DOCTOR DELIRIO: LA FIESTA
-Anda, dime ¿qué es?
-No, que, si no, no es sorpresa.
Ella le hizo un mohín y luego dijo.
-Vale, pues me esperare.
La fiesta de Navidad del hospital era algo irritante para el doctor, aunque le alegraba que Elisabeth hubiera consentido ser su pareja... Incluso la había comprado un regalo para que hicieran las paces.
El Doctor escuchaba a los demás médicos contarse sus aventuras amorosas con pacientes... Todas mentiras, fantasías pornográficas para quedar como los más machos del gallinero.
-¿De qué te ríes?
Le preguntó Elisabeth al verle sonreír sin motivo.
-Nada dijo el Doctor Me acabo de acordar de un chiste.
-¿Tu? ¿Un chiste? Cuéntame, quiero ser testigo de ese acontecimiento.
De pronto alguien se colocó entre medias de la pareja.
-Elisabeth, que guapa has venido... ¿Bailas?
-Esto...
Elisabeth miro a su acompañante dubitativa.
-Creo que sobro, Beth.
Fue lo único que acertó a decir el Doctor.
Elisabeth bufo irritada, y se marchó del brazo del otro.
-¿Desde cuando no te gusta la carne fresca y joven? - la dijo, prepotente, el inmiscuido Ese tipejo es un poco mayor para ti.
Fue entonces cuando Elisabeth se dio cuenta de que no sabía la edad del hombre con el que vino a la fiesta.
-Por cierto, veo que la operación de pecho fue un éxito... Te han quedado unas tetas impresionantes.
Elisabeth se quedo perpleja ante el comentario del hombre de cuyo brazo caminaba a la pista de baile. Hacía un año, el padre de este chico, la había operado los pechos para reafirmárselos y aumentarla en volumen, pero la mujer liberada que llevaba dentro se sintió descolocada con aquel comentario. Agarro una copa de la bandeja, y se la bebio de un trago... Necesitaba alcohol para hacer lo que iba a hacer: Rodeo al chico con sus brazos, y, le dio un morreo ahí en medio, donde el Doctor pudiera verla.
Pero el Doctor estaba en otras cosas cuando aquello ocurrió. Su atención estaba desperdigada por toda la reunión, captando olores y conversaciones desperdigadas por la sala.
-Tu amiguito es el top de la distracción.
Comento burlonamente el joven que bailaba con Elisabeth.
Elisabeth estaba que rabiaba, así que decidió echar todo el arsenal.
-Vamos a algún sitio tranquilo ¿Te apetece?
El tipo, que sabía bien lo que venía luego, asintió entusiasmado.
La pareja se marchó sin que el Doctor pareciera darse cuenta.
-¿En que piensas, Doc? - la voz venia de la joven asistente de Elisabeth, que acababa de entrar en el hospital hacía poco, la cual había venido sola a la fiesta, y, parecía buscar conversación con alguien Tranquilo, no me voy a asustar.
Él sonrió, mientras observaba que la muchachita estaba ya un poco borracha y en su mano derecha llevaba un vaso lleno de Ponche. Ella se fijo que la miraba el vaso.
-¿Quiere un poco, Doc?
-No, gracias.
Contestó cortésmente él.
La imagen de un jacuzzy lleno de pétalos de rosas, donde la joven estaba abrazada a él, mientras, con sus dientes abría, en su pecho desnudo, heridas por las que beber, cruzo la mente del Doctor.
-Yo te conozco ¿Verdad?
-Si dijo la muchacha sonriendo -, ya sabe que soy la ayudante de la Doctora Elisabeth.
-No negó él con la cabeza, en su mente intentaba buscar el recuerdo Te conozco de mucho antes...
-Eso es imposible rió la joven , hace poco que llegue, y vengo de fuera. Es prácticamente imposible que me conozca de antes, Doc...
Él la agarró por el brazo que sostenía la bebida, derramando el contenido del vaso.
-¡Akarin! Ya me acuerdo de tu nombre... Nos conocimos hace mucho...
La joven le miró sorprendida, al principio él creyó que a lo mejor se había confundido, pero, la posterior sonrisa de ella le confirmo que no era así.
-Me sorprende que un hombre de ciencias sepa tanto de mi... Aunque, si esta vivo, Doc, es poco probable que nos hayamos conocido antes.
Él la arrastró a un aparte, lejos del resto de asistentes a la fiesta.
-Te conozco, Akarin, y como veras sigo vivo.
-No diga tonterías, Doc dijo ella riendo . Le repito que eso es imposible, a lo mejor tuvo una pesadilla leyendo alguno de los incunables que hablan sobre mí... o quizá fuera un sueño húmedo ella le guiñó el ojo, coquetuela -. Le repito que me sorprende que un hombre de ciencias se interese tanto por temas de... lo Oculto.
Sin mediar palabra, él la atrajo hacía si y la besó apasionadamente. Cuando ella se apartó, se quedó unos minutos confundida, después, con ira en los ojos, le abofeteó.
-Maldito bastardo... Me dijiste que ibas a comprar tabaco, y nunca te volví a ver.
Los ojos de ella destilaban la ira del despecho.
-Tuve que hacerlo.
Fue toda la respuesta que saco de él.
-Has cambiado.
Dijo ella.
-Tu no.
Dijo él.
De pronto las fosas nasales de Akarin se dilataron y cerraron en un instante.
-Creo que tengo que ir al baño, no te muevas de aquí dijo la muchacha -... Ni desaparezcas, quiero aclarar las cosas.
En las escaleras de incendios, Elisabeth tenía en la boca el miembro del joven con el que se había ido. Lo chupaba con intensidad, pero no había deseo sino rabia, porque él (el hombre con el que había llegado a la fiesta) no pareciera importarle que ella se hubiera ido con otro tío.
-Mmmmm gime mordiéndose los labios el joven -... sigue... sigue... Pásatela por los pezones, me vuelven loco los pechos operados... Mmmmmm...
Elisabeth se sintió aún más sucia al oír eso, pero no podía dar marcha atrás... su acompañante se lo tenía merecido.
De pronto la puerta de la escalera de incendios se abrió, frente a ellos apareció Akarin.
-¡Karina! Dios, esto Elisabeth se había puesto roja de la vergüenza -... Dios, solo me puede pasar a mí...
Akarin, o Karina, no parecía haberse dado cuenta de que había interrumpido un acto sexual... Simplemente sonrió, y se quedó mirando fijamente a la pareja mediodesnuda.
Este será un sabroso plato; primero engordaré y me comeré al niño, Dejare crecer un poco a la niña y luego también me la comeré.
(Hansel y Gretel, Anónimo)