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Don Artemio y su señora

en Intercambios

Don Artemio y su señora

Buenos días, otra vez soy Tito para seguir contándoles mi historia. Las cosas continuaron mejorando para mí. Nuestros encuentros eran regulares, a veces en mi casa cuando estaba solo, a veces en la suya cuando ni sus padres ni su nena estuvieran. La mitad de las veces en hoteles de paso, en donde entrábamos en su carro, una camioneta con los vidrios polarizados, conmigo oculto atrás. Pero aclaro, ambos teníamos claro que las cosas entre nosotros se limitaban a ser muy buenos amigos y a coger como locos siempre.

Claro, las cosas no se nos daban tan fáciles como pareciera, el lugar donde vivimos es bastante homofóbico, como ya dije en mi relato anterior, y existen muchos prejuicios sexuales todavía, no nos podíamos dar el lujo de ser descubiertos, debíamos disimular siempre. Y este problema se extendía a los hoteles y moteles. No en todos permitían la entrada de parejas gays, como dije, los prejuicios estaban a la orden del día incluso entre los dependientes. Y como no siempre era posible vernos en nuestras casas, pues nos teníamos que aguantar las ganas.

Pero por azares del destino encontramos un lugar acogedor, limpio y en donde los dependientes, un anciano como de 90 y su mujer, mucho más joven que el, no hacían preguntas de ningún tipo. El lugar se localizaba en una zona más o menos pudiente de Zacapa, en un lugar discreto y rodeado de árboles, perfecto para parejas clandestinas como nosotros. Sin embargo no era barato, los dueños sabían que era un buen lugar y que las parejas que llegaban iban en busca de una buena aventura, rápida y, sobre todo, discreta, así que sabían como sacar provecho de ello.

El encargado, don Artemio, parecía no haberse dado cuenta que éramos 2 hombres los que visitábamos ese lugar más o menos una vez a la semana, pues Rafael y yo llegábamos por separado y nos reuníamos en una habitación que, previamente, uno de los 2 ya había alquilado por hora y, al terminar, nos íbamos también, salíamos uno y luego el otro. Sin embargo no era así, pronto aprendí que el viejo ese estaba en todo, y más que buitre era un halcón.

Cierto día en que Rafa salió antes que yo, aun me quedé un momento en la cama, con el culo abierto y metiéndome los dedos allí dentro, saboreando todavía los restos de su acabada en mis labios, cuando de pronto alguien tocó a la puerta. Rápidamente me coloqué el pantalón, sin calzoncillo y me puse una camisa. Era don Artemio, un hombre de noventaytantos, moreno, bajo, enjuto, encorvado y arrugado como una pasa. No era calvo, más bien tenía la cabeza despoblada, lo que le daba una apariencia aun más extraña. Usaba un bigote pequeñito al estilo Hitler y siempre llevaba una sonrisita tonta en sus labios, acompañada de un brillo especial en los ojos, los únicos rasgos de picardía que le quedaban a quien de joven fue un picaflor empedernido.

Buenas tarde señor, permítame presentarme… mi nombre es Artemio Pineda.

Mucho gusto… Tito Estrada para servirle. – le respondí, al principio no entendí para qué se presentaba de nuevo, si sabía de sobra que yo conocía su nombre, pero era solo para que yo me presentara.

Espero que las condiciones de la habitación hayan sido de su agrado. – me dijo entrando sin pedir permiso siquiera.

Si, si… claro… es amplio, limpio, acogedor… si, estoy muy satisfecho.

Que bien… le he dicho a mi esposa que los cuartos siempre deben estar completamente aseados… – agregó sentándose en la cama – Don Tito, no soy un hombre de muchas palabras así que iré directamente al grano, se preguntará cuál es la razón de mi vista…

La verdad si…

Verá… lo que le voy a pedir es algo difícil, se me cae la cara de vergüenza de solo pensarlo… a mi no me importa si a usted le gustan los hombres o las mujeres, – me sentí descubierto en ese momento y su actitud me empezó a molestar – la verdad es que no es asunto mío, es cosa de la vida de cada quien. Por otro lado asumo que es usted bisexual, pues la mayor parte de rancheros y hombres de campo lo son… je, je, no se pueden dar el lujo de andar por ahí solo detrás de muchachos…

¿Puede decirme qué es lo que quiere de una buena vez? – le espeté.

No se enoje, no sé enoje, que no le voy a pedir nada malo… o por lo menos que no le pueda llegar a agradar mucho. Mire, el asunto es el siguiente: como se podrá dar cuenta claramente ya no soy el mismo hombre que solía ser, resistente, vigoroso, no, ya no. La edad ya me cayó encima y los achaques se vinieron con ella… y tengo una esposa muy joven… ¿comprende? – un pensamiento algo morbosos apareció en mi mente, ¿acaso ese hombre desagradable estaba a punto de pedirme lo que yo creía?

No… no comprendo… – le dije, reservándome mi pensamiento para mi, el me sonrió con sorna.

Claro que comprende… Olga, pasá adelante. – dijo, entrando luego su mujer a la habitación, envuelta solo en una toalla de baño.

Buenas tardes. – me dijo y yo mudo.

Olguita aun es joven – prosiguió el viejo – y tiene "necesidades" que, como verá, yo ya no puedo satisfacer. Y yo amo mucho a mi esposa – la muchacha comenzó a mover su cuerpo de formas impudorosas, casi sucias, restregándose los senos y subiéndose la falda hasta casi mostrarme su sexo.

¿Qué se hace en ese momento, que cosa puede ser dicha sin que parezca una estupidez, que cara poner, más allá del acostumbrado gesto de imbécil? Me imaginaba que esto era lo que el viejo me iba a pedir, pero no creía que lo fuera a hacer de verdad.

Me fijé en usted Tito, porque parece ser una persona aseada, normal, no un pervertido sucio. Su amigo, el si se mira pendenciero, por eso ni pensé en el siquiera – me decía Artemio mientras su mujer se iba desnudando frente a mi – Además… mi señora se siente muy atraída por usted, je, je, je.

Pero… es que… no… yo… esto no puede… puta madre…

Si, si, ya sé que como gay no me debería poner nervioso frente a una mujer desnuda, pero recuerden que pasé casi toda mi vida casado con una mujer maravillosa y bastante exigente en la cama (gracias a Dios). Terminé por volverme totalmente bisexual. Además, frente a una mujer como Olga, pocos hombres podrían resistirse.

Era alta, como de 1.70, delgada y de piel blanca, su belleza contrastaba con la fealdad del viejo, así como su juventud, pues la señorita no pasaba de los 20 años. Tenía ojos verdes pálidos, casi avellanados, cabello castaño claro liso hasta media espalda, nariz perfecta, labios finos y, en fin, una carita preciosa. Su cuerpo también había nacido bendito por la musa de la belleza. Era delgada, con senos medianos y firmes, mirando al frente; vientre plano y cintura estrecha, caderas anchas y un redondo y respingón trasero, sencillamente era bellísima.

¡Don Artemio, por favor, ya basta! – protesté, tratando de recuperar mi aplomo y autocontrol.

Pero va a ser solo un ratito… – dijo ella melosamente.

¡Pero es que no puede ser!

Ella quiere, yo quiero que así sea… hasta quisiera quedarme mirando un poco… Tito, de verdad que no comprendo sus dudas.

¡No es normal! – dije, mientras ella se ponía en 4 y avanzaba a mi como una gata en celo.

¿Y qué cosa es normal en este mundo? Tito, ¿qué puede perder? Además, si logra que a mi mujer le guste la va a tener lamiendo de su mano… o verga, cuántas veces quiera. Anímese, ¿qué puede perder?

Y antes que pudiera protestar de nuevo, ella, con mucha maestría y habilidad, logró desabrocharme el pantalón bajándomelo de un fuerte tirón. Mi pene saltó erecto en toda su extensión, dejando a la muchacha con la boca abierta y los ojos desorbitados y al viejo mudo y sin saber qué decir por primera vez en la tarde. Je, je, 30 cm. de verga no son pocos.

¡¡¡DIOS MÍO!!! – exclamó ella.

¡Mi vida, ¿será que te podés tragar eso?!

Olga, por toda respuesta, se llevó a la boca mi largo t gordo miembro, metiéndose el glande entre la boca y procediéndolo a succionarlo mientras manipulaba con una mano mis testículos y con la otra se empezaba a masturbar.

¿Saben cuál es el error de diseño anatómico y fisiológico más grande que tiene el varón? Que no tiene suficiente sangre nunca para llenar ambas cabezas al mismo tiempo, o piensan con la cabeza o con la verga, pero con las 2 nunca. Y yo, que no soy la excepción, terminé dejándome llevar por las suaves caricias de los labios y lengua de esa muchacha.

Era el primer contacto de índole sexual que tenía con una mujer desde la muerte de mi esposa, y la primer mujer en mi vida que aparte de ella, me sentía extraño, la verdad, pero muy caliente.

Poco a poco Olga, iba logrando tragar más de mi tranca, y esta se me ponía más dura, para cuando volví a abrir los ojos ella ya iba por la mitad, con los ojos enrojecidos por el esfuerzo y sintiendo arcadas, pero con una gran cara de placer.

A Olguita le gusta mucho mamar vergas don Tito… y con la suya se va a hacer adicta. – me dijo el hombre, sentado cómodamente en la cama y mirándolo todo con ojos de pervertido.

La muchacha continuó con su trabajo, lo hacía muy bien. De repente sentí una mano hurgando en medio de mis nalgas, metiéndome los dedos en el ano y dándoles vueltas, encogiéndolos y estirándolos. Ya no aguanté más, las caricias anales me matan y acabé a chorros llenando la boca de Olguita, que seguía mamando y chupando con suma avidez.

¡¡¡¡¡AAAAAARRRRRRGGGGGGG!!!!! – bramé - ¡¡¡¡¡OOOOOOUUUUUGGGGGGHHHHH!!!!! –

Olga tragaba y tragaba, pero bastante de mi semen se le salió de los labios. Quedé de pié, jadeando, sudando a chorros, con ella aun pegada a mi paloma, sorbiendo las últimas gotas. Tenía toda la boca embadurnada con mi esperma y oía su lengua chapotear con ella, me veía desde abajo con sus ojitos brillantes, preciosos, como sonriéndome.

¿Ya ves Olguita, te dije que al señor le gustaba por el culo? Espero que no se ofenda, pero es que habíamos estado discutiendo su usted era gay o no… ella no lo creía.

Pero ahora si, – dijo ella - ¡vieras que fácil me entraron los dedos entre su culo! Lo tenía todo abierto…

¡Es que le acaban de dar por allí! – dijo Artemio – De seguro su amigo se dio la grande con el hoy, je, je, je… – más rojo no podía estar.

Olga hizo caso omiso al resto de tonterías que dijo el viejo y se concentró en seguir chupándome la verga hasta que consiguió ponérmela dura de nuevo.

¡Estoy impresionado Tito, qué rápido se le puso dura! ¡Y a su edad! Usted es un semental…

Chímeme duro… – dijo Olga, con su vocecita suave y aguda interrumpiendo a su marido.

Se puso de pié y se dirigió hacia la cama, rodeándola y llevándome a mi jalado del pene. Se posicionó detrás de Artemio y se acostó en la cama, dejando sus caderas justo en la orilla. Ella misma dirigía mi macana hasta su entrada hasta que su esposo, moviendo con un risita tonta un condón en el aire, le dijo: "Olguita, no te olvidés de esto niña…".

Pero ese no le va a quedar…

Yo tengo… – dije entre dientes.

Le di uno de los que uso (XL) y me lo puso, y nuevamente guió mi aparato hasta su entrada, rebosante en fluidos y que desprendía un penetrante aroma a hembra caliente. La punta tocó sus labios mayores y los comenzó a abrir, ella cerraba los ojos y se mordía los labios. Poco a poco despareció el glande y el resto lo siguió, vi y sentí como el cálido y húmedo conducto vaginal de ella se abría y extendía, abrazando mi paloma, apretándola, calentándola.

"¡Dios mío!" dijo en un susurro cuando mi pene llegó al final del camino, topando con las puertas de su útero, aun quedó más de la mitad afuera. Soltó entonces, dejó mi miembro bien ensartado en sus entrañas mientras ella recogía las piernas hacia ambos lados de su cuerpo y llevaba las manos arriba de su cabeza, aferrándose a las sábanas en una actitud de sumisión total que Artemio me reafirmó:

Mi esposa se ha entregado a su entera disposición Tito, ya está lista para usted, puede cogérsela como quiera…

Ya no lo quise seguir pensando y la sujeté de las caderas, comenzando con un mete y saca, lento y suave al principio. Inmediatamente empezó a gemir suavemente, jadeando y tensando el cuerpo. Aquella sensación me trajo mil recuerdos a la mente, el cuerpo desnudo de mi esposa, Estela, sus senos pequeños meciéndose como locos, con esos pezones erectos, enrojecidos por una larga sesión de chupadas y caricias de mis labios, su rostro angelical contraído en una mueca de placer, con su cabello rubio enmarañado sobre el y empapado en sudor. Toda ella estaba empapada, su cuerpo pequeño y delicado exudaba un aroma repleto de feromonas que me enloquecían, mi pene largo y grueso horadaba sus entrañas son parar, no la dejaba tomar aire y ella solo me pedía más y más…

¡Cuidado que me la va a romper! – la voz de Artemio me devolvió a la realidad, era con su esposa con la que estaba cogiendo, no con la mía.

Mis embates se habían hecho muy fuertes sin darme cuenta, su vagina estaba siendo forzada al máximo y estirada en toda su extensión. El cuerpo de Olga se sacudía violentamente, cada músculo de su cuerpo se estremecía con cada arremetida de mi virilidad, sus senos se zarandeaban incontrolablemente, con sus pezones parados y duros. Ella no dejaba de gemir, y para evitar que me detuviera o bajara el ritmo me rodeó con las piernas, lo que tranquilizó a su marido, que veía todo con los ojos perdidos.

Le di duro como por 10 minutos, antes de que decidiera cambiarla de posición. Levantándola del pelo la coloqué en 4, la volví a penetrar y le comencé a dar con todo nuevamente. Olga estaba perdida, tan solo en mi esposa había visto esa cara antes, tenía los ojos en blanco, con la lengua afuera y babeando copiosamente como si fuese un perro famélico frente a la comida… bueno, en este caso era una perra en toda regla.

Estaba tan excitado que hubiera podido cogérmela por horas, pero ya se me estaba haciendo tarde y tenía que regresar a mi casa. Con una mano me puse a meterme varios dedos entre el ano hasta que, por fin, acabé por segunda vez. Bramé como toro enfurecido y llené el condón por completo con mi esperma, luego me quedé quito, empapado en sudor y con la verga aun metida entre las entrañas de Olguita. Ella había tenido ya su orgasmo.

¿Te gustó nena?

Si… mucho… – contestó jadeando.

¿Y a usted Tito, le gustó como coge mi esposa? – solo asentí con la cabeza y una enorme cara de satisfacción.

Minutos después, luego de darme una ducha rápida, me fui de regreso a mi casa, no sin antes prometer que llegaría por lo menos una vez a la semana a saciar las necesidades sexuales de la señora, para así cumplir con las obligaciones de su marido que, por su edad, ya no era capaz de realizar.

Tito (Garganta de Cuero).

Pueden mandarme sus comentarios y opiniones a mi correo electrónico, muchas gracias.

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