De esposa ejemplar a ramera empedernida II
Consuelo 02
Voy a empezar por el principio, nací como María Consuelo Cuestas, la mayor de 3 hermanos. Crecí en una familia tradicional de mi tiempo, con una madre ama de casa y un padre trabajador. Como era hombre, debía ser distante, frío y enojón, y por lo mismo no era muy capaz de brindarnos cariño y amor, pues para ello estaba mamá. No digo que fuera malo, no, solo que era un digno hijo de su tiempo, que no sabía ser de otra manera, su forma de amarnos era trabajar como un burro y que no nos faltara nada.
Acorde a esa forma de pensar y de vivir, me casé muy joven, a los 15 años, teniendo mi primer retoño (Lucía) a los 16. Mi marido, Juan Carlos Ovalle, era el hijo de un cercano a migo de mi padre, un hombre también hijo de su tiempo, formado en la forja de la vida, a base de los fuertes y dolorosos golpes de la vida. No les contaré acerca de cómo fue mi primera vez, solo que no fue bonita y si dolorosa. Pero bueno, no me podía quejar, se suponía que así debía ser.
Así pasaron los primero años de mi matrimonio, como una esposa y madre ejemplares, entregadísima a mi marido y a mi casa, cariñosa y muy amorosa, siempre dispuesta a darle lo mejor a ese hombre de pies fríos que casi nunca tenía ganas de platicar y que, por las noches, luego de tomarme y desfogarse, caía rendido en el colchón, iniciando un concierto de ronquidos casi enseguida. No me sentía valorada, la verdad, tampoco estaba satisfecha, aunque no lo sabía, era solo esa sensación de vacío, como de que algo falta, que tenía en mi estómago y que calmaba entregándome más a mis quehaceres domésticos y consolándome diciendo: así son las cosas, todo va muy bien, el te ama y tu a el.
Ya les conté como me tomaba cuando llegaba borracho a la casa, lo salvaje que era conmigo y de lo mucho que me calentaba. Terminé tomándole el gusto a aquella violaciones, esforzándome por negarme a mi misma que me gustaba ser tomada por la fuerza, negándome mis impulsos y mi apetito sexual, que al final resultaría ser insaciable.
Me empeñaba en mantener con vida ese castillito de papel, de paredes de galleta y techo de chocolate, que todas las mujeres nos hacemos en alguna etapa de mi vida. Me esforzaba en verlo todo con ojos optimistas, en creer que las cosas funcionaban bien y que podía ser muy feliz así. Lo que incluía hacerme de la vista gorda ante las cosas más obvias.
Así formé una familia, pues luego de mi hija Lucía tuve a mi siguiente hijo, Juan Carlos, y luego a María José, a Laura y a Vero. A mis 2a años era una mamá a tiempo completo de 5 preciosos niños que eran mi vida entera. También veía mi vida pasar junto a mi, y yo empeñada en vivirla como viniera.
En medio de este espejismo no me di cuenta de lo que ocurría con mis hijos, quienes tuvieron que buscar una vida lejos de la casa para poderse desarrollas, especialmente mis hijas. Y fue así como a mis 32 años, me enteré de la verdad sobre mi hijo Juan Carlos por pura coincidencia.
Un día me llamó mi hermana menor para contarme que mamá estaba enferma y que ella no la podía ir a cuidar, por lo que necesitaba que yo lo hiciera. Se lo conté a mi esposo y el, como todo buen macho, no estaba conforme con que su mujercita se fuera a dormir una noche fuera, aunque fuera a su propia casa. me mandó con las niñas como especies de chaperonas, quedándose el solo en la casa junto a Juanca. Yo todavía me fui apenada con el, me sentía mal dejarlo toda una noche solo.
Pero ya en la casa de mi madre ella se puso mejor rápidamente, así que decidí regresar. Mi hermano me dijo que podía dejar a mis niñas bajo su cuidado, pues quería llevarlas de paseo luego y a mi me pareció muy buena idea, creí que le gustaría a mi marido tenerme para el solo toda la noche. Les debo confesar que la sola idea me ponía caliente, y eso me daba un poquito de vergüenza.
Llegué a mi casa y me fui a mi habitación a cambiarme de ropa, me iba a poner algo más cómodo. Escuché que la puerta de la calle se habría, supuse que sería Juanca regresando de jugar con sus amigos o algo así, por lo que no le puse atención, pero entonces escuché otra voz, de un hombre, por el tono me pareció que era más grande que el.
Extrañada, más no preocupada, salí para saludar, quería ver con quién había llegado. Me dirigí a su habitación pero no los encontré allí, más bien las voces salían del baño. Al llegar cerca de la puerta, vi algo que me heló la sangre, allí estaba mi hijo de 14 años, besándose apasionadamente con un hombre mayor que el, bastante mayor, como de 30.
Qué rico besás muchacho el Trozo tenía razón, me voy a comer un bocadito único hoy.
Solo dejame arreglarme primero papito le contestó como una mujercita facilota y luego te doy la cola para que me la perforés como querrás.
¡No lo podía creer, mi hijo había salido hueco! Mil ideas pasaron por mi mente, sentí ganas de llorar y pensé que todo había sido mi culpa. Luego que cuando Carlos se enterase, lo iba a matar. Ellos no me vieron, y antes de que lo hicieran, y para poder pensar bien las cosas, retrocedí y llegué hasta su habitación, en donde caí sobre su cama sentada, confundida, queriéndome meter dentro de un agujero.
No pude pensar en nada con claridad, la impresión había sido tremenda, demasiado para mi. Escuché entonces que mi hijo salía del baño y caminaba hasta su habitación, me asusté, entré en pánico y no pude hacer nada más que meterme entre su armario. Este era amplio, con puertas de madera en estilo de persiana. Me escondí detrás de unas cajas que el tenía, metiéndome debajo de un tiradero de ropa, y como varios trajes colgaban de perchas sobre mi cabeza, estaba bien oculta. Me sentí ridícula haciendo aquello a mi edad pero no sabía qué decirle, además había entrado en pánico no sé porqué.
¡Papito, esperate! dijo en la puerta de su cuarto, quitándose las manos de ese tipo de encima Dejame arreglarme primero vas a ver que te va a dar un infarto cuando me veás.
Pero apurate nene que me muero de la calentura
Mi hijo cerró la puerta actuando como una muchachita. Con ademanes delicados y muy femeninos se dirigió hasta el armario y lo abrió, sentí que me pescaba pero no lo hizo, estaba bien escondida y el muy metido en sus cosas. Sacó una gran maleta que había sido de su abuelo y que el usaba para guardar cosas y la abrió, sacando de ella lo que me parecieron vestidos de mujer y ropa interior. Comenzó su transformación entonces.
Se desnudó, vi su delgado y estilizado cuerpo adolescente, moreno, con un pene mediano ya erecto y con el pubis completamente depilado. De hecho, Juanca tenía todo el cuerpo cuidadosamente depilado. Se puso una tanguita de color rosa y encajes, cuya tira posterior se le metía muy adentro entre de grandes nalgas redondas y duritas. Mi corazón se me estaba saliendo del pecho en ese momento, veía como hijo se transformaba en una mujer, una prostituta aparentemente por el tamaño de su faldita, negra y muy corta (apenas cubría algo de sus muslos, muy bien formados por cierto), luego un top blanco y sin tirantes y unos coquetos zapatos negros de tacón alto y atadas a los tobillos. El se veía frente a un espejo que colocó en su habitación y lo notaba encantado o encantada, con aquella transformación,
Luego sacó maquillaje de una cajita y se aplicó rubor, se delineó los ojos y se echó sombras de tonos plateados en ellos. Remató con pintura de labios del mismo tono, y una peluca negra de mujer, de verdad que se miraba como una mujer, como una puta barata para ser exacta, yo no podía estar más asustada. Además, se había vestido y maquillado con tanta facilidad que era obvio que ya tenía una extensa experiencia haciéndolo.
Matías, hombre rico, ya podés entrar. dijo, con un timbre de voz muy diferente a la suya, más fino y agudo, en un tono muy femenino, les juro que parecía de verdad una mujer.
¡Puta madre, el Trozo tenía razón! ¿quién era ese tal Trozo? ¡Estás riquísima, buenísima!
Permíteme presentarme papito rico me llamo Felicia y estoy a tu disposición para lo que querrás. esto último lo dijo arrastrando las palabras con mucha sensualidad.
Yo no sabía qué pensar, estaba muy confundida y el único pensamiento claro que cruzaba mi cabecita era "que no me vean, que no me vean". Empecé a llorar, en silencio como siempre hacía, cuando el tipo agarró a mi hijo de la cintura y lo jaló hacia el, plantándole un profundo y largo beso que el correspondió rodeándolo del cuello con sus brazos.
Vas ha ser mi nenita hoy Felicia. Me vas a hacer muy feliz, ¿verdad?
Mucho, mucho
Y yo también a ti bebé
Le acariciaba todo el cuerpo, sus grandes manotas le apretaban el culo con fuerza y mi hijo estaba totalmente entregado, dejándose manosear como una puta de los más sucia. Luego el tal Matías la o lo, tomó de los hombros y empezó a presionar hacia abajo, haciendo que mi hijo se arrodillase frente a el.
Abrí la boquita putita y saboreá mi falo, que tiene muchas ganas de ser comido
Dámelo papito, le respondió el mientras le abría la bragueta y se lo sacaba me lo voy a comer enterito me encanta mamar vergas. eso último destrozó mi corazón.
Juanca o Felicia, le terminó de sacar la verga y se la llevó a la boca, sentí un asco inmenso. El la agarró de la peluca y se la metió más, no era una verga de dimensiones despreciables, si bien tampoco era la gran cosa. Así se la comenzó a coger por la boca como si fuese una vagina, causándole arcadas y atragantamientos, pero ella, mi hijo, lejos de tratar de quitárselo de encima logró posicionarme para que aquella verga pudiera entrarle a profundidad con total comodidad. Desde mi escondite podía ver la saliva rebosando por las comisuras de los labios de mi nene, su rostro extasiado y caliente, su cuerpo de hombre convertido en el de una hermosa mujer.
Tras unos minutos de mamada, Matías hizo que se pusiera de pié y lo desnudó, dejándolo solo con la peluca y los zapatos. Lo besó, le lamió el cuello y le chupó los pezones, la erección de mi hijo me decía que lo estaba gozando como un loco, como una auténtica loca.
¿Me vas a coger por el culito amorcito? preguntó melosamente mi hijo.
Si, te lo voy a romper como sé que te gusta ¿lo querés ahorita nena?
Si papito, rompémelo, hacémelo mierda que para eso estoy
Tus deseos son órdenes mi vida ahora ponete en cuatro, como una verdadera perra.
Juanca obedecía sin rechistar, deseosa de que ese tipo la poseyera como un toro a su vaca. Este se agachó y metió la cara en medio de sus nalgas, poniéndose a lamerle y chuparle el ano. No tengo que describir el asco que aquello me dio, menos que no entendía porqué lo estaba haciendo. Y mientras lo hacía le metía un dedo, que luego fueron 2 hasta llegar a 3, mi hijo parecía estar en el cielo, gimiendo de placer como una perra. Comprendí que era para dilatárselo cuando le empezó a echar vaselina y luego le dijo "Felicia, tu culito ya está listo nena".
Agarró a mi hijo con fuerza de las caderas, apuntando su pene contra su agujerito envaselinado y dilatado. Empezó a empujar, Juanca cerraba los ojos y entreabría los labios, lo estaba gozando, estaba disfrutando cada centímetro de verga que lo atravezaba, pegando suaves, agudos y largos gemiditos.
Una vez empalado, Matías comenzó a cogérselo, entrando y saliendo de sus entrañas, aumentando la velocidad cada vez, así como la fuerza en intensidad. En cuestión de minutos mi bebé ya se hallaba rebotando contra el pubis del otro, con los ojos en blanco y la boca abierta, babeando el suelo y gimiendo como una puta cagando adobes.
¡¡¡¡AAAGGGGHHHH, AAAAGGGGHHHH!!!!
¡Gozala perra, disfrutá de la verga de tu macho Felicia!
¡¡¡¡AAAGGGGHHH, QUE RICO, QUE RICO!!!! ¡¡¡¡COGEME DURO PAPITO, COGEME DURO PAPIIIIIIIIGGGGGHHHHH!!!!
Se lo cogió así por un buen rato, yo veía el delgado cuerpo de mi hijo estremecerse ante cada nueva embestida sin dejar de gemir y pedir más. Luego lo puso boca arriba sobre la cama, con las piernas abiertas sostenidas por el en el aire. Así le era mucho más fácil sodomizar a mi bebé, penetrándolo como un verdadero animal. Y mi Juanca, no paraba de pedir más, mientras se masturbaba con fuerza.
Juanca pegó un fuerte chillido y su pene comenzó a escupir esperma sobre su vientre, que el mismo se esparció con las manos. Minuetos después, el tipo hacía lo mismo, le sacó la verga de su interior y se la jaloneó un par de veces antes de eyacular con fuerza, en medio de rugidos victoriosos, sobre los genitales e ingles de mi hijo.
Quedaron serenos por un momento, respirando profunda y agitadamente. Todo había terminado, pues acto seguido el tal Matías besaba con ternura a mi hijo y le decía, entre susurros, que había sido la mejor cogida de su vida y que era toda una perrita. Juanca, lejos de ofenderse, le agradeció la cabalgata con un largo beso de lengua.
El tipo se tomaba sus cosas y se dirigía al baño para vestirse, dejando a mi nene tendido en la cama, desnudo, con el vientre cubierto de su esperma y los genitales chorreados de la de su amante. Se llevaba las manos hacía allí y tomaba un poco de ese semen, llevándoselo luego a la boca para saborearlo como si fuese un manjar. Yo no podía creer tanta depravación en el.
Luego, se puso de pié, se dirigió al baño, regresó desnudo y se vistió, saliendo luego con su acompañante quién sabe a donde después que este le preguntara "¿cuánto te debo amor?" y mi hijo le respondiera "Lo que quedaste con el Trozo". Yo me quedé aun escondida entre su armario, temblando, sin saber qué hacer o qué decir. Me quedé con el recuerdo grabado en mi mente, de su cuerpo moreno y desnudo tendido sobre la cama, cubierto de sudor, con el maquillaje de su cara corrido como una puta y el culito abierto y esa horrible excitación entre mis piernas que me torturaba.
Continuará
Garganta de Cuero.