DOCTOR DELIRIO: LONDRES 1890
-Todo el mundo habla de ti, Doc ¿Qué has hecho? dijo la Doctora Herrera cuando paso por delante del despacho de él Por cierto, han dejado un para de cositas para ti.
Él se restregó sus cansados ojos, y levanto la mirada del ordenador.
-Si, una la acabo de ver... ¿Cuál es la otra?
La Doctora dejó caer un sobre encima de la mesa del él.
Espero a que ella se marchara, acerco su nariz al sobre y sintió aquella fragancia que conocía desde hace ya más de 100 años... Akarin. Supo lo que contenía antes de abrir el sobre, un recuerdo de la primera vez que se encontraron sus caminos...
... 1890, Londres...
La niebla natural se fundía con aquella artificial producto de la Revolución Industrial y la falta de higiene en algunos puntos de la metrópoli. Él caminaba por aquellas calles por donde solo merodeaban, a esas horas, las putas y los borrachos pendencieros. Él se sentía solo entre esa multitud, desesperado y vacío... Se estaba fumando el último cigarro que le quedaba.
-¿Eres de Londres?
La primera vez que escucho su voz le sonó dulce y aterciopelada, éls e giro sorprendido, sin saber si la pregunta era para él. Frente a él se encontró a una muchachita cuyo tono de piel era nuevo para él... Se podría decir que era una especie de dorado pálido. Debía medir unos 10 o 15 centímetros menos que él, al principio creyó que era alguna de esas prostitutas primerizas, pero, sus ricos ropajes indicaban que no podía ser así. Estuvo, entonces, apunto de tomarla por una niña (sus rasgos eran casi infantiles), pero, enseguida noto en sus gestos una edad que no la correspondía...
-¿Quién eres?
La preguntó al fin.
-Mi nombre es Akarin fue la primera vez que escucho aquella risa tan musical - ¿Y tu?
Estuvo a punto de decirla su nombre, esos ojos acuosos y profundos le ataban, como cadenas, a ella, y se veía incapaz de mentirla u ocultarla nada... Pero, no lo hizo... No la dijo su nombre verdadero.
-Mi nombre es Maxwell.
-Encantada... Maxwell - dejo claro, con una sonrisa, que no le creía, pero la divertían esos juegos de mascaras - ¿Me acompañarías a dar un paseo? He oído que estas calles no son seguras para una dama, y menos a estas horas.
Él asintió, y la ofreció su brazo, pero, ella le sorprendió cogiéndole la mano.
Ni siquiera hoy en día sabría decir cuanto tiempo pasaron paseando por aquellas calles góticas y húmedas. Lo que sí es capaz, aún, de recordar, es la suavidad de su piel bajo sus manos, lo cálidos de sus labios contra su piel, los firmes de sus pechos... Y sobre todo, aquellos ojos que le apresaron durante días en aquella bañera donde flotaban pétalos de rosas...
Él dejó la carta sobre una pila de papeles, que se amontonaban en su mesa... Era demasiado evidente, como no pudo verlo en ella nada más conocerla... Quien sabe lo que su sangre pudo hacer en el organismo de la vampiresa, nunca debió haberla dejado llegar tan lejos... Akarin fue su debilidad, su primer error... Debía haberla matado aquella noche mientras cenaban en aquel restaurante, en 1890, pero, no pudo... La dijo que se iba a comprar tabaco a un puesto que había abierto enfrente, pero lo que hizo fue desaparecer, alejarse de ella... Lo más lejos posible.