... LA DONCELLA QUE QUISO CAMBIAR EL MUNDO... Sería un buen titulo para esa muchacha... Como me imaginaba, ya la han hecho desaparecer. Bueno, estas cosas pasan cuando metes las narices en las juergas de los ricos. Me paseo por el lugar donde la vieron por ultima vez, una noche como esta, hace una semana. Un pub cualquiera de la capital de España. A mi sentido de la crónica detectivescas esto le parece de lo más vulgar. Pero, bueno, tras unos cuantos tragos y algún que otro empujón, al cruzar la zona de baile, consigo encontrar algún rastro de su presencia (o mejor dicho, sus presencias: la de ella y la de "Marcial").
Solo tengo que, disimuladamente, tocar el taburete donde ella estuvo sentada, y agradecer que este libre (De no estarlo seria muy embarazoso hacer esto). Las imágenes empiezan a surgir.
Ariadna se había criado en un autentica corte, como la de las películas que ahora veía en la televisión. Hija de Sir Heinrith, aprendió pronto a defenderse y a poseer los valores que ha de seguir todo guerrero.
Cuando la Gran Crisis cayo sobre el mundo de los mortales, ella prefirió quedarse a ayudar, mientras los Lores y sus cortes se marchaban a otros lugares.
Ariadna ahora es policía, y su único problema, en esta existencia mundana, es su mayor virtud: su sentido de la justicia. Era este sentido de la justicia, lo que ahora la impulsaba a meter sus narices en el trafico de carne de niños. Sabía que era peligroso, y por eso mando una carta a un antiguo camarada de armas de su padre... Aún estaba esperando la respuesta.
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Veo cine, y escribo en mi ordenador.Aquella frase saca a Ariadna de sus meditaciones. Sus amigas la decían que debía relajarse, olvidarse un poco de su trabajo, para eso la habían sacado aquella noche de fiesta.
-Perdona, andaba en las nubes dijo ella, sonrojándose por
su falta de atención - ¿Qué me decías?
-Ojalá anduvieras en otros sitios.
Susurro lascivo aquel.
-¿Perdona?
Esta vez el que enrojeció fue el chico, no esperaba que ella escuchara aquello (y menos con todo aquel ruido), Ariadna se limito a sonreír, cualquier otra no hubiera oído nada, pero, ella sí.
-Perdone señorita ¿Podría invitarla a cenar?
Aquella voz casi cavernosa, hizo girarse a Ariadna. A sus espaldas se encontraba un hombre de edad incalculable (Su físico fibroso, contrastaba con la edad que se podía leer en sus ojos) y de aspecto un tanto grotesco: el pelo cortado a cepillo acentuaba aún más aquellas orejas de soplillo, y, hacía aún más largos y bruscos sus rasgos faciales.
-Sería mi invitada especial.. ¿Acepta?
Ariadna no dejo de observar como los ojos de aquel hombre se centraban en sus muslos, desnudos por la minifalda que se había puesto aquella noche, y subían hacía su cara. Ella le regaló un mohín de sus carnosos labios, antes de declinar su oferta.
-Lo siento, no ceno con desconocidos.
-No creo que ese sea un viejo amigo, señorita.
El hombre señaló al acompañante de Ariadna, la cual estaba sorprendida, y alerta, por la insistencia de aquel tipo. El acompañante de Ariadna iba a decir una cosa, cuando ella se adelantó.
-En realidad estoy esperando a que mis amigas salgan del baño.
El chico pareció molestarse por las palabras de Ariadna, mientras que el hombre pareció no escucharlas o no darlas importancia.
-Mira Ariadna se puso en pie, y con voz autoritaria le reclamó al hombre -, ¿no se qué obsesión tienes conmigo, tío? Pero te advierto que soy policia.
Ariadna no pudo decir mucho más. El frío filo de un cuchillo puznzaba contra uno de sus pechos.
-¿Querrá acompañarme a cenar, señorita? - fue toda repuesta de aquel - Conozco varias recetas que pegarían con usted... Amigos míos ya las han probado con algunos... ternerillos la iba empujando hacía la salida, mientras su voz se iba a apagando por la distancia y el ruido -. Asado de carne con fresas y un fresón en su boca... Guiso de carne con frutos del bosque...
Ariadna soñaba con cambiar el mundo, pero mundos, tan oscuros y podridos como este, no se pueden cambiar.
En fin, lo dicho... "La Doncella que quería cambiar el mundo". Me dirijo a la puerta por la que salieron, salgo a un callejón (qué propio). Esta claro que no la mato aquí, la hubieran encontrado, así que realmente la llevo ante su jefa... Pobre muchacha, cuanta belleza desperdiciada.
De pronto, veo una cara familiar (más bien una que acabo de ver en el recuerdo extraído de aquel taburete): es una de las chicas que estaban con Ariadna aquella noche. Va acompañada por un tío ¿Su novio? Lo que me deja solo una opción: entro en el bar, y elijo entre las mujeres a una.
Escojo a una pelirroja con pecas y un busto bastante turgente para su extrema delgadez, la someto a mi voluntad hasta hacerla creer que llevamos como novios casi una semana. Luego caminamos hasta la pareja, y, de nuevo, me valgo de mis habilidades para ganar su confianza y comenzar una conversación.
El chico tarda menos de lo que esperaba en dejar de prestar atención a su compañera, y clavar sus ojos en la mía (Especialmente en sus exuberantes pechos), mi plan va viento en popa.
Disimuladamente él chico sigue a mi compañera al baño, donde seguramente a la amiga de Ariadna la pondrán los tochos (cuernos).
-¡Ejem! Parece que nos han dejado solos.
Es su intento de iniciar una conversación conmigo.
-Si, eso parece.
-Hay un poco de ruido ¿No crees?
Me levanto y me siento donde estaba su novio. Ella no parece inmutarse.
-¿Mejor así?
Ella sonríe y asiente.
Me cuesta muy poco manipular sus sentidos y sensaciones, y, sin mediar más palabra, nos encontramos comiéndonos la boca el uno al otro.
-¿Tienes coche?
Me dice ella cuando nos separamos.
-No.
-Mi novio si, yo tengo sus llaves se levanta, y me coge de la mano -. ¿Vamos?
Me dejo que me lleve fuera, y hasta un coche aparcado en la esquina.
Entramos, y enseguida, ella, echa el asiento para atrás y se pone encima mío. Comenzamos besándonos ardientemente, para luego pasar a sobarnos el uno al otro. Pronto deja sus pechos al aire para que yo los pueda chupar y lamer a mi gusto, y, ciertamente saben deliciosos. Me desabrocha la bragueta, y saca mi miembro... Enseguida lo tiene metido hasta el fono de su boca, y lo chupa con un deseo animal. Mientras ella me come la polla, yo meto mi mano bajo su falda y atiendo su entrepierna y su ano con mis dedos.
Hubiéramos seguido más allá, pero el novio apareció, confuso e irritado, dando golpes a la ventanilla del conductor. Nos miramos ella y yo, y, con las tetas al viento, ella arranca, y, nos largamos.