Segunda Parte
Capítulo IV
Sometida
Les recomiendo leer las primeras 3 partes para poderle llevar bien el hilo a la historia
Pasaron como 5 días en que no supe nada de Mario y se lo agradecía a Dios pues ese tiempo coincidió con una de las tantas brevísimas estancias de mi marido en la casa. Aunque Leonardo y yo no somos muy apegados, de hecho nunca fuimos siquiera muy cercanos, él siempre fue muy celoso conmigo como buen macho de campo que era, que nadie le fuera a tocar a su esposa florero.
La verdad no había gran diferencia de cuando él estaba a cuando se ausentaba, nunca se tomaba su tiempo para compartir con nosotros. De hecho, eso tampoco era malo, Leonardo era un tipo difícil, que nunca estaba conforme con nada y algo pendenciero, tener mucha familiaridad con él atraía los problemas.
Leonardo Grijalva era un hombre de 40 años, alto y muy robusto como correspondería a un ranchero. De cabello rizado, negro y enmarañado, moreno claro, un tupido bigote. Medía 1.85 y poseía una cuerpo macizo, fuerte, musculado y bien marcado, con algo de panza cervecera y muy velludo de pecho y piernas. No era muy sociables con las personas que no conocía, y como siempre andaba malencarado pues no casi no era sociable en absoluto.
¿Qué en qué me fije de él? Bueno, ustedes saben, las personas cambian de novios a maridos, yo nunca lo llegué a conocer bien pues nuestro noviazgo fue muy corto y me tenía deslumbrada con su dinero y su personalidad. Con el tiempo eso cambió y me di cuenta de quien era mi esposo realmente. Y bueno, pues terminé por acostumbrarme y acomodarme, Leonardo no me hacía feliz por si mismo, sino por lo bien que podía tener a mis hijos con su dinero. Se oye materialista y avaricioso, pero mis hijos van primero.
Pues bien, pasados los 5 días mi esposo se volvió a ir como siempre hacía, una semana, un mes, a veces hasta más, parecía que era alérgico a la ciudad o a nosotros. Al día siguiente a su partida mi rutina comenzó como siempre, levantarme temprano, prepararme y preparar a mis hijos para que el bus del colegio los pasara a recoger. Luego de eso me metía a la casa para hacer todos los quehaceres junto con las muchachas del servicio. Pero como era lunes me hallaba sola, ellas se iban los sábados y regresaban los lunes cerca del medio día.
Pues bien, ese día llevaba un pantalón de mi hija porque los míos estaban sucios, y como ella era más delgada que yo me quedaba como una licra, totalmente ceñido a mi curvilíneo cuerpo y tallándome la cintura bastante bajo. Arriba me coloqué una vieja playera también suya, que me llegaba hasta las costillas, dejando ver mi abdomen aun plano y mi ombliguito, y por arriba el escote redondo mostraba una muy sugerente vista de mis abundantes pechos. Los dejé en el bus y me di la vuelta para entrar en mi casa, cerrando la puerta estaba cuando oigo que tocan el timbre. Di la vuelta para ver de quién se trataba a través de la ventana de la puerta del garaje y cuál no sería mi sorpresa al ver que se trataba de Mario.
¡Mario!
Hola Debi, ¿cómo estás?
¡¿Qué hacés aquí?! ¡¿Te volviste loco?! ¡Esta es mi casa, la gente me conoce!
Entonces para que no hablen dejame entrar
¡No voy a hacer eso, soy una mujer casada y decente !
Hace una semana no lo fuiste me quedé callada sin encontrar de qué forma podía replicarle eso, maldito Debi, lo disfrutaste tanto como yo y lo sabés bien. Y no te voy a negar que quiero más pero vos tampoco lo podés hacer
¡Claro que si, aquello fue un gran error que no pienso volver a cometer!
Bueno, pero lo que pensás es distinto a lo que sentís
¿Qué?
Que sé perfectamente que estás excitada
¡Eso no es cierto!
y que te morís por abrirme y dejarme entrar, por ser mía otra vez
¡Nunca, jamás!
por volver a ser mi perra, como lo eras antes la que es vuelve Debi. la rabia que sentía me hizo llorar, por lo que no pude decirle nada de regreso Sé que lo querés, solo cerrá los ojos y recordá, ¿verdad que miles de imágenes vienen de regreso Debi? no lo quería aceptar, pero por las noches soñaba con él, de nuestros encuentros íntimos hacía tantos años, de las formas tan ruines en que me tomaba No se te han olvidado, y sé que nunca las vas a poder dejar atrás, pues mientras más te empeñés en olvidarlas, más vienen a tu recuerdo. Sencillamente ya son parte de ti, de tu vida, de tu ser, ¿por qué no aceptás esa situación? Es lo que sos Debi, una perra ¡mi perra!
¡No, mentira, maldito!
Pero sabés que es verdad ¿cómo tenés la pusa ahorita?, a ver, decime la tenía mojada, lo sabía porque podía sentir su humedad, ¿cómo era eso posible? ¿Está mojada Debi, se te está encharcando la cuca?
¡Claro que no, solo siento asco hacia ti!
Eso si te lo creo, pero no que la tengás seca está rebosante de flujos, yo lo sé
¡No es cierto!
Claro que si puedo oler tu esencia de hembra Debi lo decía aspirando el aire de formas obscenas que me excitaron, no lo pude evitar tu esencia de hembra en celo, de hembra caliente y mojada buscando macho que la sacie si, la puedo oler, tenés la vagina inundada, ¿no es así? no respondí, empezaba a temblar Tenés las bragas mojadas, ¿no? Tu vulva debe estar empapadísima. inconscientemente me llevé la mano a mi entrepierna y pude constatar que sus palabras eran ciertas, mi sexo estaba palpitando caliente sumamente mojado.
Para esos momentos casi toda yo estaba temblando, en un combate sin tregua y encarnizado entre mi conciencia y razón contra la terrible excitación que amenazaba con nublar por completo mi mente. Sentía que mis pezones estaban erectos y duros, además de muy sensibles, seguramente se notaban muy bien a través de mi brasier y la tela de mi playera. Y mi rostro había perdido la dureza de la rabia y de la ira, la había cambiado por una expresión de sorpresa y preocupación por estar perdiendo la batalla contra el deseo.
Suavemente Mario metió 3 dedos a través de la reja que custodiaba la ventanilla, alcanzó mi barbilla y atrajo mis labios hacía la pequeña abertura. Me besó, suave, tierno, despacio, fue un beso que me hizo suspirar y temblar en un largo y prolongado escalofrío.
Debi, no te estoy obligando a nada, pero sé que te morís por abrirme la puerta dale, rendite de una buena vez a lo que realmente querés y terminá de aceptar lo que sos abrime ese beso fue demasiado, terminó por desarmarme y mi mente por claudicar, le abrí la puerta y lo dejé entrar.
Mario pasó adelante y cerró tras de si, me volvió a besar, pero esta vez me dejé llevar por el calor de sus labios y de su cuerpo rozando el mío, su gran macana formaba una vistosa carpa en sus pantalones que se aplastaba contra mi estómago a medida que me estrujaba entre sus poderosos brazos. Y yo sentía que el aire me hacía falta, que la sangre no me alcanzaba, y por extraño que parezca, no podía dejar de pensar en mi marido, Leonardo.
Fue bajando, lamiendo y besando mi cuello y senos, los estrujó con sus manos, que no lograban abarcarlos por completo por lo grandes que eran. No sentí cuando me desabrochó el brasier, ni cuando me lo sacó junto con la camisa, pero si cuando se aferró a mis pezones y los lamió y chupó, sentí como si mi vida se escapara a través de ellos.
Despacio me bajó el pants y las bragas, que estaban empapadas, llegando hasta mi sexo que palpitaba de tanto calor. ¡Dios mío, qué sensación sentí cuando zambulló su rostro en medio de mis 2 labios! Sus suaves y a la vez fuertes lengüetazos sobre mi vulva me hicieron olvidar cualquier tipo de duda o principio moral. Y cuando capturó mi clítoris con sus labios y dientes ¡puta madre!, fue el colmo de todo placer, casi me enloquece pero no me dejó acabar en ese momento, tenía otra idea en mente. Sin decirme nada se puso de pié, me levantó de las axilas como una pluma y, bajándome sobre su erecto y enorme miembro, me lo ensartó de un solo golpe.
¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! grité, pues mi vagina, aunque empapada, no lo esperaba.
Te voy a hacer gozar, mujer vas a volver a ser mi perra
Me quedé sin aliento, esa penetración fue bárbara, yo reaccioné rodeándolo del cuello y de la cintura con mis piernas, apretándolo contra mi. Y antes de poder recobrarme, el ya estaba moviéndome a su antojo con sus potentes brazos, enhebrándome a voluntad su divino instrumento. Me movía en el aire sin esfuerzo, como si mi metro con 70 no contara, cambiando los ángulos de penetración para acariciar cada rincón de mi intimidad. Sentía sus testículos golpearme el culo, mi busto aplastado contra su poderoso pecho, mis manos agarradas a su cuello y mi boca fundida con la suya, ¡era increíble!
El ritmo lento del principio fue acelerando y ganando fuerza, sin cambios bruscos, solo aumentado poco a poco hasta que caí en la cuenta que me estaba empalando frenética y violentamente, al compás de su creciente excitación, literalmente rebotando sobre él. Y yo estaba quemándome, perdida en la lujuria y en una excitación como nunca tuve, alcanzando un delicioso y devastador orgasmo como si algo hubiese estallando en mi vagina y se extendiese por todo mi ser. Fue tan intenso que terminé estirando brazos y piernas, tensándolas mientras echaba la cabeza hacia atrás y gimiendo y gritando incoherencias, con Mario sujetándome firmemente del culo y del cuello para que no me cayera.
Fue un orgasmo largo y fuertísimo, como ya dije, no sé cuanto tiempo duró pero, estaba ausente, como en otro mundo. Y para cuando recobré el sentido y la lucidez, él ya se había metido conmigo a la sala y estaba taladrándome sobre un sillón, con mi cintura a la altura del borde, mis piernas sobre sus hombros y el trabajándome con la misma habilidad proverbial. Lo veía enrojecido y empapado de sudor, gimiendo y gruñendo a punto de acabar. Y cuando lo hizo, me ensartó aun más a fondo su poderosa verga hasta inundarme con verdaderos raudales de su leche de macho.
¡¡¡¡DEEEEEBOOOORAAAAAGGGGHHHHH!!!! gritó estremecido y luego se derrumbó encima de mi.
Cuando recobre el uso de la palabra lo único que pode decir fue: "¡Gracias!, nunca en mi vida se me habían hecho el amor así ". Pero entonces recordé a mis hijos, y una honda soledad me atrapó en los brazos de ese hombre que hizo conmigo lo que se le dio la gana.
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
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