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De Esposo a Perra (02: Primer Aventura en Pareja)

en Bisexuales

De Esposo a Perra 02

Buenos días, mi nombre es Garganta de Cuero y les doy las gracias por la atención que le han puesto a todos mis relatos. Quiero, antes que ustedes comiencen la lectura de la presente historia, hacerles una aclaración. Debido a las buenas críticas que he recibido sobre la primera parte de esta serie que me propongo a escribir ("De Esposo a Perra"), decidí seguir adelante.

Les aclaro, esta es la historia que ya conocen de Laura, por lo menos las partes en donde ella narra sus peripecias sexuales al lado de su esposo Kike, desde que este se tiene que entregar a Javier para salvar a su familia. Por tal razón, si ya leyeron esas historias, estos relatos les podrían parecer repetidos, pero es solo que ahora los quiero contar desde el punto de vista de Kike.

Besos y abrazos.

 

La Primer Aventura en Pareja

Caminando hacia nuestro vehículo, mi hija me aborda.

Mami, me comprás algo de tomar, tengo sed.

Bueno, vamos al café del cementerio y allí compramos algo.

Cambiamos de rumbo, mis niños caminaban adelante, platicando, en voz baja por respeto a una anciana que lloraba desconsolada junto a la lápida de, m imagino, un ser querido. Probablemente era su hijo, ya que por las fechas de nacimiento y de muerte que se leían, no murió después de los 40 años de vida.

Nuevamente me puse nostálgica, al igual que en el primer relato que les envié. No lo pude evitar, esas cosas me ponen así. He aprendido que, en algunas ocasiones, lo mejor es dejarse llevar por los recuerdos, en ve de reprimirlos.

Ya les conté de cómo fue que me entregué a Javier Alonzo, para poder salvar a mi familia, a mi esposa Laura y a mi hijo Kikín. Pues bien, aquel fin de semana fue de coger y coger, al finalizar todo no podía creer haber aceptado hacer todo lo que hice, Javier despertó algo en mi. Me dio duro, como se le dio la gana, toda aquella primera noche. Al principio trataba de acallar mis gemidos, pero pronto me perdí en sus brazos, entregándome como una perra sumisa, gritando el tremendo placer que su recia verga, desde de mi cuerpo, me prodigaba.

Me desperté siendo cogida con salvajismo por el culo, luego me llevó hasta sus corrales, en donde, además de mostrarme los terneros que recibiría como pago por mi cuerpo, me volvió a coger, tirándome sobre el heno que les servía de alimento y colocando mis piernas en sus hombros.

Los días siguieron así, Javier incluso llegó a proponerme abandonar a Laura e irme a vivir con el, pero, en los pocos momentos de lucidez que tuve, le dije que no, no podía abandonar a mi familia, por ellos es que me metí en aquello en primer lugar.

El fin de semana terminó, y con el casi mi matrimonio. Pero gracias a que mi esposa era una santa, logramos salir adelante. Tanto ella como yo aceptamos que me gustaban mucho los hombres, tanto como las mujeres si no es que más. Aceptamos lo mucho que me gustaba ser penetrado por un pene largo, grueso y duro, por lo que, en un intento de no dejar morir la pasión, ella compró algunos juguetes fálicos con los que comenzamos a entretenernos por las noches, penetrándonos mutuamente hasta ahogarnos de placer. Nuestra vida sexual dio un giro muy grande y gratificante, mucho más de lo nos imaginábamos.

Llegamos incluso al extremo de apreciar juntos la belleza masculina, ya fuera de algún hombre que pasara a nuestro lado o de algún modelo de revista.

A los meses de estarse dando estos cambios, fuimos de visita a la casa de mi cuñada María José, pues íbamos a salir con ella y su marido a bailar por a noche. Pero a última hora mi concuño tuvo problemas en su trabajo y la nena de los 2 se enfermó, por lo que ninguno podría venir con nosotros. Pero los 2 insistieron en que saliéramos nosotros, que solo por ellos no nos íbamos a perder de una buena noche de diversión.

Tanto Lala como yo concluimos que sería buena idea, total María José podría quedarse con Kikín y nuestra bebe Estelita. Salimos entonces a aventurarnos a la jungla de concreto y enfilamos hacia la zona viva. La verdad es que no conocíamos demasiado bien la capital, no sabíamos cuales eran los sitios de moda por lo que terminamos entrando a un elegante bar, localizado en la planta baja de un edificio de oficinas. Era perfecto, limpio y discreto, justo lo necesario como para pasar una velada romántica. Además era de música latina, que nos encanta bailar.

Tomamos una mesa, pedimos bebidas e inmediatamente nos volcamos a la pista, comenzamos a devorárnosla. Sentíamos la música vibrar por nuestros cuerpos, y las miradas de los demás, algo que nos gustó mucho. Pero pronto notamos algo extraño en el ambiente, algo no estaba bien. Los hombres se me quedaban mirando a mi y las mujeres a mi esposa. Más aun, nos dimos cuenta que la mayoría de parejas eran del mismo sexo, cayendo en la cuenta de que ¡nos habíamos metimos a un bar gay sin saberlo!

Muy cortados y sintiéndonos un poco tontos nos fuimos de regreso a la mesa, e inmediatamente comenzaron a caernos tragos de "cortesía" de infinidad de otras personas. Nos tomamos con humor aquel suceso y nos reímos de nosotros mismo. Decidimos quedarnos, pues además de que el lugar era bonito, queríamos ver qué pasaba. De inmediato me abordaron varios hombres que trataban de sacarme conversación. A Lalita le pasó lo mismo pero con varias mujeres, algunas de ellas muy bellas y elegantes. Nos sorprendimos de nuestras reacciones, en lugar de sentirnos celosos del otro, sentíamos morbo al ver como nos acosaban, se podría decir que hasta nos excitaba.

A mi esposa la invitó a bailar una mujer alta, rubia y muy elegante. Inmediatamente me volteó a ver buscando mi aprobación, yo solo le devolví una sonrisa llena de cómplice picardía. Laura se paró y le dio la mano a la mujer mientras un tipo barbudo ocupaba su lugar a mi lado, invitándome a una copa.

El barbudo se llamaba Omar, era ingeniero agrónomo, soltero, gay y, según m dijo, le iba muy bien, la típica presentación de un cazador que trataba de impresionar a su presa. Era un tipo alegre, entretenido, algo patán y visiblemente sinvergüenza, pero muy alegre como ya dije.

¿Y usted a qué se dedica? – me preguntó Omar.

Pues tengo una finquita de ganado… por Izabal.

Ah, entonces le debe haber dado duro el Mitch. – se refería al huracán.

Pues si, la verdad, pero con trabajo arduo y mucho sudor de mi frente – y de mi culo, mi boca, mi verga, etc – logramos sacar adelante a la finca.

Qué bueno, el trabajo duro siempre es muy importante. ¿No quiere otro traguito? – me dijo, ofreciéndome una nueva cuba.

Omar estaba tratando de embriagarme, así de seguro lograría conseguir lo que se proponía. Y yo, no sé porqué (la emoción de estar siendo conquistado por otro hombre, supongo) se las aceptaba. Paré cuando me sentía un poco más que "alegre", pero aun bajo control de mis sentidos. Por su parte, Lala también recibía una buena plática por parte de la mujer, que en cualquier descuido de ella trataba de bajar las manos más de la cuenta. Veía como pasaba sus manos detrás de su cintura y la pegaba contra sus voluminosos y duros senos, que casi le llegaban a la altura de la cara. Yo, que la conocía, sabía que esos avances no estaban siendo en vano, le hacían mella aunque estuviera resistiéndose.

Vamos a bailar. – le dije a Omar, sorprendiéndome yo mismo.

Esteeemm… no me gusta mucho bailar… mejor nos quedamos platicando y tomando aquí, ¿no?

¡Qué aburrido, vamos a bailar, yo le enseño! – le dije, tomándolo de la mano y llevándolo a la pista.

Nos puse junto a Laura y su amiga, la cual me di cuenta que nos miraba con celos cuando le estaba diciendo unas cosas al oído a mi mujer. Lala me dijo que cuando le contó que era su esposo, se quedó muda de la impresión. Mientras, tomé de la cintura a Omar y trataba de guiarlo. Debió ser una escena muy divertida, ese tipo, alto y robusto, de por lo menos 1.80 y barrigón, moviéndose como un grande y ágil tronco. Pero a pesar de sus limitaciones, se las arreglaba para pegarme el paquete entre mis piernas. No lo pude evitar, respondía a los avances físicos de ese tipo pegándole mi paquete también.

Me empecé a calentar, a calentar mucho. Ni me di cuenta de cuando Lala dejó de bailar, ni de cuando su acompañante se fue con otras 3 mujeres, dejándola sola en la mesa. Bueno, pero desde allí me vio bailando Kike, ahora en medio del barbudo y de otro tipo, amigo del primero y que respondía al nombre de Baldomero. Se me pegaban y restregaban sus paquetes sobre el mío y en mi trasero. Las cosas se estaban saliendo de proporción, me tenían ardiendo y lo sabían.

Vámonos de aquí… vámonos a mi casa y sigamos la fiesta allá. – me dijo Omar al oído, casi lamiéndomelo.

Si, vámonos, la vamos a pasar muy bien allá los 3 solos. – agregó Baldomero, susurrándome en el otro oído.

Pero yo, en un instante de lucidez, recordé a mi esposa y todo el sufrimiento que, por culpa de Javier, le había causado. Les dije que no, que no podía, que tenía que regresarme con mi esposa. Ellos insistieron con casacas muy buenas, pero me resistí firme y los dejé en la pista, luego de despedirme efusivamente.

Amor… ¿si querés nos vamos? Aquellos se quieren ir a la casa de uno de ellos a seguir la fiesta. – le dije a ella, luego de irme hacia la mesa.

Pero… la estabas pasando muy bien. – se quedó callado, leyendo mis ojos que me dijeron que no estaba enojada… todo lo contrario.

Quieren que me los acompañe… tu sabés para qué. – entonces, ante mi sorpresa, mi esposa esbozó una sonrisa pícara y, como nos bastaba con vernos a los ojos para saber lo que pensamos, me fui de regreso con Omar y Baldomero.

Si, acepto ir con ustedes. – les dije.

¡Qué bien, vas a ver lo rico que va a estar todo! – contestó Omar.

Pero Laura viene con nosotros. – dije antes que siguiera celebrando.

 

 

 

 

 

No le hizo mucha gracia a Omar, Baldomero solo se sonrió y no me dijo nada. Omar trató de poner peros, pero al final dijo que estaba bien, no podía perderse de un culito como el mío, grandes, respingón, redondo y blanquito, por tecnicismos así, je, je. Laura se quedó fría cuando le informé que nos íbamos con ellos, pero no dijo nada, es más, creo que hasta se calentó.

Salimos y caminamos al parqueo, pareciera que Omar y Baldomero ya se habían puesto de acuerdo.

¿Te venís conmigo en mi carro Kike?

Mmm… no quiero que Laurita se vaya sola…

Que Baldo se vaya con ella. – respondió y Baldomero asintió.

Baldomero se separó de nosotros y tomó lugar junto a mi esposa, tomándola suavemente de la mano mientras me dejaba completo para Omar. Le informó que la acompañaría para que no se fuera sola. Yo, para tranquilizarla, le lancé un beso y una mirada cómplice mientras me subía al asiento de copiloto del carro de Omar. Ella se subió a nuestro carro en compañía de Baldo y partimos.

Nos dirigíamos a la casa de Baldomero, ubicada en la Avenida de Las Américas, un exclusivo y pudiente sector. Íbamos al frente con Omar, quien manejaba más o menos a alta velocidad. Desde que salimos del estacionamiento me comenzó a meter mano, acariciándome entre las piernas, restregándome la verga por encima del pantalón. En poco tiempo ya me lo había abierto y me la había sacado, poniéndose a frotarla despacio, desesperándome de la excitación.

Para no ser menos, le abrí la bragueta también y se la saqué a él, dándome la sorpresa de ver entre mis dedos una gran verga moreno, cabezona y gorda, como de 18 cm de largo. Me le quedé mirando como hipnotizado, recordaba lo que sentí la primera vez que le chupé la verga a Javier, lo mucho que me erotizaba lamer y chupar los consoladores con los que jugaba con mi mujer. Y Omar, experimentado jugador, intuyendo mis pensamientos, me tomó de la cabeza y empujó hacia abajo, llevándome hacia donde se erguía desafiante su duro miembro.

Lo tomé entre mis labios y empecé la felación, era el segundo hombre en mi vida a quien le chuparía la verga, y pese a mi poca experiencia, me esforcé en mamársela lo mejor que pude. Aparentemente lo estaba consiguiendo, pues el no dejaba de resoplar como un toro embravecido. Me tomaba del cuello y del pelo y me hundía la cabeza, y con ello su larga macana dentro de mi gargantas, hasta casi cortarme la respiración.

En eso estaba cuando sentí un par de dedos hurgando entre mi ano, abriéndomelo y empezando el delicioso proceso de dilatarlo, augurio de la tremenda y seguramente rica cogida que me pegaría luego. No podía esperar tener esa gran vergota dentro de mi ser, ser barrenado como un animal mientras gemía y gritaba loca del placer. Me enardecía también la notoria falta de delicadeza de ese tipo, que trataba de abrirme el culo casi por la fuerza, metiéndome 2 y hasta 3 dedos sin una adecuada preparación.

Esa falta de delicadeza, al igual que con Javier, me calentó más, como ya dije. Sentir que me ahogaba con su falo entre la garganta y que me distendía el culo por la fuerza, me daba un morbo enorme. Yo estaba gozando sintiéndome un objeto al que pueden obligar a hacer cosas.

Ya llegamos… entremos… – me dijo, guardándose como pudo la verga parada entre el pantalón.

Yo hice lo propio, metiéndome la mía dentro, subiéndome el pantalón y sacándome la camisa del mismo para disimular un poco. Sentía el vacía que sus dedos habían dejado dentro de mi, y no hallaba a hora de tener otra cosa allí metida. La verdad es que la casa de Baldomero se veía muy grande y amplia, se notaba que le iba bien económicamente. Pro de repente noté que mi carro, con él y mi esposa, no estaba, aun no habían llegado.

Baldomero y Laura no han llegado… – le dije.

Es que el Baldo parece vieja para manejar… ya van a venir, no te preocupés que aquel es más confiable que yo, je, je… vamos adentro.

Desde que pusimos un pié dentro de la casa me empezó a devorar la boca y a manosearme completo. Me metía sus manos entre el pantalón, bajo el calzoncillo, agarrándome de las nalgas que parecían volverlo loco. Me bajó esas prendas, al mismo tiempo que yo me quité la camisa, quedando desnudo y ofrecido a sus lujuriosos deseos.

Vamos arriba… – me dijo.

Caminamos, yo iba delante de el, que no dejaban de tocarme y de besarme el cuello. Nuevamente me metió 2 dedos entre el ano y los iba moviendo en círculos, estirando ese esfínter, mientras nos dirigíamos a la habitación. Llegamos, me empujó sobre la cama, quedando en ella en 4 justo en la orilla. Sin sacarme los dedos del culo se quitó la ropa, luego tomó un condón y se lo puso (ahí si me sacó los dedos). Colocó la punta sobre mi dilatado ano y empujó, por segunda vez en mi vida una verga de carne y hueso me taladraba las entrañas.

¡¡¡¡AAAAAGGGGGHHHHH!!!! – grité cuando empezó los movimientos de mete y saca con brusquedad, sin darme tiempo a acostumbrarme a tamaña invasión – ¡¡¡OOOOOHHHH!!! ¡¡¡AAAHHHHH!!!

¿Te gusta Kike?

¡¡¡¡SIIIIIIIIIHHHHHH!!!! ¡¡¡DEME MAS DUUUUROOOOOHHHH!!! ¡¡¡AAGGHH!!! ¡¡¡AAGGHH!!! ¡¡¡AAGGHH!!!

Y me hizo caso, aceleró las embestidas así como la fuerza de las mismas, zarandeándome a placer, no sé cómo no me caí. Su gran panza cervecera rebotaba sobre mis nalgas mientras se sujetaba fuertemente de las caderas, su cuerpo peludo, que yo veía de reojo, se empezaba a llenar de sudor, al igual que el mío. ¡Aquella cogida era sencillamente increíble!

Dándome así de duro estaba cuando sentí una lengua pasando por encima de mi pene colgante. ¡Era Laura, mi esposa, quien no llevando encima más que su delgado calzoncito de encajes, buscaba colocarse en un 69 debajo de mi cuerpo! ¡No lo podía creer, mi esposa y yo haciendo un intercambio bisexual, era más de lo que me hubiese imaginado jamás!

Ni siquiera me di cuenta de cuando ella llegó a la casa al lado de Baldomero, mucho menos de cuando fue que se quitó el vestido y el top que traía… mucho de menos de lo que habrán hecho mientras tanto, si es que ya habían hecho algo. De todas maneras no valía la pena ponerme a reflexionar en ellos, primero que nada porque me estaba cogiendo duro y rico, segundo porque ya no había vuelta atrás, ese día los 2 seríamos cogidos por 2 machos hambrientos.

Debajo de mi, Lalita y yo hacíamos un 69 delicioso, sentía sus labios recorrer mi falo en toda su extensión y su lengua jugar con mi glande, dándome un enorme placer que se unía al recibido por la recia verga de Omar en mi ano. Yo hacía otro poco con el sexo de ella, metiendo mis lengua en medio de sus pliegues, acariciando sus labios mayores y sacándole gemidos cuando unas manos me quitaron de allí, era Baldomero, que se preparaba para penetrarla a escasos centímetros de mi. Por un momento me quedó helado, iba a ser testigo de primera línea de cómo una verga que no era la mía iba a penetrar a mi mujer. Pero el hielo solo me duró unos minutos, pues de inmediato me calenté, especialmente cando la penetración comenzó.

Las manos de Baldo hurgaron un momento entre los pliegues del sexo empapado de mi señora, hicieron a un lado la tira de su tanga y la penetró sin miramientos. ¡No lo podía creer, se la estaba cogiendo frente a mi, otros hombre estaba haciendo suya a mi esposa a un palmo de mis narices y yo estaba hípercaliente! ¡Nunca pensé a Laura capaz de hacer eso… nunca me pensé a mi mismo capaz de hacer todo lo que estábamos haciendo allí, era totalmente irreal! Un semental me estaba sodomizando salvajemente mientras hacía un 69 con mi esposa, a la que penetraba furiosamente otro macho desbocado.

Este último la daba un par de embates y luego se la sacaba para dármela a limpiar entre los labios. Supongo que el morbo que aquello nos casaba provocó que ella estallara en un fuerte orgasmo, la mitad del cual me bebí, y que yo hiciera lo mismo un minuto después, rellenando de semen su boca, el cual ella también se tragó.

Y mientras continuábamos siendo cogidos por esos 2 garañones, escuchábamos como exclamaban:

¡Qué pareja más perra! – aquello no estaba haciendo más que empezar y la noche aun era joven.

Continuará…

Kika

(Garganta de Cuero)

Me gustaría leer los comentarios que tengan sobre esta historia a mi correo electrónico. Gracias, besos y abrazos.

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Mi Esposo se Entregó (03)

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Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

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