Beatriz 05
Desnudas, respirando tranquilamente, relajadas, serenas, 2 hermosas mujeres compartían el lecho. De senos pronunciados y caderas anchas, una de 15 y la otra de 50. Ni siquiera se imaginaban lo que habían hecho durante la noche.
Maritza empieza a abrir los ojos, se los restriega con las manos, se estira, pero en lugar de despertar, se vuelve a acomodar, volteándose hacia su compañera, a la que abraza. El abrazo fue correspondido, y 2 pares de senos se estrujan unos contra otros. Los de Mari, blancos, de buen tamaño y firmes, con el pezón claro y la aureola amplia. Los míos blancos, rosados, exageradamente grandes, con el pezón de un marrón claro y de aureola estrecha. Las 2 mujeres continuamos durmiendo, ajenas a lo que ocurría en el exterior.
El sol todavía no había salido, eran apenas las 4 de la mañana, y las 5 todavía quedaban lejos. A las 6 los gallos más huevones comenzaron a cantar. Bueno, la verdad es que los hay más huevones todavía, pues algunos no se percatan de la llegada del nuevo día sino hasta casi las 10 de la mañana. Pero fue suficiente para que las 2 amantes despertáramos.
¡Maritza!
¡Doña Beatriz! gritamos las 2 al despertar y vernos una frente a la otra, desnudas y con nuestros pechos pegados uno con el otro.
¡Dios mío!
¡¿Qué es lo que ocurrió?!
¡Dios mío, ¿qué hice?!
¡Señora, ¿qué pasó?!
Me quité de su lado y me senté en la cabecera, abrazando mis rodillas y llorando amargamente. Mari se quedó en donde estaba, sentada, trataba de cubrirse los senos. Ninguna sabía qué decir ni qué hacer, imagínense lo incómodo de esa situación, 2 mujeres aparentemente decentes y serias, que terminan teniendo sexo como unas salvajes durante la noche, amanecen y no saben ni por qué fue que pasó.
Mari se puso de nuevo su camisón y se quedó sentada sobre la cama, yo continuaba sollozando, desnuda aun. Ella se puso pensativa, ¿qué fue lo que pasó? Entonces se dio cuenta de que el supuesto sueño erótico que recordaba haber tenido en la noche, en realidad había sido verdad.
Señora, por favor dígame qué fue lo que pasó anoche
Snif, snif buaaaaaa
Por favor, deje de estar llorando dígame qué pasó yo recuerdo haber tenido un sueño extraño, en donde estoy haciendo cosas con una mujer de mucho busto ¿era usted?
Buaaa snif, snif buaaaaaa
¡Si!, ¡si era usted! ¡¿Por qué me pasan estas cosas siempre a mi?!
¿Cómo? logré articular con una voz muy aguda y casi inaudible.
Si mire Mari se sentó a mi lado siempre le he hecho casi a mi mami, sobre todo en lo que me ha dicho de ser una buena muchacha, una muchacha decente pero a veces, cuando tengo esos sueños ¡no puedo!, ¡buaaaaaa! Mari rompió en llanto también, y las 2 terminamos llorando a mares una abrazada de la otra Es es snif, snif es como si algo malo se me metiera, y me convierto me pongo a hacer cosas malas como con mi papito
¡¿Tu papá te ha hecho cosas?!
Si, una vez que tuve un sueño así, terminé haciendo haciendo cosas feas con el ¡Buaaaaaa!
¡Pero eso es horrible nena!
Si y por eso mi mami lo dejó porque después el quería seguir haciendo esas cosas conmigo.
¡Degenerado!
Yo no quería que mami lo dejara fue mi culpa
No, no, no la culpa fue de el solo un hombre degenerado haría algo así con su hija ¡asqueroso!
Un tenso silencio apareció. Ninguna de las 2 lo rompía.
Yo snif, snif yo no sé que me pasó perdoname nena, pero no pude parar cuando tu me comenzaste a tocar perdón, perdón
Señora, todo fue culpa mía es que yo me volví mala cuando estaba durmiendo.
No no snif, snif, no nena snif, snif yo te debí parar fue toda mi culpa ¡buaaaaa! snif, snif ¡buaaaa!
No señora fue mi culpa ¡buaaaaaaaaa!
Las 2 nos pusimos a llorar inconsolablemente. Maritza me abrazó y nos quedamos así por un buen rato, hasta que me tranquilicé un poco. Luego me puso el camisón y salí del cuarto, yéndome al mío. De nuevo me vi al espejo, me veía sucia, traidora, era una mala mujer. ¿Cómo le podía hacer eso a Fernando, manchar su recuerdo de esa manera? ¿Cómo era posible que yo hubiese abusado de esa niña tan tierna y linda?, es que no me cabía en la cabeza. ¿Y qué fue eso de verlo a el mientras restregaba en la carita de la nena mi sucio sexo? Eso me dio mucho en qué pensar y me mortificaba más, pues era como si mi difunto marido me hubiese sorprendido en la traición. Rompí en llanto nuevamente, estaba muy mal, muy triste. Entonces vi el reloj y me di cuenta que ya era tarde, salí para hacer el desayuno.
El desayuno transcurrió en silencio, yo no dije ni una palabra, solo Ilse preguntó que cómo había seguido Mari, y ella le dijo que ya mejor. Pero solo, yo estaba en otro mundo, tenía el corazón roto y sentía que mi mundo se me había caído a pedazos. Ya no era la esposa ejemplar que siempre traté de ser para Fernando, ahora era una puta. Y el alma se me fue cuando llegó Otilia, acababa de regresar del trabajo y traía grandes ojeras. El corazón casi se me sale del pecho.
Señora, gracias por cuidarme a la nena, se lo agradezco mucho mire que ponerla en esos problemas de tener que llamar hasta al doctor
¿Ya se lo contó?
Si, y ahorita la llevó con un doctor para que me la chequee. Ya me contó que se quedó haciéndole compañía toda la noche, se lo agradezco mucho. Mire que ella no tiene abuelita, y usted es lo más cercano a eso para la niña ella la quiere mucho
¿Y solo eso le contó la nena?
Si ¿pasó algo más?
¡No! ¡No!
A bueno es que le preguntó porque a ella no le gusta darme preocupaciones, entonces a veces no me lo cuenta todo bueno señora, la voy a llevar ahorita, gracias.
Otilia se fue y luego salió con Mari, que volteó a verme. Pero en lugar de tener una cara de enojo o de tristeza, su cara expresaba cariño y gratitud quien sabe por qué. Yo respiré profundo y me logré relajar un poquito, pero en el fondo continuaba muy mal, quería llorar a mares, estaba de verdad mal.
Mientras, me quedé sola en la casa, los recuerdos de esa noche me atormentaban, no me dejaban relajarme, no me dejaban sola. No me podía sacar de la mente las imágenes de la nena desnuda, su vulva virginalmente cerrada, de un rosado intenso, y luego cuando la abrió, su botoncito del amor, un clítoris precioso; su trasero redondo y gordito, suave y durito, con un ano precioso; sus tetas grandes, blancas, tersas y suaves, pero firmes y viendo al frente, con una pequeña desviación hacia los lados. Sus pezones rosados y paraditos. Si, Maritza era una obra de arte de la naturaleza.
Pero además, ese sueño, nuevamente el mismo sueño, el de siempre, el que me atormentaba. Luego de caer rendida junto al cuerpo inerte de la niña, volví a soñar de nuevo, otra vez caminando por el mismo pasillo, otra vez parada frente a la misma puerta, con esos extraños retratos a mi alrededor que no lograba distinguir por lo distorsionados que estaban. Aunque ahora había más claridad, las cosas ya no estaban negras, ahora era un gris oscuro lo que cubría todo.
"El ambiente estaba caldeado, húmedo, denso. El aire abrasaba a pesar de estar mojado, era pesado de respirar de todas maneras la agitación reinante en la sala no permitía respirar bien
¡¡¡¡AAAAAAAHHHHHH!!!! gemían todos, en una maraña de cuerpos ardientes, manos, brazos y piernas, humedad y saliva.
En el centro estaba ella nuevamente, la mujer de 50 años, de trasero redondo y enorme, firme y duro, coronado con 2 soberbias nalgas; dueña de 2 generosísimas glándulas mamarias, que liberaban torrentes de leche materna que 2 hombres bebían como si la vida se les fuera en ello, apretándolas, mordiendo los pezones, jaloneándolos, tratando de tragarse entera a esa soberbia y madura mujer. Como todas las veces tenía su abundante cabellera castaña desordenada y revuelta, mojada en sudor y pegada a su piel. Sus caderas se meneaban en círculos sintiendo la dura y gruesa verga del hombre que la manoseaba desde atrás y que trataba de alojarla en medio de esas 2 carnosidades.
Pero extrañamente no era a ella a quien me interesaba ver, no "
Me puse de pié y me dirigí a la cocina por un vaso con agua, necesitaba que ese frío líquido refrescara mi garganta ojalá pudiera hacer lo mismo con mi alma
"Me moví a la derecha, hacia el rincón en donde una de las 2 quinceañeras se hallaba gimiendo enloquecidamente. Arrodillada sobre uno de sus amantes, cabalgaba con ímpetu sobre su pene, sintiendo como entraba y salía de su sexo chorreante mientras, desde atrás, una segunda mujer le metía a través de su ano un largo dildo plástico, rojo, con venas que lo surcaban. Esta, a su vez, era penetrada en 4 por otro comensal, que parecía querer reventarle la vulva por el ímpetu de sus acometidas.
Lo vi bien, con claridad, era un hombre maduro, moreno, alto, robusto y fuerte ¡era Fernando, mi marido! ¡Mi esposo estaba cogiéndose a esa mujerzuela como una bestia desbocada!"
¡Qué horrible visión ver a mi amado esposo dándole duro a otra, con violencia! ¡Ese no era el, no era el! Pero en mi sueño fue tan real, casi podía hablarle. Me sentí traicionada, como que toda mi vida no había sido más una mentira, una vil y vulgar mentira.
Sin embargo aquella visión de mi esposo con otra me calentó, no solo en mi sueño, cuando lo estaba recordando aquella mañana también. Mi vagina empezó a palpitar y sentí como comenzaba a mojarse más de lo que ya estaba. Cerré los ojos y volví a aquel momento
"Veía el enorme pene de Fer horadar con furia el sexo de esa mujer, y deseé ser yo la estaba que estaba allí cogiendo con el. El calor de la sala me estaba sofocando, sentía mis senos querer estallar, hinchándose cada vez más. El calor en mi sexo me estaba volviendo loca, lo sentía chorrear, derretirse en grandes goterones, con mi clítoris palpitando con fuerza.
Incluso sentía el duro mástil de mi amado separar los pliegues de mi sexo, haciéndolo casi con violencia, estremeciéndome entera, entrando y saliendo de mi como una tromba. Sentía mis senos gigantes mecerse con frenes de un lugar a otro, el sudor corriendo por mi frente y mi espalda, por mis nalgas y culo.
Llevé mi mano a mi sexo, lo sentí chorreante, mojado no, un momento, no era mi sexo, y y tenía en mi mano un consolador rojo que estaba ensartándoselo entre la vulva a la quinceañera que gemía y suspiraba, sintiéndose perforada por ambos lados, con sus grandes senos meciéndose violentamente ante cada subida y bajada de su cuerpo. Veía con total claridad como su cabello negro se enredaba alrededor de su boca, por donde entraba y salía otro pene, que ella mamaba con maestría y placer."
Pero entonces ¡entonces la mujer que estaba cogiendo con Fer era yo, esa mujerzuela era yo! ¡No podía ser, esa mujer que gemía y se estrellaba con furia sobre las caderas de mi esposo, arrodillado detrás de ella era yo! ¡No lo podía creer!
En mi sueño no lo había notado, apenas si lograba darme cuenta claramente de algo en medio de ese caos de cuerpos desnudos, gritos y gemidos, y orgasmos. Pero ahora que me hallaba despierta, podía revivir el sueño con total claridad.
"Allí estaba, en 4 patas, cogida violentamente por mi difunto esposo y metiendo dentro del ano de una primorosa adolescente y grueso falo plástico rojo mientras ella se endilgaba en las profundidades de su sexo el pene de otro hombre, sobre el que saltaba como una loca.
Ella cogía y mamaba como toda una maestra, su cabello negro se enredaba en su rostro mientras un falo enrojecido entraba y salía de su boquita sin piedad, casi sin permitirle respirar. Entonces, el hombre que le daba su pene para mamar, le quitó el pelo de la cara, revelándose ante mi la identidad de esa jovencísima amante: ¡era Mari, Maritza, la niña que me había cogido por la noche!
Alarmada volteé hacia atrás, cuando sentí que el arma de mi marido había dejado de perforarme. Lo vi sonriente, con sus ojos brillándole con la misma bondad de siempre, cubierto de sudor y acomodando su pene sobre mi delgado y estrecho ano. Luego empujó con fuerza y me penetró, sin dejar de sonreírme y repitiéndome las mismas palabras extrañas que ya había oído antes: vorandemur, vorandemur
Luego mi sueño acabó y yo desperté minutos más tarde "
Acabé llorando a mares sobre la mesa del comedor, caí temblando, preguntándome lo que me podría estar pasando, muerta del miedo.
La tarde llegó y decidí salir a la iglesia, quería confesarme y a rezar para pedir perdón. Pero al llegar al parque que está antes de la iglesia, creí ver a lo lejos a Sonia y a Hilda. Ninguna de las dos mujeres había regresado a dormir, lo cual me molestaba mucho. Pero lo que me llamó la atención fue lo mal que se veía Sonia, parecía borracha y muy maltratada.
Me acerqué un poco más, dándome cuenta de que, efectivamente, Sonia se veía mal. Hilda estaba junto a ella, agachadas las dos, tratando de ayudarla y diciéndole cosas al oído. Entonces se reincorporaron y comenzaron a caminar hacia una casa, una casa grande que solía ser de un amigo de Fernando, pero que este había vendido hacía años. Entraron y no supe más de ellas.
Me quedé extrañada y preguntándome qué le habría pasado a Sonia. Volví a mis pasos y entré a la iglesia, me puse a hacer cola para hablar con el padre, pero algo me paró. ¿Cómo le iba a decir al padre que tuve sexo con una niña inocente de apenas 15 años, cuando mis pecados más grandes habían sido siempre discutir con Fernando, no darle limosna a un mendigo, o naderías por el estilo? No podía, así que regresé a la casa.
Decidí entonces bajar al sótano para recoger el cadáver de la rata que había muerto la noche anterior, pero no había. De hecho, las jaulas no habían atrapado nada, estaban tal y como las había puesto, lo cual me asustó un poco, la verdad, pues los ruidos fueron bastante fuertes. Si, definitivamente algo muy extraño estaba pasando en mi casa.
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
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