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Carlos, mi Semental 09

en Grandes Series

Carlos, mi Semental

 

IX

 

Mi vida siguió adelante igual que siempre… en apariencia. Ya no contaba con mi mejor amiga ni con mi novio, lo que me sumía en una profunda soledad que solo se llenaba cuando Carlos “me llenaba a mi”. Por supuesto, aquello era solo un orgasmo, dicho metafórica y literalmente. Andar con él me alejaba de mi realidad, del mundo que conocía y entraba a uno nuevo y excitante, lleno de placer y emociones fuertes… un orgasmo como dije. Sola las cosas cambiaban, la soledad y los remordimientos me torturaban. Además tenía que aguantar las muladas de mi padre y mis hermanos. Realmente estaba sola.

 

Con Carlos las cosas seguían iguales, continuaba siendo su putita y su amante clandestina, con el pleno conocimiento y aceptación de mi posición en su vida, pues si de algo estaba segura es que Carlos Ko no era un hombre de una sola mujer, Arla fue tan solo su “novia oficial”. Lo peor es que cada día me costaba menos asumir mi papel, realmente me sentía bien a su lado, realmente disfrutaba de su presencia siempre, no solo cuando cogíamos y eso me daba miedo, por nada del mundo me quería enamorar de él. Lo bueno es que aun seguía amando a Alex… creo.

 

Nuestra relación evoluciono rápidamente hacia algo que no sabía describir ni definir, solo sabía que éramos bastante más que solo 2 amigos con derecho. Así, viví muchas aventuras al lado de ese hombre, hicimos y me dejé hacer muchas cosas, la mayoría que jamás en mi vida pensé realizar. Y luego, invariablemente los remordimientos me pasaban factura. Era literalmente una doble vida: sola era una muchacha decente y recatada, con Carlos era una perra caliente que se dejaba hacer de todo. Cada vez me llevaba un poco más lejos y yo me dejaba mansamente. Y eso era porque él no tenía límites, cada día me daba cuenta de eso más y más. Y para muestra un botón, he aquí una conversación que tuve con él un día acerca de su mejor amigo: Ricardo.

–         ¡¿Entonces dejaste que Ricardo se quedara viéndolos escondidos mientras ustedes mantenían sexo?!

–         Pues… si… – puso su típica sonrisa tonta de inocencia que me sacaba de quicio.

–         ¡¿Pero, y la chava que hizo?!

–         Pues nada, nunca se enteró… – acababa de contarme una aventura que tuvo en donde mientras el mantenía relaciones con una ex novia, su amigo Ricardo los veía escondido.

–         ¡Son unos degenerados, ¿cómo se les ocurre hacer eso?! ¡No puedo creerlo, pobre chava, de seguro ese tu amigo se lo contó a todo el mudo después!

–         No, eso no, el Ricky es el más discreto de todos… mero chapado a la antigua el cerote…

–         ¡Ese tipo no está nada chapado a la antigua Carlos!

 

Terminé aquella conversación despotricando sobre que eran un par de pervertidos y no dije nada más por un buen rato, realmente me había molestado. Pero en el fondo no pude evitar preguntarme cómo habrá sido aquello, qué fue lo que sintieron esos 2 idiotas.

–         Y… ¿cómo fue? – le pregunté horas después, cayendo en su juego son saber.

–         Mmmm… ¿qué cosa?

–         ¡Eso que me constaste en la mañana que hiciste con tu amigo!

–         Ah… lo de tener público… bueno, pues… fue… ¡deahuevísimo, lo máximo!

–         ¡Idiota!

–         Vos me preguntaste… fue algo muy morboso y nos gustó. Para él fue como ver una porno en vivo.

–         ¿Y para ti?

–         A mi me dio mucho morbo, eso de tener publico es buenísimo… es como poder presumir dando un espectáculo de lo que más te gusta hacer…

 

Carlos se explayó hablando acerca de lo emocionante que fue y de cómo se excitó sabiendo que su amigo estaba viendo sus hazañas escondido. Y luego para mi sorpresa, cuando esperaba con un arsenal de palabras altisonantes y adjetivos peyorativos en contra de su familia, no me propuso hacerlo, simplemente dejó el tema cuando estábamos llegando a mi casa. Admito que me dio en qué pensar, por alguna razón esa idea ya no me pareció tan descabellada  y sucia. De hecho ya habíamos cogido varias veces en sitios más o menos públicos en donde podíamos haber sido descubiertos fácilmente y debo admitir que el morbo y la excitación fueron mayores.

 

Pasó el tiempo y las cosas al lado de Carlos siguieron iguales, yo simplemente me dejaba llevar por la corriente, sin fuerzas para luchar contra ella y resignada a mi condición de amante y perra. Y yo continuaba empeñada en que toda mi vida siguiera como si nada… ja, como si eso fuera posible. Fue en este escenario donde ocurrió la aventura que les quiero relatar hoy y que me abrió una nueva puerta de placer y perversiones y que acabo de cambiar mi vida. Fue un viernes de más o menos mediados de año, papá me había castigado y no habíamos podido vernos mucho. Pero en cuanto me levantó el castigo Carlos me invitó a ir a una fiesta por la noche.

–         ¿Lista para pasar una noche laaaaarga, laaaaarga? – me preguntó cuando pasó por mi, yo no le respondí, solo le dediqué una sonrisa bastante lúbrica – Hoy vas a conocer a mi amigo Ricky…

–         ¿A Ricardo?

–         Si, a él… vas a ver que te cae re-bien el pisado…

–         Ricardo… ¿tu amigo que hizo de mirón aquella vez en que tu te cogiste quién sabe a quién?

–         Si, si… ese mero… – inmediatamente me ericé como gata a punto de atacar.

–         ¿Le has contado algo de lo que hemos hecho? – pregunté alarmada… el hijo de puta solo me contestó con una enorme sonrisa de caliente.

–         ¡¡¡¡CARLOS, POR LA GRAN PUTA!!!! ¡Pará, me quiero bajar ya!

–         Tranquila Sasha, el Ricky es buena onda y no va a decir nada… además ya te dije que es bien educado el cerote y…

–         ¡¿Cómo creés que voy a ir con alguien que sabe que me cogés como una perra todo el tiempo?!

–         ¡Pero no pasa nada, ya te dije que el Ricardo va a hacer como si no sabe nada! ¡Te digo que el cerote es bien correcto el hijo de puta!

 

La verdad no sé cómo me dejé convencer, pero cuando sentí ya estábamos entrando en su garaje. Pero bueno, ¿qué me extrañaba? Sabía que Carlos no andaba hablando de nuestros encuentros con nadie, pero también sabía que le contaba todo a Ricardo, que era su mejor amigo y su casi hermano y su alero para todo tipo de locuras que quisiera hacer. Me lo imaginaba como un patán… otro, hijo de papi y de mami, mujeriego y descarado, solo que un poco menos escandaloso que Carlos.

 

Increíblemente me fui calentando en el camino, pensando en qué tanto le habrá contado Carlos y cuán detalladamente. Me parecía mentira que ahora, sentirme como una cosa, me excitara. Pero bueno, “una cosa” es lo que era para Carlos. Llegamos a su casa a eso de las 6 PM y tardamos poco en subir, yo vestía un sencillo pants con playera blanca y zapatos tenis, con un bolso deportivo en donde llevaba la ropa para la fiesta… que dejé sobre la cama antes de colgarme de su cuello.

–         Te extrañé mucho Carlos, mi chinito lindo…

–         Coreano… soy coreano… – me corrigió. A los coreanos les molesta que se les digan chinos, yo solo me reí, me gustaba molestarlo así, y lo besé apasionadamente.

–         ¿Tú también me extrañaste?

–         Mmmm… maomeno… – me contestó sinvergüenza como siempre, le puse cara de indignada y le di un manotazo en el brazo, él rió y me abrazó con fuerza mientras trataba de separarme juguetonamente. Nos besamos de nuevo.

 

Empezamos a besarnos y a acariciarnos y poco a poco subimos el tono, Carlos empezó a meterme mano bajo la playera, atrapando mis pequeños y suaves senos para estrujarlos y frotarme los pezones debajo del sostén… ¡ah, qué rico, lo necesitaba! Con la otra recorría mis grandes y firmes nalgas y me las apretaba y restregaba mientras me dejaba quitar la ropa poco a poco, sin prisas. Me excitaba ser observada, admirada y gozada por él.

 

En poco tiempo quedé como Dios me trajo al mundo y él me hizo modelar desnuda por toda la habitación, contoneándome con desvergonzada sensualidad. Aquel era un juego que siempre hacíamos, que le modelara sin ropa o con ropa muy sugestiva y con lujo de erotismo. A cada paso meneaba las caderas, haciendo buches con mis redondas, duras y bien paradas nalgas. Y cuando venía de regreso mis puntiagudos pezones, en medio de sus oscuras y anchas aureolas, invitaban a lamerlos y chuparlos. Pero ese día fue distinto, me sentía diferente, más observada que de costumbre y no era por la tremenda cara de idiota que ponía al verme.

–         ¿Qué querés que te haga mi amor? – le pregunté melosamente.

–         ¿Puedo pedir lo que yo quiera?

–         Lo que tú querrás amor… cualquier cosa que querrás… – Carlos, sonriendo de oreja a oreja con arrogancia, se limitó a señalarme el suelo con un dedo… comprendí perfectamente.

 

No sé… pero a esas alturas ya casi disfrutaba que me dominara de esa manera, que con un ademán me ordenaba que hacer. Lentamente me acuclillé con las piernas separadas y quedé con el culo y la raja abiertos, esta última ya la traía mojada. A la vez él se desabrochaba el cinturón y el pantalón para sacarse la verga tiesa, larga y ancha, enrojecida y surcada de venas. Carlos me la ofreció y yo comenzó a chupársela de una forma salvaje, hasta el fondo y de un solo bocado.

–         ¡Puta madre… Sasha… aaaaahhhhhh! ¡Te hacía falta perra! – solo le respondí con un sonrisa llena de lujuria, pues así era, me hacía falta. Me sentía muy caliente esa tarde, más que de costumbre, imaginaba al amigo de Carlos oculto y viendo como me tragaba esa verga hasta la garganta y me excitaba más con eso.

 

Sostenía su gran macana con una mano y con la otra le masajeaba los huevos. Resoplaba y gemía, babeaba abundantemente largas líneas de saliva que resbalaban por las comisuras de mis labios e iban a dar al suelo. Carlos me veía desde arriba con los ojos entrecerrados y la boca abierta gozando intensamente. Me tomaba del pelo para dirigirme, algo innecesario pues estaba por completo entregada a la felación, metiéndomela y sacándomela despacio e intensamente.

 

De reojo volteaba a ver a mi alrededor, o por lo menos lo poco que lograba ver, por alguna razón me sentía observada, deseada. No había nadie más en esa habitación, pero ese sentimiento no desaparecía y aumentaba mi calentura. Esa tarde me esmeré en la felación como nunca, pero no lo hacía por él, era por algo más… por alguien más, aunque estuviéramos los 2 solos. En realidad estaba exhibiendo “públicamente” mi habilidad como felatriz.

–         ¡¡¡AAAAHHHHHH, SAAAAASHAAAAAAHHHHHHH!!! – exclamó Carlos luego de un buen rato de mamada y me separó de su pene y me puso de pié, besándome apasionadamente – ¡Sos increíble… una putita increíble!

 

Me tendió boca arriba, inmediatamente me abrí de piernas, solícita para lo que quisiera hacer conmigo. Y él, en vez de penetrarme como yo esperaba, zambulló la cara entre mi mojado sexo para darme una deliciosa sesión de cunilingus que me hizo gemir desde la primer lamida de una forma casi desesperada. Aferraba mis pequeños senos con las manos y los apretaba mientras le chupaba los dedos a él, que me los daba en la boca repletos de mis propios jugos.

 

Escuchaba los chapoteos que su lengua producía al entrar en contacto con mi anegada gruta, mezclados con mis clamores placenteros. Me lamía, chupaba y mordía suavemente, pasándome los dientes por encima del clítoris y haciéndome sentir su dureza, me estremecí hasta que tuve un fuerte y sonoro orgasmo con los labios de él adheridos a mi sexo.

–         ¡¡¡AAAAUUUUUHHHHH, AAAAHHHH!!! ¡¡¡¡CAAAARRRRRLOOOOSSSSGGGGHHHH!!!! – me tensé y lo tomé del pelo, apretándolo contra mi sexo mientras continuaba gimiendo a gritos.

 

Carlos se enderezó en cuanto me calmé, estaba muy excitado y sorprendido, no esperaba tanto ímpetu de mi esa tarde. No perdió el tiempo, se colocó entre mis piernas y me penetró hasta el fondo de un solo empellón, arrancándome un largo, lastimero y lujurioso gemido. Comenzó a darme duro y rápido, yo se aferraba a las sábanas gritando desaforadamente con mis pequeños montículos de carne meciéndose violentamente al ritmo de sus acometidas, toda yo me estremecía. Cada arremetida sonaba como un aplauso, sentía como me llenaba por completo.

 

De pronto me tomó de las nalgas y me levantó, yo lo rodeé de la cintura con mis piernas y me empezó a coger de pié. Me levantaba y me dejaba caer bruscamente sobre su gran tolete una y otra vez, yo tenía  cabeza echada hacia atrás y continuaba gritando como una loca. “¡Dios mío,” pensé “qué espectáculo estaremos dando, lástima que no habían mirones!”. No podía creer que de verdad ese pensamiento fuera mío, y por un momento realmente deseé que su amigo apareciese y nos viera. Estaba caliente de verdad, tanto que hasta tuve otro orgasmo al instante.

–         ¡¡¡¡CARLOS, CAAAARRRLOOOOOOOSSSSGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡ME ESTÁS MATANDO, ME MAATAAAAAAASSSSSSGGGGGGGHHHHH… OOOOOOOGGGGGHHHHH!!!! – de nuevo me tensé, pero esta vez hasta parecía que convulsionaba, tenía los ojos abiertos como platos pero totalmente en blanco… ¡creo que hasta me oriné sobre los muslos de mi novio!

 

Carlos acabó contagiado de mi extrema excitación y no pudo seguir posponiendo más su propio clímax. Rápida y cuidadosamente me bajó al suelo y me dejó de rodillas, yo aun no salía de mi paroxismo. Se frotó un par de veces la verga, más colorada e hinchada que nunca, y eyaculó furiosamente sobre mi cara ansiosa de recibir su simiente.

–         ¡¡¡¡AAAAAAAAGGGGGGGHHHHHH!!!! – bramó, lanzando largos y espesos chorros de semen que fueron a dar a mi frente, nariz y boca – ¡¡¡¡OOOOOHHHH DIOS, AAAAGGGGHHHH, OOOOOUUUUUUUHHHHHHH!!!! – la cantidad de esperma que me echó encima fue bárbara, la acabada más grande que le había visto hasta entonces, me dejó completamente cubierta.

 

El encuentro llegó a su fin y Carlos quedó empapado de sudor y agotado, igual que yo, que además estaba toda pegosteada de semen. Permanecimos así unos minutos, tratando de recuperar el aliento (yo sintiéndome como una puta), hasta que él fue por un rollo de papel higiénico y me limpió la cara con una delicadeza poco frecuente en él y que a mi me encantó.

–         Mirá como me dejaste amor… – protesté tiernamente.

–         Podés entrar a mi baño para ducharte…

–         Bueno… ¿me bañás tú? – pregunté de nuevo, con la misma ternura y melosidad… y sintiendo mi vagina palpitando sedienta de más.

–         Te hago lo que querrás perrita preciosa… entrá y ahorita te alcanzo, solo hago una llamada…

–         Y… ¿a quién vas a llamar?

–         A mi amigo Ricardo, quiero ver si ya viene… – lo besé y entré al baño contoneándome.

 

Estar bajo la ducha caliente fue tan reconfortante, y más todavía cuando se me unió Carlos y me enjabonó entera. ¡Ah, qué rico! Pasó sus manos por todos los rincones de mi cuerpo enjabonándome a conciencia y luego volvió a pasarlas para enjuagarme el jabón, ¡Dos mío! Pero no quiso continuar, cuando creí que me penetraría y seguiríamos cogiendo cerró la llave y me tendió la mano para salir.

–         Más tarde seguimos Sasha… – me dijo al ver mis pucheros de nena consentida – si no se nos va a hacer tarde para ir a la fiesta y todavía tenemos que pasar por la tonta de mi hermana y sus amigas. – le respondí con un mohín y le saqué la lengua.

–         Bueno, te espero afuera entonces para que me vistás y me preparés tu… – le contesté, dispuesta a tenderle una trampa, yo seguía calentísima y con la cuca empapada, a la mierda con la fiesta.

–         Vaya amor, ahorita salgo… solo me rasuro la cara y salgo…

 

Le tiré un beso y salí por la puerta, contoneándome con todo el descaro que me era posible y desnuda por completo… solo para encontrarme con un muchacho sentado en la cama de mi novio y viéndome con los ojos abiertos como platos y una profunda expresión de estúpido.

–      ¡¡WAAAAAAHHHH!! – grité y me encerré de nuevo en el baño mientras el extraño pegaba un salto y se caía de la cama. Inmediatamente Carlos salió a ver qué estaba pasando.

–      ¡Ah, tranquila cielo, es solo mi amigo Ricardo! – dijo con total desparpajo – ¡Se pela este cerote… pero así es él mi amor, no te preocupés!

 

…“pero así es él mi amor, no te preocupés”… ¡a la mierda, ya sabía que ese tipo era un pervertido descarado igual que Carlos! Sentí que el pecho se me inflaba de ira asesina, me envolví en una toalla y salí echando chispas por los ojos y como las diez mil putas. Lo vi fijamente sentado en el suelo, mirándome con expresión de asustado y cara de idiota. Las palabras se me atragantaron y no atiné a insultarlo de ninguna forma, imbécil, así que me limité a decirle:

–      Bueno… ¿se va a quedar allí viendo mientras me visto? – Ricardo salió del cuarto en el acto, Carlos solo lo veía riendo como un idiota.

 

Continuará…

 

Garganta de Cuero.

 

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.

 

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Perro de Alquiler (10)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (19 Final)

Perro de Alquiler (09)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (18)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (17)

Perro de Alquiler (08)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (16)

Perro de Alquiler (07)

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Perro de Alquiler (06)

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Perro de Alquiler (05)

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De esposa ejemplar a ramera empedernida (12)

Perro de Alquiler (03)

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Perro de Alquiler (01)

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De esposa ejemplar a ramera empedernida (03)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (02)

De esposa ejemplar a ramera empedernida (01)

Amor de Hermanas (03)

Amor de Hermanas (02)

Amor de Hermanas (01)

Toda una Valkiria

Revolcado entre el Bosque

El Amigo de mi Esposo

Noche de Bar

Las Playas de Monterrico (02)

Las Playas de Monterrico (01)

Nos dejamos llevar

Mi Esposo se Entregó (03)

Mi Esposo se Entregó (02)

Mi Esposo se Entregó (01)

Poder entre mis Piernas

Negro Semental Mío (4)

Negro Semental Mío (3)

Negro Semental Mío (2)

Negro Semental Mío (1)