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Beatriz (12)

en Grandes Series

Beatriz 12

Yo me quedé sin saber ni qué pensar luego de mi plática con Vorandemur, cuando de repente Mari me saca de mis cavilaciones pues Gisel ya estaba mejor y se había despertado. Yo me fui con ella a mi habitación y le pregunté algo que ya como buena mujer que soy.

Gisel, ¿ya te sentís mejor?

Si señora, gracias…

Niña, quiero hacerte una pregunta – se me quedó mirando desconcertada – ¿Qué edad tenés?

Pues… ya casi cumplo los 14…

¡Tenés 13! – exclamé sorprendidísima, esperaba que me dijeras por lo menos 15 – ¿Y por qué te fuiste de tu casa?

¿Cómo sabe que me fui de mi casa?

Porque te mirás delicada, frágil, como una niña que ha sido bien cuidada y consentida toda su vida. No te ofendás por favor, pero parecés una niña bien, medio presumidita y demasiado fina como para ser de escasos recursos. Y Carlos… bueno, el se ve que tiene mucha más experiencia que tu. Y como viven aquí, pues la única alternativa es que te hallás ido de tu casa.

Nuevamente Gisel tuvo que aceptarlo, y terminó contándome su historia. Había conocido a Carlos en su colegio, uno muy caro de la ciudad capital, solo que el no estudiaba, solo se dedicaba a holgazanear. Se hicieron novios y muchas cosas malas comenzaron a pasar en su familia, ella no quiso especificar a que se referías con "cosas malas". A los 4 meses tuvo que salir huyendo con su novio, que la llegó a salvar y ahora la cuida. Ella amaba a su novio profundamente.

Gisel, yo sé que sos joven, pero Carlos te prostituye, ¿cómo lo podés amar así?

¡El no me prostituye!

Claro que si… te he visto… vi como Braulio te agarraba como a una piñata y luego pe pagaba… y el sábado te acostaste con Raúl, ¡con Carlos enfrente!

¡Y usted qué tiene que estar mirando lo que no le importa!

¡Pues si me importa, porque mi casa no es para hacer esas cosas!… además niña, el solo te está usando…

¡No me está usando y los 2 lo decidimos así!

¿Por qué?

¡Por el dinero!… ¡Uno no vive del aire!

¿Y el de qué trabaja?

…-… – Gisel no pudo responderme.

Mmmm, ya veo, el no trabaja…

Si trabaja…

¿De tu padrote?

…-… – nuevamente no me pudo responder, los ojos se le llenaron de lágrimas, no estaba acostumbrada a que alguien le ganara en una discusión.

Si, si, mucho te quiere el patojo…

¡Pues aunque usted no me lo crea, así es! ¡Vieja puta!

¡¿Cómo te atrevés?!

¡Si, la vimos salir desnuda el día en que esta estúpida de aquí se puso mala! ¡Y luego cómo berreaba! ¡Se ve que usted no es más que una gran puta asquerosa! – ¡¡ZAP!!, le trabé un soberano trancazo en la cara a la muchachita grosera esa, la dejé callada y con la boca abierta.

No seré más puta que tú… y a Mari me la respetás, estúpida…

Salí del cuarto con Mari y dejé pasmada y sola a Gisel. Y Mari me veía con amor, sentía que la había salido a defender y eso le gustaba mucho. Y mi mirada no era muy diferente, ¿será que ya estaba aceptando ser una puta caliente?

Después de la pelea que tuvo conmigo, Gisel y Carlos se fueron de la casa por la noche, dejándome sin esa entrada económica y sin siquiera pagarme un solo día de alquiler. Eso no era bueno, no me convenía perder inquilinos, pero tampoco me importaba mucho, con Hilda y Sonia era más que suficiente para pervertidas. De hecho, con ellas también quería hablar, no me importaba lo que hicieran ellas, pero que no se les fuera a ocurrir meter hombres a mi casa.

Las cosas continuaron así por el resto de la semana hasta el viernes, Mari insistía en declararme su amor y yo trataba de darle largas, es que tampoco le podía decir que no. No volvimos a tener sexo en esos días, había mucho en que tenía que pensar.

También tenía preocupaciones, concretamente don Andrés, que no dejaba de vigilarme, esperando el momento más oportuno para volver a atacar. Tenía que salir muy temprano al mercado, tratando de hacerlo lo más rápido que podía para no encontrarme con el viejo. Otras veces se quedaba estacionado frente de mi casa, por lo que tenía que mandar a Mari.

El viernes por la mañana, Maritza salió muy alegre con su mami, que la iba a llevar a pasear a no sé donde. La vi alejarse de la casa orgullosa como si yo fuese la mamá. Y don Andrés vio todo esto, el pobre viejo estaba sin saber qué hacer, me deseaba enfermizamente y me quería para el, pero no se atrevía a entrar. Por lo pronto era ya una rotunda victoria que yo no hubiese dicho nada. Pero, ¿cómo reaccionaría si el tratara de forzarme una segunda vez? Según su experiencia como médico, si pasó una vez sin que la mujer lo denunciara, podrían pasar muchas más pues la vergüenza no la dejaría decir ni pío.

Pero del dicho al hecho hay mucho trecho y el viejo no se atrevía… además, pronto me dejó de tener sola en la casa…

¡Raúl, qué sorpresa tenerlo aquí tan temprano! – era viernes, Raúl siempre volvía los viernes, pero por la tarde, no antes del almuerzo.

Si señora… lo que pasa es que vine por mis cosas… bueno, no hoy…

¿Por qué?… ¿se va?

Si, me voy… la organización me va a mandar a otra escuela que tiene, pero es en el Petén.

¡Qué lástima Raulito!

Si, qué lástima, me sentía muy a gusto aquí.

¿Y cuándo se va?

El domingo seño… tengo que esperar a que el traslado sea efectivo y entonces me voy.

¿Entonces no regresa a su casa por lo menos el fin de semana?

No, fíjese, ya tengo que empezar.

¡Qué matado su trabajo!

La verdad si… pero me gusta…

Raúl se fue hacia su cuarto, dejándome con los quehaceres normales de la casa. Ese día vestía un viejo vestido azul claro, que con el paso del tiempo se fue encogiendo un poco cada vez. El escote en forma de v era ahora bastante pronunciado, lo que dejaba casi la mitad de mis chichotas a la vista pública. Además, tomemos en cuenta que ahora eran más grades debido a que estaban produciendo leche, aunque lentamente eso me estaba dejando de incomodar. Lo malo es que la mayoría de mis vestidos y blusas me estaban quedando bastante ajustados en esa zona, y casi todos sus sostenes ya no me quedaban.

Pues lavando ropa estaba, completamente distraída, cuando desde atrás 2 fuertes manos me agarraron, apretando y amasándome las tetas.

¡¡AAAAHH!! – grité al sentir las caricias intrusas, pero de inmediato una de esas manos me tapó la boca.

Me llevó a rastras hasta mi cuarto, en donde me tiró sobre la cama. Pude ver entonces la identidad de mi atacante, ¡era Raúl!, que aparentemente no se quería ir sin llevarse buenos recuerdos para tener siempre presentes.

¡Raúl!… ¡¿qué está haciendo?!

¡Miré señora, mejor se calla y coopera o le va a ir muy mal!

¡Pero¡… ¡pero!…

¡Pero nada!… desde que llegué sueño con el día de podérmela pasar a gusto, vieja chichuda… no me explico qué se hizo, pero sus tetas están más grandes que antes… ¡me las tengo que comer! – de un fuerte jalón rompió mi vestido por el escote y me sacó las chiches que sufrían comprimidas entre el brasier.

¡Por favor Raúl!… ¡se lo suplico!…

¡Cálese vieja! – y ¡zap, zap!, me pegó 2 fuertes bofetadas – Si no se calla le voy a hacer daño, ¿oyó? – asentí con la cabeza, llorando del miedo – ¡Flojita y cooperando vieja!

El muchacho degenerado me agarró las tetotas, apretándolas y pellizcándolas con mucha fuerza. Pero se detuvo cuando un largo chorro de blanca leche materna salió volando por el aire. Su cara dibujó una pérfida sonrisa.

¡Así que es esto! ¡Está dando leche!… ¡Con razón ahora anda más chichuda que antes! ¡Qué de a huevo, nunca he cogido con una mujer dando de mamar!

Raúl se puso a apretarme los pechos solo para ver los chorritos de leche volar por el aire. Me agarraba una con ambas manos y la apretaba hasta que casi se le desparramaba entre los dedos, luego hacía lo mismo con la otra. La leche caía sobre mi pecho, luego él se puso a lamerlo.

Está sabrosa su leche señora… bien rica…

¡Por favor Raúl!… se lo suplico… – decía casi sin voz, con la cara volteada hacia un lado.

¡Señora, por la gran puta, qué le dije!

¡Se lo suplico!… ¡vióleme!…

¿Qué?

Vióleme… – dije otra vez con la voz entre los dientes.

¿Q-qué?… ¡¿Qué!?…

Vióleme…

¡¿Quiere que la viole?!

Si… hágame suya…

¡¿Mía?!

Si…

¡¡POR LA VIDA DE LAS ONCE MIL PUTAS DEL INFIERNO!! ¡¿QUÉ ES LO QUE LE PASA A USTED?!

Vióleme…

Se quedó con la cara de estúpido más grande que se podría haber visto en este mundo. No comprendía, se suponía que peleara, que tratara de quitármelo de encima, que llorara y suplicara por mi vida, no que le pidiera… ¡que le suplicara!, que me violara. Y mirándome tirada sobre la cama, con las mejillas enrojecidas, la respiración aceleradísima y completamente entregada, el maestro de escuela llegó a la conclusión que yo ardía de calor.

Se preguntaba por qué mis ojos estaban fijos en un punto en la puerta abierta de la habitación, se preguntó si habría alguien allí, pero no, estaban solos. Pero para mí si había alguien allí, y era Vorandemur, que desde el umbral de la puerta se masturbaba desnuda, nuevamente tomando mi forma, mirando con atención como me violaban.

Raúl perdió la concentración de lo que iba a hacer, mi lo desarmó. Se sabe que a algunos violadores les pasa esto cuando su víctima no actúa de la forma como ellos esperan. Ningún violador viola buscando gratificación sexual, eso es secundario, son diversas cosas lo que buscan: venganza y poder principalmente. Cuando una mujer chilla y se retuerce entre los brazos de un atacante, suplicándole por su vida, prometiéndole hacer lo que sea a cambio de no ser lastimada, este siente que la tiene en sus manos y que puede hacer con ella lo que se le da la gana. El terror de la víctima transmite a su atacante un sentimiento de poder que no conseguirá de otra manera. Pero cuando la víctima le pide más, que la viole, que la lastime, que la haga suya de la manera que a el le plazca, ya no existe el elemento del terror, por lo que la sensación de poder desaparece y el violador (que generalmente es una persona insegura e infeliz con su vida) se siente humillado. No consiguió su objetivo primario (poder) por lo que el ataque deja de tener sentido y el tipo se siente inadecuado, desorientado y humillado.

Pues bien, después de esa aclaración es fácil de comprender por qué Raúl dejó mi habitación y se fue a la suya muy humillado. Y yo me quedé tirada sobre su cama, con la mirada fija en la puerta, viendo a una Beatriz que continuaba masturbándose sonriendo, metiéndose los dedos hasta el fondo de su vagina. Luego se dio la vuelta y se fue.

Sin saber porqué, me puse de pié y salí en su búsqueda, sin arreglarme nada, con los senos fuera de su sostén, caminé detrás de ella, que se dirigía hacia las habitaciones de los inquilinos. La vi entrar a la de Raúl, yo avancé despacio, como una autómata, eran las 10 de la mañana y solamente Raúl y yo estábamos en la casa.

Empujé la puerta y esta se abrió, me encontré con el muchacho metiendo apresuradamente sus cosas entre la maleta, alistándose para irse. Me vio semidesnuda muy sorprendido, con mis inmensos senos al aire, enrojecida de la tremenda excitación. De mis pezones inflamados aun colgaban diminutas gotas de leche.

Por favor Raúl… – le dije con la voz temblorosa – lo necesito de verdad… se lo suplico…

Dejé caer lo que quedaba de mi vestido al suelo junto con al calzón y quedé en pelotas. Raúl se quedó con los ojos cuadrados al verme así, completamente desnuda frente a el, como tantas veces deseó verme. Entré a su cuarto y cerré la puerta tras de mi. Parada junto a la cama, estaba Vorandemur de nuevo, aun masturbándose.

Caminando como una autómata me paré enfrente del muchacho, que me veía sin poder dar crédito a sus ojos. Luego, muy despacio, me acosté sobre su cama, le abrí las piernas y me llevé una mano a mi sexo chorreante, la otra a mis senos, ofreciéndoselos. Me miraba ansiosa, suplicante.

Él no podía quedarse sin hacer nada cuando una mujer como yo se le ofrecía con toda mansedumbre. Se despojó de su ropa rápidamente, quedando desnudo, con una erección de 17 cm. duros entre sus piernas. Se subió a la cama y se colocó entre mis piernas abiertas, en medio de las cuales estaba la pusa más caliente que había visto, palpitando por el inmenso deseo de ser penetrada hasta el fondo.

Corrió el prepucio de su pene y dejó su cabeza expuesta, entonces me penetró de un solo golpe. Su pene se deslizó en su interior como cuchillo entre la mantequilla, pues estaba más que lubricada. Y así me empezó a embestir con fuerza, furia y violencia, mientras yo apretaba los dientes y me aferraba a las sábanas, poniéndome a berrear como una desesperada. Sentía perfectamente bien como entraba y salía la masculinidad de Raúl, como se me clavaba hasta el fondo de mi sexo, como salía y se volvía a clavar con violencia. Mis senos se sacudían cada vez que el macho entraba con fuerza en mi, y mis carnes se estremecían ante las intensas oleadas de placer que esas penetraciones me provocaban.

A su lado, Vorandemur, con mi forma física, me veía, me contemplaba en silencio, siempre en silencio, masturbándose con fuerza, sonriéndome afablemente. Y yo deseaba en el fondo de mi corazón que fuese Fer y no Raúl quien me cabalgara en ese preciso instante.

Pronto, el sudor de Raúl me cubrió, y sus gruñidos de macho desbocado se fusionaron con los agudos gemidos de hembra poseída de salían de mi pecho, en una sinfonía de sexo, sudor y saliva. Raúl se enderezó, agarró mis piernas de los tobillos y las abrió y levantó, al tiempo que su cabeza se arqueaba para atrás y rugía como un león, inundándome el cálido canal vaginal en un orgasmo interminable, dulce, fuerte como nunca antes había tenido.

Ni me di cuenta de cuando Raúl se salió de mi interior, ni de cuando me empezó a hablar, preguntándome si estaba sentía bien, pidiéndome que volviera en mi. Yo estaba embelesada mirando a mi reflejo con los dedos bien metidos adentro, como los sacaba repletos de viscosos fluidos para llevárselos a la boca.

Raúl hizo sus maletas con mucha prisa, asustado, creyó que algo malo me había pasado por su culpa. Dejó el dinero de la renta que aun adeudaba y se fue casi corriendo de la casa. Me dejó con una sonrisa perdida en el aire, perdida en la niebla de mi calor y de la inmensa excitación que aun sentía.

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

Pueden mandarme los comentarios y sugerencias que tengan de esta historia a mi correo electrónico, gracias, besos y abrazos.

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