PORNOGRAFFITY (Capitulo 7)
La Casa móvil de la vieja Baba Yaga es impresionante desde fuera, pero aún más lo es una vez cruzas el umbral de la puerta y ves su interior: Un autentico museo de BDSM más extremo (Seguramente algunos objetos recopilados, por ella misma, de antiguas cárceles inquisitoriales, conforme esta institución fue abolida por toda Europa Ya he dicho que Baba Yaga es muy vieja Mucho más vieja de lo que podéis imaginar).
-¿A que vienes a mi casa, R.I.P.?
Entre los que estamos metidos en este mundo, no solemos dar nuestro nombre real (El nombre verdadero es poder, si alguien lo sabe puede esclavizarte).
-Te traigo un presente, Baba Yaga.
Tiro del brazo de Ana, y la coloco ante la vieja bruja.
-¡Bah! No me sirve, esta demasiado delgada y parece muy frágil y enferma.
Dice la bruja, despreciando mi ofrenda. Esto me molesta, pensé que dándola a Ana podría sonsacarla, a cambio, la información que necesito.
-Bueno Siempre puedes engordarla.
-Eso requiere tiempo, y no soy tan paciente como mi prima alemana Además, lo que me traes es una muñeca rota, ¿que diversión podría ofrecerme mientras tanto? Al primer momento se me rompería entera.
Ana esta temblando, murmurando algo tan bajo que resulta imposible entender que es, mientras se abraza a si misma.
-Hijo de brujos caídos, has hecho mal en venir a molestarme. Sabes quien soy, y cual es mi grado en jerarquía Y encima piensas ganarte mi favor con esta esquelética y temblorosa piltrafa humana
La voz de Baba Yaga suena por toda la casa, es como el rugido de un terremoto, y, como tal, hace temblar la casa. Me atrevo a mirar sus ojos, y veo furia, odio, pero aún no veo hambre. Entonces me atrevo a sugerir.
-Te propongo una cosa, me ofrezco a que me tortures y juegues conmigo y con un gesto recorro todos los instrumentos que llenan el lugar , y, si no te satisfago Puedes comerme a mi también.
La vieja se lo piensa un momento, mirando con cada ojo a cada uno de nosotros. Al fían se pronuncia.
-De acuerdo.
Me desprendo de mi ropa, y Baba Yaga me señala el potro.
-Primero vamos a estirarte.
Dice con un tono socarrón.
-Es una idea, mi medico me dijo que no iba a crecer más A lo mejor con ese juguetito conseguimos que juegue en la NBA.
Me tumbo, y me dejo poner los grilletes en muñecas y tobillos. La vieja bruja no tarda en comenzar a girar el torno, y mis extremidades, inferiores y superiores, comienzan a ir para lugares distintos. Duele, pero no tanto como el mono del tabaco Aunque el sudor frío es el mismo. De pronto se detiene, se acerca con un frasco de contenido ambarino. Me lo vierte sobre mi entrepierna, enseguida comprendo que es: miel ¡Dios! ¡Odio la miel!... Pero claro, hay quienes les encanta. El zumbido que oigo a mis espaldas, me anuncia lo que viene ahora.
-Aaaaaaaghhhhhhh
¡Mierda! Un puto panel entero de abejas cae sobre mi entrepierna Cientos de abejas picándome o alimentándose. Indistintamente, sobre mis huevos y mi polla. Oigo a la vieja reír, y siento la casa estremecerse por el volumen de es risa. Trato de aislar el dolor, pero cojones (nunca mejor dicho) el dolor es insoportable.
Pasan los minutos, lentos y dolorosos, hasta que Baba Yaga espanta a las abejas, y limpia, con su boca de dientes de hierro, lo que queda de miel en mi polla y mis testículos (y yo pensando que después de mi tía Annis, jamás recibiría una mamada de una vieja bruja caníbal). Me desata con rudeza y me pone en pie, yo apenas puedo caminar con todo eso escocido, hinchado, y dolorido entre los muslos.
Por un instante, solo por uno muy mínimo, espero que esto le haya bastado a la vieja Baba Yaga, pero no. En su mano sostiene un utensilio de metal parecido a una pera, por supuesto, como todo el que sepa algo de las torturas de la inquisición, se que hace eso Trago saliva mientras la vieja bruja me indica que me gire y me ponga con el culo en pompa. Cuando entra, frío y oxidado (por los años sin uso), consigue lo que mi padre no ha conseguido en 19 años: quitarme mi virginidad anal; pero lo peor viene cuando la vieja acciona el mecanismo, y, eso se abre dentro de mis entrañas.
-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Baba Yaga se ríe mientras una masa de sangre y excrementos desciendo por el interior de mis muslos Por lo menos tiene la delicadeza de volver a plegarlo cuando la extrae. Cae de rodillas, pero es aún peor, mis hinchados testículos, y mi desgarrado ano me abrasan en cuento impactan contra mis gemelos .
-¡Aaaaaaaaagggghhh! ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!
Es lo único que sale de mi boca ante el inmenso dolor.
Baba Yaga me coge del cogote, y me arrastra hasta un cepo, ahí me deja inmovilizados cabeza y manos. Oigo como recoge algo, algo que arrastra por el suelo, no comprendo de que se trata hasta que llega el primer latigazo. Se suceden uno detrás de otro, por los múltiples restallidos cuento unas 9 colas. Se centra sobre todo en mi trasero, parece divertirse haciéndolo A mi no me lo parece. Y yo que pensé que anillarme el glande iba a ser el mayor dolor que podía sufrir Inepto de mí.
Cuento 27 antes de que me libere del cepo
Despierto boca abajo, y oliendo a carne guisada. Por mis primeras impresiones, puedo estar seguro de que no soy yo. Dolorido me reincorporo como puedo En una enorme marmita flota el huesudo cuerpo pálido y maltratado de Ana.
-Al menos servirá para hacer un rico caldo.
Dice Baba Yaga, sin volverse pero claramente consciente de mi recuperación.
-¿Y yo?
-¿Tu? Tu sabrás Has venido a mi casa, me has traído un tributo y no te ha importado sufrir, y poner tu vida en juego, para conseguir lo que venías a buscar Así que ¿Qué le has venido a pedir a la vieja y sabia Baba Yaga?
En pocas palabras le hago entender mi petición, mientras saborea una cucharada de la sopa, y, mordisquea, con sus dientes de hierro, lo que era antes unos de los pechos de Ana.
En cuanto termina su festín, me lleva al bosque (Se impacienta porque, debido a las heridas que me ha inflingido, y, aún no se han curado, voy muy lento). Cuando llegamos ante una representación arcaica de la Diosa Madre, me encadena a ella, como si abrazara a ese trozo de mármol, frío y lleno de hongos, y se pone manos a la obra: Hiere mi piel, aún enrojecida y abierta por los latigazos. De mi espalda con una especie de punzón, con este comienza a trazar una serie de dibujos y signos mientras espolvorea un raro, y pestilente, polvillo dorado en los lugares por donde va pasando el punzón. Tarda al menos una hora, una hora eterna y dolorosa, hasta que termina el dibujo. Cuando termina noto algo extraño, es el tacto de la estatua, antes fría y mohosa, que ahora se presenta calido y húmedo Como el seno materno.