Beatriz II 02
Un perrito ¡un perrito! ¿un perrito? Vorandemur me había dejado un perrito debajo de la silla en la que estaba sentado. Era un pequeño cachorrito de color gris, con pelo hirsuto, tenía una apariencia bastante desgarbada y dudaba que tuviera algún tipo de raza reconocida. Aunque, viniendo de quien vino, muy segura estaba que no era un perro corriente.
No sabía que hacer con el, era muy pequeño para que pudiera defenderse solo, de hecho, seguro que no estaba destetado, ni siquiera tenía dientes cuando le examiné la boca. Lo envolví en un trapito y subí con el de regreso, pensaba llevarlo a una veterinaria para que algún veterinario (válgase la redundancia) lo viera y, de paso, se lo quedara, no me iba a quedar cuidando una cosa que quién sabe lo que es, y si Vorán considerase que era muy importante que me lo quedara, debió decírmelo, a diferencia de el yo no leo la mente.
Pero tuve mala suerte y me topé con Mari, y ella, obvio, se volvió loca con el animalito. No se lo pude quitar, la muchachita se encaprichó con el y me rogó hasta el cansancio que me dejara quedárselo. Y claro, no le pude decir que no. Le puso Coky, un nombre que me pareció muy tierno, la verdad (déjennos, así somos las mujeres).
Pues bien, le dejé al perrito y yo me entregué a mis quehaceres. A media tarde aparece de nuevo ni nena, con su cachorrito envuelto en un trapito como si fuese un pequeño bebé. Mari traía cara de preocupación.
Tiíta, mirá, Mari me llamaba tía, tan linda Coky está llorando mucho creo que tiene hambre.
¿Y qué le damos? pregunté, el cachorrito estaba muy pequeño para comer sólido.
No sé le quería dar leche con una pacha que compré en la tienda, pero no se lo toma mirá, no quiere. Mari le ofrecía el biberón, pero al perrito no abría la boca, parecía que no entendía y seguía llorando suavemente, casi sin fuerzas.
Pobrecito dije, tomándolo entre mis brazos, le puse un dedo en su hociquito y el trató de chupar de el.
¡No quiero que Coky se me vaya a morir! me dijo haciendo pucheros.
Tranquila nena, vas a ver que se va a lograr el perrito solo tenemos que hacer que coma.
¿Y qué comerá un perrito de ese tamaño?
Mmmm pues yo creo que a esta edad los perritos todavía toman leche de la mamá.
Pero no está la mamá
No, no está dije preocupada y quedándome pensativa, mientras el animalito continuaba tratando de mamar de mi dedo pero en la mente de mi nena preciosa si estaba pasando una loca idea.
¡Tiíta, tu estás dando leche!
Inmediatamente me le quedé mirando escandalizada, ¿de verdad pretendía que yo le diera de mamar a un perro? Recuerden que mi amo hizo que comenzaran a lactar, como cuando nacieron mis hijos, de mis enormes senos manaban verdaderos torrentes de leche cuando alguien me los chupaba o me los apretaban. Pero claro que no iba a permitir que un chucho me los chupara como si fuera un bebito.
¡Maritza, no le voy a dar de mamar a ese perrito!
¡Pero Coky necesita comer!
¡Pero no le voy a dar pecho!
¿Y si se me muere? comenzó a hacer pucheros.
No le vamos a dar de comer de otra forma más pucheros.
¡¿Pero y si no quiere, y si se me muere?! ¡buuuuaaaaaaa! empezó a llorar, en un obvio intento por ablandarme.
"¡De ninguna manera le voy a dar de mamar al perro Maritza!" le dije con firmeza y determinación por ello no sé qué hacia dándole pecho al animalito unos minutos después. La tenía muy consentida, ¡mierda! Y el cachorro cerote bebía tan a gusto de mi mama que no lo podía creer. Hasta parecía que lo disfrutaba el cabroncito aunque hay que aceptar que se veía muy tierno, aquel pequeño peluche me inspiraba una inmensa ternura.
Y así me quedé amamantando a Coky por más de 45 minutos, tenía mucha hambre el bebito. Por otro lado, sentir su lengua rozar mis pezones y a el succionando tan fuerte como podía terminaron por excitarme un poco. Culpé de eso al maestro, me estaba convirtiendo en una pervertida.
La tarde pasó y le dejé el perrito a Mari de nuevo, luego llegó la noche y con ella la cena y luego la hora de dormir. Nos despedimos con Mari mientras platicaba con doña Olivia, una inquilina más chismosa, que me mantenía informada de todo lo que ocurriera a mi alrededor. Luego me retiré a mi cuarto, en donde me puse el camisón, uno blanco y largo que tenía, sin nada debajo, tan solo bragas. Y sin retraso, como era siempre, apareció Maritza por la puerta que une su habitación con la mía.
Así era siempre, en cuanto escuchaba que yo ya estaba en el cuarto, ella entraba. Llevaba un top amarillo con un calzoncito celeste, poca ropa para dormir en nuestra ciudad, usualmente fría, pero estábamos en pleno verano. Se dirigió directamente a mi cama y se metió en ella, cubriéndose inmediatamente con mis sábanas. Viéndola con ternura (y algo de picardía, lo admito) me dirigí a su lado, cuando veo que tenía a su perrito en una caja al lado de la cama.
Mari ¿y eso? le pregunté con cara seria señalando a la caja.
Pues es que Coky no puede dormir solito
Pero no se puede quedar aquí adentro nena ¡ya me hiciste darle de mamar, no se va a quedar a dormir aquí!
¡Es un cachorrito, porfa tía Bea, porfa, porfa, porfa! me dijo arrodillándose en la cama, como rogándome.
¡Pero Mari! ¡ay Dios! vaya pues, que se quede pero no quiero oírlo pegar chillidos en la noche les dije que la tenía muy consentida.
¡Gracias, gracias! Te prometo que te voy a compensar me dijo y se quitó el top.
Me encantan sus senos, redondos, muy firmes, grandes sin llegar a ser enormes, con unos pezones puntiagudos y aureolas pequeñas. Mari es lo que se dice, una chava riquísima. Me acerqué a ella y la besé, nuestros labios se fundieron y nuestras lenguas se entrelazaron. Ella se me colgó del cuello y sin darme cuenta nos pusimos de pié y dimos media vuelta, quedando yo de espaldas a la cama. Mari me empujó hasta hacerme caer sobre esta, echándoseme encima sin perder tiempo. Por lo general ella siempre llevaba la iniciativa entre nosotras, supongo que por las ansias y la impaciencia que acompañan a los adolescentes.
Nuestros labios se separaron momentáneamente, nos quedamos mirándonos a los ojos y acariciándonos como verdaderas amantes por un momento, esos momentos románticos nos encantan. Entonces Mari me bajó los tirantes del camisón y luego la parte superior del mismo, dejando al descubierto mis senos, con los pezones erectos y listos para la batalla.
Me volvió a besar, suave, con ternura, lentamente bajó y por mi cuello hasta llegar a mi pecho, en donde besó mis senos con mucha delicadeza, lamiéndolos. Luego subió de nuevo y seguimos besándonos por un rato, solo acariciándonos, hasta que mi niña decidió ir por mis senos otra vez. Los chupó y mamó, lamiendo la punta de mis pezones y mordiéndolos suavemente, ¡qué deliciosa sensación cuando se bebía la leche que salía de ellos!
Entretanto yo me bajé el camisón hasta las rodillas y aproveché para quitarle el calzoncito, acariciándole las nalgas, 2 masas de carne dura, redondas, firmes y muy bien paradas, que coronaban unas caderas anchas que sostenían una cinturita de avispa. Volvimos a besarnos apasionadamente mientras nos manoseábamos, cada vez más alocadamente. Me separé de su boca y me fui a sus senos, los que chupé con fruición le pegué mordiditas suaves a sus pezones y los succioné con fuerza. Luego ella hizo otro poco conmigo y me sacó las bragas.
Despacio se fue haciendo hacia atrás, quitándoseme de encima. Entonces me abrí de piernas y ella, viéndome con ojos llenos de lujuria, terminó de separármelas y encajó su sexo sobre el mío, restregándolo mientras nos acariciábamos enteras. Jamás había hecho eso, era totalmente nuevo para mi, pero ella siempre fue muy pícara y con gran imaginación para esas cosas. Me encantó, esa sensación de tener esa húmeda y caliente parte de su cuerpo pegada a la mía me volvía loca, en segundos las 2 estuvimos mojadísimas.
Separó su sexo del mío, hasta frío me dio en la raja, se bajó de la cama y se arrodilló en la orilla, en medio de mis piernas. Empezó a lamerme, desde los muslos hasta llegar, despacio, a mi sexo, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. El placer creció a cada segundo y comencé a gemir loca de deseo, sintiendo como mis jugos me inundaban toda mientras ella los lamía con maestría. Parecía mentira toda la habilidad que había adquirido, a su edad, en cuestión de unos cuantos meses. Me tenía extasiada, el gozo se extendía desde mi sexo hasta envolverme toda lentamente, mientras mi caliente niña introducía su lengua en mi agujero y chupeteaba mi clítoris.
¡¡AH!!, ¡¡AH!!, ¡¡¡SEGUÍ ASÍIIII!!!, ¡¡¡SIIIII, SEGUÍIIIII!!! la animaba sintiendo mi orgasmo en las puertas de mi sexo ¡¡AH!!, ¡¡AH!! ¡¡¡¡AAAAAGGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOHH!!!! ¡¡¡¡¡AAAAAUUUUUUUGGGGGHHHHH!!!!! estallé al fin, ahogando mi grito todo lo que pude para que nadie nos escuchara.
Mi nena siguió chupando hasta que mi cuerpo dejó de convulsionar y yo casi pierdo el sentido. Se quedó mirándome un rato antes de seguir, acariciándome y besándome, esperando a que me recuperara. Por culpa del maestro mis orgasmos se habían convertido en cosas, no solo incomparables en cuanto a placer, sino que durísimos, muchas veces me dejan desmayada.
Mari se incorporó, tomó asiento en la cabecera sobre una almohada con las piernas abiertas y la vulva al rojo vivo. Yo me coloqué entre ellas, pegando mi boca a sus sexo y empezando a lamerlo ávida de tragar sus jugos. Primero fueron lamidas largas e intensas, lentas, hasta que, poco a poco, se fueron convirtiendo en chupadas y succiones fuertes y rápidas.
¡¡¡OH!!!, ¡¡¡OH!!!, ¡¡¡AH!!!, ¡¡¡AH!!!, ¡¡¡AH!!! empezó a gemir cada vez más fuerte, señal inequívoca de un inminente orgasmo, que a ella le salían sin casi esfuerzo (cualquier mujer la envidiaría, la verdad).
Mari se convulsionaba y se revolvía, terminó deslizándose hacia abajo lo que me obligó a bajar un poco más para poderla seguir chupando. Así, mi cara quedaba casi metida por completo entre sus jugosos labios mayores, que chorreaban y chorreaban néctar de mujer. Yo seguía acariciando todo su sexo con la lengua, deteniéndome solo ante su pequeño botón, dándole pequeños golpecitos de lengua, mordiendo con ternura todo lo que lograba alcanzar, segura de estarla enloqueciendo de placer hasta hacerla reventar su orgasmo entre mis labios, el que me bebí por completo.
¡¡¡¡OOOOOOHHHHHHH TIIIIIIIIIIAAAAAAAAAAA!!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAHHHHHGGGG!!!!
El maestro me está volviendo una perra sucia y pervertida, me tragué una considerable cantidad de fluidos de mi nena y me supieron a gloria. Luego me detuve, nos vimos a los ojos y nos volvimos a besar, compartiendo los efluvios que aun mantenía cada una entre su boca. Luego nos quedamos profundamente dormidas, abrazadas, con ella descansando su cabecita sobre una de mis enormes tetas. Aunque mi sueño no fue demasiado reparador
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero
Pueden enviarme sus comentarios sobre esta historia a mi correo electrónico, besos y abrazos.