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Beatriz (09)

en Grandes Series

Beatriz 09

"El ambiente estaba caldeado, húmedo, denso. El aire abrasaba a pesar de estar mojado, era pesado de respirar… de todas maneras la agitación reinante en la sala no permitía respirar bien…

¡¡¡¡AAAAAAAHHHHHH!!!! – gemían todos, en una maraña de cuerpos ardientes, manos, brazos y piernas, humedad y saliva.

En el centro estaba ella, otra vez, con su cabellera castaña desordenada y revuelta, mojada en sudor, de ella y de sus 3 amantes. Movía en círculos su redondo y enorme trasero, firme y duro, coronado con 2 soberbios músculos glúteos, sintiendo la dura y gruesa verga que trataba de alojarse en medio de esas 2 carnosidades. Ella echaba el cuerpo hacia atrás y se abrazaba de la cabeza del amante, mientras por el frente 2 ávidas bocas bebían del néctar de sus senos. Esas 2 generosísimas glándulas mamarias liberaban torrentes de leche materna que los otros 2 hombres se bebían como si la vida se les fuera en ello, apretándolas, mordiendo los pezones, jaloneándolos, tratando de tragarse entera a esa soberbia y madura mujer.

Caminé hacia su izquierda, llegué hasta donde era penetrada, por ano y vagina, una preciosa niña rubia, adolescente y quinceañera. Su sodomita descansaba sentado en un sofá, mientras su pene se alojaba cómodamente por el ano de la muchacha. Por el frente, un segundo amante mantenía esas piernas blancas y lisas, perfectas esculturas de mármol, sobre sus hombros, penetrando el sexo palpitante y caliente de la muchachita, que no paraba de gemir como una loca. Sus manos se aferraban al respaldo del sofá, mientras las manos del primero la aferraban de los senos, unas esferas enrojecidas de suave carne, también repletas de leche, que este se empeñaba en apretar y exprimir, haciendo salir largos chorritos del blando fluido al aire.

Doña Beatriz, ¿no va a participar? – me dijo dirigiéndose a mi.

En ese instante la reconocí, ¡era Gisel la rubita que estaba siendo cogida! Sus preciosos ojos azules se clavaron en los míos, no dejaba de gemir ni de invitarme a participar. Gruesas gotas caían de su frente y resbalaban por su delicado cuello hasta quedar en sus senos, estrujados por esas manos bruscas, sin delicadeza, que buscaban solo la saciedad de sus egoístas impulsos. Su ano recibía esa verga sin problemas, parecía incluso una segunda vagina. Su vagina, por su parte, estaba encharcada, se escuchaba chapotear cada vez que el otro desconocido la penetraba.

Doña Beatriz, ¿no va a participar? – me dijo nuevamente.

Entonces me di cuenta de donde estaba, estaba en medio de los 3 tipos que manoseaban sin piedad a la madura chichuda… era yo, ¡la perra chichuda que estaba cogiendo era yo! mi cabello castaño estaba hecho una maraña sobre mi rostro, pegado a mi piel por todo el sudor que corría por ella. La verga dura del que tenía detrás acariciaba mis grandes nalgas, tratando de colarse entre ellas, mis otros 2 amantes se colgaban de mis pechos, lamiéndome y succionándome los pezones, tratando de arrancármelos con todo y senos.

Se bebían la leche que manaba de ellos, que era mucha, salía en pequeños pero interminables chorritos que acababan en sus ávidas bocas. Abajo, sus manos libres se perdían entre los pliegues carnosos e inflamados de mi intimidad, cubiertos por una espesa capa de vellos negros y enmarañados. De allí también bajaban torrentes de líquidos, impregnados de ese aroma que ya me estaba obsesionando, ese aroma a hembra caliente.

Eché la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por el placer. El que estaba allí logró penetrarme con una verga impresionante que no tardó en comenzar una terrible y violenta barrenada, que me trastornaba de placer. Con los ojos cerrados me dejé hacer, el me sujetaba de los brazos inmovilizándome y me comía la boca a besos, largos y apasionados.

Beatriz… – me dijo, con una voz tan familiar que abrí los ojos sorprendida.

¡Fernando, amor mío! – dije, reconociendo a mi marido en el hombre que me taladraba las entrañas con tanta habilidad.

Con violencia me echó hacia delante, agarrándome de los brazos y comenzando con una cogida más dura, más fuerte, más violenta, que me transportaba a pasos agigantados hacia el orgasmo más dulce. Pero entonces, justo en ese momento, apareció frente a mí…"

Doña Beatriz… Doña Beatriz… – escuché mientras tocaban a mi puerta.

¿Si?… ¡¿Si?!…

Soy Oti… solo le quería preguntar si ya se siente un poco mejor…

¿Mejor?

Si, la nena me contó que se había sentido afiebrada como al medio día, y que mejor se fue a dormir… ¿ya está mejor?

Si… si… – me arreglé el vestido y el pelo, estaba empapada en sudor, luego salí afuera.

Le traje una aspirina y acetaminofen por si aun se siente mal…

No… no… ya no…

¡Qué bueno!

¿Qué hora es?

Son casi las 7.

¡Casi las 7! ¿Cenaron?

Si, si, la nena y yo nos metimos en su cocina e hicimos la cena. Le dejamos un poco si tiene hambre.

Si… gracias… – la amabilidad de Otilia me decía que no sabía nada de lo que había pasado entre su hija y yo.

Oti… – le dije antes que se retirara.

¿Si señora?

Don Jorge iba a venir hoy a limpiar mi sótano, no sé si habrá venido…

Si, y lo limpió… le dijimos que usted estaba enferma, así que lo hizo con nuestra ayuda y luego se fue a su casa. Le dejó la basura afuera para que la pasen recogiendo mañana los del servicio de recolección. Dice que ojalá que siga mejor.

A bueno… gracias…

Oti se dio la vuelta sonriente y se dirigió hacia su habitación, yo me quedé en la puerta de la mía, pensando. Estaba cubierta en sudor, el vestido se pegaba a mi cuerpo voluptuoso, y como estaba gastado se me transparentaba casi todo. Además sentía que mis senos estaban aun más grandes de lo que ya eran de por si. Mi sexo estaba empapado, chorreándome, incluso podía sentir los labios intrusos de los 2 que me los estaba chupando en mi sueño y hasta el aliento de Fer cuando me estaba besando… todavía sentía su pene metido hasta el fondo de mi intimidad.

"¡Dios mío!" me dije, "me estoy volviendo loca… una degenerada loca". Me fui a cenar a la mesa, a lo lejos vi a Mari viéndome con los ojos muy abiertos y gesto de preocupación, con un ademán le indiqué que se acercara.

Mari, ¿qué nos pasó?

Perdóneme…

No hay nada que te tenga que perdonar… pero ya es la segunda vez que nos pasa… ¡¿qué está ocurriendo?!

No sé señora… pero…

¿Pero?

…pero cuando estoy con usted ya ni se lo que hago… perdón… – nos abrazamos, las 2 nos queríamos hacer sentir mejor.

Mandé a dormir a Mari, luego yo quise irme a dormir pero no podía, no tenía sueño. Además estaba intranquila, ¿qué era lo que me estaba pasando, qué? Sabía que lo que hice no era correcto, pero no lo pude evitar. ¿Y por qué mis pechos habían empezado a producir leche así, de repente? ¿Y esos sueños tan reales, ya estaba segura que no eran simplemente sueños húmedos? Por otro lado, Fernando, ¿por qué siempre se me aparecía cuando perdía el control así? ¿Era un fantasma acaso? Y si no, ¿qué estaba pasando? Sin quererlo, había abierto una caja de Pandora, pero aun no lo sabía.

Desistí de la idea de irme a la cama, me sentía demasiado tensa. Decidí bajar al sótano para ver cómo había quedado, talvez eso me distraería. Tomé las llaves y abrí, pero cuando accioné el interruptor, nada, aparentemente el foco de allí se había quemado. Fui por un viejo candil y bajé con el. Extraño, yo no me acordaba que las paredes fueran así, de un color rojo zapote.

Bajé y bajé, tampoco recordaba tantas gradas. Pero entonces la puerta se cerró de golpe, regresé apresurada pero no la logré abrir. Empecé a golpearla, llamando a alguien para que me abriera, pero no, nada, nadie me escuchaba.

Muerta de miedo decidí bajar, recordé que Fer guardaba herramientas allí. Je, je, herramientas para qué, si ni siquiera podía diferencias un alicate de un desarmador. Pero al bajar, me di cuenta que ese no era mi sótano, estaba en otro sitio, un sitio que no conocía.

Vi al fondo unas puertas de color azul, hacia donde me dirigí. A pesar de tener tanto miedo, que hasta lloraba, caminaba resueltamente, como si ya conociera ese lugar. Y en cierto modo así era, reconocí en las paredes las pinturas de mis sueños, pero esta vez si podía verles las caras. Eran personas, no las conocía, pero estaban ataviadas de distintas maneras, algunas con ropas de la Grecia clásica, otras con atuendos renacentistas. Unas cuantas tenía ropa que se estilaba en los 60´s y 70´s, otras eran más modernas.

Reparé en un marco que estaba vacío, pero que sin embargo tenía un nombre. "Beatriz Asensio, viuda de Lozano" decía. ¡Era el marco para mi pintura! ¿Qué significaba eso y en dónde me hallaba? Aparentemente iba a encontrar la respuesta rápidamente, pues las puertas azules se abrieron.

Entré, vi el mismo salón en donde se hacían las orgías de mi sueño recurrente, pero ahora estaba vacío. Al fondo, sentado sobre el trono… Fernando, ¡mi Fernando!

¡Fer, amor mío! – grité y traté de correr, pero el ni se inmutó, ni se movió – Fernando, soy yo, Bea, tu Bea amor mío… – pero nada, seguía mirándome sin expresión.

Estoy impresionado señora mía, de verdad, muy impresionado. – me quedé en silencio, la voz era la de mi marido, pero quien hablaba no era el, lo sabía porque si, ese no era Fernando – ¿Cómo, no dice nada?

¿Quién es usted, en dónde estoy?

Está en mi morada señora… por favor, tome asiento, relájese, platiquemos…

¡¡¡¿QUIÉN ES USTED, EN DÓNDE ESTOY?!!! – dije, casi gritándole.

Je, je, je, me gustan las mujeres enojadas. – me dijo burlonamente – Ya se lo dije, está en mi morada, localizada en… ningún lugar que pueda ser localizado en un mapa. Y mi nombre, ya se habrá dado cuenta que no soy su amado Fernando, mi nombre es Vorandemur…

¿Vorandemur? ¿Quién es usted, por qué tiene la forma de mi esposo? ¿Por qué me hace esto?

¡Ah, tantas preguntas y tan poco tiempo para contestarlas! Pero bueno, siéntese, que todas sus dudas tiene solución. – me senté muy confundida en una silla que no sé de dónde salió – Tuve el atrevimiento de tomar la forma de su esposo para no asustarla, para que alguien muy cercano a usted la guiara, pero no contaba con que llegaría tan lejos tan rápido. ¿Por qué hago esto? Esa es una pregunta que será respondida con la verdad de mí ser…

¿Y cuál es esa verdad?

No soy un humano, soy un ser interrenal, vivo en la delgada línea que divide la vida de la muerte y me alimento de la energía vital de las personas… tranquilo, no soy un vampiro chupasangre, no, mi alimento no es tan burdo. Verá, por la sangre de los seres humanos corre la vida en torrentes tan grandes y maravillosos que no puede ni imaginarlos, mi señora. De esa energía me alimento yo, de la energía vital… lo que Freud llamaba libido. Y no hay mejor forma de hacerlo que por medio del sexo…

¿Cómo dice?

Ha sentido cambios en usted Beatriz, cambios que no se esperaba, en sus pensamientos y forma de sentir. Jamás había tenido orgasmos tan violentos, jamás se había excitado tanto ni con tanta facilidad, nunca antes había gozado con su cuerpo, con su belleza. Si Bea, la conozco bien, la he observado desde hace mucho. Tanta represión, tanta energía interna aplacada, es usted como un volcán con el cráter obstruido, esperando pacientemente el día en que pueda explotar.

¡No es cierto!

¡Pero si usted misma lo ha comprobado!

¡No es cierto, usted me ha hecho sentir esas cosas sucias, yo no soy así!

¿Así? ¿Cómo?

Así…

¿Sucia quiere decir?

Si, exactamente… sucia…

Ja, ja, ja, ja, ja… Bea, Bea, Bea… al final, todas son unas sucias, y todos los hombres unos cerdos, está en su naturaleza.

¡Miente!

No, no miento…

¡Si, miente!

No Beatriz, no… yo no hago que las cosas pasen, no obligo a nadie a hacer nada. Solo ayudo con el escenario, prendiendo una mecha por aquí, provocando ganas por acá. Quizá me meta en la mente de la gente y vea sus más oscuros secretos, sus deseos más inenarrables, sus sentimientos reales… y sí, me aprovecho de ellos, pero solo para despertar esas pasiones, esos deseos que no se atreven a mirar. Lo que hagan después con ellos es cosa de cada quien.

…-… – no le respondí, no tenía qué decirle, además estaba asustada.

De verdad, para alguien como yo resulta muy prosaico provocar las cosas, meterme en la mente de la gente y hacer que hagan mi voluntad, a pesar de que tengo el poder. Como dicen ustedes, no tiene chiste. Yo prefiero la emoción de la caza, manipular a mis presas, llevarlas hacia donde yo quiero, pero por sus propias voluntades. Así es mejor, ¿no lo cree? Todos ganamos…

¿Qué ganamos? ¿Volvernos bestias salvajes, degenerados, pervertidos?

No, ¡por favor, no me malentienda! Tengo parejas casadas que aceptaron alimentarme, y que jamás han hecho más cosas que las que el lecho conyugal les permite. No me interesa la corrupción del alma del hombre, solo la energía con que me puedan alimentar… claro, entre más corruptas, mejor como, y con más sabor. Pero eso no depende de mí…

¿Qué quiere de mí?

Lo que deseo de todos Beatriz… alimento…

¿Y yo qué, qué va a pasar conmigo?

Nada Bea, nada… solo gozará…

¡Miente, ya vi lo que le hizo a la pobre de Mari, desgraciado!

Ooohh, Mari… a veces la naturaleza humana me parece tan salvaje, tan asquerosa y repugnante que me da asco alimentarme de ellos. Yo no le hice nada a ella, solo obnubilé su mente, la hice ajena al dolor de ser abusada cuando la conocí, que en realidad fue hace poco. Bea, yo no la abusé, ni moví el corazón de su padre para que lo hiciera, simplemente le enseñé a disfrutarlo en sus recuerdos y memorias, induciéndola en un transe profundo que la hace ajena a esos eventos desgraciados, es como si lo viera todo por televisión. Lo que le pasó con usted… de eso tampoco soy culpable… completamente…

Guardé silencio, trataba de digerir lo que acababa de escuchar, todo me parecía tan extraño que me costaba creerlo a pesar de que tenía las cosas frente a mí. Estaba muy asustada, pero me controlaba, poco a poco recuperaba aplomo y pensaba con objetividad. Me di cuenta lo que pretendía ese ser, convertirme en fuente de alimento para de sed de perversión y degenere, y no estaba dispuesta a aceptarlo.

¿Y qué pasa si digo que no? – me sonrió cínicamente.

¿Qué pasa si me dice que no quiere alimentarme?… mmmm, veamos, pues… ¿qué va a pasar?… Nada Bea, nada, ya se lo dije, yo no la voy a obligar a nada, me gusta más el sabor del placer que me entregan por voluntad. Y lo de sus senos y orgasmos, pues… considérelo un obsequio de mi parte…

¡Mis senos!, usted hizo que empezaran a dar leche.

Si, je, je… y que crecieran más aun, y que fueran mucho más sensibles que antes… y que se desmayara luego del clímax, presa del placer más intenso y violento que puede haber. Si, esos son mis regalos hacia usted, regalos que puede conservar aunque me diga que no.

¡Pues no los quiero!

Qué pena… porque se van a quedar en usted para siempre…

¡Me quiero ir, déjeme ir!

¡Qué mujer tan brava! Beatriz, ya se lo dije, nadie está obligado a seguirme… la puerta está detrás de usted y siempre ha estado abierta. Pero antes de que se retire, le digo esto, no me rindo con facilidad, puede que durante años me esté rechazando, pero yo siempre estaré allí hasta que me diga que si… no sé preocupe, procuraré no ser impertinente, je, je je.

Me puse de pié y salí corriendo por donde entré, pero las gradas ya no estaban, en su lugar había una pesada puerta de madera. La abrí con mucho trabajo y salí a la calle. ¡Mierda, en donde me encontraba, a mi alrededor había gente desnuda, haciendo todo tipo de cosas obscenas!

Empecé a caminar, ha donde mirara había alguien haciendo alguna cochinada. Vi una mujer como de mi edad, de pié e inclinada hacia delante, por atrás un hombre le metía la verga violentamente por el ano, en medio de un trasero excepcionalmente grande. Por adelante otro se la cogía por la boca, dándole duro, con violencia.

Más adelante un anciana rubia estaba convulsionando en el suelo con un enrome consolador metido entre la vagina, retorciéndolo mientras ella misma trataba de arrancarse sus enormes tetas. A unos metros de ella una pareja de hombres cogiendo entre ellos, a su lado 2 mujeres haciendo el 69. Más adelante había una orgía que me escandalizó, pues por los rasgos de todos pude inferir que se trataba de una familia. La madre estaba sentada en el suelo, con las piernas abiertas mientras el que, seguramente era su hijo la perforaba salvajemente. Ella veía con la cabeza volteada a la derecha como el padre enculaba a la hija, una nena preciosa de no más de 13 años, al mismo tiempo que el hijo segundo la penetraba por la vagina. Y la nena berreaba con los ojitos cerrados y en la boca dibujando una sonrisa.

Ya no quise ver más, cerré los ojos y me eché a correr, no sabía en donde estaba, no reconocía aquellos callejones, solo sabía que quería salir de allí cuanto antes. Corrí y corrí hasta el aire me faltó y me tuve que detener, jadeando. Estuve así por unos minutos, entonces subí la vista nuevamente, estaba frente a la puerta de mi casa. Volteé hacia atrás y no veía nada, solo el camino solitario y oscuro de mi Cobán natal.

¿Cómo llegue a mi casa? Pues supongo que de la misma manera como llegué a la guarida de ese ser extraño llamado Vorandemur… no lo sé…

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

Pueden hacerme sus comentarios y sugerencias sobre esta historia a mi correo electrónico, besos y abrazos.

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Kika

El Nacimiento de Kika

Perro de Alquiler (18: Final)

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De esposa ejemplar a ramera empedernida (19 Final)

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Amor de Hermanas (03)

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Toda una Valkiria

Revolcado entre el Bosque

El Amigo de mi Esposo

Noche de Bar

Las Playas de Monterrico (02)

Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)