Te gusta, te gusta ¿verdad? siiiii, te gusta mucho perra, sos una cerca, una cosa asquerosa que se deja coger como un animal sus insultos no hacían más que calentarme más.
¡Que manera de cogerme y humillarme al mismo tiempo! Uno me violaba como un salvaje con un falo de dimensiones equinas, abriéndome como un caño, y el otro me insultaba y me humillaba con la vergüenza de tener sus ojos claros clavados en mi cuerpo enrojecido y sudoroso. Nunca iban a considerar que a esta pobre perra en que me tenían convertida, ya la habían humillado y degradado lo suficiente, nunca iban a pensar que ya no me podían hacer sentir más sucia de lo que en realidad ya me sentía.
Mi violador siguió dándome palo duro, violentamente, sin piedad ni tregua. Se detuvo y me dio la vuelta nuevamente, tirándome boca arriba. Me abrió las piernas y se me echó encima, obligándome a rodearlo por la cintura mientras volvía a penetrarme como a él le gustaba, como una bestia, disfrutando de su enviciada e indefensa víctima. Su talega me estremecía en cuerpo y alma, con cada empujón sentía que me iba a partir en 2, que me iba a matar.
Era paradójico, jamás había sufrido tanto en mi vida, el grosor de ese falo me hacía temer permanentemente que me desgarraría terriblemente, pero tampoco había sentido tanto placer en mi vida tampoco. Fernando me hacía el amor, me trataba como una reina y me hacía sentir especial, este tipo me hizo sentir como una cualquiera, una viciosa, una vulgar ramera enviciada de verga y semen y me encantó. Pareciera que Vorandemur supo despertar en mi un lado oscuro, un lado que nunca debió ver la luz y del que ahora este desgraciado se estaba aprovechando.
Ya casi al final de la violación, yo estaba aferrada a mi atacante, rodeándolo con mis piernas por la cintura, y por el cuello con mis brazos, recibiendo en mi adolorido interior su recia vergota. Su boca y sus manos iban de un lado a otro por mi cuerpo, recorriéndome de norte a sur, de este a oeste. Era como una muñeca en sus manos y él lo sabía, lo veía en sus ojos y en su sonrisa pérfida.
¡¡¡¡PPPEEEEERRRRRAAAAAGGGGHHHHHH!!!! gritó mientras aceleraba sus potentes golpes de caderas y se derramaba en mi interior.
Sentí que esa leche me quemaba las entrañas, era una cantidad bárbara, casi tanto como la que me echó en la boca. Y al igual que en mi boca, el continuo e intensísimo movimiento de pistón que aplicaba en mi interior hicieron que casi todo su semen se derramarse por los bordes de mi inflamadísima vulva.
Se quedó encima de mi cuerpo, los estertores de su orgasmo cesaron y el resoplaba junto a mi oído. Yo aun estaba sumida en un mar de confusión, no sabía qué hacer, qué decir, ni qué pensar o que vendría después. Se puso de pié y me sacó la verga, dejándome una honda sensación de vacío dentro de mi vagina. Tomó algo que llevaba dentro de una pequeña cajita negra. Luego, tomándome desde atrás, me inyectó algo en una nalga, un líquido amarillento y espeso que me ardió bastante, la verdad.
Para que te acordés desde siempre de esta noche perra
Inmediatamente una terrible excitación se apoderó de mi, comencé a revolcarme en el piso como una babosa llena de sal, la picazón en mis senos e ingles era insoportable, y la que tenía específicamente sobre los pezones y el clítoris era aun peor. No sabía qué me había inyectado, pero estaba segura que tenía que ver con este repentino estallido de excitación y me estaba volviendo loca.
Bueno perra, por hoy terminamos, pero te juro que nos vamos a volver a ver. Y metete de una vez esto en la cabeza, nunca más te voy a dejar ir perra, ¿oíste, puta?, de ahora en adelante me pertenecés torpemente traté de tomar mi ropa para ponérmela, pero el tipo no me lo permitió ¡Nada de eso perra, las bestias como vos no usan ropa! Tono, agarrá camino para el local ya y pasemos tirando a esa mujerzuela donde la recogimos. y en cuando llegamos al punto indicado me lanzó contra el pavimento y el carro continuó con su camino
Caí sobre una banqueta, la noche ya había caído, ¿por cuánto tiempo estuvo violándome? Me di cuenta que era la misma calle en donde momentos, u horas, antes me secuestraron. Me traté de parar e inició mi llanto, un llanto lleno de miedo, de ira, de impotencia de vergüenza. No lo podía creer, sencillamente no lo podía creer, pero fue verdad. Y ahora tenía que irme caminando desnuda hasta la pensión, escurriendo semen entre mis piernas, con residuos en el pelo, en los labios, bajo la nariz, junto a los ojos, en fin, estaba hecha una piltrafa, una verdadera pena de ser humano.
Me sentía aun mareada, confundida, desorientada y sumamente caliente, con un enorme vacío dentro de mi vagina. No dejaba de pensar en lo que había hecho, había actuado peor que una actriz porno, peor que la puta más puta. ¿Y ahora qué?, ¿de verdad me iban a dejar ir? Y luego, ¿me estarían acechando, buscando por todos lados?
Pensaba en eso mientras intentaba caminar, tambaleándome como una borracha. En una de esas perdí el equilibrio y me fui de espaldas, pero no llegué a tocar el suelo, unas fuertes manos me sostuvieron. Volteé a ver asustada y me topé con unos ojos avellanados que me llenaron de tranquilidad. Reconocí esos ojos de inmediato, vi un poco mejor y si, era él, Jorge, mi vecino Jorgito, mi mejor amigo. Me tomó entre sus brazos y me cargó, llevándome así de regreso a mi casa.
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.