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Mi Amigo el Ko 06

en Grandes Series

Mi Amigo el Ko

VI

  • Ricardo… tenemos que hablar… – odiaba que me dijera "Ricardo" con ese tono tan lleno de solemnidad y seriedad tanto como que me llamara "Ricardo David" cuando estaba emputada conmigo – mijo… creo que es hora que tomés una decisión con respecto a ese juego que tú y tu amigo, el Ko, tienen… – la oía en total silencio, sin atreverme a interrumpirla para nada – a estas alturas creo que es obvio hacia donde los llevará todo esto: tarde o temprano vas a terminar cogiendo a su lado con una de esas amigas suyas. – continué en silencio, solo que ahora aturdido, no pensé que se dirigiera hacia allí.

Estaba vistiéndome, ella me veía desde la cama desnuda y sudorosa, enrojecida y con las piernas abiertas, su vulva aun estaba abierta e inflamada, en su rostro todavía se advertían los restos de mis 3 orgasmos. Tras más de 4 horas de intensa cogedera por fin había podido calmar las insaciables ansias de mi María José… o sea de mi madre. La verdad no estaba de humor ni en condiciones de escuchar un sermón de su parte, pero la conocía bien y sabía que no había forma de salvarme de este.

Sinceramente nunca me había planteado esa posibilidad seriamente. Es cierto que veía con envidia como ese cerote se cogía a esas mujeres tan hermosas y ardientes y de lo mucho que gozaba entre sus piernas. Claro, yo no tenía nada que envidiarle teniendo una mujer como mi madre a mi lado, pero el jardín del vecino siempre se ve más verde. Pero de eso a cogerme una de sus mujeres de verdad era muy diferente. Pero tenía que ser sincero y sensato, mi madre tenía mucha razón.

  • Bueno mama… la verdad nunca lo había pensado de esa forma… y pues… bueno… tengo que darte la razón, creo que este juego se nos puede salir de las manos en cualquier momento y es no puede ser bueno para nadie… si querés habló hoy con el Ko para terminar con todo esto…
  • No, no era eso lo que quería decirte… – se puso de pié y alcanzó una toalla que tenía cerca – nene, yo sé que desde que iniciamos esta relación yo ya no estoy en la posición de darte órdenes o de decirte qué es bueno y qué es malo… me he puesto completamente en tus manos como una perra faldera, je, je, je… – odio cuando me dice eso, me hace sentir como una cucaracha – solo te pido que tengás cuidado con lo que decidás… no quiero que te hagás daño… además igual siempre vas a encontrar lo que necesités conmigo… estoy totalmente a tu disposición…

. . . . .

Aquel día parecía ser de lo más normal, otra sesión voyerista más, solo eso. Bueno, no tenía nada de normal estar presente mientras tu mejor amigo se coge a una vieja buenísima. Yo ya había decidido hablar con el Ko y decirle las cosas como son, terminar con ese juego de voyerismo y exhibicionismo en el que nunca soñé estar metido y volver a nuestra vieja amistad de siempre… si, claro, je, je, je. ¿Alguno de ustedes ha escuchado decir a un borracho "la última y nos vamos"? Pues así andaba, "esta será la última vez y hablo con este cerote", pero esa última vez nunca llegaba. Así dejé pasar cerca de un mes más, tiempo en el que lo vi cogerse 2 veces más a Sasha y otras tantas a Hilda. Y justo con esa señora esta historia tuvo un punto de inflexión, un día que Ko me invitó a ver sus hazañas sexuales al lado de esa bella hembra.

Cómo siempre fue en su casa un día de tantos que se quedaba solo. El plan era el mismo, yo esperaría a que llegaran y me escondería detrás de las flores de su balcón. Y así fue, el Ko y Hilda llegaron y subieron a su habitación, yo ya me encontraba escondido detrás del ventanal, de antemano muy caliente. Pero pasó algo que no me esperaba…

  • ¿A ver, en dónde está la sorpresa que me prometiste?… – dijo Hilda buscando algo en el cuarto.
  • Allí… – dijo mi amigo… ¡señalando el punto en donde me hallaba escondido!
  • ¡A ver! – dijo ella saliendo rápidamente antes que pudiera ocultarme en otro lado, me pescó con la más tremenda cara de idiota que debo haber tenido en mi vida – ¡Pero Carlos, qué… que es esto?!
  • ¿Qué cosa? – le respondió Ko haciéndose el tonto… que no le costaba nada, la verdad.
  • ¡¿Quién es él y qué hace aquí Carlos?!
  • Es Ricardo, mi mejor amigo… y, pues… está allí escondido para podernos ver… – el tremendo desparpajo y la increíble desvergüenza de ese cerote nos dejo mudos – ¿Te acordás que quedamos que tener a otro viéndonos mientras cogemos nos llamaba la atención por el morbo que daba?… pues invité a Ricardo para que nos viera. – a Hilda casi se le salen los ojos de la cara.
  • ¡¡¡¿TE VOLVISTE LOCO CARLOS O QUE PUTAS?!!! ¡Solo estábamos hablando por Dios!
  • Pero estuvimos de acuerdo que a los 2 nos llamaba la atención…
  • ¡Pero solo era una plática tonta… SÓLO ERA UNA PLÁTICA MUY TONTA!
  • ¡Dejate que cosas Hilda que a vos, más que a nadie, le da morbo cogerse a un jovencito… no puedo creerte que ahora esto no te lo de y que te vayás a echar para atrás!
  • ¡Es casi un niño y me puedo meter en un problemón horrible!
  • ¡No, nada que ver, el Ricardo es cuate y entiende de esto!… además el solo viene a ver…
  • ¡Ko pedazo de mierda, ¿qué putas está pasando?! – lo interrogué aun asustado.
  • Nada mano, nada… es que desde hacía tiempo le dije a Hilda que me gustaría tener a alguien que estuviera viendo mientras me la cogía. Pero no te preocupés, que ella me entiende… solo que está algo ahuevada… y vos tranquila – le dijo a ella – que este es buena onda y entiende, no le va a decir a nadie… ¿verdad Ricardo? – asentí con la cabeza mirándolo fijamente, entre avergonzado, cortado, iracundo y con ganas de romperle la cara, pero aun estupefacto.

Entré a su cuarto y me senté en la cama más cortado que leche con 3 días a la intemperie. Hilda también se veía tensa, ninguno de los 2 nos atrevíamos a decir palabra alguna, qué cerote el Ko. Él se sentó a mi lado y, cómo no, fue él quien rompió el hielo y dio la orden de inicio de todo.

  • Pues empecemos, que no estamos aquí para vernos las caras… – dijo, jalándola de un brazo.

La acercó a su cuerpo y comenzó a besarla y a meterle mano por todos lados sin el menor recato, es más, lo hacía tan descarada y obscenamente como le era posible para darme un espectáculo. Le metía las manos por debajo de la falda y la acariciaba toda, imagino que metiéndole los dedos y restregándole todo lo que encontrara en el camino, ella se dejaba de todo. Lentamente la empezó a desnudar, primero desabrochó los botones de su vestido azul veraniego, uno por uno, luego desató una cinta azul que llevaba a modo de cinturón y deslizó la prenda, dejándola con un brasier media copa de encajes blancos que dejaba sus pezones erectos al aire y una tanga a juego que se le metía en lo más profundo del culo.

Yo ya estaba calientísimo, pero a la vez cortado, aun no lograba asimilar esa emboscada que nos tendió. Ko se aferraba a los pezones de su amante, lamiéndolos y chupándolos, al mismo tiempo que acariciaba y estrujaba su trasero. La señora tenía un par de tetas grandes, con amplias aureolas apenas más oscuras que el resto de piel y unos pezones pequeños y puntiagudos a los que mi amigo se asía. Su vientre ya se veía algo flácido pero no tenía llantas, poseía buenas piernas y un culo redondo, algo aguado también pero paradito y generoso. Hilda era una cuarentona, rubia, alta y rellena sin ser gorda, me imagino que se caía de buena en su juventud.

No me fijé en qué momento le quitó el brasier, lo noté cuando vi que empezaba a bajarle la tanga. Los tenía a menos de metro y medio de distancia, por lo que me di cuenta que su vulva estaba muy mojada, totalmente empapada y pidiendo a gritos una buena verga. Ella hizo lo mismo con el Ko, haciéndosele agua la boca cuando se topó con esa vergota gorda y dura que tenía entre las piernas.

  • ¡Carlos, cómo extrañaba tu garrote!
  • Pues allí está, a tus órdenes…
  • ¡Me tenés muy descuidada… claro, como ahora seguro andás revolcando ishtas mocosas! – no sé porqué pero ese arranque de celos me hizo mucha gracia. Ko empezó a besarle y chuparle el cuello al mismo tiempo que le acariciaba la espalda. Luego bajó una mano y le coló 3 dedos entre el sexo, ella gemía suavemente y respiraba de forma irregular. En un momento dado volteó a verme, llamando la atención de ella, se acordaron que aun estaba presente.
  • Te podés pajear si querés cabrón… – me dijo sonriendo con sorna.
  • ¡Nunca me imaginé que pudiera sentirme tan excitada al tener público! ¡Sos un genio Carlitos!
  • ¡Ja, y te estabas quejando perrota! ¿Te gustaría tocarla Ricardo? – continuó él – ¿Te excita mi perra rica, te caliente ver como me la voy a coger?
  • Dejalo Carlos… el pobre está muy chiviado…
  • Dame tu mano, – me dijo – dame tu mano, estirala… – tímidamente, le hice caso, la estiré y el la tomó, llevándola a las partes íntimas de su amante – date gusto cabrón…

Creo que Hilda estaba tan sorprendida como yo por el descaro del Ko, ni siquiera le había pedido su opinión, pero igual ninguno de los 2 pusimos objeción alguna. Tome los delicados y suaves senos rosa de la madura y se los acaricié, era la segunda mujer que tocaba. Eran suaves, tersos y aparentemente muy sensibles por las caras que ponía.

  • ¡Dale duro, con fuerza que a esta perra así le gusta! – me dijo Ko tomándome la mano haciéndome apretar esos senos como si fuesen de goma.

Ko se la quitó de encima y la tiró a mi lado, se arrodilló entre sus piernas y comenzó bajar despacio mientras le lamía los pechos hasta llegar a su vagina. La besó, chupó y lamió, hizo que la madura se revolviera como un gusano, sujetando mi mano en sus grandes senos para que siguiera manoseándolos. A esas alturas ya tenía la verga fuera del pantalón y me la acariciaba despacio. Mientras Ko no se detuvo, y tras arrancarle un orgasmo a la mujer, continuó hacia abajo y llegó a su ano. Lo lamió y besó, luego lo escupió para meterle la lengua, haciéndola temblar de placer.

  • ¡Ooohhh, puta! ¿Hoy si me vas a usar completita mi amor? – decía ella más como una súplica – Ya le hacía falta uso a mi culito nene… – entonces volteó y vio mi pene parado – ¡Dios mío, mirá la verga de tu amiguito! – exclamó ella sorprendida.
  • ¡Puta madre… mierda! – exclamó también Ko al ver mi impresionante pene erecto de 23 cm.
  • ¡Parecés caballo mano! – me dijo Ko, mientras Hilda no dejaba de vérmela. Por un momento creí ver en los ojos de mi amigo un atisbo de envidia, aunque el brillo que había en sus ojos era más extraño de lo que parecía. Dejó el cunilingus que estaba haciéndole a Hilda y se puso de pié, sin decirle nada acomodó su pene en la entrada a su intimidad y la penetró de un sólido empujón.
  • ¡¡¡AAAAGGHHHH!!! – abrió enorme la boca y cerró sus ojos fuerza, lo disfrutaba con locura.

Ko levantó sus tobillos y los puso sobre sus hombros, la sujetó con fuerza de los muslos y empezó a embestirla con potencia. Cada carga sacudía sus blancas carnes, sus senos iban y venían en bruscos zarandeos, con los pezones paradísimos como invitando a ser lamidos. De pronto sentí su mano agarrándome la verga, comenzó a frotármela, hice lo propio y empecé estrujarle sus grandes chiches. Mi amigo parecía un potro desbocado, le daba con fuerza, ferocidad y casi con saña, Hilda gemía y pegaba de alaridos aferrada a su cuello y rodeándole la cintura con las piernas, con lo que Ko la tomó de las nalgas y la levantó, penetrándola en el aire, haciéndola literalmente rebotar sobre su recio miembro. Vi que con un dedo le penetraba el ano, estirándolo y abriéndolo como podía.

  • ¡¡¡AAAAAGGHHHHH, OOOOOUUUUHHH, AAAAAGGHHHHH!!! – gemía ella, temblando y en total estado de paroxismo – ¡¡¡¡CAAAAARRRRLOOOOOUUUUUUUSSSSSSGGGGGG!!!! – gritó al fin, en medio de un potentísimo orgasmo, tan mojado que sus líquidos resbalaban por la tranca, huevos y piernas del Ko, y tan fuerte que casi la dejó sin sentido.

Hilda se soltó de su joven amante y se dejó caer de espaldas sobre la cama, jadeando y cubierta de sudor. Pensé que Ko se masturbaría encima de ella, pero no, aun tenía planes para su hembra, sacó un poco de vaselina de la gaveta de su mesa de noche y le aplicó un poco en el culo y otro poco sobre su garrote enrojecido y palpitante. Me volteó a ver con gesto lleno de malicia y la agarró de un costado, dándole la vuelta como si fuese un bulto y poniéndola boca abajo.

  • ¡Pará el culo perra! – le dijo, dándole una fuerte nalgada, Hilda le sonrió con mucha lujuria.

Apoyó la cabeza de hongo de su vergota sobre el ano de la mujer y presionó, ella se revolvía con el culo parado, sintiendo una fuerte mezcla de dolor y morbo, gesticulaba, gemía y pujaba como si estuviera pariendo, arañaba los edredones y clavaba las uñas en él colchón, tan solo podía imaginarme el esfuerzo sobrehumano que requería poder acoger una viga de ese grueso en el culo. Por fin logró meterle todo, topando los huevos contra su clítoris.

  • ¡¡¡¡OOOOUUUUGGGGHHHHH!!!!… ¡¡¡DALE CARLITOS, ROMPEME COMO SABÉS, DAME DURO COMO A MI ME GUSTA!!! – y así fue, el Ko, mi amigo, empezó a darle duro, durísimo, y ella a gemir y gritar como un auténtica perra.
  • ¡¡Chupásela a mi amigo perra, mientras yo te rompo toda!! – le ordenó la agarró sin delicadeza del pelo, la levantó y la dejó caer sobre mis piernas, tragándose mi falo de un solo y hasta la garganta, quedé muy impresionado, era la primer mamada que recibía de alguien que no fuera mi madre.

La cogida continuó, el Ko seguía dándole duro con un mete y saca infernal y salvaje, imaginaba el boquete que le iba a dejar. Ella me la mamaba con frenesí y con una gran cara de puta, gozaba como una cerda. Yo también y estaba tan caliente que no logré aguantar más y acabé a chorros dentro de su boca, saliéndosele un montón de mi blanca esperma. Ko acabó minutos después dentro de su forzadísimo recto, luego de estar literalmente rebotando sobre las abundantes nalgas de la mujer.

  • ¡¡¡¡OOOOOAAAAAARRRRRRGGGGGHHHHHH!!!! – gritó como una bestia al mismo tiempo que le sacaba la paloma y eyaculaba a chorros sobre sus nalgas y espalda.

Quedó jadeando con su pene en las manos todavía, mirando a Hilda bañada en sudor y semen, lamiendo y chupando todavía mi verga como una enloquecida. Luego me dirigió una mirada algo extraña, entre caliente, feliz y sorprendida.

  • Sos un cabronazo Carlitos… un hijueputa… – dijo Hilda en un susurro, el Ko solo se sonrió – Y tú… un semental… – me dijo… y me puse colorado.

Continuará…

Ricardo David.

(Garganta de Cuero).

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.

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Poder entre mis Piernas

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