Capítulo VIII
Sometida
Subimos a su carro, estaba ida, procuraba no pensar, pues al pensar razonaba lo terrible que era lo que estaba haciendo e invariablemente recordaba a mi esposo y a mis hijos. No tenía sentido, pues la lujuria igual no me dejaría reaccionar y detener esta situación. Mario condujo por calles y avenidas, volteándome a ver con sorna, satisfecho y feliz de verme convertida en una prostituta a su total servicio, en un ser sin voluntad, esclava de la lujuria y el deseo. Estiró una mano y me comenzó a acariciar una pierna, temblaba y rezaba porque se detuviera, pues cada vez la acercaba más a mi sexo.
Débora, sacame la verga y chupámela
Pero ¿en el carro? nos van a ver Mario
Estás deseando que te meta la verga en la boca y que te la coja como la puta que sos. esa forma de hablarme tan grosera y humillante y con tono de orden, me excitó aún más.
Si le dije me muero porque me des a probar esa cosa maravillosa tuya. cada palabra que salía de mi garganta me sorprendía más y más, ¿qué me había dado para tenerme así?
Así me gusta perra, que entendás cuál es tu posición y papel aquí. me dijo, sobándome las tetas por delante y metiéndome la mano entre el pantalón ¡Puta madre, qué mojada estás ya, sos mas puta de lo que parece! me dijo sonriendo, y yo muerta de vergüenza pero extremadamente caliente De hoy en adelante, tu nombre de batalla será "Devoradora". lo volteé a ver sin comprender Te vas a convertir en una devoradora de hombres, por eso serás la "Devoradora"
Viéndolo a los ojos con infinita calentura me le acerqué y le di un beso, metiéndome su lengua hasta las entrañas, chupándosela, era la primera vez que yo lo besaba, pero ese mote no calentó muchísimo. Tomé una de sus manos con fuerza y, poco a poco, la iba bajando hasta llevara a mis tetas, las cuales hice que me acariciara, por encima de la blusa primero y luego por debajo. Me las estrujaba y apretaba y me pellizcaba los pezones.
Desabróchatela, perra
Me encantó la forma en que me daba ordenes y con gran gusto le obedecí. Me desabotoné la blusa y mis tetas quedaron libres, meciéndose al ritmo del camino, de los baches y de los cambios de velocidad. La verdad, cualquier otro caro que circulara por delante de nosotros podrían vérmelas perfectamente, tan grandes y tan firmes, con los pezones completamente parados y duros en medio de mis amplias aureolas rosadas.
Mario me las agarró y empezó a manoseármelas, en un semáforo se puso a comérmelas con gula, ensalivándomelas, poniéndome los pezones a punto de reventar. Yo gemía y le agarraba la cabeza, apretándola contra mis senos. Justo antes de que el semáforo cambiara a verde terminó de quitarme la camisa, quedando medio desnuda entre el pesado tráfico.
Tomó mi mano y se la llevó al bulto de su entrepierna, entendí sus deseos y desabroché su bragueta. Metí mi manos por debajo de sus calzoncillo y sentí su verga, que ya estaba durísima, enorme. Se la agarré y se la saqué del pantalón, la contemplé embelesada por unos minutos, eran 23 cm de carne masculina gorda, dura y apetitosa.
¿Qué esperás para comértela entera?
Nada nada empecé a pajearla despacio mientras el seguía sobándome las tetas.
Te encanta mi macana, puta de mierda. me decía.
Si me encanta la adoro la amo
¡Pues chupala de una vez, cabrona! me arrodillé sobre mi asiento y empecé a restregarme su vergota por las tetas y la cara hasta metérmela en la boca Ya te acordaste como lo hacías antes, ¿no Devoradora? no le respondí, pero tenía razón, a mi mente venía el recuerdo de las mamadas que solía hacerle hacía tantos años.
Sujetándola firmemente de la base, veía excitada como las gruesas venas violáceas se le iban marcando, mientras mis labios abarcaban todo su glande y bajaban tanto como podían. Mi lengua daba vueltas sobre este, entreteniéndose en el frenillo, cubriéndolo de saliva y babas que resbalaban por todo el tronco. Mis succiones se combinaban con el placer de las lamidas y caricias, en un esforzado empeño en darle todo el placer que pudiera.
¡¡¡AAAHHHHHH!!! exclamaba ¿El gusano de tu marido acaba en tu boca?
No le dije, nunca se lo permití a Leonardo.
¡Qué estúpido, con tremenda perra y desperdiciándola tanto! pero yo no te voy a desperdiciar nada Devoradora me agarró duro de la cabeza con una mano y empezó a mover con violencia las caderas de arriba hacia abajo, cogiéndome incluso hasta la garganta, hasta que me la llenó de semen, que por la fuerza de sus embestidas se me escapaba por la comisura de los labios ¡¡¡AAAAGGHHHHHH!!! ¡¡TRAGÁTELA TODA, PERRA!! ¡¡¡PERRRRAAAGGGGGHHHH!!!
Continué mamándosela por unos minutos más, me parecía increíble que esa tremenda cosa siguiera aun dura como piedra. De repente noté que estábamos parados, el carro ya no se movía, levanté la cara para ver y me topé con la mirada de idiota del encargado del motel, que entre incrédula y excitada, veía como mis tetas estaban libres y mi boca chorreaba semen. Traté de levantarme y cubrirme, pero Mario me asió fuertemente del pelo y me dejó inmóvil, sin poder ocultar el rostro del sorprendido joven.
Decime mujer ¿qué es esa mierda que tenés chorreada en tus labios, puta? me preguntó para que el hombre lo escuchara, yo cerré los ojos muerta de vergüenza, rezando porque aquello no fuera cierto Te hice una pregunta, perra de mierda. me repitió, zarandeándome la cabeza bruscamente.
Es semen dije, casi llorando.
Semen ¿pero de quién?
Tuyo ¡tuyo!
¡¿De quién, perra?!
¡De mi macho! dije finalmente, saliéndose de mi interior toda la puta que era.
¿Y te gustó su sabor?
Si mucho
¿Querés más?
Si lo estoy deseando, me muero por más. dije, abriendo los ojos y volteando a verlo con un anhelo casi suplicante, el encargado no daba crédito a lo que oía y veía.
Mario avanzó unos metros más y se metió en una de las habitación, cuyo portón eléctrico se cerró solo. "Por lo menos me llevó aun buen sitio" pensé para mis adentros, aunque si me hubiese llevado a un cuchitril o me hubiese violado en el suelo de un parque me habría dado igual, iba totalmente trastornada, la terrible humillación que me hizo pasar frente a ese muchacho me había calentado de una forma desesperante, me moría por ser cogida ya.
Salimos del carro, ni siquiera intenté taparme mis desnudos senos. En el interior del lugar se me quedó viendo, admirando su obra de arte, porque esa puta que tenía enfrente era obra totalmente suya. Cerró la puerta y le echó llave, y con un brillo en sus ojos me tomó de la cintura y comenzó a besarme con fuerza. Me llamaba puta, perra, ramera, me daba igual, bastaba con que me insultara para que yo me mojara como una fuente. Me tocó por todos lados y me preguntaba si me gustaba, que tonta pregunta ¡gozaba como una condenada!
Me agarró del pelo con violencia y me dio la vuelta, dejándome de espaldas a él. Se sacó un par de esposas no sé de donde y me esposó las muñecas por atrás, me sentía a su merced. Me llevó a la cama y me tiró en ella, me desabrochó el pantalón y me lo bajó rápidamente, corriéndome a continuación la tirita de la tanga, descubriendo mi sexo que chorreaba y estaba hecho un horno.
Me metía las manos entre los muslos, acariciando y palpando mi sexo, hurgando dentro de él, metiéndome primero 2, luego 3 y hasta 4 dedos que luego me los daba a chupar. Me levantó y él se sentó, luego me jaló y, dándole la espalda, separó mis nalgas y sentí como su habilidosa lengua recorría toda mi intimidad, desde mi esfínter anal hasta mi mojadísima y peluda vulva. Primero por fuera, dándome suaves y largas lamidas, que pronto se fueron introduciendo adentro, mientras me acariciaba el clítoris y los labios vaginales con los dedos.
¡¡¡OHH, MARIO!!! ¡¡¡MARIO, MARIO!!! ¡¡¡¡OOOOOOOUUUUUUGGGHHHHH!!!! acabé de una forma salvaje, violenta.
¡¡QUÉ CALIENTE ESTABAS, PERRA SUCIA!! era cierto, tan caliente estaba que volví a orinarme, era la puta más feliz del mundo.
Me agarró del pelo con rudeza y me puso de rodillas en el suelo, se sacó la verga del pantalón e hizo que se la mamara, se la succionaba con fuerza y metiéndomela hasta la campanilla. Me costaba bastante esfuerzo poder metérmela completa, era un portento de verga, sumamente gruesa.
Me la sacó súbitamente y me levantó, nuevamente tomándome del pelo con rudeza. Me tiró sobre la cama, boca abajo y me separó as piernas. Me dejó allí tendida unos momentos en lo que se sacaba un botecito del pantalón. Metió 2 dedos en el y luego esparció el contenido dentro de mi ano, abriéndolo y masajeándolo con fuerza. Me quería sodomizar como la otra vez, sentí miedo y un fuerte escalofrío, pero también un morbo tremendo y mucho deseo, sabía que estaba a su merced y eso me ponía peor.
Sentía sus dedotes horadando mi agujerito, abriéndomelo, estirándomelo, hasta poderme meter 3 dedos sin problema alguno. Mientras tanto me azotaba el culo, duro, con fuerza, cada nalgada me hacía gemir y me dejaba la carne caliente. Me encantó, de verdad lo disfruté. Luego me sacó los dedos y de reojo vi que se untaba esa cosa en la verga.
¿Lista, perra?
¡Lista, dale duro, reventame! esbozó una sonrisa maquiavélica y me le metió de un solo golpe ¡¡¡¡AAAAAAAYYYYYYYGGGGGGHHHHHHH!!!! grité y lloré del dolor, pero sin darme cuenta había empezado a empujar con las nalgas hacia arriba, buscando que ese contacto se hiciera más profundo.
Por lo menos fue paciente, sus primeros embates no fueron muy potentes, pero pronto mi intestino se acostumbró a semejante invasor y me comenzó a dar duro, zarandeándome ante cada embestida. Me sentía como nunca, derrotada y entregada, indefensa, usada y vejada como un objeto, me hizo sentir cosa y ese sentimiento me encantó, me embriagó de placer mientras continuaba sodomizándome como un animal, bufando como un toro bravo que se lanza en ciega carga contra su pobre víctima.
¡¡¡OOOOOOOHHHHHH!!! ¡¡¡OOOOOOOHHHHHH!!! ¡¡¡OOOOOOOHHHHHH!!! ¡¡¡QUE RICA ESTÁS DÉBORAAAAAAAGGGHHHHHH!!!
¡¡¡¡MMMAAAAASSS, MMMAAAASSSS!!!! ¡¡¡DAME MÁS MARIO, DAME MÁS, MAS DURO!!! ¡¡¡REVENTAAAAAMEEEEEEGGGHHHHHH!!! ¡¡¡AAGGM, AAGG!!! su pelvis rebotaba violentamente contra mis enormes glúteos, enloqueciéndome con el placer, y más o menos 10 minutos después alcanzó un fuerte y delicioso orgasmo que derramó en mi interior ¡¡¡¡DÉVORAAAAAAAARRRRRRRGGGHHHHHHH!!!!
Derramó todo su semen dentro de mi culito haciéndome disfrutar como una enferma. Luego se quedó jadeando dentro de mi por unos momentos, acariciándome, lamiéndome la nuca y la espalda y besándome. Sabía que me había usado peor que a una cosa, que me había degradado, pero me sentía muy bien, realmente bien, saciada y satisfecha. Aunque sabía bien que luego la cruda moral sería implacable conmigo.
Desde ese día no fui más que su perra personal y sumisa, sedienta de sexo, de sudor, de su semen. Aun hoy no lo comprendo del todo bien, la forma en que me subyugó, no era normal. Lo cierto es que ese día dejé de ser Débora de los Milagros Lozano de Grijalva y me convertí en otra cosa, lo que él quiso que yo fuera, la "Devoradora".
FIN DE LA SEGUNDA PARTE.
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
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