SANTO MOJO: LAS HIJAS DEL POSADERO
Un joven con habito carmesí de monje, entra en una pasada... Allí se encuentra con una hermosa joven de piel tan morena como su cabello.
Hermano Leo: Hola, querida Diana
Diana, la hija de posadero: Hola, perdonad que no este lista para atenderos, estaba bañándome. ¿Como estáis, hermano Leo
Hermano Leo: Bien... ¿As que estabas íbañandote? (Su mirada la recorre, por completo, con deseo) Mmmmmm
Diana, la hija de posadero: (Sonriendo conn picardia) Si
Hermano Leo: ¿Y como estaba el agua?
Diana, la hija de posadero: Bien rica y fresquita, pues, ya habréis notado que, esta haciendo un calor del diablo fuera.
Hermano Leo: Pues tengo una bañerita bien caliente para ti, mi querida Diana
Diana, la hija de posadero: (Sospechando por donde van los tiros) ¿Ah, si?
Hermano Leo: Si, tiene hierbas y frutas flotando
Diana, la hija de posadero: (Se le acerca bien picara, y simulando inocencia le dice) Entonces se estará bien rico dentro... ¿Y podré comer mientras me baño?
Hermano Leo: (Agarrándola por la cintura, y pegando su cuerpo, desnudo bajo el habito, contra el voluptuoso de la muchacha) Claro, me gustan las niñas bien rellenitas
Diana, la hija de posadero: (Separándose del cuerpo del monje) Hablando de eso... El Domingo perdí mi figura, miradme vos cuanto engorde, comí como cerda, en serio... Mi madre hizo lechón al horno... Estaba ciertamente delicioso
Hermano Leo: Mmmmm... Me encanta el lechón
Diana, la hija de posadero: (Acercándose coqueta, y pasando sus manos por el cuerpo del monje, sobre el habito) Aunque bien sabes que prefiero que me devores cruda y fresquita... o al menos que me prepares todita antes
Hermano Leo: (Apretándola contra su cuerpo, haciéndola sentir la dureza de su sexo hambriento) Mmmmm... Sí, crudita estas más apetitosa
Diana, la hija de posadero: (De nuevo separándose de él, y corriendo al otro lado de la habitación) Pero hoy no puedo... Tengo clase, y he de marcharme... Que Mojo os cuide mucho, para que al fin de semana veamos como me comeréis... (Se detiene, y le mira implorándole paciencia) Oh, Leonardo soy tuya para lo que desees (Abre la puerta, y se vuelve a detener) Adieu
Y se marcha por la misma puerta por donde entro, minutos antes, el monje.
El Hermano Leo se sienta en una de las mesas, pronto el local estaría lleno, pero él venía a estas horas tan tempranas para poder gozar de la ausencia de curiosos, y de las delicias que allí se le ofrecían.
Hermano Leo: Ah, la casa... ¿Hay alguien que quiera saciar a este clerigo?
Susana, la otra hija de posadero: (Sale por la puerta de la cocina, una joven algo mas mayor y estilizada que la anterior pero igual de morena, es Susana, la otra hija del posadero) Ya voy, señor
Hermano Leo: (Al observar a la joven, una nueva sonrisa de sátiro se dibuja en los labios del Monje) Creo que no hace falta que me traigas la carta, tan solo acércate
Susana, la otra hija de posadero: Ay, que bien os conozco a vosotros, monjes de Mojo
Hermano Leo: (Apremiándola a acercarse) Entonces no habrá sorpresas, Susana
Susana, la otra hija de posadero: (Levantándose su falda, y agachándose para enseñarle su bien torneado pecho) ¿Qué preferís hoy, muslo o pechuga? Pues veo que vuestra corderita, hoy se marcho sin dejarse morder ni tan solo un poquito
Hermano Leo: Decís bien... Mas hoy tomare un poco de ambas...
Susana, la otra hija de posadero: (Tumbándose sobre la mesa, mientras se remanga falda y camisola) Serviros vos mismo.
Con deseo la agarra de la cintura, y la levanta en vilo, lleva los morenos pechos a su boca... Los degusta con apetito de neonato, ella gime mientras busca, entre la tela del habito, el enhiesto falo del monje...
Hermano Leo: Felicitaremos a la cocinera, pues hoy la pechuga esta de rechupete.
Susana, la otra hija de posadero: Uuuuummm... Dadme de lo que guardáis bajo tanta tela, pues mi pecaminosa entrepierna necesita de su bendición
Hermano Leo: (Pasea sus manos por el dulce rostro de la joven) Bendecida estáis (Antes de que se de cuenta, el falo se abre paso por los pétalos del sexo de la muchacha) Mas vuestra alma pertenece al Gran Mojo.
Susana, la otra hija de posadero: Aaaaaaaaaahhhh... Buena verdad decir, Hermano... Pues ya le siento dentro de mi.
Hermano Leo: (Con la respiración entrecortada por las cada vez mas potentes, apasionadas, y lujuriosas acometidas) El te ama, Susana... Mojo nos ama a todos...
Susana, la otra hija de posadero: (Cortorsionandose de placer) Oh, si... Oh, si... Que gran verdad decís...
Hermano Leo: Acéptale en tu seno
Susana, la otra hija de posadero: Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Las campanas de la Iglesia Encarnada de la Orden de Mojo, repiquetean en ese momento... Antes de que Susana pueda abrir los ojos, el Hermano Leo se ha esfumado... Mas ha dejado un regalo entre los muslos de la muchacha... Una rosa roja, de pétalos tan encarnados como la sangre menstrual... Esa rosa se abre y se cierra cuando ella la acaricia, y, aun mayor es el milagro, pues, al hacerlo, el placer embarga a la joven posadera... Y uno tras otro, llegan los orgasmos, y una vez tras otr, la mesa se humedece por el deseo desencadenado...