"Y LOS RICOS HEREDARAN LA TIERRA", escribo en el cuaderno que llevo encima... Ese titulo podría definir, perfectamente, el ambiente generalizado tras la llamada "Gran Crisis". No es que todos se hayan vuelto pobres, sino que ahora las diferencias sociales son terriblemente más palpables (en las grandes ciudades, del que fuera considerado primer mundo, hay un enorme anillo de chabolas y un pequeñísimo sector de núcleos de personas muy ricas o podridas de dinero). Poco a poco me he ido enterando que, al principio, se pudrieron las plantaciones y murió todo el ganado mundial. La reacción de la gente fue consumir (y amontonar en sus reservas, que pronto serían consumidas también) todo lo que quedaba de carne, frutas y verduras (Asaltando, incluso, centros de alimentación completos, para poder tener mayores reservas en su despensa). Pronto toda reserva alimenticia se agoto, y con ello también las vidas de aquellos que no tenían nada o de los que tenían pero poco. La pobreza y el hambre fueron conocidos en el primer mundo, y, como suele ocurrir siempre, aquellos que tenían dinero a mansalva pudieron salvarse de la segunda (teniendo la primera ya cubierta): alcanzando la conclusión de que aún había una carne que se podía consumir. Por supuesto, esta carne era la humana, y, los ricos decidieron buscarla entre aquel nuevo ganado: los pobres. Al principio fueron probando, hasta que llegaron a la misma conclusión que Jonathan Swift, en su modesta proposición, la mejor carne era la de los niños de los pobres.
Me giro, y miro a la entristecida madre. Ella se acerca a mi con una manta sucia y mohosa en las manos.
-Era su mantita.
Me dice con una voz débil y pudorosa, sin mirarme... Dócil y miedosa, como un animalillo ante el cazador.
Tomo, disimulando mis ganas de vomitar. aquel andrajo. Me concentro, y veo la historia de aquella noche.
La casa apenas era una chabola en medio de aquel barrio antiguo y pobre, la entrada estaba hecha de latón, y, una vez dentro de la casa las habitaciones se confundían unas con otras. Tampoco el mobiliario era destacable: una mesa rodeada de sillas (las cuales indicaban el número creciente, de personas, en aquel lugar) y un gran numero de camastros desperdigados donde dormían ya los niños. Una mujer de ricas vestimentas, y avanzada edad, se paseaba por delante de ellos, observando a cada uno de los niños. La única iluminación era el fuego de la chimenea, empotrada a la pared, que daba un aire aún más demoníaco a la escena. Dos personas de aspecto pobre, miraban, con gesto de resignación y sumisión, todo desde una esquina.
-Ésta.
Interrumpió el silencio la anciana.
La madre asintió con resignación, y caminó hacía el camastro frente al que se había detenido la mujer. Desarropó un pequeño cuerpecillo, y lo cogió entre sus brazos. Se la llevó a la mujer.
-Es suya, señora.
Dijo la madre.
-Tomad la mujer la puso, a la compungida madre, un fajo de billetes en las manos -. Con tanto niño, hacéis muy buen negocio vendiéndome a ésta.
La mujer arrancó, de los brazos de la madre, a la pequeña durmiente.
Rodeada por el silencio, e iluminada por la luz del fuego, abandonó la casa con la niña en sus brazos.
Un coche la está esperando. Sube a él.
-¿Todo bien, señora?
Preguntó el chofer.
-Claro, Marcial dijo la mujer mientras pellizcaba suavemente a redonda carita de la durmiente -. Está un poco desnutrida, pero estará lista para la cena del embajador... Estos niños pobres, están tan flacuchos.... pero engordan con facilidad... y saben a gloria,
El coche abandonó rápidamente aquel barrio viejo y pobre, dirigiéndose a la, no tan lejana, parte nueva y rica.
Aparto esa cosa maloliente de mi vista, y me quedo unos minutos analizando lo que he visto.
-Creo que no puedo hacer nada por su hija.
La verdad es que no vine aquí con intención de hacerlo, simplemente quería olisquear un poco el rastro de esos ricachones antropófagos. Sublime y la zorrita tienen tratos con ellos, así que si jodo a unos joderé a los otros (y viceversa).
-¿Seguro? dice la madre con tono suplicante Haré lo que sea necesario por recuperarla.
La tipa empieza a desabrocharse la blusa, sin dejar de mirarme con esos ojos suplicantes y asustados. Joder, por alguna razón esto me pone a cien. Al abrirse la blusa, saltan dos firmes y redondos pechos que delatan la edad de la mujer (Al ver su cara cansada, y, marcada por el llanto y el hambre, la había echado unos 30 años... Ahora, al verla desnudarse frente a mi, puedo ver que, tan solo, debe tener unos 25). No se atreve a mirarme mientras se desnuda, tampoco me da oportunidad de rechazar, si así lo quisiera, su oferta. Su cuerpo esta algo estropeado por los partos tan continuados, pero aún queda alguna huella de su lozanía propia de la edad.
-No creo que a su marido le haga mucha gracia si nos encuentra.
La digo, pero no me aparto mientras ella me rodea con sus brazos y hunde su cara, inundada de lagrimas, en mi pecho. Lo último que necesito es un gitano portugués dispuesto a abrirme en canal, por haberme pillado con su mujer.
-Él no vendrá dice ella entre sollozos ... Desde que vendí a la niña... Él ya... Perdóneme...
-No hay problema.
La digo mientras coloco mis manos en su gordo trasero. Noto sus temblorosas manos lidiando con mi cinturón y mi cremallera, la dejo hacer, no la detengo, disfruto aquello. Se nota que esta acostumbrada a ser la parte sumisa de la pareja, eso me gusta.
Mis pantalones caen a la altura de mis tobillos.
-¿Qué quiere que haga, señor? Estoy dispuesta a todo por mi niña... Por que todo vuelva a ser como antes...
Que puta inocencia destilan esas palabras, pero bueno, ¿qué hay de malo en aprovecharse? Como tiene la boca grande, y los labios bastante carnosos, la elección es indiscutible (Tampoco voy a meter la polla en un coño sucio, por muy buena que este, que seguramente, como el resto de su cuerpo, no ha conocido el jabón y el agua desde tiempos inmemoriales).
-Chúpamela ¿Sabes hacerlo, no?
Ella asiente en silencio y sumisa.
Se arrodilla, y, toma entre sus manos mi sexo, llevándoselo a la boca. La sensación de aquellos labios cerrándose sobre ella es extremadamente placentera. La cadencia con la que realiza la felacción, lenta y dubitativa, aunque, no exenta de iniciativa para satisfacerme, hace que mi polla crezca rápidamente en su boca. Poco a poco va cogiendo velocidad, supongo que querrá acabar lo antes posible (Aunque por mi, ojala esto durara años, esta sensación me encanta). Sus labios se esmeran en estrujarme la polla, para sacar cuanto antes mi leche, mientras yo hago ejercicios respiratorios para retardar la corrida. Ella se detiene, para masturbarme y luego vuelve a introducírsela en la boca. Finalmente son sus lagrimas, su fragilidad, su aspecto de presa fácil, lo que me hace correrme ostensiblemente dentro de su boca.
Ella se pone de pies, no me mira.
-¿Lo hará, señor?
Su voz es casi un susurro, y esta teñida de suplica.
-Claro... Enseguida me pongo a ello.
Y una mierda, pero me ha encantado la mamada.
Me largo de la casa, para seguir olfateando el rastro de esos ricos antropófagos.