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La que Es, Vuelve (01)

en Dominación

La que es, Vuelve…

Presentación…

Buenos días tengan todos, gracias por acompañarme nuevamente en el inicio de una nueva serie de mi inspiración. Quiero comenzar agradeciéndoles el apoyo que he recibido desde que comencé a enviar relatos a esta página, así como los malos comentarios y las críticas.

El día de hoy comienzo con la publicación de una nueva serie, pero les confieso que ya había sido publicada antes bajo el nombre de "Devoradora". Pedí que retiraran a la serie porque quería volverla a escribir y cambiar algunas cosas y aquí la tienen. Se trata de la infidelidad de una mujer casada y devota, y de cómo fue que cayó, para iniciar más adelante su lento y progresivo camino a la degradación. Es un historia larga que iré publicando poco a poco y por bloques.

Cabe aclarar además que trataré de darle prioridad a la trama por encima del erotismo, no quisiera convertirla en una serie porno más. Espero que lo disfruten y por lo pronto me despido y los invito a continuar enviándome sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.

Garganta de Cuero.

 

Capítulo I

No sé como describir lo que siento, la vida da vueltas y vueltas, a veces de formas caprichosas que no entendemos. De verdad, ustedes no pueden ni imaginarse lo horrible que me siento ahora, después de tanto tiempo. Yo solía ser tan solo un ama de casa amorosa, madre abnegada y una esposa fiel y entregada a mi amada familia. ¿Cómo fui a caer tan bajo, en qué momento de mi vida dejé aquello y me convertí en lo que soy ahora? No me voy a adelantar, voy a irme por partes y desde el principio…

Mi nombre es Débora Lozano, soy guatemalteca y tenía en esos días 28 años. Era esposa y madre de familia y mi vida parecía maravillosa… parecía, pues en realidad era solitaria y aburrida. Estaba casada con Leonardo Grijalva, un hombre no tan maravilloso que no buscó en mi otra cosa que una esposa florero a quien poder lucir con sus amistades. Era mucho mayor que yo, andaba por los 50, lo conocí cuando tenía 20 y él 40.

No le fue difícil enamorarme, yo era una muchacha tímida e insegura que solamente había tenido un novio antes. Fue un hijo de puta que me había dejado muy mal y herida, tanto que casi había renunciado al amor. Por ello, hallar a alguien como Leo, con experiencia y dinero me dio una sensación de protección que necesitaba desesperadamente, no pensé las cosas 2 veces. No piensen que era una muchacha fácil, lo que pasó es que ese novio que estuvo en mi vida antes que él me dejó tan mal que no lo pensé 2 veces para entregármele. Además tenía dinero y experiencia y pocos escrúpulos para usar eso a su favor, caí fácilmente.

Rápidamente nos hicimos novios y en menos de 2 meses ya me encontraba preñada, nos casamos precipitadamente y hasta ese momento me di cuenta de la realidad, que él no iba a ser el hombre de mis sueños. Le di 2 hijos, los "reglamentarios", y luego se olvidó que tenía esposa, dejándome además la responsabilidad de cuidar del hijo que tuvo de su matrimonio anterior. A la larga no fue malo, mejor sola que mal acompañada, el se dedicaba a sus fincas y negocios y yo me limitaba a cuidar del hogar y a sonreír para sus amistades.

Así me acomodé a mi condición de mujer florero, aunque no era lo que yo había soñado, me refugié totalmente en mis hijos, entre los que incluyo al suyo, que críe y amé como propio. Económica y materialmente estaba en la gloria, rodeada de lujos, pero afectivamente era pobre. Por ello me metí a la iglesia, quería paliar el vacío espiritual que ese hombre me dejó. A mis 28 era una señora recatada y conservadora, en camino de ser una vieja amargada cuando la menopausia me llegara, seguramente.

Pues bien, luego de este prólogo pasaré directamente a los hechos que deseo narrarles…

Las cosas cambiaron en mi vida cierto día en que había llevado a mi hijo de 8 y a mi nena de 6, a sus clases de karate en un exclusivo gimnasio de la ciudad que nuestra desahogada posición económica nos permitía pagar. Sus clases duraban una hora, por lo que me quedaba haciéndoles tiempo por allí. Ese día en particular estaba en un pequeño café tomándome algo, fue entonces que lo volví a ver…

Lo vi caminando por la calle totalmente despreocupado, muy metido en su mundo, pensando en… quién sabe en qué. Cuando lo vi me estremecí, tengo que admitirlo, hacían ya 12 años que no sabía de él y verlo caminar así tan de repente, me sorprendió muchísimo. Era Mario, había sido mi primer novio y el hombre que más daño me había hecho en la vida. Lo conocí a mis 15 años y rápidamente me enamoré de su forma de ser despreocupada y sincera. Con él perdí la virginidad y por él hice muchas cosas que hasta ese momento me esforzaba en olvidar. Me dejó por otra, una mujer mayor, casada y rica, y yo quedé deshecha. Pero al final logré sobreponerme y salir adelante con el apoyo de mi familia.

Me molestó mucho que luego de tanto tiempo aun me estremeciera al verlo, pero así era y lo tenía que aceptar. Traté de ocultarme para no ser vista pero me falló el intento, de lejos me saludó y entro corriendo al café, a sentarse directamente a mi lado.

¡Débora, que coincidencia encontrarte! ¡¿Cómo estás, qué tal te ha ido?!

¡Bien, bien!… – le respondí nerviosa – ¿Y tú?

¡Bastante bien, allí, dándole duro al trabajo!

Comenzó a platicarme de su vida, qué había hecho, que cómo estaba. Yo solo le respondía con monosílabas, tratando de ser cortante para que se fuera, pero él no se daba por enterado. Lo veía y oía hablar, no podía evitar que mi mente se remontara a esos años de mi adolescencia en que lo conocí y lo dejé hacer conmigo lo que se le daba la gana. Pero ya no era la misma, ahora era una mujer casada, ama de casa, decente y amorosa madre y sin embargo me sentía muy nerviosa, trataba por todos los medios de ocultarlo, ¿pero por qué?

Él también había cambiado, dejó de ser ese muchacho irresponsable y se convirtió en todo un hombre, luciendo su cabello oscuro en un peinado elegante y discreto y enfundado en un distinguido traje gris de ejecutivo. Pero esos ojos miel que me habían cautivado hacía tanto tiempo continuaban brillando con intensidad, un brillo que nuevamente amenazaba con cautivarme. ºMario fue y seguía siendo un hombre muy guapo.

Nos pidió 2 cafés y continuó hablando, me contó de su trabajo, que era gerente de una gran empresa y que le iba muy bien, que ganaba muy bien y que no tenía con quién compartirlo. Cambió físicamente pero no en su forma de ser por lo visto, seguía siendo el típico macho sinvergüenza, popular y mujeriego, al que las cosas parecían salirle muy fáciles siempre.

Y decime Debi, ¿ese marido tuyo – me molestó su tono despectivo – te trata bien?

Muy bien. – le dije rápida y tajantemente para que se callara.

Mmmm… – sintió la agresividad en mi respuesta – qué bueno, siempre fuiste una buena mujer y que te merecías un buen marido. Pero, decime, ¿con él sos tan "apasionada" como fuiste conmigo? – ¿qué clase de pregunta era esa, qué se ha creído ese imbécil?, mi fuerte mirada de furia fue mi mejor respuesta – mmmm, creo que no entonces…

Mi relación con mi esposo es un tema que no te incumbe y del que no te voy hablar…

¿Pero por qué la agresividad Debi?…

¡No te hagás la víctima ni me querrás salir con algún comentario cínico! Lo nuestro fue un grave error que quiero olvidar. Me dejaste una hija y la vida hecha pedazos, no tenés derecho a opinar sobre mi relación con él, que es mil veces mejor de lo que tu solo te podrás imaginar llegar a ser algún día, idiota. – ¡Mario solo se rió, el imbécil descarado!

Se puso de pié, me dijo adiós, me lanzó un beso en el aire y se retiró. Furiosa, casi con ganas de llorar, pedí la cuenta, pero el mesero me dijo que Mario ya había pagado.

Pe… pe… ¿pero cómo, no lo vi?

Este… bueno señora, cuando pidió los cafés me pasó discretamente un billete grande con una nota que decía "cobre todo aquí" y que me quedara con el vuelto…

Más enojada todavía me puse de pié y salí de ese lugar, ¿quién se creía que era y por qué me ponía así todavía? Fui por mis hijos y luego de regreso a la casa, iba con un muy mal sabor de boca y una sensación extraña dentro de mi, casi no hablé de regreso, a pesar de que ellos no paraban de contarme todo lo que habían hecho en su clase.

Llegamos a casa, mi marido no estaba, para variar andaba de viaje. Les di de cenar y luego nos fuimos todos a dormir. Yo también, me sentía ansiosa, nerviosa, rara, y en cuanto toqué el lecho una incipiente excitación nació entre mis piernas y empezó a subir por todo mi cuerpo, rápidamente mi sangre comienza a hervir y mi cuerpo a pedirme acción. No me gustó esa calentura pues sabía que era obra de Mario, desde que él estuvo en mi vida me volví muy caliente. Siempre luché contra eso, incluso, ni siquiera Leonardo sabía de mis ansias, siempre le cumplí como mujer, pero de formas muy conservadoras y algo reprimidas.

Apagué las luces y me tapé con las frazadas, dispuesta a dormirme y olvidarme de esos deseos reprimidos como siempre hacía, pero esa noche no pude, me acaloré rápidamente por lo que me quité todos esos trapos de encima. Mi mente volva sin parar, recordando cosas de mi pasado, muchas de las cuales me avergonzaban profundamente, hasta que la imagen de Mario llegó a mi. Sus pantalones de lona raídos y viejos, las camisetas que usaba debajo de sus camisas de franela, muy al estilo nirvana y ese cabello oscuro, largo y suelto en una anarquía de hebras. Mis padres jamás lo quisieron y con justificada razón, debí oírlos y no comenzar a verlo a escondidas como hice.

Luego vino a mi memoria una noche en que había ido a bailar con el, tenía apenas 15 años, pero ya cogíamos cada vez que nos veíamos. Engañé a mis padres diciéndoles que me iba a dormir a la casa de una amiga. Bailamos y tomamos, aprendí a tomar licor con él, me daba bastante al principio de las fiestas para tenerme entonada toda la noche y que se me fuera pasando antes de regresar a casa. Pues bien, ese día bailamos como locos y terminamos bañados en sudor. Me había tomado ya 3 cervezas y un vaso de ron, suficiente para estar muy mareada. Y al verme así, que ya no protestaba cuando me metía mano delante de la gente, decidió seguir adelante y empezarse a divertir conmigo como a el le gustaba.

Vení, salgamos a tomar aire fresco. – me dijo, tomó mi mano y salimos a la calle, dirigiéndose inmediatamente hacia su carro, el que dejó en un callejón – Te mirás preciosa hoy Debi. – me dijo, deteniéndonos, abrazándonos y besándonos, haciéndome sentir su erecto falo sobre mi vientre, el cual hizo que le empezara a sobar tomando mi mano y llevándosela allí – ¿Me vas a hacer feliz hoy nena?

Si… – le dije en un susurro tímido, con mi conciencia acallada por efectos del alcohol y dirigiendo mi mano hacía él empecé a masajearlo por encima del tejano que llevaba.

Pensando en aquello no me di cuenta de cuando fue que llevé mi mano a mi entrepierna, colándola por debajo del pantalón de mis pijamas. Sentí un fuerte estremecimiento cuando toqué y apreté mi vulva por encima de las bragas. ¡Oh, cómo me gustaba que él me la tocara, de esa forma tan tosca y dura que el tenía, oh! Y seguí recordando, me agaché y le bajé el ziper del pantalón, lamentablemente no era la primera vez que se la chupaba en un sitio peligroso. Le saqué la verga dura y parada y empecé a lamérsela, primero la punta, bajando despacio y pasándole la lengua por el tronco. Enseguida regresé de nuevo al glande y me lo metí a la boca.

¡¡¡OOOHHHH!!! – gimió Mario gozando como un loco de mi mamada – ¡Oh Dios mío, qué rico me la chupás!

Chupaba y mamaba sin detenerme, sentir aquel pene largo y grueso crecer dentro de mi boca me calentaba mucho. Se lo lamía y succionaba como si fuese un helado, se escuchaban chapoteos cuando me lo metía cuanto podía a la boca, estaba caliente y ansiosa por ser poseída por aquel novio al que amé demasiado. Y cuando me di cuenta tenía 2 dedos míos dentro de mi boca, por el sabor supe que acababan de estar dentro de mi sexo.

¡No, no! – exclamé volviendo en mi, levantándome de golpe y quedándome sentada sobre mi cama, agitada y con el corazón aceleradísimo.

¿Qué me estaba pasando, qué hacía yo recordando esas cosas? Y peor todavía, ¿por qué estaba tan caliente y excitada? Toqué mi sexo y estaba empapado, ¡eso no podía ser, si hacía tanto tiempo que ya no pensaba en las cosas que hice por culpa de ese hijo de puta! No podía ser, yo era una mujer decente, recatada, de mi casa y de mi familia. Pero por más que lo intentaba no lograba tranquilizarme, no me podía relajar y mi mente volaba sin control.

Mario me tomó del pelo con brusquedad y me hizo ponerme de pié. Sujetándome de un brazo me giró y me apoyó sobre el capó del carro, de espaldas a él. Me subió la falda hasta la cintura, me bajó el calzón y me empezó a manosear la raja del culo y del sexo. Sentía sus dedos hurgar dentro de mis labios vaginales, introduciéndose dentro de mi y sobando todo cuando podía sobarme. Encontró mi clítoris y lo acarició suavemente, se puso a restregarlo con intensidad, con toda la habilidad que a sus escasos 17 años tenía ya.

Me estremecía de placer, resoplaba y gemía en voz baja, no se detenía sino hasta que me notaba totalmente empapada, tan empapada como me hallaba en la cama, en donde, con los ojos cerrados, era yo la que se restregaba su propio sexo. Me dolía hasta el alma volver a desear a ese hombre y serle infiel a mis principios. Pero igual no dejaba de recordar…

Mario soltó mi sexo, me quedé tal y como me había dejado, inclinada sobre el capó del carro. Lo escuché manipular la hebilla de su cincho y el cierre de su pantalón, como se lo bajaba para, acto seguido, sentirlo intentando hundir su gordo y palpitante pene dentro de mi vagina.

Quedate quietecita y dejate como a mi me gusta nena… – me dijo, haciendo presión e introduciéndome su herramienta adentro.

Pegué un respingo y un gemido y lo dejé continuar, sumisa y mansa tal y como a él le gustaba tenerme. Mario me sujetó fuerte de las caderas y comenzó con aquel rápido y brusco mete y saca. Sentía aquel caliente ariete de carne entrando y saliendo de mi vagina una y otra vez, y aunque ya estaba casi acostumbrada, igual me estremecía de dolor y de placer por sus fuertes acometidas. Todo mi cuerpo temblaba, mis carnes se sacudían y de mi garganta salían gemidos ahogados en jadeos para no ser descubiertos.

¡¡¡OOOHHH, AAAAHHHH!!! – gemía Mario, extasiado de placer – ¡¡¡SOS LO MÁXIMO DEBI, LA PERRA MÁS RICA DE ESTE MUUUNNNDOOOOHHHH!!! – no me gustaba que me dijera perra, pero si me daba mucho morbo y no le decía nada.

¡¡¡OOOHHHHMMMM, OH, OH, OH!!! – gemía yo, tratando de hacer el menor ruido posible para no llamar la atención de nadie.

Sintiendo su grueso miembro penetrándome una y otra vez sin compasión, hizo que Mario lograra enviarme al éxtasis en pocos segundos. Me sacudí y me convulsioné sobre el capó de su carro, tal y como lo estaba haciendo sobre mi cama, de rodillas y con 2 dedos dentro de mi sexo y una mano estrujándome las tetas con fuerza. Ya no me importaba nada, tan solo saciar esta excitación extraña, esta calentura casi anormal que me invadía y me hacía actuar como la más puta de las putas en la soledad de mi habitación.

Cuando pararon mis estremecimientos, Mario me sacó la verga y me dio la vuelta, sentándome sobre el capó. Bajó los tirantes de mi blusa y de mi brasier y me sacó las tetas, que siempre las he tenido grandes, ya a mis 16 ya estaba totalmente desarrolladas. Se prendió de ellas, lamiéndolas y succionándolas con fuerza, mordiéndome los pezones y causándome algo de dolor. Al mismo tiempo acomodaba su pene en la entrada de mi intimidad y me volvía a enchufar de un solo movimiento, penetrándome sin piedad.

Yo le abría las piernas para recibirle, mansa y entregada como siempre, él me daba duro y rápido. Siguió así por unos minutos más hasta que ya no pudo más, clavándome duro y profundo 3 veces, me la sacó y acabó en medio de un fuerte gruñido en el parachoques de su carro, manchándolo todo de blanco.

¡¡¡AAAAHHHHHH!!! ¡¡QUÉ RICO!! – exclamó antes de soltarme y permitirme arreglar la ropa, todo había terminado ya.

Había terminado pero solo en mi mente, porque sobre mi cama continuaba masturbándome con furia. Tenía 3 dedos bien metidos adentro de mi sexo mientras la otra mano me apretaba las tetas tan duro que hasta me las dejaba marcadas. Estallé en un segundo y final orgasmo:

¡¡¡EHHMMMMMM!!! ¡¡¡¡MMMMMMMGGGGGRRRRRRSSSSSS!!!! – tuve que morderme los labios para no gritar

Quedé tirada sobre mi lecho, agitada y jadeando, empapada en sudor y sin comprender el porqué de tan intensa excitación, que a pesar de haberme masturbado no cedía. Después de eso llegué a la conclusión de que algo me estaba pasando, no podía ser que simplemente después de haberme topado de forma casual con él pasara todo el día siguiente caliente, pensando en sexo. Parecía como si nuestro reencuentro hubiese prendido cosas dentro de mi que supuestamente ya estaban muertas, pero aparentemente tan solo estaban dormidas.

Por las noche me costaba mucho conciliar el sueño, me era difícil cerrar los ojos y no pensar en nuestros calientes encuentros sexuales, en las formas en que solía tomarme, a veces casi por la fuerza. De hecho, llegué al colmo de terminar deseando, en varias ocasiones, volver a ser su mujer, sin que me importara ser su puta, su perra… su esclava.

Por supuesto esa situación me mortificaba y avergonzaba, pues lo de Mario fueron cosas que dejé muy atrás para no volver nunca. Además era una mujer casada, madre de 3 hijos, recatada, de buena familia y con firmes valores. Por lo tanto me obligué a dejar de pensar en él, a sacarlo de mi mente, hasta dejé de ir a ese café para no topármelo de nuevo.

Pero mi mala suerte se conjugó con la buena suerte de él…

CONTINUARÁ…

Garganta de Cuero

Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi dirección de correo electrónico, que con gusto los leeré y los contestaré, gracias.

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Kika

El Nacimiento de Kika

Perro de Alquiler (18: Final)

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Toda una Valkiria

Revolcado entre el Bosque

El Amigo de mi Esposo

Noche de Bar

Las Playas de Monterrico (02)

Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)