Beatriz II 08
Maestro Amo lo iba llamando mientras bajaba por las escaleras del sótano.
Beatriz me respondió él.
Maestro, Gisel no está, ha desaparecido.
Lo sé Bea, lo sé
¡Cómo! ¿Entonces fue usted?
Así es, pero no se preocupe, la he trasladado a un lugar seguro.
Pero ¿ella sabe de usted?
Hasta ahora no, pero lo hará a su debido momento.
¿Y a dónde se la llevó?
A un lugar seguro, ya se lo dije no debe temer por ella, nada le pasará, yo la estoy protegiendo.
De esos desgraciados que le hicieron todo esto, ¿verdad?
Así es y precisamente por ellos es que me la he llevado, era peligroso, tanto para como para usted, que permaneciera más tiempo en esta casa.
¿Cree que la iban a venir a buscar aquí
Ya la están buscando Beatriz, no la dejarán escapar. un escalofrío recorrió mi espalda.
¿Quiénes son?
Personas inescrupulosas de hecho, aun no conozco un lenguaje tan obsceno como para poderlos describir. Son muy peligrosos pero no se preocupe que la protegeré no se preocupe
El amo calló y yo me retiré, aun me sentía preocupada por la niña, pero por otro lado estaba aliviada, me daba miedo lo que ese tipo de personas pudieran hacerme. El Amo ya me había dicho que no buscara a la policía desde que Gisel llegó, que eso solo me pondría en peligro y a ella también. Decidí no pensar más en eso y me metí a mis faenas, pero no lo conseguí, las imágenes de la visión que tuve de ella usada como una vaina de carne continuaban perturbando mi paz.
La tarde cayó y Mari regresó del colegio, y como siempre, se me prendió del cuello dándome un beso largo y húmedo cuando la recibí. Luego dijo que iría hacer sus deberes, se dio la vuelta y desapareció por la puerta de su alcoba. En una de esas, horas más tarde, entré a mi cuarto, desde donde pude escuchar un inconfundible gemido desde la habitación de Mari. "Se está haciendo la paja", pensé. Y como no soy de piedra, y mi servidumbre bajo Vorandemur me ha vuelto algo calientita, decidí entrar y "ofrecerle mi ayuda". Pero cuando abrí la puerta que comunicaba ambas recámaras, me quedé pasmada, era mi nena gimiendo como un posesa, sentada en la orilla de su cama, piernas abiertas y sosteniéndose fuertemente ¡con el Coky lamiéndole ávidamente el sexo!
El dichoso perrito no estaba ni destetado pero si podía pasar su lengua con fuerza sobre toda la superficie de la vulva de mi nena, lamiendo y tragando sus abundantes fluidos. Ella trataba de gemir en silencio, apenas lo conseguía, abría la boca al tiempo que cerraba fuerte los ojos y jadeaba, su respiración entrecortada estaba muy acelerada. Su piel blanca brillaba bajo una fina capa de sudor, sus senos grandes y firmes tremolaban apaciblemente a cada inspiración-espiración de su pecho, era un espectáculo.
Yo me quedé fría, parada en frente de ese espectáculo, mirándolo sin poder creerlo, ni tampoco la fuerte excitación que empezaba a nacer de mi sexo, que se mojó en cuestión de segundos. Por su parte ella acababa con gemidos largos y suaves, estremecimientos de su tórax que trataba de controlar y, finalmente, derrumbándose sobre su cama. Aun tardé en reaccionar, pero en cuando recuperé la compostura, mi regaño no se hizo esperar:
¡Maritza, ¿qué está pasando aquí?! ¿por qué las mamás comenzamos con una pregunta tonta para señalar lo obvio.
¡Tía! exclamó asustada y avergonzada, tratando inútilmente de ocultar su desnudez con sus manos, Coky se fue a un rincón con el rabo entre las patas ¿avergonzado?
¡¿Qué estabas haciendo con tu perrito?! seguían las preguntas tontas, y Mari solo atino a ponerse a llorar - ¡No llorés y contestame!
¡Es que se sentía bien rico! ¡¡¡BUUUAAAAA!!!
Mari me explicó que había regresado con ganas, pero como me vio tan ocupada decidió darse placer ella sola. De repente el perrito entró al cuarto sin ella darse cuenta y le comenzó a pasar la lengua sobre la vulva. En un principio se asustó, pero como sintió tan rico, decidió quedarse allí gozando. Me dijo que no sabía porqué no se movió, que no se lo explicaba, pero igual la reprendí, consideré que ello si se había más allá de cualquier límite.
Pero no la castigué, siempre he pensado que antes de un castigo hay que hablar, tratar de razonar y hasta negociar. Además ella siempre había sido una muy buena muchacha, muy responsable en todo lo que hacía. Por otro lado, tampoco tenía yo mucha solvencia moral como para castigarla ¡éramos amantes por Dios santo!
Dejé la cosa ahí con ella y regresé a mi rutina. La tarde pasó y les serví la cena a mis inquilinos, menos a Wendy, quien regrese muy tarde, cada vez me preocupaba más esa joven. Tan solo me faltaba terminar de lavar los platos para poderme ir a la cama, cuando aparece Mari. Traía puesta una bata, debajo de la que vestía tan solo un sostén que ya le quedaba algo pequeño, por lo que la mitad de sus hermosos senos quedaban de fuera, y un calzoncito roza pálido, de cintura bien baja. La verdad se veía preciosa, pero yo tenía que ser fuerte y firme en mi regaño.
¡Maritza, sigo molesta contigo! dije en tono serio.
¡Pero tía, te prometo que no vuelve a pasar! me dijo con un puchero.
¡Nada, nada, nada!
Te prometo que te voy a compensar en la cama Bea
¡Nada, nada, nada, ya dije! se dio la vuelta y se retiró a mi habitación.
Terminé de lavar los trastos y me dispuse a irme a dormir, vi que la puerta de mi cuarto sentadita sobre el borde de la cama, mirándome con lujuria. Estaba dispuesta a hacerme la dura esa noche, pero ¿cómo hacerlo con una niña tan bella y dulce como esa? Así que ingresé al cuarto, cerrando detrás de mí.
Parada frente al umbral, caliente y excitada, me despojé de la blusa y dejé caer mi falda, luego bajé mi calzoncito y tiré al suelo mi sostén (¡qué bueno que la tenía castigada!). Caminé coquetamente hacia ella, meneando las caderas y avanzando cadenciosamente. Me paré a un palmo de su cara y la dejé tocar mi cuerpo. ¡Qué rico sentir sus manitas acariciando mis partes! Lo hacía con muchísima delicadeza, como siempre hacía.
Comenzó a pasar sus deditos sobre los labios mayores de mis genitales, me mojé inmediatamente. Ella notó la humedad y continuó con lo labor buscando que me encharcara más todavía y lo consiguió. Se puso a lamer mis enormes senos, sorbiéndoles la leche como si fuesen un néctar divino. Posteriormente fue bajando, dibujando un camino con su lengua hacia mi ombligo, y luego un poco más abajo.
Acercó mi cuerpo jalándome de las nalgas y comenzó a lamerme la vulva, Mari era una maestra en esos menesteres, pese a sus 15 escasas primaveras. Su cálida y húmeda lengua acariciaba los delicados pliegues de mi intimidad. Las sentía hurgando tan adentro como podía llegar, ayudada porque yo eché hacia delante mis caderas y la cabeza hacia atrás.
Empujé a Mari y la hice acostarse sobre la cama, luego me coloqué sobre su cara, que brillaba por mis fluidos lubricantes, y me senté suavemente sobre su boca. Dijo que me iba a compensar, pues lo estaba haciendo. Ella continuó, se puso a juguetear con su lengua sobre mis labios mayores y menores y con mi clítoris, provocándome un conjunto de oleadas de place que no tardarían en arrastrarme a un dulce orgasmo.
Mari me la chupaba como una hambrienta, me arrancaba largos suspiros de placer y se divertía con eso. En eso, viendo hacia el frente, me percaté que Vorandemur nos estaba observando atentamente, tomando, nuevamente, mi imagen como su forma corpórea. Yo estaba plenamente al tanto que, cada vez que mi niña y yo teníamos nuestras sesiones de sexo, el se hacía presente para alimentarse de nuestro placer, pero nunca se había hecho visible. Eso me preocupó, pues no quería que por nada del mundo Mari lo pudiera ver aunque también sabía que el podía hacerse visible para mi e invisible para el resto al mismo tiempo. De todas maneras no quería correr riesgos y, adelantando un poco el cuerpo y agachándome hacia adelante un poco, traté de evitar que Maritza se diera cuenta de la intromisión. A la vez le indicaba con una mano que se fuera, claro, siempre en silencio.
Pero lo único que conseguí fue una sonrisa burlona de su parte, quien, mientras se manoseaba lasciva y obscenamente los senos anillados que tenía, me señalaba con otra de sus manos el rostro de mi jovencísima amante. En efecto, algo le ocurría a Mari, pues tenía la cara desencajada, con los entreabiertos pero en blanco. Me di cuenta que había empezado a jadear desde hacía unos minutos y que sus jadeos se iban convirtiendo en gemidos cada vez más fuertes. No dejaba de chuparme y lamerme, es cierto, pero le costaba mucho mantener el paso que había marcado desde el inicio.
Extrañada volteé a ver y, cuál no sería mi sorpresa, allí estaba Coky, lamiéndole el sexo a su ama, tal y como lo vi haciendo en la tarde. Al principio me enojé mucho, tanto con el animal como su Maritza, creí ser muy clara en cuanto a que no quería que aquello se repitiera. Pero de repente, y antes de poder hacer algo, escuché un susurro en mis oídos que me repetían, "déjelo, déjelo".
¡No pensaba dejar que un chucho le chupara el sexo a mi Mari, por supuesto que! Pero, por alguna extraña causa, no reaccioné, más bien me le quedé viendo al Coky, que seguía pasando su larga lengua con fuerza sobre la vulva empapadísima de ella. Para ese momento las lamidas que la nena me propinaba a mi ya me habían puesto al borde del orgasmo, pero ver aquello me puso peor, por el morbo tremendo que me transmitió.
¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡¡AAAAGGGGGGGGHHHH!!!!! Maritza estalló en una orgasmo terrible finalmente, vi sorprendida como el Coky se bebía una ingente cantidad de fluidos emanados de la delicada ranura de carne de su sexo.
Aquello ya era demasiado, mi nena estallaba en un violentísimo orgasmo por las lamidas de un chucho y yo estaba famélica de placer mirándola. Yo tampoco pude evitarlo, el morbo ya era demasiado. Tensando todo mi cuerpo, una fortísima y poderosa sacudida de placer nació del centro mismo de mi feminidad y se extendió en oleadas por todo mi cuerpo.
¡¡¡¡¡MMMMMMMMMGGGGGGAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!! casi grité loca a rabiar de placer, estremeciéndome como poseída y aferrándome tan fuerte a mis senos que por la mañana me dolían.
Mi vagina lanzó una enorme cantidad de fluidos, mezclado con orines también creo yo (por culpa del maestro, mis orgasmos son tan fuertes que a menudo termino orinándome) que mi nena se bebió. Parecía que hasta mis senos habían eyaculado, pues largos chorritos de leche salieron disparados de ellos.
Mari dejó de mamar, tenía los ojitos entrecerrados, estaba muy agotada. Vi que Coky se separó de ella y se dirigió hacia la otra habitación, donde dormía, como si supiese perfectamente que había terminado su trabajo. Ella abrió un poco los ojos y me sonreía pícaramente, muy ruborizada como una niña que fue encontrada haciendo inocentes travesuras por sus padres. Me encantaba la manera en que le brillaban los labios y la cara, impregnados con mis fluidos lubricantes y de su saliva. Ella me miraba a mí y a mi sexo, creo que estaba muy orgullosa.
¿Te gustó tía Bea?
Si, muchísimo Mari muchísimo
Perdón por lo de Coky otra vez
No importa mañana hablamos
Me acosté a su lado, empecé a acariciarla y a besarla suavemente hasta que nos quedamos profundamente dormidas.
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
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