PORNOGRAFFITY (Capitulo 10)
Salí de Berlín, con dirección a Copenhague, en un coche que le tome prestado a un turco que se dedicaba al robo, la mendicidad fingida, y a maltratar a su mujer e hija. Me marche con las dos y con el coche, mientras el bastardo colgaba de una farola ahorcado por sus propias tripas (A veces me pongo hasta creativo, jejejejejejejeje). Las dos mujeres no dicen nada, algo que agradezco durante el viaje. Ese silencio me permite plantearme que hacer con ellas, miro de reojo a la pareja: la madre es obesa y verrugosa, y, la hija es atractiva pero aún una jovencita Descarto el sexo.
Las abandono en la frontera, y continúo mi viaje solo. Cuando, empiezo a notar el horrible malestar, de días sin eyacular, me maldigo por no haberme follado a la hija de los turcos. Doy un puñetazo al salpicadero.
Tardo poco en llegar a la ciudad portuaria de Copenhague, enseguida que salgo del coche la siento (Ella me ha encontrado primero, me ha rozado con su helada caricia).
-Atali, hija de Ymir, Reina de las nieves Muéstrate.
Ordeno al gélido aire. Este se vuelve más gélido, alimentándose de la cercanía del mar. Siento como esbeltos brazos me rodean, como turgentes pechos escarchados se oprimen contra mi, y en los débiles rayos de sol que se asoman puedo ver brillar sus extraños cabellos de una mezcla entre naranjas y dorados. Siento en mi cabeza su risa, más dulce que el murmullo de los manantiales, mientras sus labios, de hielo carmesí, se acercan a los míos.
-Atali, hija de Ymir, Reina de las nieves Detente.
-¿Por qué debería hacerlo, siendo quien sabes que soy?
El tono musical de su voz no deja de traslucir un tinte de mofa cruel.
Entonces sus ojos, ni totalmente azules ni grises (donde bailan las luces y fluctua un halo de colores) se materializan ante mí.
-¿Quien sabe, tu estas más en contacto con Lo Oculto que yo
Atila? - Su gélido abrazo su retira - Yo se cosas, pero las callo
-¿Como así?
La dulce voz, que danza en el aire a mi alrededor, se muestra curiosa.
-Creo que podría hacerte enamorar de mi.
Digo con tono de seguridad en mi mismo.
-No lo creo.
Su voz se muestra arrogante y altiva, mientras se cuela, en
forma de gélida brisa, por mis pabellones auditivos.
-¿Acaso consideras imposible enamorarte de mi? ¿Esa idea te ofende?
Y simulo disgusto al decir esas palabras.
La risa se queda como suspendida a mi alrededor, la hago dudar.
-¿Ofenderme? No Al contrario No, olvidalo.
La confusión de la Reina de las nieves provoca un repentino vendaval, pronto, en pleno verano, comienza a nevar Poco a poco la nieve se retrae, hasta solo rodearme a mí, Girando en espirales a mí alrededor, hasta que se calma.
-¡Yo no quiero enamorarme de nadie!
El grito con tono de reproche viene de una figura desnuda, de piel ebúrneo y tan perfecto como el sueño de un dios.
-¿Acaso un mero mortal es capaz de confundirte, Reina de las nieves?
La riño de forma cruel.
-Que cosas dices.
Dice clavando aquellos ojos, de espectaculares pupilas, en mí.
-Tan solo preguntaba, alteza.
-No No me confundes - de nuevo vuelve a mirar hacía otro lado, sus cabellos, de tan maravillosa mixtura, realizan una graciosa danza ante el movimiento de su grácil cuello - Quizá deseo Pero ni siquiera yo puedo decir que eso nunca sucederá - la reina deja caer sus graciosos hombros, y sus cabellos caen, en una cascada de fuego, sobre su espalda - Quisiera no enamorarme jamás
-Pero eso es imposible, incluso para vos, alteza - digo, clavando un poco más el dedo en la yaga - ¿Acaso teméis al amor?
Ella me mira por encima de su hombro, su mirada es incisiva y llena de ofensa.
-El amor es inútil, y doloroso ¿Acaso podría atarme a un hombre? ¿Acaso un hombre podría llegar, seguirme, a donde yo lo llevaría?
-¿Acaso no puedes ver esas cosas en las almas de los hombres?
-El lobo, a veces, se viste de un manso corderito, hasta que te logra comer.
-O sea y me voy acercando a ella, furtivamente -, no eres capaz de ver en las almas de los hombres.
-El amor ciega y con un grácil movimiento evita mi presa -, hasta a la más sabia mujer.
Y de nuevo aquella risa, solo que en este lugar, donde me ha traído, se ve amplificada hasta llenarlo.
-Quizá no sepas mirar.
La interrumpo, y, esta vez, me aproximo a ella de frente. Sus voluptuosos pechos, parecen deshacerse ante el tacto de mis caricias.
-Quizá Dice ella en un suspiro - ¿Cómo crees que se ve el alma de las personas?
-Para mi es un talento natural.
Mis manos recorren sus lisos costados, hasta su cintura Ella se arquea un poco al sentir mis manos.
Su dulce risa calma la bravura de su manantial, mientras lleno de besos su largo cuello.
-Calma tu fuego, o despertaras a mis hermanos.
Me susurra al oído.
-Fría como la nieve, estáis reina la susurro, ignorando sus advertencia -, más ya te ire calentando yo con mis besos y caricias.
Besos que ya van pasando del esternón a los frugales pechos. Tan ensimismado estoy, que no oigo rugir las montañas de hielo a mi espalda, y menos aún oigo venir el golpe que me traslada a las tinieblas.