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El Cadejo (04)

en Grandes Series

Capítulo IV

Así continué siendo la puta personal de Ochrier, dejándome hacer de él lo que se le diera la gana. Fueron otras 2 semanas más, mi ano estaba ya perfectamente abierto y distendido, siempre dispuesto a la acción, y a mi ya no me daba asco casi nada de lo que me hacía. él se dio cuenta de mi estado de depresión y de indiferencia hacia las cosas, lo notó en la forma en que gozaba de sus enculadas y por mis ojos tristes y perdidos.

No me preguntó nada, igual no creí que sintiera interés en saberlo, después de todo yo solo era un objeto. Sin embargo, las cosas cambiaron un día, mi "jefe" me tenía un anuncio.

Fernando, buenos días, espero que haya dormido bien. – me dijo una tarde, despertando en su cama, me había enculado de lo lindo durante casi toda la mañana.

Si, si… dormí bien señor Ochrier…

Qué bueno, qué bueno… lo va a necesitar hoy…

¿Perdón?

Me he tomado algunas libertades sin su permiso… espero que no se moleste Fernando.

¿Qué libertades? – pregunté desconfiado.

Bueno, hasta ahora yo he sido su único cliente… lo cual me complace grandemente. Sin embargo tendré que ausentarme por los próximos 5 o 6 meses del país y me intriga saber qué es lo que piensa hacer entonces.

Pueeeeesss… no sé. Supongo que seguir en lo mismo… hasta que halle trabajo.

¿Y cómo hará para conseguir clientes? ¿En dónde se anunciará, cómo se dará a conocer?

… no sé… – la verdad, hasta ese momento, nunca me había puesto a pensar en ello.

Fernando, sabiendo de antemano que esa sería su respuesta, me he tomado una libertad que tal vez no me correspondía. Hablé sobre usted con algunos colegas míos…

¡Qué! ¡Cómo!… ¡Pero…!

No sé preocupe, son todos hombres de negocios, la mayoría franceses, que están de paso en el país. Todos comparten mis gustos y pagan bastante bien… y creo que eso es lo que usted necesita por ahora. Por otro lado es sumamente improbable que alguno de ellos lo conozca…

Pero… – me quedé pensativo por un momento, necesitaba el dinero y vender mi cuerpo a más hombres no era nada que yo ya no pudiera hacer – muy bien, si usted dice que son seguros está bien para mi…

Terminé aceptando, aunque de todas menaras no podía decirle que no, por alguna razón no podía y siempre terminaba haciendo lo que el me pedía. Phillipe Ochrier era mi primera vez en casi todo, la primer mamada que di, el primer hombre al que besé, el primero que me tocó, la primera verga que me perforó, el primer semen que saboreé, en fin, el primero que me sometió y se me hizo suyo. Era como si de alguna forma estuviese inevitable e irremediablemente atado a su cuerpo y a sus deseos, como un objeto de su propiedad.

El día que me iba a presentar con sus amigos, me citó a su departamento por la tarde, a mis niños los dejé con unos vecinos mayores, les dije que mi esposa estaba visitando a su madre y yo tenía una reunión muy importante. Llegué como siempre en ropa formal de trabajo, me veía como una especie de ejecutivo de alto nivel.

Buenos días Fernando.

Buenos días señor Ochrier.

Puntual como siempre.

Trato de serlo siempre señor.

Fernando, hoy no me apetece estar aquí… tengo otro sitio en mente. Además, sus nuevos clientes lo están esperando. – sentí un escalofrío.

Pues usted me dirá señor Ochrier.

Vaya a la recámara. Sobre la cama encontrará ropa de ejercitación, póngaselo y venga de regreso… ¡Ah! Y póngase también lo que está entre un paquetito verde también.

Hice lo que me pidió, en su recámara me despojé de mi ropa, que dejé cuidadosamente doblada en una esquina. La ropa que me tenía lista era una camiseta crema muy delgada y ceñida, un pants gris con su sudadero, zapatos tenis y medias deportivas. Vi el paquetito verde y lo abrí, eran unas tangas de una tela muy elástica, formaban un pequeño triángulo en la parte de atrás que terminaba en una delgada tirita de inevitablemente invadiría la íntima raya de mi ser. A esas alturas ya me gustaban mucho esas prendas, me encanta sentirlas sobre mi piel, entre mis 2 jugosas nalgas, era una sensación muy erótica.

Me las puse, la tira invasora me hacía sentir sexy, sensual, pero también un poco atrapado. Luego me vestí con la ropa deportiva y empaqué además 2 toallas y otra mudada. Luego salimos y me subí al carro de Ochrier… como su chofer, aclaro, y nos fuimos al sitio que me indicó, que se trataba de un exclusivo club deportivo.

Entré como su invitado y de inmediato nos pusimos a hacer ejercicios, me retó diciendo "demuéstreme de lo que es capaz" y yo me puse a ejercitarme como en mis mejores días. Aunque aun no la había perdido mi condición para nada, seguía siendo todo un deportista. El sudor pronto cubrió mi piel, y mi delgada camiseta se transparentó. Mi pecho ancho se marcaba espectacularmente, con mis pectorales grandes y duros y mis abdominales rígidos y marcados. Levanté pesas y monté bicicleta, en donde mi culo se veía impresionante, fue la delicia de más de un gay presente. Ochrier estaba fascinado con esto, apreciaba mucho el buen físico de su mascota y me instaba a conservarlo.

Ese día era un miércoles a las 9:20 de la noche, y el gim cerraba hasta las 10:30. Ochrier tomó su toalla y se fue al sauna y yo me fui detrás de el de inmediato con la toalla extra que traje. Instintivamente me despojé de mis ropas quedando totalmente desnudo. Solo me envolví en la toalla y entré. Solo habían 2 hombres más, platicando babosadas, sabrán, amigos lectores, que en un sauna todos los hombres son expertos conocedores de fútbol, experimentados y exitosos empresarios y sagaces políticos. En un sauna siempre tienen la solución para los problemas sociales y económicos del país y para poder ir al mundial.

Pues bien, me senté junto a esos 2 caballeros y me puse a platicar con ellos. Ochrier estaba cómodamente sentado enfrente, recostado contra la pared. Como a los 15 minutos, tipos se fueron y nos dejaron solos. Mi patrón levantó un poco la cabeza para verlos salir y luego recostó la cabeza sobre la pared nuevamente y cerró los ojos. Yo me le quedé mirando, ese cuerpo blanco y estilizado, esbelto y alto. Phillipe Ochrier no era tan corpulento como yo, pero si poseía un físico envidiable. Nervudo y firme, sus músculos se marcaban bien bajo la piel. Cuidadosamente depilado, fríos ojos azules y una rubia cabellera corta y ondulada, que dejaba entrever una calva precoz que sabría llevar con elegancia y dignidad. No podía dejar de sentir calor y el inicio de una erección.

El ejecutivo francés sabía muy bien el efecto que tenía sobre mi. No es porque fuese un Adonis, no, pero era una de esas personas que saben lo que tienen, y tan seguros están de ello que no dudan de su efecto sobre los demás, aunque no intenten nada.

Ochrier tomó la toalla que envolvía su cintura y la abrió como quien está solo, dejando al cálido tacto del vapor su pene rosado y sus depilados testículos. Sentí un escalofrío en la espalda al contemplar su desnudez, las gotas de sudor resbalaban sobre su pecho, como invitándome a recogerlas con los labios. Se deslizaban suavemente hasta llegar a su área genital, en donde mis ojos quedaron fijos en ese miembro al que tanto placer había dado y del que tanto gozo había recibido en el último mes. Era una gran tentación para mi, mi boca golosa sintió la necesidad de tomarlo y engullirlo, mi lengua de lamerlo, mis manos de acariciarlo y mi ano de sentirlo dentro, tal era su efecto sobre mi.

Se me paró la verga y se me puso durísima, mis 18 cm estaban listos para la acción. Siempre me sentí orgulloso de ellos, estaba bien dotado, la verdad. Estaba empapado de sudor, respirando y jadeando aceleradamente. Me moría por arrodillarme y chuparle la verga, para luego ponerle el culo en 4 y dárselo para que me lo perforara con su amado miembro. De verdad ya no aguantaba, pero él no me había dado ninguna señal, aunque estaba conciente de lo que estaba sintiendo su puto.

Si tantas ganas tiene Fernando, solo arrodíllese y acérquese.

Mi carne reclamó su presencia y como manso cordero acudí al llamado. Lentamente me puse de rodillas con la mirada perdida y gesto desconsolado, pues aunque lo deseaba como loco eso era algo que me mataba después con los remordimientos. Dejé la toalla en el piso y avancé despacio hacia donde se encontraba mi amo, Ochrier abrió los ojos y contempló satisfecho a su perro avanzando lenta y penosamente hacia el, hambriento de verga, sudor, saliva y semen, separó sus piernas para recibirme.

En cuanto estuve cerca abrí la boca y me tragué su pene flácido, lo chupé como si fuese el último pene de este mundo, con largos lametones desde sus testículos hasta la punta del mástil que poco a poco fue ganando sus 17 cm. Lamía también en círculos su glande con forma de hongo y más grueso que el resto del pene, chupándolo como un chupete. Y con una de mis manos meneaba y acariciaba mi propia paloma.

No quiero que acabe sin mi permiso Fernando. – me ordenó – Tengo algo planeado para ese momento… estoy seguro que le gustará. – obedecí y dejé de masturbarme pese a las que tenía, pasados unos minutos, me dijo – Allá afuera dejé mi maletín, quiero que saque un condón de él y que me lo ponga… con la boca.

Si señor Ochrier. – respondí y fui por el condón y regresé con el, lo puse sobre la cabeza de hongo de su pepino y, con la boca, suavemente lo deslicé hasta llegar a la base.

Muy bien Fernando, muy bien. Ahora dígame, ¿qué desea que le haga?

…,… – no quería contestar

¿Fernando? Dígamelo, quiero oírlo.

Quiero que me la meta… – dije casi entre dientes.

¿Qué?, no lo escuché.

Quiero que me la meta señor Ochrier.

¿Por dónde?

…¿qué?

¿Por dónde quiere que se la meta?

…entre el culo…

¿Entre el culo?

Si señor… entre el culo.

¡Pero dígalo de verdad Fernando!

¡Quiero que me la meta entre el culo señor!

¡Así se habla!

Empujó y me obligó a tenderme sobre los tablones de madera de las gradas, me tomó de las piernas y las puso sobre sus hombros, y colocó su arma en la entrada a mis entrañas. Aun se quedó allí parado un rato, mirándome como un lobo que mira a su presa indefensa antes de darle la dentellada fatal. Mis ojos brillaban de deseo, suplicándole ser empalado, me moría de la vergüenza y por pertenecerle otra vez.

Por fin me atravesó con un sólido golpe de caderas, sentí ver el cielo y las estrellas por el inmenso placer y el dolor. Me aferré a las tablas y cerré los ojos dispuesto a dejarme llevar por el placer y el deseo. Ochrier me tomó como le gustaba, dándome duro y sin piedad, sus caderas iban y venían, rebotando contra mis muslos e hincándomela hasta el fondo.

¡Huummmmfff! ¡Huummmmfff! ¡Grrrrmmmssssssssrrrrrr! – gruñía tratando de ahogar mis gemidos y jadeos de placer por temor a ser sorprendidos.

¡Oh si Fernando, si! siempre es muy bueno, siempre.

Ochrier me jaló y me tiró al suelo del sauna, el calor era muy intenso y el vapor lo cubría todo, me sentía desfallecer pero la calentura podía más. El francés levantó mis caderas jalándome las piernas y obligándome a poner los pies sobre las tablas de la primer grada, de manera que quedé con el culo en el aire, bajo el sexo palpitante de mi amo y mi pene casi en mi propia boca. No era una posición nueva para mi y me excitaba mucho, quedaba por completo dominado por él. Volvió a penetrarme con fuerza, manteniéndome en la pose que deseaba mientras sujetaba mi pene con una mano. Yo veía estrellas, sentía cada cm. que me metía y yo mismo trataba de empujar contra el. Como mi verga erecta me quedó casi frente a la boca, trataba de lamerla y de chuparla. Lograba darle lametones pero no metérmela entre la boca, Phillipe Ochrier se percató de lo que yo trataba de hacer.

Fernando…hem, hem, hem… si algún día… hem, hem, hem… si algún día logra… chupársela usted solo… le pagaré… le pagaré mucho por verlo…

No me pude comer mi sexo, pero mis intentos excitaron a tal punto a mi jinete que terminó apenas unos minutos después, sacó su miembro de mis entrañas y eyaculó rabiosamente sobre mi pecho y cara mientras yo me embadurnaba todo. Luego se sentó sobra la primer grada y se quedó mirando a su puto, jadeando cansado pero muy satisfecho. En ese instante volteé hacia la puerta y me cagué, 3 tipos miraban desde allí, seguramente lo vieron todo.

Espero que no le haya molestado tener público.

¡¿Usted dejó que me vieran… que vieran todo?!

Por favor, no se exalte que ninguno es guatemalteco, son ejecutivos extranjeros… son los amigos de los que le hablé, disculpe por haberme tomado este atrevimiento.

Pero, es que… pero…

Les he hablado muy bien de usted y están dispuestos a gastar fuertes sumas de dinero en su persona… ¿no me hará quedar mal, verdad? – aun traté de protestar, pero me fue imposible, tuve que aceptar que el morbo que me dio saber que fui observado todo el tiempo fue muy grande, y al final, como siempre, acabé sometiéndome a sus deseos.

Fernando, mastúrbese como a mi me gusta por favor. – me dijo.

Me di la vuelta como un zombi, con los brazos empujé mis caderas hasta ponerlas sobre la primera grada, de manera que nuevamente la paloma me quedaba cerca de la boca y mi trasero en alto, con las piernas en el aire. Así, comencé a frotar mi hinchadísima y roja papaya con una mano, mientras que con el otro brazo me sostenía. A Ochrier le encantaba que hiciera eso y aparentemente a sus amigos también, miraban muy excitados. El francés se puso de pié y se sentó a mi lado para meterme 3 dedos entre el ano. Esta caricia ya fue demasiado para mi y expulsé largos chorros de mi níveo líquido seminal que se estrellaba en mi cara. Capturé bastante con la boca ante la mirada extasiada de Ochrier y compañía.

Respiración agitada, jadeos, sudor, semen esparcido por mi pecho y cara, culo abierto y mirada perdida. No estaba allí, me encontraba tirado sobre el piso del sauna, pero no estaba allí, me encontraba ausente. Solo era carne, no había más que su carne allí, carne de primera, carne para golosos, carne de asador, carne, carne, carne. Si… solo era un pedazo de carne que alquilaba el mejor postor y nada más. Lo sabía bien y me hacía muy infeliz… pero me gustaba tanto…

Ochrier me plantó un beso en la boca y se fue a las duchas, dejándome con sus invitados. Me puse de pié y me dispuse a servirles, pasé una mano por mi pecho para esparcirme el semen y luego me lo llevé a la boca. Sentía claramente el esfínter anal del culo totalmente dilatado, me dolía y me molestaba un poco, pero también me gustaba.

Los hombres fueron pasando uno a uno por su tajada de carne, que con gusto les di, dejé que me hicieron de todo, no tuvieron límites de mi parte, tan solo el uso de preservativos. Esa fue la primera vez que le di el culo a otros hombres más allá de Jean Phillipe Ochrier, y desde ese día se me hizo adicción. Gracias al francés me hice de una extensa y selecta cartera de clientes y de una sólida reputación como puto vicioso… por lo tanto de un flujo considerable y constante de ingresos.

Continuará…

Garganta de Cuero

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