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Beatriz 01

en Grandes Series

Beatriz

Capítulo I

Hoy si nos tocó duro seño…

Si Oli, bien duro… ¡quién me manda hacer tamales para vender!

¡Y muy baratos los dio!

¡Si, eso de los negocios no se me da!

Platicaba con Olivia mientras lavábamos los platos del almuerzo, en mi casa siempre había mucho que hacer, pues era una pensión llena de huéspedes. Ella era una mujer de mi edad, no llevaba mucho tiempo trabajando para mi, la contraté porque Ixcamil, mi ama de llaves, y yo, no nos dábamos abasto para todo. Era malencarada y chismosa como noticiero amarillista, pero muy colaboradora y confiable.

De pronto siento una punzada en la espalda, muy suave, como un piquetito, pero yo sabía bien que no era eso. Inmediatamente volteé al reloj de pared que tengo en la cocina, las 12:45. ¡Mierda," exclamé, "qué tarde es!". Y en efecto lo era, nunca lo dejaba esperando tanto, pero es que, tonta de mi, dejé que las cosas se me acumularan mucho. Me apuré con los platos, de reojo noté que Oli se dio cuenta de mi prisa, tiendo a ser un poco torpe cuando ando en carreras pero no lo podía dejar esperando más tiempo. En cuanto terminamos le dije que me retiraba a mi habitación:

Bueno Oli, me voy a bañar que ando toda sudada…

¿Luego me puedo ir a bañar yo seño allá a la par? – se refería a la casa de Jorge.

Si, claro… solo esperá a que regrese Ixcamil y te vas… – me quité el delantal y saqué un pepino grande de mi refrigeradora.

¿Ya va a comer otra vez seño Bea?

Si, ya sabés que me gustan los pepinos con sal y limón…

… y también las zanahorias, y los apios… los bananos y los plátanos… – me iba poniendo muy roja a medida que hablaba – ¡parece conejo seño!

Si, si… conejo… – me reí como tonta, pero colorada como un tomate… si Olivia supiera…

La dejé y me dirigí a mi cuarto con ese largo, grueso y muy viril pepino en las manos. Mientras subía los escaños de las escaleras sentía una ansiedad creciendo en mi interior, nadie como él sabía ponerme nerviosa. Siempre me pasaba lo mismo, no podía evitar rememorar mi vida pasada, al lado de mi esposo y mis hijos antes que él llegara. Era una vida sencilla, normal y feliz, pero luego un trágico destino se nos apareció al doblar la esquina, mi amado esposo murió dejándome viuda y casi desamparada… y luego él vino y se instaló en mi vida… quizás para siempre.

Buenas tardes Beatriz, ya pensaba que se había olvidado de mi. – me dijo en cuanto entré a mi recámara, ya me estaba esperando tal y como temía.

Claro que no Maestro, lo que pasa es que se me acumuló el trabajo en la posada… pasé corriendo toda la mañana… – le respondí sin hablar, tan solo con el pensamiento, sabía que él me escucharía sin problema alguno, de igual forma se comunicaba conmigo.

Si, me lo imaginé… ese delicioso aroma a tamales rojos de carne me llegó…

…si quiere le puedo servir uno Maestro…

Usted sabe que ese tipo de alimento no me sustenta ni despierta mi apetito… – de nuevo se me subieron los colores – y bien mi señora, ¿que platillo me tiene preparado para hoy?

Ensalada de pepino… condimentada… con… conmigo… – aunque casi me río de mi tonta broma, pudo más la vergüenza y me puse más roja todavía.

Mmmmm… me encanta ese plato Beatriz, entonces, ¿le parece si empezamos? – muda y nerviosa asentí con la cabeza – Quiero que se desnude frente al espejo de cuerpo entero… pero despacio, lentamente, quiero verla disfrutar de cada parte de su cuerpo…

Si Maestro… lo que usted pida…

Titubeantemente ingresé al baño de mi pieza y me paré frente al espejo de cuerpo completo que tengo allí. Ese día llevaba un viejo vestido estampado azul y con falda hasta los tobillos, empecé tímidamente con los botones, pronto mi brasier blanco de encajes quedó a la vista, me hizo gracia, parecía mantener una brava lucha en contra de mis ingentes pechos para mantenerlos en su lugar.

- ¿Qué le parecen mi señora, acaso no son las ubres humanas más hermosas y generosas que ha visto? – "ubres humanas", un comentario muy despectivo y hasta despreciativo, pero el sabía que eso me calentaba rápidamente.

- Son muy grandes Maestro, demasiado… usted no debió hechizármelas. – en mi juventud destacaba por la talla de mis senos, siempre se me dificultó conseguir blusas y sostenes para ellos, pero él, con su magia, hizo que empezaran a producir leche en grandes cantidades, con lo que aumentaron de tamaño y ahora si parecían ubres de vaca lechera.

Me quité el sostén, mis 2 monumentales esferas de carne rosada saltaron y botaron sutilmente. A pesar de mi edad (50 años) aun no se veían caídas, al contrario, se veían firmes y redondas. Tenían amplias aureolas de un rosado más intenso que el resto de la piel, coronadas con pezones puntiagudos en medio de ellas, muy sensibles y henchidos por la lactancia. Y por la misma razón mis tetas se veían enormes, pesadas y surcadas de venas violáceas.

Adelantándome a sus deseos los comencé a frotar y estrujar, despacio pero con fuerza. Al instante mis pezones sensibilísimos se pusieron duros y finos hilillos de leche empezaron a emerger de ellos. Me encantaba tocarme las chiches, siempre las tuve muy sensibles, y ahora me gustaba ver las finas líneas de leche volar por el aire cuando las apretaba. Tomé mis pezones con los dedos y los elevé, dejando colgadas mis tetas de ellos. Me los llevé a la boca y empecé a chuparlos, el placer crecía lentamente, pero sin detenerse. Me bebía mi propia leche, de un gusto dulzón que me encantaba. Y mientras me succionaba una, con la otra mano me acariciaba y restregaba la otra.

Si mi señora… gócelo, disfrute de su cuerpo… continúe con el resto de su ropa…

Si Maestro… lo que usted quiera…

Solté mis tetas y desabroché un botón de mi falda, esta se deslizó despacio, quedé en calzón. No era una tanga o algo por el estilo, lamento desilusionarlos, era un calzón blanco muy antierótico, recuerden que yo era un ama de casa normal. Luego cayó el calzón y quedé desnuda por completo. De nuevo contemplé frente al espejo mi desnudez, pensando en lo mucho que mi vida había cambiado, hace apenas unos cuantos meses esto habría sido impensable para mi.

Véase señora, vea ese cuerpo de hembra madura y caliente que tiene…

¡Maestro, no me diga eso!

Pero es cierto y usted lo sabe… esas ubres tan grandes y perfectas, esa cintura estrecha, esas caderas anchas de hembra paridora, engalanadas por detrás con un par de glúteos firmes, enormes, bien parados pese a su edad…

¡Maestro pare, ¿no me ve que me muero de la vergüenza?!

¡Usted se muere de la excitación Beatriz! Mírese los pezones, lo tiene como piedras – en ese momento sentí que se me endurecían, la carne se me puso de gallina – y su sexo… se está mojando, está inundándose… ¿acaso no lo siente? – por supuesto que lo sentía, a medida que mi Maestro me hablaba mi vagina y vulva se mojaban escandalosamente, sabía que eso tenía que ser obra de mi Maestro, de su magia.

Mi cuerpo de piel blanca y rosa empezó a enrojecerse, al mismo tiempo que se mojada en sudor, él me hace sudar como una cerda. Pasé mis manos por toda mi piel, sintiendo su calidez e intensos espasmos y escalofríos de placer que me ponían la piel de gallina y me hacían estremecerse toda. De repente apareció una bruma gris frente a mis ojos que se desplazó a un rincón del baño frente a la ducha, allí se condensó y apareció la figura de una mujer sentada sobre una especie de trono de madera. La mujer era yo, o mejor dicho, mi Maestro tomando mi forma física.

Sin embargo siempre aparecía con un atavío que yo jamás usaría. Esa vez se mostraba sobre ese trono con mi cuerpo desnudo, tenía los pezones anillados por gruesos aros de plata y un piercing atravesando su ombligo. Tenía las piernas abiertas, por lo que podía apreciar que llevaba el sexo completamente depilado a diferencia del mío, cubierto de un espeso matorral negro, y con los labios atravesados también por 6 aros, 3 en cada uno, y un delicado arete con una perla en la punta traspasándole el clítoris. Como verán, mi Maestro gustaba del fetichismo. Así mismo sus ojos estaban delineados con sombras oscuras y con un color rojo sangre en los labios.

Beatriz, quiero que se frote la vulva con la palma de su mano… despacio… gócelo…

Obedecí, separé un poco mis muslos y empecé a pasarme la palma de mi mano por todo lo largo de mi carnosa y peludita vulva que empezó a enviarme deliciosas sensaciones por todo el cuerpo. Mi temperatura aumentaba también, al mismo tiempo que se elevaba mi excitación.

Ahora métase los dedos… de 2 en dos… no, mejor que sean 3, formando un pequeño cono… mastúrbese con ellos como su fuese un pequeño pene. – me dijo mentalmente, aun sentado y dedicándome una lasciva sonrisa. – También quiero que me vea mientras lo hace… usted sabe cuánto me gusta ver el placer reflejado en sus ojos Beatriz…

Si, mi placer reflejado en mis ojos, siempre me dijeron que a través de ellos podían ver directo a mi interior, son tan expresivos. Aunque a mi Maestro quizás le gustaban más por su color, un intenso y brillante verde esmeralda, lo considero mi mayor atractivo.

Nuevamente acaté la orden, uniendo mis dedos pulgares, índice y medio, formé un conito que me metí adentro, ¡qué rico! Si por afuera estaba caliente y mojada, por dentro estaba peor, era como un horno repleto a reventar de líquidos. Frente a mi, él hacía lo mismo, sentado de forma inmoral sobre el trono, con las piernas abiertas y separándose los labios anillados de mi vulva, se frotaba un clítoris abultado con los dedos de la otra mano y gemía y jadeaba silenciosamente, viéndome a los ojos con atención y regocijándose de la forma en que me estaba poniendo de caliente.

Si… así me gusta Beatriz, me encanta que actúe como una perra…

Cómo su perra… – le respondí dejándome llevar.

Si… como MI perra… ahora tómese sus senos y lléveselos de nuevo a la boca, atrápelos con sus labios y dientes y empiece a mamar de ellos, quiero verla beber su propia leche. Y no los vaya a soltar, quédese con ellos así hasta que le indique lo contrario.

Si Maestro… – me llevé mis enormes tetas a la boca y las comencé a chupar, pero como se me caían por lo pesadas que eran tuve que morder mis pezones para sostenerlas.

Tomé el pepino ahora y póngase de rodillas dentro de su regadera con las piernas separadas… – nuevamente obedecí, acatar sus deseos como una verdadera esclava perdida me daba un gran morbo – eché su cuerpo hacia atrás, apoye la nuca con la pared si es necesario… pero no suelte sus senos mi señora, no los suelte. – asentí llevándomelos a la boca de nuevo – Muy bien, pasé ese fríos vegetal por encima de su sexo, siéntalo mi señora… – un gemido salió de mi boca, el pepino estaba muy frío y me puso la piel de gallina, pero me gustó mucho – siga adelante, no se detenga… goce de su cuerpo de hembra madura y caliente…

¡¡¡OOOOHHHHHH!!! – gemí con mis pezones atrapados entre mis dientes mientras me pasaba ese verde vegetal con mayor velocidad sobre mis genitales.

Perdí el control de mi misma, ni siquiera esperé nuevas instrucciones, me entregué por completo al gozo de pajearme como una mujerzuela sucia y viciosa frente a los ojos de mi Maestro, que se masturbaba casi con los mismos ánimos con los que yo lo hacía adoptando mi apariencia. No sabría decir cuándo fue que me metí la verdura, pero pronto la tenía casi hasta la matriz, cogiéndome con ella con frenesí a pesar de lo gruesa que era. Al mismo tiempo que me la embutía la retorcía y la cruzaba, así estimulaba al mismo tiempo la totalidad de mi extasiado sexo.

Empecé a sudar como cerda, de mi intimidad brotaba un río de humedad que corría por mis muslos jamonudos y caía sobre la loza. Mi respiración agitada e irregular hacía que mi pecho se inflara y desinflara cada vez más rápido, causando fuertes jalones sobre mis pezones que aun tenía entre mis dientes. Tuve que morderlos con fuerza, casi hasta hacerme daño, para no soltarlos, mientras trataba por todos los medios de seguir mamando, atiborrándome de mi propia y abundante leche. Pero era tanta mi excitación y agitación que casi toda se escurría por mis comisuras y caían en blancas gotas por mi cuello hasta alcanzar mi vientre, seguro era una imagen de lo más sucia.

¡¡¡MMMMMMMFFFFF!!! ¡¡¡MMMMMMMFFFFF!!!… ¡¡¡¡OOOOOOHHHHHH!!!! ¡¡¡MAESTROO, MAESTROOOOOOUUUUUGGGGHHHH!!!!

Estallé al fin en un violento orgasmo que me sacudió entera, solté mis pezones y mis ingentes tetas cayeron y rebotaron con fuerza, lanzando un largo chorrito de leche como si también estuviesen conmocionadas de tanto placer. Y este había sido tan intenso, que acabé orinándome mientras los estremecimientos no cesaban. Al final quedé de rodillas en la loza de la regadera como estaba, desnuda, con mi frondoso cuerpo desnudo y empapado de sudor, con los muslos separados y el grueso pepino aun muy metido dentro de mi vagina, que chorreaba a caudales. Me apoyaba en la pared de atrás con la cabeza, tenía los ojos cerrados, mi corazón latía aceleradísimo y mi pecho agitado se inflaba y desinflaba rápidamente, provocando un sensual meneo en mis enormes tetas. Luchaba por serenarme, pero aun jadeaba con la boca abierta y babeante como una.

Bien, bien… excelente Beatriz, estoy muy complacido y satisfecho… como siempre… muy bien hecho… – me dijo y yo me quedé sentada sobre la losa reponiéndome. – Si gusta, ahora podemos pasar a su lección de hoy mi señora, en cuento se recupere, por supuesto. Tómese su tiempo mi señora, sabe en donde encontrarme…

Desapareció con el trono como una bruma, y yo, tras tomarme un momento para recuperar el aliento me saqué el pepino de mi dilatada y gozosa vagina, una sensación de gran vacío apareció en mi sexo … ¡por él Maestro es que nunca he podido volver a ver los vegetales como antes, je, je, je! Abrí el grifo de la regadera y dejé que el agua me refrescara antes de salir con mis gigantescas tetas bamboleándose, vestirme y alistarme para mi lección de ese día.

Si, mi vida es muy extraña y distinta a lo que era antes o a lo que pudo ser… o a la vida de casi todas las demás personas. Él, ese poderoso y voraz íncubo, es mi maestro, mi instructor. ¿Qué es lo que me enseña? Bueno, pues… él me ayuda a… pues… a desarrollar y conocer ciertas partes de mi ser que ignoraba por completo. Pero de eso les hablaré más tarde, por ahora creo que lo mejor es comenzar desde el principio, desde el momento en que mi vida comenzó a cambiar de formas que jamás me llegué a imaginar.

Todo empezó hace varios años, durante uno de los momentos más difíciles de mi vida, ya habían pasado más de 6 meses desde la muerte de mi esposo, tras más de 15 años felizmente casada con él, y aun no lo superaba. Fernando murió en circunstancias misteriosas, simplemente lo vi salir de la casa una mañana y luego, por la noche, llega la policía y me dice que tenía que ir a la morgue identificar su cadáver. Gracias a Dios la vida nunca me ha dejado sola en esos momentos, me acompañó mi amiga Bertita con su esposo y Jorge, mi gran amigo. Fue él quien lo identificó, yo apenas me atreví a mirar. El parte policíaco decía que fue un intento de secuestro, pero algo me decía que no fue así, que eso no era todo.

Fer y yo nos conocimos cuando ya teníamos nuestras vidas hechas, yo era viuda de mi primer marido y con hijos propios, él un hombre divorciado con hijos propios también, juntos procreamos 3 hijos más. Sin embargo vivíamos solos, nuestros hijos mayores ya tenían sus vidas hechas y los 3 pequeños vivían en la capital con mi hija más grande pues allí estudiaban. Así que se imaginarán que tras su muerte me sentía muy sola y miserable.

Y así, a mis 50 años recién cumplidos estaba sola y deprimida, sin el hombre que amé e idolatré con locura y pasión. Y para más joder quedé en la calle, yo era una simple ama de casa totalmente entregada a mi hogar y a mis hijos, no tenía entradas económicas propias. Claro, Fer no me dejó en la miseria, me dejó todos sus ahorros y "Las Ilusiones", su finca de café, pero ¿qué putas sabía yo del café, o de la tierra? Esas eran cosas que él atendía, yo me dedicaba a la casa. Y tampoco podía recurrir a mis hijos, los míos estaban atravesando por momentos duros, los de él… pues no me querían, me culpaban a mi de la separación de sus padres a pesar que yo llegué cuando ya no estaban juntos, pero supongo que fue por mi que nunca más volvieron.

Pero bueno, no me podía dar por vencida sin haber luchado antes, si algo me enseñó la vida es que hay que hacerle huevos. Me senté con mis amistades más cercanas y analicé mi situación, más allá de mis habilidades domésticas y culinarias no sabía hacer nada más que me diera dinero, como dije, era un ama de casa completamente entregada al hogar y a la familia. Como pastelera no me iba a poder sostener, aunque si paliaría más la crisis, ni cómo cocinera. Así que, viendo que no tenía muchas opciones, tomé decisiones difíciles aunque no quería: convertiría mi casa en una pensión y arrendaría la finca a Braulio, un tipo desagradable pero que sabría manejarla muy bien. Me imaginé a Fer revolcándose en su tumba, Braulio no le agradaba para nada.

¡A propósito!, mi nombre es Beatriz Asensio, viuda de Solano, soy una madura guatemalteca y esta es mi historia, una historia extraña, muy extraña…

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.

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De esposa ejemplar a ramera empedernida (19 Final)

Perro de Alquiler (09)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (18)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (17)

Perro de Alquiler (08)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (16)

Perro de Alquiler (07)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (15)

Perro de Alquiler (06)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (14)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (13)

Perro de Alquiler (05)

Perro de Alquiler (04)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (12)

Perro de Alquiler (03)

Perro de Alquiler (02)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (11)

Perro de Alquiler (01)

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De esposa ejemplar a ramera empedernida (03)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (02)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (01)

Amor de Hermanas (03)

Amor de Hermanas (02)

Amor de Hermanas (01)

Toda una Valkiria

Revolcado entre el Bosque

El Amigo de mi Esposo

Noche de Bar

Las Playas de Monterrico (02)

Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)