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Carlos, mi Semental 14

en Grandes Series

Carlos, mi Semental

 

XIV

 

–         ¡¡¡WAAAAAHHHHH!!! – grité cubriéndome con las manos, a mi lado María José también pegó un salto mientras, frente a nosotros estaba Ricardo, que había estado todo ese tiempo oculto tras la puerta del closet de su madre, viéndonos con ojos acusadores… y una gran sonrisa socarrona y una enorme erección bajo el pantalón. – ¡Ricardo… Ricky… yo no… es que…! – traté de explicarme o justificarme con mucha torpeza y nerviosismo, de verdad estaba asustada y a punto de llorar.

–         ¡Ricardo David, – exclamó su mamá – ¿qué es eso de estarnos dando esos sustos?! – la hermosa cara de María José dibujó una amplia sonrisa desvergonzada que me tranquilizó y pronto yo también sonreía, aunque muy azorada y roja como manzana y sin comprender las cosas del todo.

 

En ocasiones las palabras pueden salir sobrando, como esa, él no nos dijo nada, solo tomó asiento en un sofá muy confortable que La señora tenía en su cuarto y cruzó las piernas como quien espera una explicación, pero siempre con la misma sonrisa estúpida que cada vez se volvía más amplia. Nosotras lo mirábamos, cada vez más coloradas, con su madre riendo tontamente.

–         ¡Bueno Ricardo David, ¿qué son esas miraditas?! – le espetó con un tono que trataba de ser de regaño,… esa su sonrisa tonta no la ayudaba – ¡Mirá que sigo molesta contigo!

–         ¡JA, ¿cómo no?! – Ricky rompió a carcajadas al igual que su madre… yo hice lo propio sin saber porqué – ¡Es el colmo mama, no te puedo dejar sola con una amiga porque te la cogés!

–         ¡Es que quería ver porqué te había gustado tanto hacérselo tu!… ¡y lo entendí MUY bien!

 

Un ataque de risa histérica nos atrapó por un buen rato, realmente no podía creer las cosas, no tenían lógica alguna, Ricardo debía estar echando chispas, pero bueno, supongo que a estas alturas nada debería sorprenderme. Tras unos 5 minutos logramos calmarnos, yo estaba acurrucada entre los brazos de la señora muy cómodamente, quien me mimaba como a un bebé.

–         Bueno… ¿me van a explicar qué pasó aquí o no? – dijo Ricky rompiendo el silencio.

–         ¿Y qué hay que explicar cielo? – le contestó su mamá – Creo que está claro lo que pasó…

–         ¡Obviamente, pero quiero saber cómo fue que pasó! – nuevamente nos pusimos rojas, yo traté inútilmente de esconder la cara, María José solo se encogió de hombros.

–         Bueno mijo… es que… la verdad… ni yo misma sé muy bien cómo acabamos así. Estábamos platicando de lo que hicieron, de las cosas que están haciendo… y no solo tu y Sasha, sino también con tu amigo Carlos. Y… pues… una cosa llevó a la otra…

–         …y acabaste en la cama con la amiga de tu hijo…

–         No te enojés pero… – intervine – es que… ¡yo tampoco sé qué nos pasó, en un instante estaba llorando en el hombro de tu mamá y luego la estaba besando como si la vida se me fuera en ello!

–         No estoy enojado Sasha… igual ni siquiera tengo derecho a estarlo pero… bueno… ver a tu madre así… pues… bueno, me entendés, ¿verdad? – asentimos. Luego vino un silencio tenso e incómodo, que nuevamente él rompió – ¿Mama, te puedo hacer una pregunta?

 

No voy a aburrirlos con los detalles de la conversación que a continuación sostuvimos los 3, mejor se los resumo: María José le confesó a su hijo que antes de conocer a su padre había tenido una aventura al lado de su amiga. Eran muy, muy jóvenes y tan solo sentían curiosidad por su propio cuerpo, no hubo morbo ni nada, tan solo el cariño de 2 amigas entrañables que no entendían de convenciones sociales ni nada… ni siquiera se plantearon jamás si aquello estaba bien o mal. Luego yo les pregunté sobre ellos, sobre el tipo de relación que había entre ellos. Su respuesta me dejó helada:

–         Sasha… mi hijo y yo somos amantes… más o menos desde hace 4 años… desde entonces compartimos la cama en total secreto, ni siquiera mi hija Majito sabe de esto…

 

Obviamente no podía creerlo, ¡eran madre e hijo por Dios santo! Pero luego que me lo contaron todo, con pelos y señales, dijeron que a esas alturas tenía derecho a saberlo. Y terminé convenciéndome de su verdad, ¿qué otra explicación había? Además, como ya dije, a esas alturas ya nada me debería parecer extraordinario… sencillamente lo raro era la nueva normalidad de mi existencia.

 

Luego vino mi turno, les conté de mi vida, que era hija de padres divorciados y que vivía con mi papá, pues mi mamá vivía con otro hombre que no quería saber de nosotros. Era la mayor de mi casa, por lo que había asumido la mayor parte de la responsabilidad, me volví en una especie de segunda mamá para mis hermanos a pesar que no nos llevábamos bien y eso me hacía sentir sola, pues por lo mismo sentía que no podía llevar una vida normal como joven. Les dije que nunca imaginé hacer todas las cosas que había hecho al lado de Carlos, lo que me incluía a Ricardo y a su madre.

 

La verdad es que lejos de haber sido una plática incómoda, resultó muy agradable y liberadora. Incluso se nos olvidó que seguíamos desnudas cuando comenzamos, María José y yo, a acariciarnos como si tal cosa frente a su hijo. De pronto me encontré besándola con la ternura de una novia adolescente, sobándole sus enormes pechos haciendo círculos en sus areolas, jaloneándole suavemente los pezones puntiagudos y erectos. Nuestras respiraciones se aceleraron, casi podíamos ver como la temperatura de aquella habitación se elevaba poco a poco. Majo volteó a ver a su hijo con deseo y le impidió que se  incorporara a nuestro juego, primero quería que le diéramos un espectáculo.

 

Dejé la boca de su madre y empecé a descender, besando cada uno de los poros de su piel, lamiéndola con lujuria y tocándola sin limitar mis caricias. Mis dedos descendían por su abdomen, plano y firme, acariciándolo hasta llegar a su entrepierna, la cual acaricié lentamente, sin prisas. La señora se retorcía de placer, quería responder a mis mimos pero yo no se lo permití. Llegué con mi boca a sus senos y me detuve haciendo círculos con la lengua sobre sus sensibles y puntiagudos pezones. No se los chupé ni succioné, apenas si los besé rozándolos con los labios, la quería desesperar.

 

Aquel día fue la primera vez que tuve sexo con una mujer y me di perfectamente cuenta de lo distinto que era hacerlo con un hombre. Obviando las diferencias anatómicas, solo una mujer puede prodigar caricias a otra mujer de la manera como esa señora me las dio a mi y así como yo se las daba a ella, pues aunque no yo tenía experiencias lésbicas previas, me guiaba por el poderosos y voluptuoso instinto de una mujer en celo, le hacía exactamente lo que a mi me gustaba que me hicieran.

 

Llegué al sexo de Majo, mi lengua empezó a acariciarle el clítoris dibujando círculos. La señora cerraba los ojos y se mordía los labios, respiraba profundamente y jadeaba con deleite, mientras me acariciaba las piernas hasta llegar a mi sexo. Trataba de meterle la lengua adentro y le daba suaves mordiditas en esa delicada zona, al tiempo que me acomodaba y le daba a mi amante mayor espacio de maniobra. Estábamos derritiéndonos, más calientes que una plancha.

 

Con un ágil movimiento nos acomodamos en un apasionado 69, en el que cada una metía la cara entre el sexo de la otra y lamíamos y chupábamos con deleite e intensidad. El cuarto se inundó con sonidos de chapoteo y gemidos de placer y Ricardo tan solo nos podía ver, no lo dejábamos hacer más a pesar de estar ya desnudo y pajeándose vigorosamente. Sabíamos que era una tortura para él pero también una gran fuente de morbo para todos.

 

Rodamos y María José quedó sobre mi, chupándome la vulva con ímpetu y al mismo tiempo que me metía un dedo adentro, haciendo un fuerte mete y saca que aumentó la energía de mis gemidos. Pronto fueron 3 sus dedos dentro de mi, a los que se les unió el pulgar entre mi ano. Ya no podía más, mis movimientos eran cada vez más violentos y desorganizados y mis gemidos se convirtieron en alaridos. Entonces, con voz pastosa y grave, casi como un gruñido, María José invitó a su hijo a participar.

–         Adelante amor… te presto a esta perra un ratito…

 

María José se levantó y quedó sentada sobre mi cara, y yo le seguí haciendo un desesperado sexo oral. Inmediatamente sentí la lengua y boca de Ricardo comiéndose mi sexo mojado y con gusto salado. Él aferró mi inflamado clítoris con los labios y lo succionó mientras su lengua jugaba con él. Al mismo tiempo me cogía con 2 dedos que entraban y salían de mi interior a toda velocidad. Con ese tratamiento, madre e hijo consiguieron hacerme acabar rápidamente.

–         ¡¡¡AAAAHHHH, DIOS MIIIOOOHHH, AAAAHHHHH!!! – grité enloquecida.

–         ¡¡Gozá nena, disfrutá que mi hijo es un genio con la boca!! – me decía la señora.

–         ¡¡¡MAJO, MAJO, VOY A ACABAR MAJO!!! ¡¡¡¡AAAAAAGGGGGHHHHH, OOOOOHHHH, MAAAAAAJJJJOOOOOUUUUGGGGHHHH!!!! – empecé a revolverme debajo del cuerpo de la señora, quien me sujetaba con fuerza para que, entre mi loco placer, no me soltara.

 

Mis gritos inundaron la habitación y la casa, al final quedé boca arriba, con la cara brillante de los jugos de la mujer y la vulva enrojecida y empapada. Ricardo y su madre me dieron unos minutos para que me recuperara mientras ellos se besaban como un par de novios. Entonces Majo, que llevaba la voz cantante, decidió continuar.

–         Acostate cielo… – Majo tendió a su hijo boca arriba para luego montarlo y encajarse su pene de un solo – ahora tu amor, ponétele encima… – dijo y me ayudó a ponerme sobre la cara de Ricky.

 

La señora se movía en un frenético y delicioso sube y baja, simultáneamente inicié un iracundo frote de mi sexo sobre la cara del amigo de mi novio, quien apenas lograba rozar mi feminidad con la punta de la lengua, incluso a veces parecía que me estaba cogiendo con la nariz. Y al mismo nosotras 2 nos besábamos y no lamíamos y acariciábamos las tetas con pasión, totalmente fuera de nuestros cabales, como 2 yeguas desbocadas. Los movimientos de caderas de la madre aumentaron de velocidad y fuerza, lo mismo que los míos sobre la cara de Ricardo, hasta las 2 gritamos enajenadas. Tan enloquecidas estábamos que no nos costó nada alcanzar un nuevo orgasmo y al mismo tiempo.

–         ¡¡¡¡AAAAAHHHHHH, RICARDOOOOOOHHHHHHH!!!! – gritó María José.

–         ¡¡¡¡AAAHHH, AAAHHH… OOOOOAAAAAGGGGHHHHH!!!! – estallé yo en la cara de Ricky.

 

Las 2 nos dejamos caer, agotadas, sudorosas y, sobre todo, muy satisfechas. Ricky se quedó boca arriba, sorprendido y con cara de idiota (no sé porqué siempre tiene esa cara). Pero aun había un pequeño detalle que no podía ser pasado por alto, mucho menos por ese par de perras que estaban allí jadeando.

–         Majo… su… su… – traté de hablar, pero mi agitadísima respiración no me dejaba.

–         Tuteame amor… – me dijo ella.

–         Tu… tu hijo… Ricardo todavía la tiene dura… – las clavamos los ojos encima de la enorme erección de Ricardo, pude ver un atisbo de orgullo en los ojos de su madre. Luego a las 2 se nos iluminó la cara con una sonrisa lúbrica y llena de un infinito deseo.

–         Cielo… ¿querés que estas 2 perrotas te hagan acabar? – preguntó la señora con malicia, a Ricky se le iluminó la cara… pero ni así perdió su expresión de tonto.

 

Al mismo tiempo, como si lo tuviéramos ensayado, nos levantamos de la cama y nos pusimos de espaldas a Ricky y de frente a su verga erguida. Nos agachamos y nos colocamos en 4, regalándole una visión perfecta de nuestros culos morenos, grandes, redondos y duros, bien levantados y con las vulvas inflamadas e irritadas. Las 2 juntas, con infinita delicadeza, tomamos su pene con los labios y comenzamos a lamerlo y besarlo sin usar las manos.

 

Como 2 auténticas perras nos pusimos a recorrer su pene por todo lo largo, incluyendo sus testículos, que si no era una la que se los lamía y chupaba, era la  otra. Y cuando ambas coincidíamos en el glande, nos lo disputábamos como perritas luchando por un hueso, para Ricky era algo increíblemente rico. Por si eso fuera poco, a su madre se le ocurrió hacerle algo que yo ni siquiera había pensando hacer: meterle los dedos a Ricardo entre el ano. Inició rozándole el culo con las puntas de sus dedos y, poco a poco, iba metiéndoselos, ayudada por la abundante saliva que bajaba desde su pene. Me sorprendí mucho cuando me di cuenta, no me imaginaba que eso le pudiera gustar.

–         No te podés imaginar lo sabroso que es para un hombre un buen masaje de próstata. – me dijo Majo al ver la sorpresa dibujada en mi rostro – No tiene nada que ver con ser maricón o no… lástima que por llevárselas de machos casi ninguno se deja…

 

Mientras más adentro llegaban sus dedos, más placer sentía su hijo y más cerca estaba del orgasmo. Y como estaba tan caliente no tardó mucho. Vi en su rostro como el placer crecía exponencialmente hasta que se convirtió en una incontrolable conmoción que hasta lo hizo gritar.

–         ¡¡¡OOOOOHHHH, AAAAHHHH!!!… ¡¡¡¡MAAAAAMAAAAAGGGGGHHHHHH!!!! – Ricky estalló finalmente en uno de los orgasmos más poderosos y largos que yo había visto en mi vida, no podía creer que apenas horas antes me hubiese cogido como un loco, no había comparación – ¡¡¡¡OOOOHHHHH, SAAAAASHHHAAAAAGGGGHHHH!!!! – yo me metí su pene a la boca y recibí en ella todo el caudal de semen que expulsó, fue apoteósico, increíble.

 

Ricky prácticamente se quedó flácido, acabado, totalmente fuera de combate, incluso me preocupó y hasta pensé que se desmayaría. Nosotras lo veíamos felices y satisfechas, yo con la boca llena de su simiente y Majo con un visible brillo de orgullo en la mirada. Ella me tomó suavemente de la barbilla y me besó profunda y apasionadamente, compartiendo conmigo el semen de su hijo. Luego nos acostamos a su lado, él quedó profundamente dormido entre nuestros cuerpos calientes y nuestras manos mimosas… luego nosotras también caímos rendidas.

 

.     .     .     .     .

 

Aquella mañana desperté como cualquier otro domingo, tarde y sin prisas. Pero ese día era diferente, de hecho todo era diferente, absolutamente. Luego de lo que hice la noche anterior nada en mi vida volvería a ser como era antes. Había cogido por primera vez con alguien distinto a mi novio, su mejor amigo, Ricardo. Y por su fuera poco, con la madre de este, Doña María José.

 

Obviamente en la mente de Carlos que me hubiese revolcado con Ricky no contaba como infidelidad, pues él mismo le dio su bendición y hasta conspiró para que se llevara a cabo. Realmente era solo cosa de tiempo para que incluyera a alguien en nuestra cama, después de todo era lo que él quería… y yo también, tengo que admitirlo. Lo que nadie imaginaba era lo de la señora, era algo impensable.

 

Todavía podía sentir la calidez y suavidad de los labios de la señora sobre mi piel, aun podía saborear el dulce néctar de su saliva y de los jugos de su sexo. Si, ya nada era como antes, nada, incluso hice mi primer trío aquella noche, sin mencionar que tuve mi primera experiencia lésbica. La pregunta ahora era ¿qué sigue, qué más seré capaz de hacer y dejarme hacer por placer? Ese día tomé, por fin, la decisión que me devolvería las riendas de mi vida, pero que, al mismo tiempo, evitaría que volviera a ser la misma de antes… mi vida terminaría de cambiar para siempre.

 

Continuará…

 

Garganta de Cuero.

 

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.

 

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Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)