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Olaf, mi Berserker Vikingo (06)

en Sexo con maduras

Olaf, mi Berserker Vikingo

Capítulo VI

Dormí profundamente y me desperté con muy buen humor. Vino entonces la mañana y con ella una nueva jornada. Mi rutina se repitió de nuevo, alterada tan solo porque el cachorrito empezó a llorar desde temprano por lo que decidí darle de comer antes que al Amo. Lo saqué de su caja y me saqué un chiche, que él atrapó inmediatamente. Lo empezó a chupar y la sensación me evocó recuerdos, como cuando amamantaba a mis propios hijos. me parecía un tiempo tan lejano ya y sentí nostalgia. Así soy yo, romántica y sentimental

Me quedé amamantándolo por más de 45 minutos, tenía mucha hambre. Por otro lado, yo me excité un poco de tanto sentir su lengua rozando mis pezones y a el succionando tan fuerte como podía. Culpé de eso al maestro, me estaba convirtiendo en una pervertida. Sin embargo, eso no fue lo peor, cuando acabó tenía sus ojitos muy abiertos y brillantes como de felicidad y yo me lo comencé a arrullar como si fuese un niño, cuando, de pronto, volteé a ver hacia la puerta y me encontré con el asombrado rostro de Olaf.

Él había regresado temprano a la pensión y se puso a caminar muy animadamente por el pasillo. Vio la puerta de mi habitación abierta y decidió pasar a saludarme, topándose con la inesperada y (sinceramente) perturbadora imagen de verme a mi dándole pecho a un perro.

Buenas… – dijo, clavando su mirada sorprendida en mi enorme y gorda ubre.

¡Olaf! ¡Hola! ¡Espéreme un rato! – me tapé y cerré la puerta, metí al cachorro en su cajita y me senté en la cama, roja como un tomate y rezando para que me tragara la tierra, pero como la tierra no iba a abrirse solo para evitarme la vergüenza, le tuve que hacer ganas – Hola Olaf, ¿cómo está? – le pregunté abriendo de nuevo.

Bien, bien… – me contestó con su amigable y habitual sonrisa, pero tan rojo como yo.

¿Cómo amaneció?

Bien, bien… aunque no tan bien como usted. – me dijo, poniéndose rojo como un tomate.

Ah, gracias… bueno… pues… – las palabras no me salían, por más que trataba de sacar un nuevo tema no lo logré – ¡Lo que vio allí era el perrito de Mari que es muy pequeño y hay que darle de mamar para que se logre y no se muera!

¡Pero le está dando usted! ¡Es un perro Beatriz! – me puse más roja aun.

Pero… es que… si no se va a morir… – volví a sentir una vergüenza terrible.

…pero mire, hablando de otra cosa… – dijo, en un intento de cambiar la conversación que le agradecí con todo mi corazón – ¡quién fuera cachorrito para ser criado por usted!

¡Olaf, ¿cómo se le ocurre?! – me puse más roja todavía.

Usted es la culpable… de todas mis angustias… de todos mis quebrantos… – empezó a cantar y hasta a bailar ese payaso, me hizo gracia oír esa canción con su acento tan fuerte, luego se lo agradecí porque así acabó con la tensión del momento.

Gracias por la serenata, que alegre amaneció hoy… – obvio, ¡pasó cogiendo toda la noche!

¿Y cómo no amanecer así, si se tiene la certeza que mis ojos se toparán con su belleza arrebatadora? – me hizo ponerme roja de nuevo, lo admito.

¡Tampoco exagere!

No es exageración Beatriz, usted es una de las fémina más hermosas que he visto en mi vida, una verdadera escultura de la naturaleza. – más roja todavía.

¡Si, claro, seguro que en Suecia todas las mujeres son rubias, de ojos claros y hermosas!

¡Unas rubias desabridas son! A mi me gustan más las mujeres latinas… tienen más sazón…

Para ese momento noté que Olaf se ponía más galante conmigo, como más agresivo sin llegar a desagradable. Parece que verme en esa situación tan bochornosa le dio alas, además me notaba titubeante, ese día logró ponerme nerviosa.

¿Y entonces qué, cuándo me va a decir que sí señora? – y yo, por toda respuesta, solo le dediqué una media sonrisa y una mirada muy elocuente.

¡Les juro que no sé de dónde me salió ni cómo fue que lo hice, pero la mirada que le eché lo dejó mudo por primera vez desde que lo conocí! Y es que si los ojos son el espejo del alma, los míos, con su intenso y brillante verde esmeralda, son una ventana abierta a mi interior. Siempre me han dicho que a veces digo más con ellos que con mi boca… y esa mañana no sé que brillo tendrían, pero habían logrado dejar sin palabras a ese experimentadísimo seductor.

Pero entonces hice otra cosa que no me esperaba y que en mi sano juicio jamás habría podido hacer como lo hice. No le dije ni pío, solo me di la vuelta despacio, como con desgana, y me metí al baño dedicándole una última y seductora media sonrisa… ¡y tampoco cerré la puerta! Ahora él no se quedó sin hacer nada, aunque mi actitud lo desconcertaba mucho sabía que esa era una invitación clara de una hembra caliente.

Avanzó hasta quedarse de pié en la puerta, viéndome fijamente, yo aun me preguntaba qué era lo que estaba haciendo, yo no era así. Pero, finalmente, el estado emocional alterado en que me encontraba aquella mañana hizo el resto. Me volví bruscamente y me encaminé hacia el hombre mirándolo fijamente a los ojos. Al llegar a su altura miré hacia ambos lados del pasillo para asegurarme que no hubiese nadie, pero a esa hora casi todo el mundo está trabajando. No sé Todavía como pude hacerlo, pero cuando me di cuenta lo estaba jalando adentro.

De ese punto en adelante los acontecimientos se precipitaron como la pólvora con una chispa. El sueco cerró la puerta tras de mí y comenzó a besarme, yo mantuve una mínima resistencia que pronto cayó por una creciente calentura y acabé abriendo la boca y ofreciéndole mi lengua. Olaf triunfante, viendo el camino despejado, y mientras me llenaba la cara y los labios de saliva, deslizó sus manos, una bajo mi blusa para empezar a acariciarme las tetas, y la otra a mi falda para desabrochármela. El cabrón sabía tratar a una mujer excitada a la perfección.

Bájele la cremallera y sáquele el miembro para podérselo masturbar.

¡Amo! ¡¿Qué hace aquí?!

Tranquila mi señora, que él no puede oírme ni verme…

¡Usted es el culpable de esto!

Bueno, no del todo, las ganas y algunos impulsos si se los puse yo… pero la decisión final siempre ha sido suya.

¡Maldito, al final se salió con la suya! Le saqué la verga a Olaf y se la empecé a pajear, su trozo reaccionó y comenzó a crecer entre mis manos hasta alcanzar una talla considerable y ponerse muy dura. Me separé un poco de él para podérsela ver, quedé muy impresionada, era muy larga y gorda, roja y cubierta por su capucha de pellejo, surcada de venas, idéntica a la que mostraba en mi sueño.

Me mide 21 cm Beatriz – me dijo Olaf muy ufano – de grosor no me la he medido… pero usted me dirá…

¡Puta madre Maestro, ¿cómo me va caber semejante cosa?! ¡No la voy a aguantar!

Se ha metido pepinos más gruesos Beatriz…

Pero es muy distinto, un pepino lo manejo yo… ¿y si a este tipo se le ocurre agarrarme como piñata que hago? ¡Me puede romper!

Dudo mucho que la lastime con lo mojada que está, pero igual yo la estoy cuidando, yo soy quien la protege…

¡Gran consuelo pues, si usted es el causante de todo esto!

Si, pero no voy a permitir que mi sierva vaya a ser lastimada… por lo menos no sin gozar de la misma forma… yo siempre protejo mis posesiones Beatriz.

"…yo siempre protejo mis posesiones…", si claro. Pero bueno, ya no era momento de echarme para atrás y el Amo tenía razón en una cosa, estaba ardiendo y con mi sexo empapado, así que decidí dejarme llevar. Olaf me devolvió a la realidad, besándome apasionadamente de nuevo al mismo tiempo que me sobaba y estrujaba las chiches con fuerza, nunca había tenido entre sus manos un par de mamas como las mías y lo iba a aprovechar.

Suavemente me tomó por detrás de la cabeza y comenzó a guiarme hacia donde él quería. Me llevó primero por su cuello, se lo besé y lamí, me fue bajando poco a poco por este hasta llegar a su pecho, peludo y con unos pectorales bien desarrollados. Se lo lamí y besé también, prestando especial atención a sus tetillas, erectas y muy sensibles, Olaf jadeo bastante mientras estuve prendida a ellas como una bebé de pecho. Continué bajando según me empujaba hasta llegar a su ombligo. ¿Saben una cosa?, dejarme guiar por él, tomada suave pero firmemente de la cabeza, me calentó más todavía, ¿era yo acaso más sumisa de lo que creía?

Entonces, así como si nada, me encontré rodillas en el suelo, frente a él y su tremebunda verga que apuntaba amenazante en contra de mi linda y delicada boquita. Elevé la vista para verle la cara, él me sostuvo la mirada con sus hermosos ojos azules, con una expresión extraña, parecía sonreír, pero su cara se veía seria a la vez, eso si, su mirada estaba cargada de una autoridad apabullante, era como si me estuviera ordenando sin hablar. Y yo, perdida de caliente, obedecí con agrado, abrí la boca y comencé a chuparle la verga.

¡No lo podía creer, aquella era la segunda verga que mamaba en mi vida! Aunque si lo veo detenidamente, debería ser la primera, pues a mi marido, mientras vivió, nunca le hice una felación, se la hice una vez al amo que había tomado la forma de mi difunto Fernando. Así que me corrijo, ¡no lo podía creer, esa era la primera verga que mamaba en mi vida… y qué verga!

Ahora el hombre me sujetaba del pelo, guiándome la cabeza en la mamada para que se la hiciera como a él le gustaba, me gustó nuevamente ese dominio sobre mi. Se la devoraba mientras acariciaba su glande con la lengua, ensalivándola abundantemente. Cuando la tenía al fondo le pegaba una fuerte succión mientras le permitía jalarme del pelo para sacármela y volvérmela a meter de nuevo. En todo ese proceso se me caían abundantes y viscosas babas de la boca, lo que aumentaba el calor de ese semental europeo.

¡Si Beatriz, si – exclamaba con su fuerte acento nórdico – babee, me gusta verla babear! – y yo me babeaba más y más, pronto mi blusa estaba empapada de mi propia saliva.

Estuve en esas no más de 5 minutos, aparentemente lo hacía muy bien, y como Olaf estaba tan caliente teniéndome en sus manos, estuvo a punto de acabar, pero no quería hacerlo así. Al cabo de ese tiempo me retiró de su pene y se desnudó por completo, yo hice lo propio y también quedé como Dios me trajo al mundo. Vi de nuevo sus ojos, aun desde mi posición a sus pies, le brillaban de una forma especial, no supe en ese momento qué era, pero me excitó más todavía. Bruscamente me puso de pié levantándome del pelo y casi me arrastró hacia el excusado, en donde tomó asiento, sentándome a mi encima de él violentamente, con su larga porra apuntando a mis labios vaginales. Me la clavó hasta el fondo y de golpe, yo pegué un fuerte gemido.

¡Perdón Beatriz, me dejé llevar por la excitación! – me dijo de pronto y deteniéndose, se dio cuenta que estaba tratándome con mucha brusquedad y quiso disculparse, pero no lo dejé…

Olaf se quedó con la palabra en la boca cuando empecé a brincar con fuerza, incrustándome hasta el fondo su poderosa verga, sin parar y a un ritmo frenético, tanto que, inesperadamente, me sobrevino el primer orgasmo de la mañana, que apenas logré acallar.

¡¡¡AAAHHH, AAAHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAGGGMMMMMMMFFFFFFFFF!!!! – mi intenso alarido de placer sonó más como un gruñido ronco y desesperado.

¡Dios mío Beatriz! – exclamó, junto con una expresión en sueco que no sé ni cómo se escribe – ¡Sos una máquina de coger!

Mi improvisado amante no se lo pensó más y me empezó a dar duro, ya estaba claro que estaba siendo montado por una hembra de trato duro (algo que ni yo mismo sabía). Por la posición en que estábamos se me prendió a las tetas y les dio una buena mamada, sorprendiéndose al sentir sobre su lengua la dulce leche que manaba de ellas. Se puso a beber como un becerro de las grandes ubres de su madre al mismo tiempo que tomaba el control de mi cabalgata, metiendo sus manos debajo de mi enorme culo para levantarlo y dejarme caer a su antojo.

Parecía no cansarse nunca y controlar la situación con habilidad, movía las caderas en círculos al mismo tiempo que las subía con fuerza cuando dejaba caer las mías, encajándome su gran verga hasta el fondo. Al mismo tiempo lograba menear mi caliente cuelo en círculos y de atrás para adelante, logran así tocar cada parte de mi forzada vagina que estaba hecha una sopa. El enorme calibre de su herramienta estaba haciendo estragos en mi sexo, forzaba su entrada a él, estirándomelo y abriéndomelo casi por la fuerza y yo casi gritaba retorciéndome de placer como una perra en celo.

Mis pezones ya los tenía inflamados, sus fuertes succiones se habían convertido en dolorosas, pero extrañamente placenteras, mordidas. Me los agarraba entre los dientes, los apretaba fuerte y me los jaloneaba casi con saña, haciéndome retorcerme más todavía. Igual trato le daba a mis carnosas y generosas nalgas, sus dedos se clavaban en ellas como si fuesen garras, también me propinaba fuertes nalgadas, las tenía muy rojas.

Tras 15 o 20 veinte minutos de estarme cogiendo sin parar tuve no menos de 2 orgasmos más que a duras penas logré disimular, me levantó inesperadamente y me la sacó de adentro, luego se puso de pié tirándome rudamente al suelo, caí como un costal lleno de papas y me hice algo de daño. Pero no me dio ni tiempo de quejarme, me agarró del pelo con violencia y me metió su garrote palpitante adentro, tras 3 o 4 metidas y sacadas pegó un fuerte y ronco bramido y acabó a chorros y sin compasión. ¡Qué semental tan potente!, me lanzó una serie de largos y espesos chorros de leche que inundaron mi boca y la rebalsaron mientras yo me afanaba en tragar, no lo podía creer… y aun íbamos apenas por la mitad.

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

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