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Devoradora (11: Prostituida y Enviciada)

en Grandes Series

Capítulo XI

Pasé el resto de la semana convertida en la perra de Mario y de Rolando. Ese par de degenerados hicieron conmigo lo que se les dio la gana, me usaron en todo tipo de juegos depravados y me hicieron berrear desesperada entre el dolor que me causaban y el tremendo placer que me daban, suplicándoles que siguieran. Por fortuna mi esposo regresó al cabo de 4 días y me refugié por completo en él, dedicándome en cuerpo y alma a atenderlo y hacerlo feliz. Leonardo solo me veía extrañado, sin comprender porqué, de repente, su esposa parecía tan amorosa con él.

Lamentablemente si a Mario si le importaba el hecho que mi esposo se encontrara en casa, a Rolando no. 2 días después de lo acontecido en el capítulo anterior recibí una llamada de él:

¿Aló? ¿Devoradora? – no lo reconocí, así que cuando me llamó por mi "nombre de batalla" me asusté.

¿Quién habla?

Rolando para servirte mi reina… – sentí deliciosas vibraciones entre mis piernas y mi estómago retorciéndose – ¿Cómo estás?

Bien… bien…

¿Lista?

¿Para qué?

Para salir conmigo… te voy a llevar a un lugar que te va a encantar mujer…

¡Pero no puedo, tengo… tengo muchas cosas que hacer!

Pues te jodiste cerota porque ya voy en camino… en 15 minutos estoy frente a tu casa…

Pero Rolando yo… – "clic", me colgó el teléfono el infeliz.

Mierda, me iba a pasar a traer y cualquier protesta que yo pudiera expresar estaba de más, al hijo de puta no le iba a importar. Y lo peor es que mi marido estaba en la casa. Por suerte ya me había duchado, así que solo corrí a mi habitación y saqué de su escondite la ropa de puta que Mario y, más recientemente, Rolando, me habían regalado. Lo metí entre una bolsa y lo dejé escondido detrás de los sillones. Luego corrí y le dije a Leonardo que iría con una amiga a comer y que regresaba por la tarde.

Corrí a la puerta, tomé la bolsa y salí, quería encontrarme con Rolando lejos de la casa, por el camino. Rolo fue puntual, a los 15 minutos exactos le hice la parada, venía dentro de una gran Explorer del año, escoltado por el mismo tipo moreno de bigote que me abrió la puerta en la casa y otros tipos. Subí y me senté junto a él, él moreno de bigote viajaba atrás y adelante venía un joven piloto y una enorme mujer, blanca y con apariencia intimidante.

No venís lista Devoradora. – me espetó.

Es que estaba mi marido y no quería que me viera… pero en cuanto lleguemos me arregló.

Hacelo ahora…

¿Frente a todos?

Si… ¿hay algún problema con eso?

Rolando podía ser tan encantador como intimidante, no lo dejé decírmelo 2 veces y me comencé a cambiar. Esa mañana había elegido un vestido celeste, de falda floja y a medio muslo, y un pronunciado escote en V que me llegaba casi al ombligo. Para resaltarlo decidí no usar sujetador y por calzón me coloqué una diminuta tanguita verde. Luego me maquillé como una prostituta y quedé lista.

Tras arreglarme para él, Rolo me besó apasionadamente en todo el camino, metiéndome mano por donde podía, calentándome rápidamente. Llegamos hasta una enorme mansión de estilo colonial, llena de jardines y altos árboles ornamentales, un lugar muy hermoso.

Bueno, ¿qué te parece mi casa Devoradora?

¡¿Aquí vive usted?! Es muy hermosa… – a Rolando no lo tuteaba.

¡Y eso que no la has visto por dentro, ja, ja, ja! – y tenía razón, si la casa era hermosa por fuera, por dentro era espectacular – Mi mujer, ella es la que la decoró…

¿Está casado?

Si, si… a ella le gustan todas esas babosadita, chunchitos…arregló la casa. – me lo había imaginado, ese bruto de seguro no sabría ni siquiera distinguir entre los colores primarios.

Nos quedamos en la sala principal, él continuó besándome y manoseándome, me agarraba las chiches y el culo, me metía las manos por debajo de la falda y los dedos entre mi caliente y húmeda raja, el infeliz me estaba poniendo mal. Pero entonces pasó algo que no me esperaba.

Buenos días… – dijo una elegante señora que venía bajando las escaleras – ¿visitas mi amor? – ¡era su mujer!, me asusté mucho, pensé que nos habían descubierto.

Si… te presento a la Devoradora… – me quedé atónita, con todo el descaro del mundo me presentaba con mi nombre de puta, concluí que la mujer era parte de todo esto – Ella es mi mujer, Isabelita.

Mucho gusto… – me dijo, estrechándome la mano mientras trataba de cubrirme los.

Mucho gusto señora.

Mejor decime Isabelita… y decime, me imagino que tenés un nombre…

¡Si, si, Débora!

Mucho gusto Débora, perdoná a mi esposo pero es un poco tosco. – ¿solo un poco?

Isabelita era una mujer hermosa, medía como 1.75, era de piel blanca y cabello negro, ojos oscuros, rasgos hermosos y un cuerpo delicioso. Debía tener por lo menos 35 años (tenía 36 en realidad), pero aparentaba muchos menos. Era delgada pero con senos enormes, incluso más grandes que los míos, cintura estrecha y caderas anchas, con un buen par de nalgas.

¿Y qué te parece? – le preguntó Rolo, no sabía que se refería a mi.

Pues… es una mujer muy hermosa sin duda…

¿Y qué más, solo eso? – volvió a preguntar, poniéndose detrás de mi – Mirá esas tetas, – me dijo, agarrándomelas por encima del vestido – son enormes y bien firmes… vení, vení, agarráselas que no dice nada.

Rolando, no creo que sea correcto…

¡Agarráselas que no va a decir nada! – le dijo en todo autoritario mientras me sacaba las chiches por en medio de mi amplio escote – ¿Ya ves? ¿Estás buenas o no?

Si… supongo que si… – percibía contradicción en el rostro de Isabelita, no se sentía cómoda viendo como su marido me manoseaba y me mostraba a ella como una vaca o algún otro animal en venta.

Mirale las aureolas, grandes y rozadas, con un pezón duro y paradito… ¿no te dan ganas de mamarlas? – Isabelita no respondió, tan solo dejó que su marido llevara su mano hacia mis pechos – Y más abajo – me subió la falda y me corrió un poco la tanga – tiene una pusa muy buena, suave y tierna, aguanta de todo mujer… de todo… la Devoradora es una perra de primerísima calidad…

Y mientras era objeto de este trato tan humillante y degradante yo no hacía nada por detenerlo, me maldije a mi misma por ser tan puta, que no podía ni defenderme de ser exhibida como un animal. Aunque ese trato denigrante era lo que me tenía tan excitada.

Sin decir nada más, Rolo se sentó en un sofá y yo, instintivamente, me arrodillé, le abrí la bragueta y tomé su enorme garrote entre mis labios bajo la atenta mirada de Isabelita. No dejó de ver ni por un segundo como se la mamaba a su marido con muchísimas ganas, metiéndola hasta la mitad dentro de mis ávidas fauces como si me estuviera cogiendo por la boca. Vi que se mordía un labio comenzando a excitarse, por lo que no fue más que cuestión de tiempo para que decidiera meterse a participar.

Se arrodilló a mi lado con la boca abierta y le cedí el placer de saborear ese rico pedazo de carne, el cual devoró de una fuerte succión. Él sonrió cuando nos vio compartir su rígido mástil, mamándoselo Isabelita un rato, para luego hacerlo yo. En cierto momento las 2 coincidimos sobre el glande y terminamos en un apasionado y mojado beso con el miembro en medio.

Acariciábamos su pene con nuestras lenguas mientras nos desnudábamos mutuamente y nos manoseábamos, muy pronto me di cuenta que la distinguida y elegante señora no era más que otra perra para el pervertido de su marido. Sus gigantescas chiches mostraban gruesos aros de plata en cada pezón, uno más en su ombligo y, por lo que pude palpar, tenía varios en la vulva. Y por si fuera poco tenía un enorme tatuaje que le abarcaba casi la mitad de su espalda, era el dibujo policromático de una geisha japonesa desnuda y en una pose insinuante, sirviendo el té en una pequeña mesa de bambú.

De repente Rolando se paró y colocó su mujer sentada en la orilla de una mesa de mármol apoyada en una pared, tras tirar al suelo el florero que allí se hallaba. Comenzó a acariciarla, a meterle mano, a lamerle y chuparle los senos con ansias, murmurándole lo mucho que la deseaba y lo buena que estábamos las 2. Por un momento pareció que se olvidaban de mi, pero yo sabía que no era así, así que dejé su pene y me puse de pié, y tras terminar de desnudarme y de desnudarlo a él, empecé a acompañarlo en las caricias que le prodigaba a Isabelita.

Entre los 2 la lamíamos y chupábamos entera, manipulábamos sus chichotas, llevándolas yo misma a la boca de su esposo para que los estrujara con sus labios y dientes. Ella se retorcía de placer, sentía mis hábiles dedos surcar sus pliegues íntimos, capturando y liberando caprichosamente su caliente clítoris. Era curioso, jamás había estado con otra mujer y nunca me sentí atraída por ellas, pero ese día el cuerpo desnudo de María Isabel me calentaba de un manera que nunca pensé posible. Me transmitía un morbo tremendo, me parecía tan bella y deseable como nadie más en el mundo. Era algo increíble.

Rolo separó sus piernas y la penetró sin miramientos, colocándoselas sobre los hombros y sujetándola de la cintura.

¡Devoradora, perra, chupale la pusa a la puta de mi mujer!

Volví a ponerme de rodillas, esta vez debajo de él, y empecé a lamer la vagina de Isabelita mientras era penetrada por el grueso leño de su esposo. Ponía especial cuidado en lamerle las bolas, rozando su ano varias veces con la punta de la lengua, una caricia que le encanta. Varias veces sacó la paloma de su caliente canal para que se la mamara y chupara un ratito, saboreando el sabor de los jugos de su esposa antes de volverla a apuntar contra su sexo para que le diera con renovados brillos. Jamás había probado los flujos de otra mujer, tan solo los míos, cuando les mamaba las vergas a Mario o a este hombre luego de estarme cogiendo. Admito que me gustó el sabor, acre, fuerte y penetrante.

Isabelita no iba a aguantar mucho tiempo con un tratamiento así, y en menos de un minuto se estaba revolviendo sobre la mesa como un gusano.

¡¡¡¡AAAAHHHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOUUUUUGGGHHHHHH!!!!… ¡¡¡¡DÉBORA, QUE LENGUA, QUE LENGUAAAAAAGGGHHHHHHHH!!!! – gemía mientras yo me bebía todos sus jugos.

Rolando la dejó desmadejada sobre la mesa, respirando agitadamente, desnuda y cubierta de sudor, con el sexo chorreando gruesos goterones.

Devoradora, limpiame la verga de los fluidos de esa perra… – me ordenó y yo obedecí dócilmente, no sin que me pareciera extraña la forma en que la trataba.

Tomé su poderoso palo con mis labios y comencé a lamerlo y a chuparlo con deleite mientras mis manos frotaban vigorosamente mi sexo mojado, por culpa de ese par de infelices me había hecho muy aficionado a la masturbación. Mientras tanto, Rolo hacía lo mismo con su otra perra, metiéndole varios dedos entre su vagina dilatada, acariciándole el clítoris y sobándole los senos con su otra mano. Poco a poco Isabelita estuvo lista para otro ruond.

Separó sus piernas, me tomó de la cabeza y se colocó frente a su mujer, se agachó y metió su cara entre las piernas de ella y comenzó a darle una chupada fuerte e intensa al mismo tiempo que me empezaba a coger con fuerza por la boca. Le succionaba con fuerza el clítoris a la perra de Isabelita mientras me metía y sacaba su tremenda paloma en la garganta, sujetándome firmemente de la nuca. Isabelita ayudaba a su propio placer acariciándose las tetas, rozándose los pezones, jaloneándoselos, y a medida que se acercaba de nuevo a un orgasmo, se los estrujaba con fuerza.

Yo apenas si lograba respirar, tenía el rostro enrojecido y os ojos llorosos, podía sentir como la gruesa cabeza de hongo de esa verga se deslizaba a través de mi garganta, como el aire me faltaba cada vez más, pero no estaba dispuesta a parar, ni él a dejarme. Mi vulva palpitaba fuerte, estaba ardiéndome y totalmente encharcada, mis pezones parecía querer explotar y toda yo ansiaba desesperadamente ser por fin penetrada. Esa cruel sumisión a la que casi a diario me sometían me excitaba como a una perra. Una vez más, Isabelita estalló en un poderosos orgasmo que esta vez la dejó noqueada.

¡¡¡¡¡¡ROLANDO, ROLANDO!!!!!!… ¡¡¡¡¡¡OOOOOOOHHHHHH ROLANDOOOOHHH!!!!!!… ¡¡¡¡¡¡AAAAAAAOOOOOOOUUUUUGGGGGRRRRRRRHHHHHH!!!!!! – Isabelita acabó con furia, agarrándose fuertemente de mi cabellera castaña.

La dejó y ella me soltó a mi, quedó medio muerta, totalmente agotada, y yo tirada en el suelo tosiendo, limpiándome las lágrimas de mi rostro. El se me quedó mirando, cuan alto es, parado frente a mi, imponente.

Todavía faltás vos perra… – me dijo.

Lo que tu querrás… – le contesté desesperada porque me quitara la tremenda calentura que tenía ya, poniéndome en 4 y meneándole las caderas y el culo.

Me tomó del pelo y, con mucha brusquedad, hizo que me levantara, luego me sentó en un sillón y me abrió las piernas. Así lo dejé pasar a mi interior, ¡qué rico sentí cuando su pene me comenzó a atravesar!

¡¡¡¡ DAME DURO ROLO!!!! – le exigí como la perra hambrienta en que me he convertido – ¡¡¡ROMPEME ADENTRO, PARTIME EN DOOOOSSSIIIIIIINNNNNPIEEEEDAAAAADDD!!! – dije pegando de alaridos cuando me la dejó ir entera, en medio de la excitación si lo trataba de tu.

Mi sexo estaba inundado, así que no me costó asimilar las embestidas de esa bestia, mis piernas sobre sus hombros y mis rodillas rozando mis oídos me dejaban inmovilizada pues el estaba echado sobre mi con toda su humanidad; mis caderas estaba prácticamente en el aire, su sudor caía a goterones sobre mi enrojecida y empapada piel, mis flujos salían como ríos por mi vagina y ese semental me tomaba con más fuerza y violencia cada vez. Su gordo pene entraba en mi interior horadándome con saña, sus 25 cm. de hombría forzaban la longitud de mi sexo y con sus movimientos rozaba mi clítoris. ¡Qué cogida tan maravillosa!, así no tardé demasiado en reventar en un poderosos y ruidoso orgasmo que estremeció todo mi cuerpo.

¡¡¡¡¡¡AAAHHHHH!!!!!! ¡¡¡¡¡¡AAAHHHHH!!!!!! ¡¡¡¡¡¡ROLANDOOOOOOOGGGGHHHHH!!!!!!… ¡¡¡¡¡¡AAAHHHHH, AAAHHHHH, AAAHHHHH… AAAAAAUUUUUGGGGGMMMMHHHH!!!!!!

Quedé tirada sobre el sofá como un costal de papas, mojado, jadeante y agotado… pero él apenas estaba empezando. Esa mañana nos cogió hasta por la orejas, nos puso en todas las posiciones que quiso, nos dio con tanta fuerza que cada órgano de nuestros cuerpos se estremecía. Las 2 tuvimos por lo menos 3 orgasmos, y al final, en medio de fuertes rugidos, Rolo llenó las entrañas de su otra perra, con la que estaba casado, de su espeso y abundante semen. Y luego, para cerrar con broche de oro, encuclillada sobre mi cara, conmigo acostada desnuda en el suelo, abriéndose el sexo con sus dedos, Isabelita dejó caer sobre esta perra, su servidora, la enorme cantidad de leche alojada en su interior. Mi rostro quedó totalmente cubierto, para que después ella se dedicara a limpiarlo con la lengua mientras nos besábamos y revolcábamos.

Fue una forma muy excitante de terminar ese encuentro, pero en mi interior sabía que acababa de dar un paso más en mi lenta y paulatina transformación de una esposa y madre ejemplar a la puta más sucia y viciosa de este planeta. Acababa de probar carne de hembra y me había gustado mucho… ¿qué más depravaciones me deparaba mi relación con esos 2 degenerados?

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

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Amor de Hermanas (03)

Amor de Hermanas (02)

Amor de Hermanas (01)

Toda una Valkiria

Revolcado entre el Bosque

El Amigo de mi Esposo

Noche de Bar

Las Playas de Monterrico (02)

Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)