1876
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Mmmmmmm... Pollito asado... que rico huele, y mejor sabrá.El troglodítico ser afilaba sus cuchillos, mientras aquella chica pájaro se debatía sobre el fuego intentando deshacerse de las ligaduras.
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Perfecta de tamaño continuaba canturreando el grotesco ser -... y dulce de anatomía. Un rico bocado será, asada o al baño maría.Una breve detonación sonó en la lejanía. El eco se propago entre los desfiladeros y las cumbres, pero no lo suficientemente rápido como para que, el esmerado cocinero, pudiera prever que aquella bala llevaba su nombre.
A millas de allí, y con la escopeta aún humeante, Charles L.
Dumas, Segundo Barón de Midian, se podía jactar ya de haber acabado con el Ogro
Marcellus. Hito que encima engordaba su ego y su tan aclamada virilidad (Así
eran las cosas en esos tiempos).
SOY DEMASIADO JOVEN PARA ATARME
Felipe tenía 15 años cuando escucho por primera vez aquella frase, o sea, era el año 1996, y se encontraba en un parque junto a su primer ligue: una compañera de instituto; en la primera cita.
-¿Te lo has pasado bien?
Fue lo único que se le ocurrió para romper el incomodo silencio.
-¡Umh!
Enorme enigma aquel ruidito acompañado por un encogerse de hombros.
-Estaba buena la pizza.
Volvió a intentarlo Felipe.
-¡Umh!
De nuevo aquel ruidito, y, de nuevo, el encogerse de hombros.
La situación ponía en jaque al ya nervioso Felipe.
-¿Qué te pareció la película?
-¡Umh! Estuvo bien.
Bueno, por lo menos la había arrancado una frase comprensible... era un comienzo.
-Si, moló.
De nuevo se quedaron en silencio, sintiendo pasar los minutos...
-Felipe.
-¿¡Qué!?
-Tenemos que hablar.
Él pensó que por fin uno de los dos se atrevía a dar el siguiente paso.
-¿Te gusta alguna chica de clase?
-Claro.
-¿Quién es?
Felipe se sintió desorientado... ¿Por qué le hacía esa pregunta? Estaba más que claro que era ella, porque sino la iba a invitar al cine, a la pizzería, y estaban ahora allí.
-Tu.
-Oh, que lindo le dijo ella, y subrayo la ternura de su voz con un beso en la mejilla de Felipe Pero yo... Es que soy demasiado joven para atarme.
¿Quién la ha hablado de sado a esta tía? Pensó Felipe para sus adentros.
-Ah.
-¿Sabes si tu amigo José tiene novia?
La desorientación de Felipe ya era critica en ese momento... ¿José? Pero si José llevaba internado en un reformatorio desde hacía un año, había matado a sus padres y volado su instituto (que no era el mismo que el de Felipe, por supuesto, pero, su amistad se remontaba al colegio... Donde también habían coincidido con aquella chica)... Claro que desde lo de aquello, pues, no es que hubiera mucha amistad entre ellos... Bueno, Felipe se dio cuenta de que estaba divagando cuando al escucho preguntarle:
-Bueno ¿tu qué opinas?
-¿De qué?
Ella abrió mucho los ojos, y frunció los labios molesta.
-De José y las razones que te he dado de por qué me gusta.
Su tono al decir esto no escondía su molestia por tener que repetírselo, y sentir que hablaba a un muro.
-Pues...
-Sí, dime.
-¿De verdad te gusta José?
Esta vez fue él quien mostró molestia, o más bien desilusión... Había fantaseado con un futuro junto a esa chica.
-¿Te molesta?
-Un poco.
-¿Y que pasa conmigo? ¿Yo no me puedo molestar porque te moleste que me guste otro?
La frase había sido demasiado larga y trabalingüística.
-¿Y tu qué?
Fue lo único que se le ocurrió decir a Felipe.
-Ya nada.
Contestó ella.
-¡Fiu!
-¿Qué?
-Era un suspiro de alivio.
-Te entendí: ¿Y tu?
En ese momento la tensión se podía cortar, y Felipe veía peligrar la continuación de la cita.
-¡Vete a la mierda!
Gritó ella, y se puso en pie.
-Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón, Perdón...
Y así hubiera seguido Felipe, disculpándose sin soltar su abrazo de las piernas de ella, si ella, muy acalorada (quizá por que el rostro de Felipe se había internado, ¿accidentalmente?, entre sus muslos), no hubiera decidido volver a su asiento.
-Creo que me equivoque al aceptar esta cita.
El frío se adueño del corazón de Felipe al oír esto, y de sus labios nació un lastimero:
-¡Jo!
-Tengo que irme.
Dijo ella, volviéndose a levantar.
Felipe se puso en pie, la rodeo con sus brazos, e, intento besarla. Ella se apartaba conforme él se acercaba, hasta que finalmente ella se impuso, y le espetó:
-No me dejas otra opción... ¿Qué prefieres: una paja o una mamada?
Felipe se quedó un momento congelado, no se esperaba oír eso de los labios de ¡esa mujer!... Felipe era, por entonces, un muchacho muy romántico y algo inocenton, pero, no era tonto.
-Mamada.
Ella, con desgana pero con enorme habilidad, le desabrocho la bragueta, sustrajo el miembro viril, y, tras inclinarse, procedió a meterselo en la boca e iniciar la mamada.
Lo primero que le había atraído, a Felipe, de aquella chica habían sido sus carnosos labios y sus sonrosadas mejillas, y en cuanto ella desarrolló le atrajeron sus redondo trasero, sus sinuosas caderas, y sus firmes pechos (De los que en ese momento tenía una vista privilegiada, basta decir)... Vamos, lo que a cualquier chico de su edad.
La chica se daba bastante maña en el asunto, aunque no se detenía en los detalles: lamidas en el glande y los huevos; dedicándose tan solo a pajear y bombear, el cada vez más erecto miembro, dentro de su boca. Pero Felipe no quiso ponerse exquisito en su primera mamada, y, como buen caballero, no puso ninguna objeción a los métodos de la muchacha.
En cierto momento ella se paró y tosió, para luego meterse los dedos en la boca.
-¿Pasa algo?
Preguntó Felipe.
-Un pelo.
Y aquella respuesta hizo sentirse muy incomodo al muchacho, que enrojeció enseguida. Ella volvió al asunto, dándose más prisa, y, esperando acabar lo antes posible con el tema. Felipe noto las prisas, y se concentro para hacerla el favor y no irritarla con una mayor tardanza... Pero, por primera vez en su vida, el orgasmo se retrasaba en llegar, y ella comenzaba a mostrar su enfado.
-Eres un tío muy raro.
Le espetó ella, irritada por no lograrle el orgasmo.
-Perdona, te juro que lo intento.
-Pues más te va le intentarlo de verdad, porque no tengo toda la noche, y, como harte ahí te quedas con tu erección ¿ok?
Felipe tragó saliva, e intento concentrarse... Pero solo conseguía bloquearse ¿Acaso no sabía esa tipa que bajo presión los tíos no funcionan?
-Oye ¿Seguro que te gustan las chicas?
Dijo ella, volviendo a detenerse.
-Eh... Sí.
Fue la única respuesta que se le ocurrió a Felipe.
-¿Te habían hecho esto antes?
Preguntó ella.
-¿El qué?
-Joder, pues una mamada ¿Qué va a ser si no?
Felipe no sabía que contestar...
-Esto... No.
Ella se rió al oír esto.
-Pero has estado antes con una chica ¿No?
-¿Valen mi madre y mis hermanas?
Ella volvió a reírse.
-Entonces ¿Cómo sabes que te gustan las chicas?
-Pues... Por qué lo sé.
Ella aún tenía el miembro en su mano, pero este había ido perdiendo longitud y firmeza con la conversación.
-Si no has estado con una antes, no puedes saberlo.
Dijo ella.
Felipe ya no sabía que decir.
-Pu... Joder... Eso se sabe... ¿No?
-No sé... Pero quizá deberías pensártelo antes de volver a quedar con una chica.
Dijo ella encogiéndose de hombros, pero si soltar el sexo de Felipe.
-...
-Sabes, al menos me has hecho reír.
-Ah... Al menos sirvo para algo.
Dijo Felipe con resignación.
Ella volvió a meter el arrugado miembro dentro de los pantalones de Felipe, y se reincorporó, sonriente, a su lado.
Se quedaron unos minutos ahí sentados, en silencio, y, mirando las estrellas...
-Me ha gustado mucho lo que me has hecho.
Dijo Felipe, en agradecimiento por el esfuerzo.
-¿De veras? dijo ella sonriéndole que guay.
-Siento no haber podido corresponderte en mi parte.
Ella no dijo nada, y volvió a atender a las estrellas, así que, Felipe hizo lo mismo.
-¿Te gustaría que lo volviera a intentar?
Dijo de repente ella.
-¿Qué?
Felipe no estaba atendiendo.
-Nada.
-No, dime.
-¿Qué si te gustaría que lo volviéramos a intentar?
-¿La mamada?
-Sí.
Se quedaron mirándose largo rato.
-Mejor mañana.
Dijeron al unísono, y luego se echaron a reír.