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El Cadejo (09)

en Grandes Series

Capítulo IX

¡Hijo de puta, malnacido de mierda! Davidson se autoinvitó a mi casa y lo peor de todo es que no teníamos opción, no había forma de poder decirle que no, tendríamos que rezarle a la providencia para que no le hiciera daño a mi amada. Ella se esmeró, cuidó cada detalle con una diligencia que me molestó mucho, parecía como si esa fuese una cita muy esperada por ella. Pero no le dije nada, asumí que era para quedar lo mejor posible. Davidson llegó a las 7 de la noche en punto, acompañado de Marvin, de una de sus secretarias (la que no me mamó la verga) y un hombre muy corpulento. Casi al mismo tiempo llegó mi cuñada, Lucía, hermana mayor de mi esposa, en una inesperada visita.

Estemmmm… – dije titubeando y muy nervioso, su llegada nos puso muy angustiados – Lucía, te presento a algunos compañeros de trabajo… ellos son… e… pues…

James Davidson para servirle… – dijo rápidamente el negro, que pareció captar mi intención y mi nerviosismo, tomó a Lucía de la mano y se la besó galantemente – ellos son el señor Marvin Batres, Ruth Madriz y su esposo el señor Orlando Rayo.

Mucho gusto… – contestó Lucia.

Bueno Fer, espero que no te caigamos de sorpresa porque no nos gusta molestar. – me dijo el negro tuteándome.

No te preocupés, no hay problema… Jimmy. – le respondí también tuteándolo, no había de otra, tenía que seguirle la corriente.

Ya metidos dentro de ese teatro procedimos a la mesa a degustar de la deliciosa cena que mi señora había preparado. Me sentía nervioso y cohibido, especialmente por la actitud del negro, muy alegre y platicador, ingenioso y con una labia encantadora. Se revelaba como un hombre de mundo, conocedor y muy simpático, si no supiera que era solo una máscara hubiera podido decir que me caía hasta bien. por su parte, mi mujer y su hermana reían de sus ocurrencias, la verdad no me agrado nada que Pamela lo hiciera, pero igual no había de otra, y al acabar de comer y de recoger los platos se lo dije.

Pero mi vida, es necesario para que mi hermana no sospeche que pasa algo malo.

Pero parece como si de verdad te agradara.

Pues no voy a negar que es ingenioso y que sus bromas son graciosas, pero yo sé muy bien qué es lo que quiere en verdad. Pero le tenemos que seguir la corriente… hacelo por mi hermana, ella no pude saber nada de esto Fernando.

Acabé dándole la razón, aunque aun sin estar convencido. Salimos de la cocina y nos sentamos en la sala junto a los demás y empezamos la charla de sobremesa. Me levanté un momento solo para sacar algo de ron que tenía y, cuando regresé, me encontré a Davidson rodeado de mi señora y mi cuñada, contándoles una divertida anécdota de no sé que putas, huelga decir que me hirvió la sangre. Por otro lado Marvin sacó unas botellas de wisky y comenzamos a libar.

Lucía se despidió, nos dijo que antes de empezar a tomar mejor se iba o ya no podría manejar, así que la salí a despedir algo aliviado… pero preocupado porque ahora no habría nada que pudiera reprimir al negro. Cuando regresé me topé con mi esposa riendo a carcajadas a su lado, se veía muy alegre y entretenida a su lado. Y a mi el trago me supo a bilis después de eso.

Haberme puesto a tomar fue un grave error, pronto el alcohol comenzó a hacernos efecto. Pasó entonces algo que no alcancé a explicarme en ese momento, despacio comencé a marearme, la vista se me oscurecía y empezaba a ver colores brillantes y las cosas cambiar de forma y de tamaño. Pero no llegué a perder el conocimiento, tan solo quizás por un brevísimo lapso, pues recuerdo que de un momento a otro me encontré cubierto con una frazada en el mismo sillón de en el que estaba en un estado como de sopor que me impedía reaccionar.

Sonaba música de salsa y yo estaba muy confundido, con mucho trabajo me enderecé como pude y vi que estaban bailando, la tal Ruth con su supuesto esposo Orlando y mi mujer y con el negro. Juro que se me revolvió el estómago, traté de ponerme de pié pero no pude, sencillamente no me respondían los miembros. Pamela se movía contoneando las caderas de formas sensuales, muy sugestivas que a mi me siempre me parecieron irresistibles, pero en ese momento me parecieron horribles… probablemente porque se movía así para ese desgraciado.

Tenía un trago en la mano, platicaba animadamente con él mientras se movía, se reía y giraba sobre si misma a cada rato, en una clara actitud de coquetería. A pesar de la música los podía escuchar, hablaban de nada, que la novela, que los niños, que los vecinos, cosas intrascendentes de las que se habla con un conocido cualquiera. Para mi mayor turbación parecía disfrutar mucho de la compañía de ese hombre.

La canción que bailaban terminó y Marvin se acercó al equipo para cambiar el disco. Se quedaron callados un momento, vi que mi mujer bajaba la mirada y su gesto se convirtió en un leve mohín de fastidio y amargura, ese teatro la estaba cansando. Se volteó y le dio la espalda a Davidson y se puso a ver las flores que teníamos en el jardincito interior. Entonces pasó, mientras mi Pame estaba metida en sus pensamientos y preocupaciones, el negro quedó absorto mirándola el culo sin el menor disimulo.

Usted tiene el mejor culo del mundo. – le dijo, Pame volteó a verlo y se puso roja, no atinó a responderle – De hecho señora, es un culazo que está para comérselo. – increíble pero cierto, ese tipo logró sacarle una tímida risa de azoramiento a mi mujer.

Se le acercó y se puso detrás de ella, Pame volvió la cara al frente y abajo, sin atreverse a hacer nada. El negro le pegó su entrepierna al culo y la abrazó por la cintura. En lugar de separarse, ella se dejó y permitió abrazarla más. Y yo, que en ese momento tenía el corazón latiendo a mil por hora, no podía creer que mi mujer le permitiera esas aproximaciones sin mayores reparos. Claro, ella dijo que había que seguirle la corriente, pero aun así me era muy difícil aceptarlo.

El negro continúa sus avances, se puso a acariciarle la base de las tetas y ella le quitó las manos haciendo ridículos mohines de fastidio, que para alguien como él no eran más que retos para de su parte. Insistió y se le pegó aun más, entonces, para mi alivio, ella pareció reaccionar, dándose la vuelta para enfrentarlo.

¡Pare Sr. Davidson, mi esposo está aquí durmiendo y mis hijos están arriba! - le espetó llena de dignidad.

¿Y?… eso lo hace más emocionante para mi… – le respondió, pero la soltó y ella volvió a darse la vuelta.

Pensé que desistiría, pero la actitud de Pame solo lo hacía desearla más. Davidson le pegó una nalgada durísima y, con mucha brusquedad, le dio la vuelta pegándola a su cuerpo. Ella trató de forcejear, pero era inútil, su metro con 58 era una menudencia frente al metro con 90 del otro. Este la agarra del culo y la levantó en vilo, sus hermosas tetas le quedaron a la altura de la casa y Davidson se las empezó a lamer y morder por encima de la blusa.

Ella siguió revolviéndose hasta que la soltó y la dejó de pié frente a él. Mi mujer tenía una mirada rara que no logré descifrar del todo. Pude ver indignación, pero había más. Aparte su pecho se inflaba y desinflaba al compás de su respiración agitada, "está furiosa" pensé, y aunque no me equivocaba no era solo eso. Por su parte, el negro maldito se había sentado en el sofá grande.

Sentate en mis piernas perrita, – le dijo dándose palmeándose las rodillas y mirándola fijamente – se te nota que estás caliente y que querés verga… sos una perra picarona Pame.

"Imbécil" le dije entre dientes, seguro que mi santa esposa se daría la vuelta y dejaría al hijo de puta solo con su erección de caballo, pero como les dije, en su mirada había otra cosa que no alcancé a descifrar. Ante mi horror y asombro Pamela se le acercó toda mimosa y se le sentó en una de sus rodillas. Davidson esbozó una sonrisa de satisfacción y de triunfo y me la dirigió, ¡sabía que los estaba viendo! Y yo, seguramente, tenía un gesto de sorpresa e imbecilidad.

¿Ya vez?, yo sé distinguir perritas calientes y viciosas como vos desde lejos. Decime, ¿qué querés que te haga? – me esposa no le respondió, tan solo siguió con la mirada baja, pero en cierto momento la subió y le dedicó una sonrisa que yo le conocía muy bien, picardía pura.

Davidson, con total facilidad y la soltura de quien se sabe dueño de la situación, la agarró de las nalgas y la giró sobre su rodilla para sentarla de frente a él, con las piernas abiertas y a ambos lados de su poderosa humanidad. Pame se dejó manipular sumisa y regalonamente, aferrándose a su cuello como tratando de buscar algún tipo de refugio, supe entonces que ya estaba rendida, totalmente entregada y eso hizo que se me revolviera el estómago más todavía.

Y me sentí peor cuando lo vi abriéndole la blusa y luego quitándole el brasier. Las pequeñas tetas hermosas de mi esposa quedaron expuestas y no tardaron en ser atrapadas por los gruesos labios de ese tipo, que se puso a chuparlas como si fuese un niño de pecho. Me sentí enloquecer de ira y dolor, jamás pensé ver así a mi amada, rendida en brazos de un hijo de puta, dejándose hacer lo que él quisiera. Los ojos se le cerraban sintiendo los labios y la lengua de Davidson recorriéndole los pezones, jaloneándoselos y hasta mordiéndoselos suavemente. Ella le agarraba la cabeza y le acariciaba la nuca, empujándolo más hacia su cuerpo para sentirlo más y mejor. De pronto él le suelta las chiches y sube la cabeza, y la besa siendo correspondido. Pame lo besaba como solo lo hacia conmigo, despacio, con ternura, acariciándolo con labios y lengua.

¿Decime qué soy perrita, decime quién soy?

Sos… sos… sos un gran macho…

TU macho…

Si… mi macho… – esas palabras terminaron por hacerme entender que ya estaba perdida, que ese maldito haría con ella lo que se le diera la gana… sentí que me rompían el corazón.

Muy bien, ya entendiste perrita… ahora vas a bajar de mis rodillas y me la vas a mamar… si lo hacés bien talvez te recompense.

Juro que el corazón me empezó a latir más duro de lo que ya lo hacía, sonando como un fuerte tamborileo, comencé a temblar y la boca se me secó cuando la vi bajar lentamente de su regazo, poniéndose en cuclillas y quedándose así esperando. Davidson se abrió la bragueta y se sacó esa monstruosa verga, negra como el carbón, tan larga y gruesa como un pepino grande y surcada de venas. Mi mujer la agarró con sus manitas casi son lograr abarcarla, le bajó el prepucio, la llevó a su boca y ¡empezó a besarla impetuosamente! No pude entenderlo, su cara mostraba un gran placer mientras se la chupaba entera, bajando hasta sus enormes huevos y subiendo hasta el glande, tragándosela hasta la garganta.

"¿Quién es esa mujer" me pregunté "y qué hizo con mi esposa?", sencillamente no la conocía. Y menos cuando Davidson la agarró del pelo y elevó un poco las caderas, ya con el pantalón en sus tobillos, la empujó al fondo y le ordenó que le chupara rico el culo y ella obedeció. Podía oír los chapoteos que hacía su lengua en el oscuro orificio de ese hijo de puta y veía como la vida tan bella que tenía se rompía en pedazos. Se detuvo hasta que él la levantó rudamente del pelo.

Bien perrita, muy bien…

¡Cójame por favor! – dijo ella y mis oídos no daban crédito a lo que escuchaban.

¿Querés que te coja? ¿Qué tanto lo deseás perra?

¡Mucho, lo necesito… quiero que me haga su mujer por siempre, quiero ser su hembra, su puta, su perra, su esclava! ¡¡HARÉ LO QUE QUIERA, LO QUE ME PIDA!! – y empieza a lamerle la verga nuevamente como una poseída.

Davidson se puso de pié rápidamente y la levantó, le bajó el pantalón y le arrancó el calzón dejando expuesto su sexo peludito y su culo perfecto. La tomó de las axilas y la elevó en el aire como si no pesara nada (para alguien como él debía ser así), dejándola caer sobre su monstruoso órgano, penetrándola de una sola y dolorosa estocada.

¡¡¡¡AAAAAAAAGGGGGHHHHHHH!!!! – gritó ella, para luego obligarse a cerrar la boca pues no quería despertarme.

Davidson inició a cogérsela como un toro salvaje desbocado, yo sentía que iba a partirla, que la a lastimar, pero ella solo gemía lo más calladamente que podía, respiraba entrecortadamente y le pedía que siguiera, que no se detuviera, que le diera con fuerza y furia, que se la llevara para hacerla de su propiedad por siempre. Y yo me moría de dolor y de celos lentamente.

Se la cogió así por unos 10 minutos, haciéndola saltar en el aire para calvarla al dejarla caer, a veces me daba la impresión que ella nunca llegaba a bajar, los golpes de cadera de Davidson eran tan fuertes y veloces que parecían mantener a mi esposa suspendida. Pamela alcanzó el orgasmo casi al instante de iniciar a ser barrenada de esa forma, su grititos ahogados y entrecortados me lo dijeron, eran los mismos que hacía conmigo. Pero con el negro no dejó de orgasmearse durante todo el lance, era tanto su placer, tan extremo, que la humedad dentro de su ser era también exagerada, sus jugos rebalsaban su vagina y corrían en largas líneas bajando por las piernas.

Sonriendo y riendo con autosuficiencia e infinita soberbia, Davidson la soltó y la dejó caer en el suelo. Pero ella no se quiso quedar allí, sin que se lo pidiera Pamela se arrodilló con docilidad, le agarró la talega y empezó a lamerla por todo lo largo, limpiándola muy amorosamente de sus propios jugos con la lengua.

¿Querés seguir perrita? – le preguntó el negro sabiendo de antemano la respuesta.

Si… ¡me muero por seguir!

¿Y tu marido? – le preguntó de nuevo con una torva sonrisa en los labios, a ella se le fue la sonrisa de excitación.

Fernando no puede ver lo que estamos haciendo… verdad… – Davidson volteó a ver a Marvin.

Le dimos una droga hipnótica fuerte en su bebida… aunque tenga los ojos abiertos no está viendo nada porque su mente vuela por otros mundos. Mañana no se acordará ni de lo que soñó, no se preocupe señora…

Entonces… – prosiguió Pamela – siga partiéndome con su vergota Amo, que usted sabe que me he hecho adicta a él.

Tu marido ni se imagina todo lo que has estando haciendo a sus espaldas todos estos meses, ¿verdad?

No… no tiene ni idea… ¡¡PERO VAMOS YA QUE YA NO AGUANTO LA PUSA!! – ni mi dolor ni mi humillación tenían límites, Pamela se había estado viendo con ese hombre todos los días durante los últimos 2 meses y yo ni me lo imaginaba.

Continuará…

Garganta de Cuero

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