SOULWALKERS
EL CABALLERO DEL AMARGO DESTINO
El mundo apesta, y eso lo dice un tipo que acaba de cagar en su puto baño. ¿Qué mas groserías os gustaría escuchar? ¿Las veces que me la meneo al día? ¿Las practicas sexuales que prefiero? Iros a tomar por el culo.
Sinceramente, os odio a todos, y, cada vez, odio, más aun, el mundo en el que tengo que vivir. No, no soy un amargado... Un amargado no se ha acostado con los monumentos que yo me he acostado. Solo soy un tío al que no se le ocurren más historias que contar, porque ya no le ocurre nada más que contar.
He caminado por las capas superiores del infierno, y he conocido tipos interesantes en ellas. Pero ¿de qué me sirve haber estado en los sitios donde he estado, si, ahora, ni siquiera puedo hacer nada útil?
Hace algunos años conocí a un hombre bueno, o al menos eso pensé cuando le conocí (es algo que me pasa a menudo, confío en personas que luego podrían jugármela): Lord Ricardo era un hombre bueno y noble, y, aunque casi me doblaba en edad y experiencia, hicimos buenas migas en cuanto nos conocimos. Aún recuerdo la brisa marina y el calor de la costa, y la cantidad de imbéciles que conformaban su ejercito. Él y yo compartimos algunas largas y duraderas charlas, incluso me presento a su esposa: Lady Ines (mujer tan hermosa como frívola); y no dude en poner mi martillo a su servicio.
Dentro del circulo de confianza del lord, estaban, también, Sir Juan (atlético y diestro en las disciplinas del combate) y Sir Heinrith (anciano y sabio capitán de las tropas, y antiguo tutor del Lord). Buenos hombres, y, tiempos que despiertan la nostalgia en mi cansado corazón.
Y quizá aún hubiera seguido junto al Lord algunos años más, pero cometí el error de enamorarme de un imposible. Aquel amor, nunca correspondido, ablandó mi brazo, e hirió mi corazón, hasta el punto de volverme impredecible en el combate y en exceso temerario. Pero aún llego aquel deseo a nublarme aún más el conocimiento, haciendo que mi locura se hiciera cada vez más palpable y mi libido más incontrolable.
Durante una campaña en el norte, en la cual no vimos el sol y tan solo acaricio nuestro cuerpo la fría lluvia, acabe de perder la cabeza. Mi amada me había rechazado ya tantas veces, dejando bien clara su repugnancia hacía mi, cuando, dolido y enloquecido, llegue a esas tierras con el deseo de muerte guiando mi brazo. Dicen que muchos me vieron desnudo vagando entre los árboles, dicen que forcé a un hada y a una ninfa para saciar mi libido, y, quienes dicen esto no mienten.
Ante mis crímenes, y mi absolutamente probada enajenación, Lord Ricardo se vio obligado a alejarme de su lado, y, de su reino.
Por miles de ciudades pase, y conmigo siempre iba aquella maldición. Me convertí en objeto de burla y desprecio de los que en aquellos lugares vivían, y, no les culpaba, ¿quién querría entre ellos a un violador y un loco, de aspecto demacrado y sucio?
Pero de entre todos los reyes hubo uno que se apiado de mi fortuna, y me incluyo entre sus hombres de confianza. Pero no por ello ceso de dejarme claro que, yo, tan solo era un perro callejero al que había recogido de entre la basura, ya fuera en fiestas o en recepciones, no perdía momento para ridiculizarme y recordarme mi situación.
Los años que pase junto al Lord Joel, y sus fieles camaradas: Enrij (el de los tambores), Laud (el borracho), Van (la serpiente de acero), Olivo (el venenoso), Danu (el tranquilo), Saul (el mentiroso), o Vicent (el entusiasta); fueron tiempos de fiestas sin apenas batallas que librar. Pero entonces apareció Sor Catalina acompañada por la prometida del Lord Joel, y yo, estúpido de mí, al ver a la futura consorte, caí enamorado. Pero, donde yo vi un ángel se encontraba una cobra, y, sabedora de mi amor por ella, me uso para darle celos al monarca. Nunca olvidare como, viendo ya al rey, desesperado y comiéndola de la mano, ella me vendió a cambio de un baile.
Eran las festividades de San Juan, cuando, viendo en los ojos del rey la desesperación, ella se aproximó tentadora a su esposo. Le susurro al oído una cosa, y, luego, bailo frente a él de forma lubrica y tentadora. Al acabar el baile, ella se volvió a acercar a su esposo, y al susurrarle, esta vez, al oído su gesto cambió (Así como él de ella, quien mostrando falsas lagrimas le había confesado a su esposo un falso intento de forzarla por mi parte)
Esto acabo con la paciencia del lord, y, bajo amenaza de muerte, me vi obligado a salir de su reino.
De nuevo el amor me devolvía al exilio, y, aunque mil veces jure venganza contra él lord y su esposo, nunca más volví a aquel reino.
Por supuesto, las noticias se difundieron por todas las ciudades, y, deje de ser bienvenido allí donde llegaba.
Más mi mala fama, también trajo cosas buenas, pues, a partir de ese momento miles de jóvenes morbosas vinieron a mí para ofrecerme sus favores.
Pero eso fue antes de la Gran Crisis, ahora apenas nadie sale de sus casas. Y aquellos que me llamaban loco, ahora me hacen parecen aun más cuerdo a mí. El mundo se ha vuelto loco, y yo prefiero quedarme mirando como se autodestruye.
Así que, mi señora, no cuente con mi martillo en su cruzada sin futuro.
Atentamente, alguien cansado de luchar por nada.
El antiguo guerrero se levanta de la mesa en la que escribía, por un instante se queda mirando el bulto que se encuentra apoyado en una de las esquinas de la habitación.
-No me mires así, viejo amigo le dice al bulto -. Has de reconocer que no nos quedan luchas que pelear... Ya no.