Beatriz 15
Desperté unas horas después, me volteé para buscar a mi esposo, pero ya no estaba. Sentí deseos de llorar, pero me contuve, me sentía triste pero extrañamente serena, en paz, por fin me había terminado de despedir de mi amado Fernando.
Me puse de pié y me vestí, luego salí hacia la cocina pues tenía hambre, Pero cuando llegué a ella, una voz familiar apareció detrás de mí.
¿Qué hará con ella Beatriz? era una voz femenina que desde atrás me hablaba, volteé, ya sabía quien era.
¿Usted qué cree? le contesté de frente, llevándome la sorpresa de ver que andaba desnuda nuevamente, exhibiendo aros en los pezones, ombligo y sexo.
Que se va a quedar con ella.
Exacto ¿y usted que le hizo a don Andrés?
Nada Bea, nada yo no le causé el infarto, el ya estaba enfermo desde hacía tiempo y lo sabía.
Solo ayudó a darle una gran calentura
Tampoco Bea, verá, Andrés era una persona miserable, lo tenía todo y no le bastaba. Cuando la tuvo a su alcance, toda esa frustración se convirtió en una terrible lujuria. Je, je, ni siquiera le puse el escenario directamente, el solito entró al escenario que le puse a usted y solito se mató
¿Cómo?
Con Berta la ayudé a calentarse con los avances, tan torpes y groseros, de su esposo. a punto estaba de soltarle una retahíla de insultos.
¡Cómo puede ser tan insensible!
No es insensibilidad Beatriz, pero creo firmemente que aquel que no puede ser feliz con la vida que tiene, no la merece.
¿Y si es alguien con una vida muy dura qué?
No hablo de casos patológicos Bea, no, pero Andrés lo tenía todo y no tenía nada. El que no es nada por si mismo no lo será por rico que sea. Andrés solo era un hombre miserable y amargado, sin razón alguna para vivir más que vengarse de esta vida de mierda, como el la llamaba.
Me quedé callada, en cierto modo tenía toda la razón y lo tenía que reconocer. Me volteé, habían algunas cosas que debía hacer, ya saben quehaceres de un ama de casa.
Pero no sé preocupe Beatriz, por personas así, yo cuidaré de ustedes por ahora Bea, me apetece algo de alimento
¿Si? bien, ¿qué desea que le prepare? Hay huevitos, carne, sobras del almuerzo, algo de jamón y tocino y pero nada de eso deseaba el "Maestro", más bien se le quedó viendo a un enorme pepino que estaba sobre la mesa ¿Eso quiere? ¿En ensalada? le dije aun ingenuamente.
Comprendí por fin, después de todo era lo único que el podía comer, lo único que le gustaba. Abrí mi blusa y saqué mis pechos de entre mi sostén, me senté sobre la mesa y abrí las piernas, arremangué la falda que llevaba y llevé al punta fría del pepino a mi sexo, lista para comenzar a frotarlo con ese gran vegetal y prodigarme de placer, para alimentar a ese ser, que desde ese momento se convertía en mi amo, que veía todo de pié desde el lindero de la puerta, con una enorme sonrisa de lujuria.
Epílogo
El ambiente estaba caldeado, húmedo, denso. El aire abrasaba a pesar de estar mojado, era pesado de respirar de todas maneras la agitación reinante en la sala no permitía respirar bien
¡¡¡¡AAAAAAAHHHHHH!!!! gemían todos, en una maraña de cuerpos ardientes, manos, brazos y piernas, humedad y saliva.
Entonces entró a la habitación, desnuda, avanzando con paso lento y seguro, mirando a su alrededor, sonriendo con lujuria, segura de su belleza. A su izquierda, una bella rubia quinceañera con una prominente barriga de preñez, a su derecha, otra preciosa quinceañera, con un cuerpo maravillosamente esculpido por la naturaleza. Se pararon frente a mí y me hicieron una breve pero respetuosa reverencia. Con un ademán las autoricé, la orgía había dado inicio.
Beatriz se colocó en el centro, con sus 50 años encima, sus hechizantes ojos verdes, su cabellera castaña desordenada y revuelta, mojada en sudor, de ella y de los demás. Movía en círculos su redondo y enorme trasero, firme y duro, coronado con 2 soberbios músculos glúteos mientras se sobaba las enormes tetas y un hombre se colocaba detrás de su cuerpo, haciéndola sentir la dureza y grosor de su verga, que trataba de alojarse en medio de esas 2 carnosidades.
Cerró los ojos y echó el cuerpo hacia atrás, abrazando la cabeza de su amante, mientras por el frente 2 ávidas bocas bebían del néctar de sus senos. Eran Ilse y Mari, que se prendías de esas 2 generosísimas glándulas mamarias que liberaban torrentes de leche materna que ellas se bebían como si la vida se les fuera en ello, apretándolas, mordiendo los pezones, jaloneándolos, tratando de tragarse entera a esa soberbia y madura mujer. Al mismo tiempo hurgaban con sus dedos entre la cálida y húmeda gruta sexual de esa perra, que gozaba intensamente con cada caricia.
Bea estiraba las manos y tomaba a sus nenas del cabello, acariciándolas, apretándolas contra sus pechos. Abrió los ojos y volteó hacia los lados, todos estaban entregados a los placeres de la carne, manoseándose, besándose, lamiéndose y penetrándose. Mujer contra hombre, mujer contra mujer y hombre contra hombre, parejas, tríos y grupos, todo se valía, era mi orgía y todo estaba permitido.
Cerró sus ojos nuevamente, dejándose llevar por las caricias y el suave olor a sexo en el ambiente. El tipo que tenía detrás logró colar su largo y poderoso miembro dentro de su sexo inflamado y empapado, deslizándolo suavemente hasta que topó al final. Bea sintió esa caricia y se estremeció, su piel empapada de sudor se erizó y su largo y suave gemido escapó de su boca. Justo en ese momento dejó de sentar a sus 2 nenas sobre sus senos y su sexo.
Abrió los ojos y las buscó, quería cerciorarse de que estaban bien. A su izquierda encontró a Ilse, penetrada por ano y vagina. Su sodomita descansaba sentado en un sofá, mientras su pene se alojaba cómodamente por la bella entrada posterior de la muchacha. Por el frente, un segundo amante mantenía sus piernas blancas y lisas, perfectas esculturas de mármol, sobre sus hombros, penetrando el sexo palpitante y caliente de la muchachita, que no paraba de gemir como una loca. Sus manos se aferraban al respaldo del sofá, mientras las manos del primero la aferraban de los senos, unas esferas enrojecidas de suave carne que se mecían despacio al ritmo de las embestidas del segundo, su boca se abrió y gemía con placer, estaba extasiada, en otro mundo.
Beatriz volteó a su derecha y, en un rincón, encontró a su otra quinceañera, también gimiendo enloquecidamente. Arrodillada sobre uno de los tantos hombres que disfrutaban de mi festejo, cabalgaba con ímpetu sobre su pene, sintiendo como entraba y salía de su sexo chorreante. Por delante, otro hombre le daba su pene en la boca para que se lo chupara, cogiéndosela literalmente por allí.
Y yo, sobre mi trono, miraba con satisfacción a todos los presentes, me masturbaba sin prisas, sintiendo manar de sus cuerpos mojados el placer, la lujuria, el deseo desbocado la fuerza de sus vidas, alimentándome, fortaleciéndome mas ante cada nuevo orgasmo suyo.
Definitivamente Freud era un genio, estuvo a palmos de descubrir la verdad sobre el sexo, sobre la vida. El llamó energía libidinal a aquella que hacía que el ser humano se motivara y realizara los actos que se propusiera. Ojo, que los charlatanes ignorantes creen que el maestro vienés se refería únicamente al sexo, pero no, en realidad estaba hablando de la energía vital, la que corre con nuestra alma, sin saberlo.
Y esa energía vital, de la que me alimento, la que me ha sostenido por centurias y ha de sostenerme una eternidad, se manifiesta a raudales en la lujuria, en el sexo, en el placer sexual, en el clímax húmedo y ruidoso de una mujer berreando en medio de un grupo de machos enardecidos dispuestos a todo por ser saciados tal y como le estaba ocurriendo a mi bella madura de ojos verdes, que se revolvía frente a mi, a mis pies, penetrada y extasiada.
¡¡¡¡¡¡AAAAAAUUUUUUGGGGGHHHHHH!!!!!! ¡¡¡¡¡¡AAAARRRRRRGGGGGHHHHHHH!!!!!!
Me mira excitada y feliz, contenta y satisfecha de proveerme de mi alimento por medio de su placer. Y pensar lo que me costó llevarla hasta mis redes. Ella es mía, de mi propiedad, como todos los demás, pero no los obligo a venir, ni a coger, ni a gozar, ellos lo hacen porque quieren.
Poco a poco fue haciendo su cuerpo hacia delante, su jinete la tomaba de las caderas. Sus senos se estremecían como locos, ante cada nuevo embate de ese hombre. Hice aparecer en su mano un dildo rojo de plástico y le señalé la figura enloquecida de la bella Mari.
Poco a poco, Bea se fue acercando a ella, agachándose hasta ponerse en 4, fue llevando a su macho hasta donde ella quería llegar sin que este detuviera un momento sus penetraciones. Se colocó detrás de su niña y empezó a meterle por el ano el dichoso aparato siendo a su vez penetrada en 4 por su amante, que parecía querer sacar su pene a través de su boca.
La quinceañera gemía y suspiraba, sintiéndose perforada por ambos lados, sus grandes senos se mecían violentamente ante cada subida y bajada de su cuerpo, su cabello negro se enredaba con su carita de ángel, por cuya boca entraba y salía otro pene, mamado con maestría y placer. Y atrás, esa madura maravillosa era igualmente embriagada por el placer que esa verga le daba, entrando y saliendo de su ser.
Aquella orgía se prolongó por horas, todos gozaron, todos derramaron su sudor en el suelo y me brindaron con su placer la energía que necesitaba para vivir. Sus gemidos se elevaban en el aire, sus orgasmos nublaban el ambiente, era algo increíble de ver claro, a mi edad y experiencia estas cosas ya no me parecen extraordinarias.
Y al final, para cerrar con broche de oro, mis 3 perras se tendieron en el suelo, a mis pies. Uno a uno pasó cada hombre de la fiesta a depositar sobre sus cuerpos empapados sus últimas reservas de semen, llenando a las 3 mujeres, que esperaban con las bocas abiertas y repletas de esperma. ¡Ah, que delicia, que sabor tan exquisito el del clímax sexual de estas 3 hembras, que, cegadas por el placer, me regalaban un platillo exquisito de lujuria, libido y vida!
Ni he nublado su razón ni las he encadenado a mi, son libres de irse cuando quieran pero no lo hacen. ¡Ah humanos, humanos, son tan predecibles, tan corruptibles tan maravillosos! Son como esos perros callejeros, que al recibir una migaja de alguien, se vuelven sus eternos servidores, moviendo sus colar y ladrando felices.
¿Qué quién soy? Mi nombre ya lo saben, soy Vorandemur el íncubo, ese ser inmortal que cambio placer por vida para vivir eternamente. No los obligo ni les arrebato la vida, eso no tiene sentido para mi, nublar mentes es tan sencillo que, para alguien como yo, ya no tiene mérito. Prefiero el viaje, al destino, la deliciosa y emocionante aventura de la seducción.
Mis 3 siervas se quedaron tiradas en el suelo, lamiéndose y besándose entre ellas, cubiertas en semen, sudor y saliva. Luego se arrodillas, las 2 quinceañeras se abrazan de mis piernas mientras Beatriz se queda sentada en el suelo, en medio de un mar de esperma, con las piernas abiertas y restregándose su sexo peludo. Más tarde vendrán otros siervos y se las llevarán para limpiarlas y luego llevarlas de regreso a su casa a un merecido descanso. Pero por ahora, en este momento, quiero verlas, así como están, sucias, trémulas, excitadas
FIN.
Garganta de Cuero
Pueden enviarme sus comentarios sobre esta historia a mi correo electrónico, besos y abrazos.