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Olaf, mi Berserker Vikingo (04)

en Voyerismo

Olaf, mi Berserker Vikingo

Capítulo IV

Tras mi acostumbrada ducha post-paja salí del baño y me metí en mis quehaceres, esa mañana tenía mucho trabajo. Sin embargo no dejé de pensar en Olaf, lo cual no sería tan extraño siendo este un hombre guapo, como lo es la forma en que estaba pensando en él. Me preguntaba de qué tamaño tendría la verga, si sería tan grande como él, si sería muy gorda, si estaría circuncidado… cosas que en mi sano juicio nunca me preguntaría.

Era el Maestro, seguro había introducido ese pensamientos lujurioso en mi mente, podía hacerlo, tenía el poder. Era un sinvergüenza, era exactamente la forma en que le gustaba conducirse con mi persona, nunca imponiéndome, solo guiándome a los sitios a donde él quería que yo llegara.

Voy a hacer un pequeño paréntesis, algunos lectores han enviado a mi correo críticas en cuanto a mi actitud como esclava sumisa. Pero si no me comporto como tal es porque no lo soy, y no me estoy contradiciendo, es cierto que acepté ser la sierva de Vorandemur, pero la verdad aun no estoy segura de cómo fue que acepté. Supongo que dentro de mi hay una mujer tradicional necesitada de un hombre que me mande, así fui educada, lo admito. Pero ni con Fernando, al que complacía en casi todo lo que me pedía, fui sumisa, todo lo contrario, siempre fui combativa.

Pongan atención a esto todos los que me han escrito para criticarme por ello (y no quiero que piensen que esto es un reclamo hostil), he aquí la razón de porqué le gusto tanto al Maestro como su sierva: él disfruta más del camino que del destino, es un ser que vive en un constante viaje, buscando nuevos placeres, nuevos sitios que explorar. Una mujer mansa, dócil y sometida no le dice nada ni le interesa, porque no le representa ningún reto. Más aun: siendo un poderoso ser sobrenatural, capaz de controlar las mentes de las personas, se niega a hacerlo conmigo porque le encanta ver como me debato entre querer y no querer, mis valores y principios contra el morbo y lujuria que hizo nacer en mi.

Dominar no es tan importante para él como divertirse, disfrutar de mi sumisión, una sumisión que consigue de formas sutiles, poniendo el escenario y guiándome dentro de él sin obligarme nunca. Es como un juego en el que ambos salimos ganando, cada uno a su modo.

Después de esta pequeña pausa, proseguiré con el relato… como les decía, esa mañana estaba sumida en pensamiento pecaminosos que tenían un mismo protagonista, Olaf. ¿Cómo sería en la cama ese hombre? Porque si me estaba echando los perros era precisa y exclusivamente para eso. Pero en cierto momento sacudí mi cabeza y conseguí desterrar esos pensamiento de mi mente, no lo iba a hacer y punto, estar tentada era normal.

El resto del día pasó con total normalidad, luego vino la noche en que, de nuevo, compartiría la cama con mi hermosa nena. Sin embargo algo se interpuso en mis planes…

Estaba a punto de irme a la cama con Maritza cuando recordé que había dejado 2 blusas en el tendedero. Dejé a Mari medio desnuda en la cama diciéndole que iría por esas prendas y que me esperara y salí de mi habitación, recogía las blusas y me dispuse a volver, cuando vi que alguien entraba por la puerta principal. Me quedé parada y sin moverme, quería ver de quién se trataba. Desde lejos y entre las sombras pude distinguir la gran humanidad de Olaf y de alguien más… con él venia una mujer…

Les juro que no fue mi intención pero me puse muy celosa, aunque por supuesto que no lo quise reconocer en ese momento. Sin embargo lo sabía bien, era la única respuesta a lo que hice después, deslizarme entre la penumbra de la noche siguiéndolos hasta que desaparecieron tras la puerta de su habitación.

¡Hijo de puta, ¿cómo se atreve a meter mujeres a mi casa?! – exclamé en mi adentros.

¿Por qué se enoja Beatriz? – me preguntó el Maestro telepáticamente.

¡¿Cómo que por qué?! ¡¿No vio que metió a una mujer a la casa pues?!

Pero mi señora, Olaf es después de todo es un hombre que vive solo y tiene derecho a divertirse un poco…

¡Pero tiene esposa en su país!

Amor de lejos, felices los 4, dicen por allí…

¡Pues si pero que no las meta en mi casa! ¡Si se quiere coger a una puta que vaya a un motel, después de todo le pagan bastante bien!

No se ponga así Bea, no debe ponerse tan celosa!

¡¡¡¿CELOSA YO?!!! ¡¡JA!! – exclamé poniéndome muy roja.

Bueno, si es así entonces retiro lo dicho… pero si quiere ver puede hacerlo por la ventana de su habitación que da al sitio.

¿Y para qué voy a querer ver lo que ese sátiro le hace a esa puta?

¡Si, ¿para qué iba a querer ver lo que le hacía a esa mujer!… pero igual me fui corriendo al sitio. Aclaro, en Guatemala le llamamos "sitio" a una porción más o menos grande de terreno que las casas antiguas tenían en su parte trasera. Son una especie de patios con una extensión de la mitad del terreno de la casa y que estaba lleno de árboles o convertidos en huertos.

Pues bien, en mi pensión el sitio era una porción grande de tierra en donde, además de un huerto, tenía sembrados numerosos árboles frutales. Colindaba con los ventanales del comedor, de la cocina y de algunas habitaciones, por lo que por las mañanas esos lugares tenían una vista muy bonita. Pues bien, me ubiqué detrás del jocotal (árbol de jocotes, creo que los mexicanos los llaman chabacanos) desde donde podía ver la ventana de Olaf, quien, por suerte, la tenía abierta, y como había una enorme luna llena, podía ver el interior sin mucho esfuerzo.

Allí estaba ese pícaro, besando y sobijeando a una joven delgada, alta y espigada, que se revolvía entre sus brazos como una lombriz de tierra. Estaban de pié, él la abrazaba desde atrás manoseándola entera y dejándole sentir su erección por encima de sus nalgas mientras ella meneaba las caderas para restregarse contra él impúdicamente, se notaba que estaba ardiendo. No la conocía, seguro no era del pueblo, talvez una compañera de trabajo. Era una muchacha elegante y aparentemente bonita, aunque de nariz pronunciada.

Olaf iba abriéndole la blusa poco a poco, metiendo sus manos por debajo de su prenda para capturar sus senos que se apreciaban generosos y firmes, al mismo tiempo que besaba y lamía su cuello. Otra de sus manos iba subiéndole poco a poco la falda auxiliada por la misma joven, que ya no hallaba el momento de ser poseída de una buena vez.

¿Qué estás haciendo abuelita? – la voz de mi hija me hizo pegar un salto que me hizo caer en el suelo boca arriba y más pálida que el papel, allí estaba mi Maritza, con sus piyamas y viendo con la boca abierta lo mismo que yo miraba – ¡Olaf está con una mujer! – exclamó.

¡Shhhhhhhhhh! – le dije – No hagás ruido o nos van a oír…

¡La está restregando toda!

¡No hablés tan fuerte o nos vana oír! Mejor vámonos mija, nada tenemos que estar viendo…

Quedémonos a ver Abuelita… – me dijo en un susurro.

¡Maritza! – pero no pude seguir, mis ojos fueron de nuevo a esa ventana y vi de nuevo lo que estaban haciendo, Olaf ya tenía a la mujer con los senos de fuera y la besaba con pasión.

Ella lo rodeaba del cuello arrimando su vientre contra su virilidad, frotándose con frenesí y besándose calurosamente. Despacio lo soltó y tomó algo de espacio solo para permitir que le amasara unos senos de mediano tamaño y firmes y que le pellizcara los pezones. Luego él metió las manos en su entrepiernas y le acarició todo, al parecer ella exhaló un largo suspiro de placer, desde la distancia no pude oírla bien. Era preciosa, con un cuerpo esbelto y delgado, se cuidaba mucho y se le notaba. Despacio fue bajando al mismo tiempo que se sacaba la falda, quedó a la altura del enorme bulto que Olaf mostraba entre sus piernas. Le abrió la bragueta y le sacó la verga… ¡Qué verga Dios mío, qué verga!

¡Mirale esa cosota Abuelita!

¡Mari, vámonos ya! – pero aunque mi orden iba cargada de firmeza, ni yo me moví.

Me quedé absorta viendo esa impresionante, descomunal y dura barra de carne erecta del rubio, muy larga y gruesa, como no había visto otra en mi vida… bueno, en realidad eso era cierto, más allá de la de mi finado marido nunca había visto otro pene en mi vida. Era una verga magnífica, de más de 20 cm seguramente (21 exactamente), y aunque no podía distinguirla del todo bien, sabía que era gruesa, roja y surcada de venas, sobre unos huevos peludos y gordos.

La joven la sobó con las manos y luego le dio de besitos suaves hasta que se la metió a la boca, primero solo el glande, orondo y con forma de hongo, el cual succionó con fuerza y lentitud, con los ojos cerrados y sintiendo intensamente el palpitar y el calor de ese gran falo. Le gustaba mamarla y se le notaba, lo hacía con arte y mucha entrega. Por su parte, el imponente berserker cerraba los ojos también, gozando de la mamada con mucha intensidad. Se quitó la camisa, dejándonos ver a Mari y a mi un tórax peludo y marcado, muy desarrollado y fuerte. Bajó una mano y tomó a su amante del pelo, se lo acariciaba y la manipulaba con él, ella lo disfrutaba.

Un estremecimiento me devolvió a la realidad, eran los traviesos dedos de mi nena que me pellizcaban los pezones por encima del camisón, una delgada y diáfana prenda de algodón que dejaba que todo se me viera. Ya los tenía duros y no me había dado cuenta, pero ella si, y ahora me los apretaba y los retorcía dándome mucho placer. Al mismo tiempo otra de sus manos bajó por mi vientre hasta alcanzar mis piernas, comenzó a subirme la falda lentamente, y junto con ella, mi excitación.

Olaf se sostenía la verga apuntándola hacia arriba para dejarle libre el paso a su amante hacia sus huevos, 2 esferas de carne redondas, peludas y muy grandes por lo que podía ver. Ella se los lamía con la misma lentitud con la que le mamaba la verga, pero también con la misma fuerza, de verdad que era una maestra en el sexo oral. Al mismo tiempo se estrujaba las tetas, acariciándose los pezones con la palma de sus manos. Posteriormente volvió a su pene, que succionó lenta, pero fuertemente, hasta que se atragantó con él.

Tras unos 10 minutos la separó de su péndulo y la puso de pié, la besó con pasión y ternura para luego empujarla sobre la cama. Contempló un rato ese cuerpo juvenil y perfecto, le pasó las yemas desde los pies hasta su sexo, en donde le metió uno o dos dedos para luego llevárselos a la boca, saboreando sus jugos. Ella cerraba los ojos y gemía mordiéndose los labios, le susurraba cosas que no alcanzaba a oír, pero me las imaginaba.

La jaló con delicadeza hasta dejarla con las caderas justo en el bordo, colocándose sus piernas en sus hombros simultáneamente. Y así, de pié en medio de sus macizos muslos y mirándola a los ojos, le puso la verga en la entrada y la fue penetrando lentamente hasta que llegó al final. La muchacha cerró los ojos con fuerza, imaginé que la pobre infeliz estaba haciendo un gran esfuerzo por no pegar de alaridos, pues la verga de ese hombre era en verdad bárbara. Sus movimientos rítmicos de cintura iniciaron rápidamente introduciendo su potente falo hasta el fondo de la vagina de la joven, la cual virtualmente colgaba sostenida por sus fuertes brazos. Yo no podía dejar de preguntarme lo que estaría sintiendo, ¿le dolería, lo estaría gozando? ¡Dios mío, el Amo se estaba saliendo con la suya, envidié estar en su posición de perra sumisa en manos de ese semental vikingo!

Por mi parte también estaba gozando, Maritza ya me había quitado el camisón deslizándolo hacia el suelo y me había metido una mano entre las piernas. Quedé completamente desnuda, no me ponía nada debajo, ya sabía que luego ella me lo quitaría todo. Así estaba en pelotas en plena noche, en medio de los árboles del sitio de mi pensión y mirando furtivamente a una pareja en plena cogedera. Mi ingentes senos se balanceaban al ritmo de los manoseos y amasadas que mi nena les daba, mis pezones estaban totalmente erectos en medio de sus amplias aureolas y acariciados por la fría brisa de la noche.

Lentamente Mari fue cayendo de rodillas frente a mi, entre mis piernas, para luego acercar su cara de ángel y empezar a lamerme ávidamente la vulva, chupándome el clítoris y metiéndome 2 dedos adentro al mismo tiempo. Me volvía loca, su lengua húmeda y caliente combinada con sus dedos que me cogían me elevaron rápidamente hasta el paroxismo. Olaf y su joven amante desaparecieron de mi mente y solo quedó el gran placer que mi niña me prodigaba, bebiéndose todos mis jugos. Pronto el orgasmo tocó a mis puertas y tuve casi morderme un brazo para no terminar en gritos y berridos de placer que llamaran la atención de todo el mundo. Al final perdí el equilibrio y caí sentada sobre un mullido colchón de pasto y setas.

Me quedé allí un momento, respirando aceleradamente y como una ballena varada en la playa. Maritza no dejó de acariciarme y tocarme ni un segundo, manteniéndome caliente y lista para continuar. Pero como siempre suele pasar, luego de un orgasmo por fin podemos pensar con la cabeza nuevamente, me di cuenta que lo que hacíamos era peligroso, así que decidí que lo mejor era regresar a nuestra habitación. Me puse el camisón y la tomé de la mano para salir del sitio y entrar de nuevo a la casa.

Aun volteé de nuevo, aun pude ver a Olaf dando buena cuenta de su amante, imaginándome lo mucho que la estaba haciendo gozar. Aunque, sin embargo, no me podía quejar, pues a gozar iba en ese momento… a gozar talvez por una buena parte de la noche.

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.

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